35. ¿Ahora qué?
No contesté la pregunta de Agustín. Yo lo había dicho solo para molestar a mi mamá. Pero él se lo tomó muy enserio.
Lo único que hice fue negar con la cabeza. No insistió sobre eso. Y fue porque en ese momento su celular comenzó a sonar. Cuando colgó se despidió de mí con un rápido e intenso beso.
Ruggero había venido por él para ayudarlo a escoger un esmoquin adecuado ya que según Agustín, no está acostumbrado a usar ropa elegante. Si por él fuera iría a la fiesta en vaqueros desgastados, una camiseta con alguna leyenda de su banda favorita y sus vans.
Aún así se vería sexy. Pero al final cedió en rentar un traje.
Cuando se fue, entré a mi habitación. Está noche tenía que salir bien. La disfrutaré lo más que pueda antes de decirle a mi papá sobre mi relación con Agustín.
No será para nada fácil. Solo espero no tartamudear o quedarme sin palabras al momento de hablar. Pero bueno, no tengo porqué preocuparme por eso aún.
Las siguientes horas fueron transcurriendo hasta que se llegó la noche. La tarde se fue rápidamente gracias a que mi mamá y yo ayudamos a Catalina a elegir unos de los vestidos que tenía en su closet. Al final se decidió por uno largo de color negro. Era lindo. Hecho para una mujer madura como ella.
La animé diciéndole que hasta podría conocer a alguien en el evento. Ella frunció el ceño y negó con la cabeza como si darse la oportunidad de rehacer su vida no fuera justo. Pero mi mamá me apoyó con mis ideas a lo que Catalina no le quedó de otra que sonrojarse.
Cuando volví a mi habitación, me duché. Al salir fui por el vestido y me lo puse. Aún no estaba maquillada ni peinada y ya me sentía con una confianza brutal. Amaba este vestido.
Alrededor de las ocho y media terminé de maquillarme. Nada exagerado ni algo simple. Pero mi rostro se veía diferente a causa del delineado y las pestañas empapadas de rímel. Mis ojos lucían más expresivos y con brillo. En sí, mi rostro estaba con vida.
Tal vez el maquillaje no era lo que me hacía ver distinta. Si no la forma en la que sentía. Estaba feliz y nerviosa.
Puedes tener un maquillador profesional que te haga lucir mejor que una princesa pero si tu estado de ánimo está por los suelos, todo aquello se esfuma. Es tú actitud la que define tu belleza.
Luego de unos minutos logré terminar de ondular mi cabello. Con mis dedos peiné los rulos que estaban formados para que no se notaran tan definidos y darles un aspecto natural y suave.
Me puse los tacones a juego completando mi atuendo. Me miré al espejo de cuerpo completo y suspiré. Estaba lista.
En eso, unos golpes en mi puerta me hicieron apartar la vista de mi reflejo. ¿Y si era Agustín? No estoy preparada para que él me vea.
―¿Quién? ―dije con nerviosismo.
―¿Estás lista? ―escuché la voz de mi mamá al otro lado.
Abrí la puerta y se veía más bella que nunca. Llevaba un vestido largo color dorado con su cabello recogido dándole un aspecto elegante.
Al percatarse de mi cambio radical en mi forma de vestir, me miró con gesto de sorpresa.
―Estás preciosa ―expresó con una gran sonrisa.
―Gracias, tu igual. Papá se volverá loco ―hizo un ademán con la mano como si su vestimenta no fuera gran cosa.
―Es hora de irnos. ¿Y Agustín? ―preguntó.
Me encogí de hombros. Hace dos horas que se había ido y no ha dado señales hasta este momento.
―Eres su novia y ¿No sabes dónde está? ―Negó con la cabeza haciéndome sentir culpable.
―Ustedes adelántense, yo me voy con él ―propuse.
―De ninguna manera, tu padre al igual que Catalina nos están esperando abajo. Y si te dejo ir con Agustín comenzará a sospechar ―replicó molesta.
Tiene razón. No quiero que se entere antes de su celebración. Sin contradecirla, asentí.
―Solo déjame hacer una llamada ―dije mientras buscaba mi celular en mi bolso.
―Tienes tres minutos ―bufó y se fue.
Cogí el celular y llamé a Agustín. Ya me está preocupando. Luego de esperar unos segundos, atendió.
―¿Dónde estás? ―pregunté un poco desesperada.
―Tranquila, estoy en el bar con Ruggero ―respondió con una risita.
―¿En el bar? Agustín, solo ibas por un esmoquin.
―Hace rato que logré decidirme por uno y para aliviar un poco la tensión decidimos venir a tomar un par de tragos ―dijo en su defensa.
Nada más falta que Agustín se presente en el evento cayéndose de borracho y ocasionando problemas.
―Nosotros ya nos vamos ―le avisé con amargura.
―No te enojes, no voy a excederme con la bebida si eso te preocupa―. Me quedé callada por unos segundos y lo escuché suspirar―. Carolina, lo prometo. No estaré en problemas de nuevo. Dame la dirección del lugar de la fiesta. Te veré allí.
De mala manera se la dije. Se despidió diciendo que ya venía en camino y que no me preocupara.
¿Cómo no me voy a preocupar sabiendo que está en un bar donde posiblemente se encuentre a Lionel y se enfrenten de nuevo?
Dejando salir un suspiro frustrado, salí de la habitación y después de escuchar los cumplidos mis padres y Catalina nos dirigimos a la reunión.
No ha pasado ni media hora de haber escuchado la voz de Agustín y ya comenzaba a extrañarlo como si no lo hubiera visto por días.
Narra Agustín
Carolina estaba enojada. Demonios, se supone que estaría allí para verla pero el maldito de Ruggero no dejaba de joder por ir al bar. Y dado que íbamos en su auto no pude retractarme.
No fue hasta que escuché la voz molesta y enojada de Carolina. Luego de colgar le exigí a Ruggero que me llevara a casa. Él no se quejó.
Al llegar, la camioneta de su padre ya no estaba. Por un momento pensé que llegaría a tiempo para lograr ver que llevaba puesto. Estaba con la intriga. En mi mente había formulado las posibles maneras en las que se veía está noche. En todas mis opciones se veía perfecta. Pero necesitaba comprobarlo.
De la forma más rápida posible tomé una ducha de diez minutos. Al salir del cuarto de baño me dirigí hasta la cama en donde mi esmoquin negro se encontraba encima.
Retiré bruscamente la bolsa transparente que cubría el traje y me lo coloque. Nada mal. Aunque me sentía raro. Al verme al espejo me sentía como uno de esos estúpidos niños millonarios.
Ni hablar. Solo lo usaré por hoy. Puedo soportarlo.
Con mis dedos peiné mi cabello de forma desordenada. Luego de rociar perfume a mí alrededor, cogí las llaves. La billetera la introducí en los bolsillos traseros y mi celular en el delantero.
Salí de la habitación y justo cuando estaba bajando las escaleras se escuchó el timbre de la casa.
Frunciendo el ceño llegué hasta la puerta y abrí. Mi entrecejo se profundizó aún más cuando vi a Angela.
Pensé que me había librado de ella.
―¿Qué necesitas? ―pregunté fríamente.
Me escaneó de arriba a abajo y luego me miró lamiéndose los labios.
Que asco.
―¿A dónde vas a salir que no invitas? ―dijo coquetamente.
Rodé los ojos y la miré con fastidio.
―¿Qué quieres? ―insistí dejando salir un suspiro de rabia.
―Oye, no me trates así ―expresó mientras se llevaba una mano al pecho sintiéndose ofendida.
Ignorando su patético comentario, salí de la casa cerrando la puerta detrás de mí con llave. La esquivé y caminé hasta la suburban. Quité los seguros de la camioneta y abrí la puerta del conductor cerrándola de un portazo.
No sé como diablos le hizo pero cuando estuve a punto de encender el motor, Angela apareció deslizándose por el asiento del copiloto.
¿Qué diablos...?
Me giré hacia a ella mirándola poco amable.
―Fuera de mi camioneta ―espeté tratando de calmar mi coraje.
¿Quién se creía está chica?
―Me gustaría ir contigo a donde quiera que vayas ―la escuché decir sínicamente.
¿Está loca o le falta oxígeno en el cerebro? Estoy seguro que son las dos cosas.
―Por supuesto que no, fuera ―expresé furioso.
―¿Por qué no intentas bajarme? ―propuso divertida.
No fue necesario que me lo dijera dos veces. Bajando de la camioneta, caminé alrededor de la suburban hasta llegar a lado contrario. Abrí la puerta del copiloto y estiré mi brazo hacia afuera.
―Sal de mi auto ―avisé sin hacer contacto visual.
No contesto y no se movió para nada. Y por más que no quisiera, tuve que mirarla.
Santa mierda.
La diminuta blusa estaba ceñido a su cuerpo provocando que sus pechos sobresalieran. Pero no fue eso lo que me sorprendió. Si no que la muy fácil sostenía su sostén su sus manos. Se lo quitó sin retirar su blusa.
Desvié la mirada al instante. A esta chica le falta un par de tornillos.
―Estoy siendo paciente, Angela, no lo diré una vez más. Bájate de la camioneta ―dije entre dientes escondiendo la rabia en mi voz.
―Oh vamos,Agustín, hagámoslo rápido.
Mierda. Hará que pierda la paciencia. Y no quiero recurrir a la violencia. Menos con una mujer, o mejor dicho, con una mujerzuela.
Sin mirarla la tomé del brazo bruscamente y bajé de la suburban. Se quejó cuando sus pies tocaron el suelo. Ni drogado permitiría que se que quedara.
De repente mi celular comenzó a sonar. La llamada de Carolina me aterró. Más vale que Angela no grite o diga algo imprudente porque si no me veré obligado a atacarla verbalmente.
Caminé a una distancia en la que Angela no se diera cuenta que era Carolina quien llamaba. Si lo hace intentará llamar su atención diciendo mentiras.
―Voy en camino ―dije rápidamente antes de escucharla hablar.
―Dime que no sigues en el bar...
―No, ya estoy listo. En cinco minutos estaré allí, te quiero ―colgué y me giré hacia donde estaba Angela.
Para mi suerte, no volvió a entrar a la camioneta. En vez de eso, me mandó un beso desde lejos y se alejó hasta su auto que estaba aparcado enfrente.
Menos mal que entró en razón. Cerrando la puerta del copiloto, volví al volante poniendo en marcha el motor.
Si una chica hubiera intentado hacer lo mismo que hizo Angela hace unos momentos en años anteriores, no dudaría en darle entrada. Pero todo eso cambió.
La única que me importa ahora es Carolina. La necesito a ella, a nadie más
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¡Hey! Espero estén pasando un grandioso domingo.
¿Cuantas ya comenzaron a leer mi nueva historia Amor Verdadero? Si no lo han hecho vayan, es Aguslina.
También si quieren conocer mi letra, lo que me gusta, pásense por mi blog Somos lo que Sentimos. Los espera un dibujo completamente suyo.
L@s quiero
¡Feliz dia!
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