20. Descubriendo la decepción

Narra Agustín

Había terminado de advertirle a Lionel que dejara de intentar manosear a Carolina, cuando escuché un escándalo que provenía dentro del lugar. 

Sintiendo los pasos de Lionel detrás de mí, entramos. Lo primero que hizo mi vista fue enfocarse en nuestra mesa, esperando ver a Carolina pero no estaba. La gente se encontraba rodeada en la parte del bar apoyando el espectáculo. Sin pensarlo fui hasta allí. 

Me sorprendí al ver a Carolina encima de Angela arañándola como bestia. Me hubiera quedado a ver como termina si ella no estuviera involucrada. Además su pequeño escote seguía a la vista y con los demás degenerados viendo fue suficiente para ir a detenerla. 

Aparté a unos cuantos idiotas de mi camino para llegar hasta a ella y tomarla de la cintura. Angela estaba echa un desastre. Vaya, si que Carolina sabe defenderse. Estoy seguro que algo fuerte le dijo para que ella reaccionara de esa manera. 

Ignorando a los demás, me llevé a Carolina contra su voluntad hasta afuera. Se empeñaba en volver a entrar pero ni loco dejaré que lo haga. 

Lo siguiente sucedió de forma rápida. Cuando menos pensé ya tenía su cuerpo acurrucado en el mío. Una sensación de tranquilidad se mantuvo por cada segundo que permanecía a mi lado. 

Congelaría el tiempo para estar en esta posición. Pero tenía que llevarla a casa, ya pasaban de las doce y no quiero meterla en problemas por no llegar a una hora adecuada. Su mamá y Catalina no estarán en la casa pero aún así no quiero arriesgarme.

La puerta de la entrada se abrió. Giré mi cabeza viendo como Lionel venía con Angela. Se detuvieron a unos metros de nosotros cuando los fulminé con la mirada. No era buen momento. 

Carolina se separó de mí limpiándose las lágrimas que habían sido derramadas. Me levanté junto con ella. 

―Tenemos que irnos ―dijo Lionel. 

La imagen de él detrás de Carolina en el campo de golf no se ha borrado. Me arrepiento de no haber tomado el palo de acero y golpearlo en la cabeza. 

Todo ha su tiempo, Agustín, ya encontrarás el momento para golpearlo. 

―Yo la llevo a casa ―respondí decidido. 

―No, yo la llevo ―protestó. 

A ver hijo de puta, Carolina no es un paquete de comida rápida. 

―La voy a llevar a la casa y punto ―exigí mirándolo con desprecio. 

Percibiendo mi enojo asintió con una mueca y se fue hasta su mustang junto con Angela. Ni que se queje, lo más seguro es que se la lleve a su casa para follar. 

Sin despedirme de ellos acompañé a Carolina hasta la camioneta y entró en ella con cansancio. Me subí del lado contrario y comencé a conducir. 

El silencio apareció durante el trayecto. Voltee a verla de reojo percatándome que sus ojos estaban cerrados.Verla así, tan tranquila y recostada en el asiento despertó unas cursis emociones que siempre he querido evitar. Deteniéndome en la señal del semáforo la observé detenidamente. Mi vista viajo desde su frente hasta sus piernas. Suspiré y luché contra mi mismo para no intentar acariciarla. 

Regresando mi atención al volante y continué mi camino.

Narra Carolina

Estaba comenzando a hundirme en un sueño profundo cuando deje de sentir el movimiento de la camioneta. 

―Carolina despierta, llegamos a casa ―escuché una voz ronca. 

Abrí mis ojos lentamente mientras me acomodaba en mi asiento. Agustín salió del vehículo llegando hasta mi lado abriendo la puerta. 

―¿Quieres que te cargue hasta tu habitación? ―preguntó ofreciéndome sus brazos. 

Una opción muy tentadora de su parte. Tendría la dicha de sentir sus musculosos brazos rodeando mi cuerpo. No estaré capacitada para lo que pueda pasar una vez que estemos en mi recámara. 

―Puedo caminar Agustín ―contesté bajando de la camioneta. 

―Te ves cansada ―comentó.Realmente lo estaba. 

Las energías que tenía como reserva las malgaste al enfrentarme a la momia de Angela. 

―Estoy bien ―respondí con una leve sonrisa. Caminamos juntos hasta la entrada de la casa cuando me detuve bruscamente―. Mierda. 

―¿Qué pasa? ―preguntó Agustín frunciendo el ceño. 

―Olvidé mi bolso en el auto de Lionel ―mi preocupación no era exactamente el bolso sino mi celular. No es que tuviera algo que esconder pero yo no puedo vivir sin mi celular. Es mi mundo de entretenimiento. 

―¿Qué estamos esperando? Vayamos a recuperarlo ―propuso sacando sus llaves del bolsillo. 

Su propuesta me pareció a una misión de un superhéroe. En este caso la victima es el celular. No dormiré tranquila si no tengo el aparato conmigo. Nos introducimos de nuevo a la camioneta. Le di la dirección de su casa y aceleró por la carretera. 

Luego de un rato llegamos al departamento de Lionel. Se encontraba en medio de la ciudad. El lugar era silencioso. Unos cuantos edificios se encontraban alrededor. Las calles permanecían vacías. Muy tranquilo para ser un sábado por la madrugada. 

Localizamos de forma rápida el mustang blanco estacionado en la acera. Bajamos de la camioneta, cruzamos la estrecha calle llegando hasta el vehículo. 

Me acerqué al vidrió viendo a través de ella. Efectivamente mi bolso estaba en el asiento de atrás. Raro. Lo había dejado en el asiento del copiloto. 

―Ahí esta ―murmuré. Agustín se puso a mi lado e intentó abrir la puerta del mustang. Gruñó cuando se percatóque estaba cerrada. 

―Diablos, no creo que haya problema si destruyo el vidrio de un golpe ―dijo preparándose para derribarlo. 

―No seas imprudente ―exclamé―. Iré a decirle que me lo entregue. 

―Voy contigo. 

Sin protestar subimos el ascensor hasta llegar al tercer piso. Estaba muy agotada como para subir escaleras. Los pasillos del edifico estaban solitarios. Los ruidos de música del piso de arriba comenzaban a molestarme. El estruendo fue disminuyendo conforme avanzábamos. 

Nos detuvimos al estar frente a la puerta de su departamento. Golpee la puerta suavemente. Agustín se recargó en lapared a un lado de la puerta. Volví a tocar. Me crucé de brazos para esperar. 

Unos pequeños ruidos se escucharon dentro. Miré a Agustín. Se encogió de hombros al verme. 

La puerta se abrió. Lionel salió mirándome con sorpresa. Su torso estaba al descubierto. Lo único que lo acompañaba eran sus vaqueros. Logré ver que su cabello estaba desordenado, no como la manera de Agustín, sino de una forma brusca. 

―Carolina ¿Qué haces aquí? ―pregunto respirando pesadamente. 

―Um venía por mi bolso ―dije. Lionel salió al pasillo cerrando la puerta detrás de él.   

―Puedo llevártelo mañana ―propuso nervioso. 

―Lo quiere ahora ―comentó Agustín mirándolo con odio. 

―Está bien, voy por las llaves ―entró rápidamente al departamento. 

Su actitud me pareció extraña. Se veía más nervioso que yo antes de contestar un examen. 

―Está un poco raro ―murmuré. 

―Me imagino por qué ―contestó sin despegar su espalda de la pared. 

―¿Qué quieres decir? ―pregunté confundida. 

―Eres demasiado inocente Carolina ―negó la cabeza, desviando la mirada. 

―¿De qué hablas? ―insistí irritada. En eso apareció Lionel abotonándose la camisa y con las llaves sujetados en sus dedos.

―Dile a Angela que salga ―exigió Agustín retirándose de la pared. Lionel se detuvo de abrochar su camisa. Su rostro se congeló al escucharlo. 

―¿Angela? ―dije frunciendo el ceño. 

―Ella está aquí ¿verdad? ―comentó Agustín mirando a Lionel con una sonrisa. 

Su silencio me hizo dudar. Él no me haría esto. No se atrevería. 

―Lionel responde ―exigí. 

―No está aquí...la...la llevé a su casa... 

―No mientas ―interrumpió Agustín. 

Lionel comenzó a mover nerviosamente sus llaves. Mi ceño se profundizaba al ver que no se defendía contra Agustín. Si fuera mentira él ya estaría gritándole e incluso nos llevaría hasta adentro para comprobar. Pero en vez de eso se quedó callado mirando a otra parte que no fuera a mí. 

Agustín lo empujó a un lado y abrió la puerta de su departamento. Logré observar un desastre, pero más allá estaba su cama totalmente desordenada. Una chica se sentó de golpe al escuchar la puerta abrirse. Era Angela. Su cabello estaba desordenado. Cubrió su pecho desnudo con las sábanas. Sobre el suelo estaba tanto su vestido como sus zapatillas. 

Un nudo se formó en mi garganta. Mi cara comenzó a arder de coraje. ¿Cómo me pudo hacer esto? Miré a Lionel esperando una explicación. 

―No es lo que crees ―dijo preocupado.

¿No es lo que creo? El muy estúpido todavía se atreve a justificarse. ¡A la mierda mi bolso y mi celular! Quiero desaparecer de este lugar. Esto es mucho peor de lo que había imaginado. Este tipo de humillación no tiene nombre. 

¿Cómo pude ser tan estúpida en preocuparme por darle explicaciones cuando él hacia esto a mis espaldas? Cada recuerdo, cada llamada, cada mensaje puede metérselo por el culo. 

Con la ira suficiente golpee su mejilla tan fuerte que el sonido de mi roce hizo eco por el pasillo. Mientras me alejaba lo escuché quejarse. Mirando sobre mi hombro vi como Agustín le regaló un golpe en su abdomen. 

―Idiota ―murmuró al golpearlo. 

Me volví continuando mi camino llegando hasta el ascensor. Agustín me alcanzó colocándose a mi lado. Nos mantuvimos en silencio. 

No quería abrazos, ni lágrimas ni comentarios sobre eso. 

Una vez afuera subí a la camioneta cerrando la puerta bruscamente. Agustín se deslizó del lado del conductor mirándome con comprensión. 

―Él no te merece ―dijo. Respiré de forma profunda para evitar que las lágrimas cayeran. No tuve éxito. Cayeron nuevamente. Agustín se inclinó a mi lado. Coloqué mi cabeza sobre su hombro escondiendo mi rostro en su pecho―. Tus lágrimas son valiosas ―susurró mientras acariciaba mi espalda―no las desperdicies por tipos como él que no valen la pena. 

Lo abracé con fuerza. Tenía razón. No merezco sufrir por su culpa. Tener la presencia de Agustín en estos momentos es sagrado. Me sentiría sola y débil si él no hubiera a mi lado. 




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Maratón 4/5

¿Qué es lo que más les gusta hacer? 

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