38. Hermoso despertar
Cuando desperté al día siguiente, logré sentir un agradable calor humano detrás de mí. Fue entonces cuando recordé el episodio de anoche. Luego de haber reconsiderado las palabras de Agustín, pude convencerme que lo que había sucedido realmente fue obra de Angela y me atrevo a decir que Lionel estuvo involucrado.
Me sentía un poco culpable al no creer de inmediato en él. Pero en las circunstancias en las que estaba me era muy difícil pensar con lucidez. Después de pensar una y otra vez, la claridad fue apareciendo en mi mente. Confiaba en Agustín a pesar de todo.
Lo mejor de la noche fue cuando sentí su cuerpo acurrucándose junto al mío. Y aquel beso fue suficiente para hacerle saber que nadie podría separarnos. La noche concluyó de la manera más perfecta que fue dormir en sus brazos. Y aunque no llegamos más allá de las caricias, sé que eso no importa si realmente estás con la persona que quieres.
Pero algún día querré entregarme a él completamente y ese momento será el más magnifico de todos.
Volviendo al ahora, parpadeé lentamente adaptando mi vista. Miré sobre mi hombro y allí se encontraba el chico que me hacía enojar con sus comentarios estúpidos y pervertidos, pero que también me enamoraba con sus acciones y sus palabras llenas de sentimientos.
El brazo de Agustín seguía sobre mi cintura. Me rodeaba de una manera posesiva y cálida. A pesar de que se encontraba en un profundo sueño, su agarre era fuerte y preciso. Como asegurándose de que no me alejara. Sus largas y peludas piernas estaban conectadas con las mías. Logré percibir su respiración estable resoplando en mi oído.
Me giré lentamente hacia a él. Se veía tan sereno y pacífico. Peiné ligeramente su cabello con mis dedos hasta alborotarlo más de lo que ya estaba. Acaricié su rostro con lentitud dándole a mi vista la dicha de disfrutar de su belleza masculina. Con mi pulgar, recorrí el contorno de sus labios que se encontraban entre abiertos.
Era tan perfecto. Es tan hermoso por dentro y por fuera.
Mis dedos viajaron por su barbilla sintiendo el ligero picor de los vellos que no habían sido afeitados hace días. Luego de contornear su mandíbula continué descendiendo hasta llegar a su cuello.
Entonces me di cuenta que las sábanas se habían desplazado a la parte inferior de su abdomen. Fue cuando recordé que sólo llevaba unos bóxers de color negro. Recorriendo el costado desnudo de su cuerpo, llegué hasta el elástico del bóxer. Sonreí al leer la marca Calvin Klein en ellos.
Quería continuar mi viaje pero no podía tenerlo en mi habitación por mucho tiempo. En cualquier momento mi mamá, Catalina o lo que es peor, mi padre puede entrar y esta no es la manera para dar una explicación. No quiero que haya otro malentendido.
Miré el reloj que colgaba de la pared. Éste marcaba las 10:26 am. A estas horas mi mamá ya debe de estar levantada. A ella no le importa si es domingo, siempre se despertará temprano sin importar que se haya desvelado la noche anterior. Tal vez tiene ancestro zombie o algo.
Comencé a moverme hacia atrás para intentar zafarme del agarre de Agustín. Tenía que levantarme a poner el seguro de la puerta. Eso aminorará las posibilidades de que me manden a un convento si es que me descubren de esta forma.
Estaba por lograr apartarme cuando su brazo se tensó alrededor se mi cintura. Intenté de nuevo, pero esta vez sigilosamente. Fue peor. Escuché un gruñido por parte de Agustín a la vez que atraía mi cuerpo al suyo con fuerza.
Estoy comenzando a sofocarme y la sensación de su erección en mi vientre no ayuda de mucho.
-Agustín...Agustín, despierta -susurré lo más bajo posible.
-¿Hmm? -murmuró ajustando su agarre.
-Agustín...tienes que despertarte... ¡Agustín! -lo sacudí su hombro con suavidad.
Volvió a gruñir aflojando su brazo de mi cintura. Sus gruesas pestañas revolotearon por un momento y luego abrió un ojo. Sonrió de lado y luego parpadeó antes de abrir sus ojos por completo.
Después de que su mirada estudiara con atención mi rostro, volvió a sonreír.
Lo sé, debo verme horripilante recién levantada. Pero ni modo, es imposible despertar maquillada y peinada.
-Buenos días -dije mientras frotaba mis ojos, alejando cualquier residuo del sueño.
-Muy buenos días -susurró con voz extremadamente grave.
Sentí como mi corazón dejaba de latir por un par de segundos. Su voz matutina sobrepasaba los límites de sensualidad. Podría vivir escuchando su voz ronca y profunda por toda una eternidad. Sería un placer exquisito.
Sin dejar de mirarme, se inclinó hacia a mí depositando un tierno beso en mi cuello. Cuando volvió a recostarse boca a arriba, cerró los ojos y dejó salir un suspiro mientras las comisuras de sus labios mostraban una linda sonrisa acompañado de unos hoyuelos tenues en sus mejillas.
Saliendo de mi ensoñación, me levanté de la cama hacia la puerta. Giré el seguro de la cerradura lentamente hasta escuchar el clic. Cuando me volví, pude observar a cuerpo completo al hombre yaciendo en mi cama.
Desde este ángulo, logré ver que la cama le quedaba pequeña. Sus pies sobresalían del borde del colchón. Lo examiné con detenimiento y mi vista se congeló en el bulto que se notaba a través de las sábanas. Solté una risita y levanté mi vista. Agustín me miraba fijamente con sus brazos flexionados detrás de su cabeza.
Volví a bajar mi vista, encontrándome nuevamente con Mr. Bulto burlándose de mí. Apreté mis labios para evitar reír. No sé por qué, pero lo encontraba gracioso.
-¿Qué pasa? -murmuró Agustín levantando sus cejas.
Negué con la cabeza y me dirigí al cuarto de baño de mi habitación. Luego de hacer mis necesidades, lavarme las manos y la cara, proseguí a mejorar mi aspecto bucal dando una limpieza con la pasta y el cepillo de dientes. Cuando salí del baño, Agustín seguía en la misma postura...y la montaña también.
-Ya sé por qué te reías de mí -dijo divertido.
Cogiendo el cepillo del tocador, me giré hacia a él mientras desenredaba mi cabello.
-¿Por qué me reía, según tu? -pregunté a pesar de que ya sabía la respuesta.
No hubo necesidad de contestarme con palabras. Su mirada se posó en su erección que estaba cubierto por mis sábanas.
-Adivinaste -dije, sonriendo.
-A todos los hombres les sucede -comentó con simpleza.
Dejé el peine en su lugar y caminé hacia la cama.
-¿Siempre se despiertan con eso levantado? -señalé el bulto que comenzaba a bajar de altura.
-Es parte de la naturaleza masculina -expresó orgulloso.
-Debe ser incomodo -dije mientras me recostaba a su lado.
-Sólo a veces -se inclinó a un costado.
Decidí no continuar la conversación. Es un poco embarazosa e innecesaria tener que hablar sobre ello.
Un silencio armónico se apoderó de la habitación. Durante los próximos minutos permanecí envuelta en sus brazos como si fuera un escudo de protección. Y hasta cierto punto, lo era.
Hablamos de cosas triviales, una de ellas fue sobre nuestro futuro una vez que comiencen las clases. Prometió venir a visitarme a la universidad cada vez que quisiera. Que vendría a mi casa a cualquier hora que lo necesite.
Pensar que en algún momento su habitación quedará vacío me entra una nostalgia enorme en mi cuerpo. Espero poder acostumbrarme a su ausencia una vez que regrese a su casa.
Luego de pasar a temas más alegres, tratamos de tener una guerra de pulgares. Pero su fuerza era mayor por lo que su enorme pulgar siempre derrotaba el mío. Fue entretenido, hasta que comenzó a besarme tan intensamente que tuve que alejarlo para que se detuviera.
Habían pasado quince minutos desde que Agustín se había escabullido como un ladrón por el pasillo para llegar a su habitación. Gracias a Dios, nadie se percató de donde pasó la noche, excepto yo. Me había duchado y cambiado con mi atuendo particular. Unos jeans ajustados, blusa holgada, converse blancos y una trenza francesa.
Cuando salí de la habitación para ir a desayunar, Agustín me alcanzó en las escaleras vestido con unos vaqueros desgastados, una playera blanca de cuello V junto con sus vans negros y con su cabello castaño húmedo totalmente desordenado.
Amé como le quedaba el esmoquin de anoche pero prefiero mil veces su atuendo relajado y tranquilo. Refleja su personalidad divertida y sexy.
Cuando ambos llegamos a la cocina. Mis padres y Catalina ya se encontraban desayunando. Mi mamá fue la primera en lanzarme una mirada de recordatorio.
Miré a Agustín y asintió mientras sonreía un poco nervioso. Era la hora y el momento indicado para decirle a mi padre sobre mi noviazgo.
Respirando profundamente, tomé la mano de Agustín. Se tensó un poco pero luego accedió. Y con nuestras manos entrelazadas, nos acercamos a la mesa.
Eso podía salir bien o convertirse en un gran problema.
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En mi blog acabo de publicar el tag de las 20 canciones, vayan a verlo y comenten.
Especial Navideño 2/?
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