El regalo de Marisa
Cayó la noche y todos se fueron a dormir y Fungi se quedó solo. Se sintió muy solo e inútil. Todos en ese bosque tenían algo especial excepto él. Él ni siquiera era capaz de moverse. No pudo evitarlo: sus lágrimas empezaron a caer sobre el suelo. Esas gotitas empezaron a colorarse de un color dorado. De ello apareció una mariposa. Era como el sol: bella y del color del oro:
-¿Por qué lloras Fungi? ¿Te puedo ayudar en algo? -preguntó la mariposa.
-¿Quién eres? -preguntó Fungi muy sorprendido.
-Soy Marisa. ¿Te puedo ayudar en algo? Cuéntamelo. No seas tímido.
-Es que... -Fungi empezó su monologo contando lo que le pasó ayer y todo lo que sentía: -En este bosque todos tienen algo especial excepto yo. Así no me siento cómodo porque siento que no sirvo. Me contaron un montón de maravillas y creo que yo nunca seré capaz de hacerlos. No encajo aquí.
-No digas eso Fungi -le dijo Marisa con una sonrisa. -Es que es la verdad -replicó el pequeño hongo mientras las lágrimas le volvieron a caer, pero ahora del color del agua.
-Eres especial como todos. Porque eres único. Puede que esa rosa, ese siervo o yo tenga poderes...
-¿¡Tienes poderes!? -Fungi solo fue capaz de escuchar esa palabra. Eso era su oportunidad. -Por favor, has que yo también tenga.
Marisa pensó un poco. Luego miró la carita del hongo y vio su desesperación y decidió ayudarle: -Si eso es lo que quieres -entoncés empezó a volar sobre Fungi echando un polvo dorado sobre él. -Este polvo hará que puedas moverte, cambiar de tamaño e incluso volar. Pero tienes que tener mucho cuidado. Este tipo de mágia polvoricia es muy frágil y fácil de perder.
-¡Muchísimas gracias! -Fungi se alegró tanto que no escuchó casi nada de lo que le dijo la mariposa.
Marisa se despidió y desapareció en la oscuridad. Fungi intentó utilizar su mágia. Se concentró mucho en lo que quería y de repente sintió que se movía. ¡Podía moverse! empezó a saltar de alegría. Intentó las otras dos cosas también: cambiar de tamaño y volar. Consiguió los dos. Pudo ser más pequeño o más grande si así lo quería; también podía elevarse a unas ciertas alturas. Estaba muy feliz. Se fue a dormir un ratito y ya estaba emocionado de enseñarles a los otros sus nuevos poderes.
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