3.

Viernes, 24 de agosto.

Cansado, el Detective Méndez, se dirigía a la Estación muy temprano por la mañana, por tercer día consecutivo. El ajetreo ya estaba causándole fatiga y mucho estrés. Llevaba tres días sin hablar con su hijo, ni siquiera había comido del todo bien, su dieta se mantenía a base de cafés muy cargados y uno que otro cigarrillo que encendía para calmar la ansiedad por las noches.

A pesar de que la relación con su hijo era distante, Méndez lo quería más que a nada, aunque a veces le diera más prioridad a su trabajo. La pérdida de su esposa marcó al Detective, y desde entonces, es un hombre descuidado para sus cosas, pero cien por ciento enfocado para resolver crímenes. Su hijo le admiraba, aunque no lo dijera mucho, él lo notaba.

Su esposa murió a manos de Carlos Ramírez, un criminal que era buscado por un par de asesinatos, y que perdió la vida en un enfrentamiento con la Policía local, el mismo día que asesinó brutalmente a la esposa del Detective. Méndez había sido quién había hallado el almacén donde Carlos Ramírez ocultaba a sus víctimas antes de asesinarlas a sangre fría. Era un psicópata, o al menos eso pensaba el Detective. Esto lo había impulsado a resolver todos los casos que se le presentaron luego de aquél día, su trabajo era lo que lo mantenía con vida, o al menos con un propósito. Y resolvió todos y cada uno de los crímenes que investigó, hasta ahora.

Sentía que perdía la cordura, nada tenía sentido. Lo más lógico apuntaba a que era un suicidio, pero las marcas en el cuello de la mujer contradecían esta teoría. Si fuese sido asesinada, el asesino era demasiado meticuloso e inteligente, como para no dejar siquiera huellas dactilares en la escena, ni siquiera tenían pruebas de que alguien pudiera haber entrado, a excepción de alguien... una mujer mayor, robusta, de cabello corto y totalmente plateado, que había entrado a la habitación de Susana el día 20 de agosto, a eso de las 09:43 a.m. y salió veinte minutos después. Al menos eso indicaba la copia de la grabación de seguridad que había conseguido el Oficial Sánchez.

Se frotó la cara antes de bajar de su vehículo y entrar a la Estación, que se hallaba casi vacía, como los días anteriores a esa misma hora. Se dirigió directamente a su oficina. Ya dentro, se halló sentado, intentando unir las pistas reunidas para completar el rompecabezas, dándole vueltas al asunto para conseguirle algún sentido, y así duró unas horas, hasta que el ruido de la sala central de la Estación, lo sacó de sus pensamientos.

Le echó un vistazo al reloj de pared, y éste dictaba las 9:50 a.m. El tiempo había pasado con mucha prisa. Suspiró derrotado, pues, no había encontrado solución alguna al caso.

Decidió encender la televisión que tenía en su oficina, y esta mostró el conjunto residencial donde vivía Susana Rodríguez. El Detective se sobresaltó al oír lo que decía la reportera del canal de noticias:

"Ya han pasado cuatro días desde que se halló, aquí, en estas residencias, el cuerpo sin vida de la ciudadana Susana Rodríguez, y hasta ahora las autoridades no han conseguido pista alguna que apuntara a alguien como el posible asesino de la chica. Los habitantes de la comunidad, denuncian que la Policía local no ha estado haciendo nada para resolver el caso, y temen por su seguridad al saber que anda un asesino absuelto por estas calles..."

La reportera siguió hablando, pero Méndez, ofendido por lo que acababa de oír, apagó la televisión, y arrojó el control remoto lejos de él.

***

El Oficial se apresuró en entrar a la Estación. Había pensado varias teorías la noche anterior, y quería decírselas a Méndez. Abrió la puerta, y pasó, saludó a las que trabajaban en recepción, y atravesó una puerta, encontrándose con una sala casi llena de policías, algunos dormidos aún, otros tomando café, y otros trabajando organizando el papeleo.

Caminó hasta la oficina del Detective, y cuando estaba a punto de entrar, se detuvo en seco. Algo había llamado su atención. Se giró, y volvió a darle un vistazo a la sala central. Nada fuera de lo normal, pero algo seguía inquietándole, dirigió la mirada hasta el pequeño cubículo que ocupaba Lucía Geek, la asistente de Méndez, y ahí estaba lo que le había llamado la atención.

Tal como la recordaba... de unos 50 años, cabello corto y plateado, robusta, y vestida con casi la misma ropa con la que apareció en la grabación de seguridad.

***

-Señor -dijo Luci, entrando a la oficina del Detective-. Le están buscando, una tal Ángela Flores, dice que tiene información sobre el caso -hizo una pausa-, dice que conoció a Susana.

El detective dejó escapar un suspiro de alivio.

-Bien, dígale que pase -respondió Méndez, con los ojos brillantes.

«La esperanza es lo último que debes perder, cariño». Las palabras de su esposa retumbaron dentro de su mente.

Sintió que todo estaba tomando forma, como siempre pasaba. Ahora sólo era cuestión de tiempo para que todo encajara y se resolviera el caso de una vez por todas.

La puerta se abrió, mostrando a la mujer mayor, que llevaba un vestido ajustado, que hacía notar sus kilos de más. Era la mujer de la grabación, de eso estaba seguro. Detrás de la mujer estaba un petrificado Luís Sánchez, observando a la mujer detenidamente, al parecer también había notado que se trataba de la mujer que había captado la cámara de seguridad.

-Mucho gusto, Detective -la mujer estiró la mano-, soy Ángela Flores.

Méndez estrechó la mano de Ángela, y no dijo nada, haciéndole entender a la mujer, que fuera al grano.

-Como su asistente le dijo, yo conocí a Susana -hizo una pausa antes de continuar-. Yo fui su psiquiatra.

« ¡¿Su psiquiatra?! »

Intentado ocultar la sorpresa, el Detective se limitó a asentir con la cabeza.

-Me gustaría interrogarla.

-Bien, le daré las respuestas que estén a mi alcance.

La psiquiatra siguió al Detective hasta la sala de interrogatorios. Un pequeño salón de paredes grises, que daban un aspecto tétrico y con un par de cámaras ubicadas en dos esquinas de la sala. No poseía el espejo-ventana que la mayoría de estas salas tenía, en cambio, había una habitación al lado, dónde se veían y oían los interrogatorios gracias a las cámaras, allí se encontraba Luís Méndez, totalmente intrigado por lo que estaba a punto de oír.

Dentro, Méndez le señaló una silla de metal, y con un gesto, le invitó a sentarse. La Psiquiatra se sentó, y seguidamente el Detective lo hizo también, en una silla que estaba frente a la mujer, entre ellos había una mesa de metal también. La típica sala de interrogatorios. El Detective se aclaró la garganta, y comenzó la ronda de preguntas.

-Así que... usted era la psiquiatra de Susana -Ángela asintió con la cabeza y Méndez continuó hablando-, ¿por qué ella necesitaría de usted?

-Pues, obviamente ella padecía de un trastorno mental. Por eso acudía a mis consultas.

-¿Cuál era su enfermedad? -inquirió el Detective.

-Susana padecía de Trastorno de Personalidad Múltiple.

La Psiquiatra prosiguió a explicarle que el trastorno consiste en la existencia de dos o más personalidades en un individuo. Que, cada personalidad tiene su modo de percibir, referirse y pensar el entorno y el "yo", alterándose para controlar la conducta de la persona. En pocas palabras, se refirió, a que una persona con este trastorno puede pensar y actuar de dos formas distintas, dependiendo de la personalidad que esté controlando a la persona en ese momento. Méndez escuchó atentamente la explicación de la Psiquiatra, sin explicarse aún cómo eso podía influir en el caso.

-¿Qué causó ese trastorno en ella?

La Psiquiatra suspiró.

-Mejor dicho -hizo una pausa-, quién. Su padre. Su padre causó un trauma imborrable en ella.

-Bien, leí que él abusaba de ella.

-Ni se lo imagina... -Ángela se calló repentinamente, miró las cámaras que le observaban fijamente-. Lo siento, no puedo darle detalles de eso.

-Descuide.

El Detective se levantó de la silla, y suspiró. « ¿El interrogatorio tampoco sería útil para resolver el caso? », se preguntó.

-¿Podría decirme cuántas personalidades tenía la chica y cómo eran sus comportamientos?

-Susana y Rossana -respondió la Psiquiatra con aire nostálgico-. Totalmente opuestas, y con muchísimas diferencias entre ellas. Susana era agradable y tímida, amante de los animales y de los días soleados, una muchacha realmente alegre si la conocías. En cambio Rossana era el lado negativo de Susana, era hostil e incontrolable cuando se molestaba, sostenía firmemente el pensamiento de que Susana era muy frágil para vivir en este mundo, Rossana deseaba quedarse con el control de Susana, en su mente siempre se disputaba una guerra para decidir cuál de las dos tomaría el control del cuerpo. Pero Rossana era descuidada y Susana se aprovecharía de eso -Ángela hizo una pausa-, logró hacer que Rossana perdiera fuerzas para retomar el poder. Pensé que el trastorno se había esfumado, como sucede en algunos casos, así que le dije a Susana que se largara de San Sabino, que estudiara algo que le gustase y que tuviera una vida feliz y próspera.

-Pero Rossana volvió a aparecer -completó el Detective que ya se había metido de lleno en la historia.

La Psiquiatra asintió con la cabeza.

-Pero Rossana regresó, sí. Por esa razón viajé hasta aquí, para intentar ayudarla de nuevo.

-¿Cómo la había ayudado la primera vez? -preguntó el detective frunciendo el ceño.

-Le dije a Rossana que escribiera lo que sentía, que se desahogara en algún diario, para que el odio en ella desapareciera un poco, y así quitarle las ganas de querer tomar el control. Lo mismo le recomendé a Susana, pero a ella le dije que escribiera sus deseos y anhelos, que hiciera listas con metas por cumplir y que se esforzara por cumplirlas, así le daría más motivos para conservar el poder sobre Rossana.

-¿Y qué haría que Rossana volviera a tomar el control?

-Pues, eso vine a saber dos días antes de su muerte.

« ¿Acaso una personalidad mataría a la otra? » Pensó el Méndez, sabiendo que esa pregunta formulada por su instinto de Detective era ridícula, pero también sabía que su instinto nunca le fallaba.

-¿Cree usted que, ese trastorno haya llevado a Susana al suicidio? -preguntó Méndez.

-La verdad no, las dos personalidades que habitaban en ella no padecían tendencias suicidas. Tampoco depresivas -la Psiquiatra pensó por unos segundos, tocándose el mentón, y continuó-. Aunque...

***

Luís Sánchez, observó y escuchó atentamente el interrogatorio. Y sólo llegó a una conclusión. «Esa mujer está mintiendo», pensó.

«Es posible que Rossana haya estrangulado a Susana, aceptando el suicidio, pero con la condición de que Susana no se salvaría. Estaría sacrificándose por su causa. Una mártir». Se repetía la frase dicha por la Psiquiatra, una y otra vez. Al principio, la analizó y le pareció convincente, pero por cada vez que la repetía en su mente, la frase perdía sentido y parecía más ridícula que antes.

Esperó silenciosamente a que la Psiquiatra se retirara, para poder hablar con Méndez y así compartirle su inquietud, causada por la Psiquiatra, Ángela Flores. Cuando por fin se había ido, luego de dejar un teléfono para contactarse con ella en caso de algún otro descubrimiento, el Oficial se dirigió hasta el Detective.

-¿Le creyó todo lo que dijo? -preguntó Sánchez.

-Pues, ¿tiene una mejor explicación?

-Realmente, no, pero puedo asegurarle que esa mujer le mintió.

-De haber sido así, lo habría notado.

El Oficial suspiró.

-Cerraremos el caso, ya se solucionó.

-¿Y qué va a decir? ¿Que fue un suicidio o que ella misma cometió su propio homicidio?

Méndez se tocó el mentón, mientras pensaba su respuesta.

-Diremos que fue un suicidio.

-¿Qué vamos a decirle a los vecinos de la zona? Ellos creen que hay un asesino absuelto, por esas calles.

-Culparemos al forense, y diremos que las marcas en su cuello realmente fueron a causa de una soga.

-Bien, se colgó, y la encontramos tumbada en su cama -dijo el Oficial decepcionado por la incompetencia que demostraba el Detective-, cuánta coherencia habrá en sus declaraciones.

-Escuche Oficial -respondió Méndez acercándose a Sánchez, lleno de furia-, el caso lo he tomado yo, y yo diré lo que creo que pasó. No le quitaré más tiempo, ni le crearé ilusiones, regrese a su trabajo, y ordene su papeleo.

***

El Detective se dio vuelta, e ignoró cualquier respuesta que el Oficial hubiese dicho. Se dirigía hasta el cubículo de su asistente.

-Luci, convoca a los medios, daré mis declaraciones sobre el caso hoy mismo, a las 05:30 p.m. Quiero acabar con esto de una vez por todas.

-Como usted mande -respondió la chica.

***

Luís Sánchez, estaba furioso y decepcionado a la vez. Después de la discusión, el Oficial había caminado hasta su pequeña "oficina", y meditó por unos minutos. Debatiéndose qué debía hacer. Y de pronto recordó.

«Ella también escribe», ahora más que nunca debía hallar esas notas. Necesitaba saber qué era lo que decía Rossana.

A toda prisa, se dirigía al conjunto residencial ubicado en la calle Groove. Donde vivía Susana Rodríguez. Estaba seguro de que conseguiría pruebas de que aquella señora, la Psiquiatra Ángela Flores, estaba mintiendo. Estaba convencido de que sus declaraciones fueron fingidas y preparadas.

Llegó, y estacionó su vehículo en la acera, no había tiempo para estacionarse en un aparcamiento. Corrió hasta la puerta de la habitación que aún conservaba la cinta de color amarillo que rezaba la frase "NO PASE" repetidas veces, en letras negras.

Entró quitando la cinta de restricción, y registró la habitación con la mirada. Quedó petrificado.

«La han vaciado» se dijo, «ya no hay pruebas por buscar».

***

El reloj marcaba las 05:25 p.m., y en las escaleras de la estación ya estaban ubicados varios periodistas frente a un podio en el que había unos cuantos micrófonos de diferentes noticieros de la televisión. Los periodistas estaban impacientes, y algunos miraban sus relojes repetidas veces, como si intentasen acelerar el tiempo.

El Detective, salió por la puerta principal del edificio, esbozando una sonrisa cansada. Caminó hasta el podio, y suspiró.

-Buenas tardes, supongo que ya sabrán quién soy -hizo una pausa para mirar a los periodistas-. Me dirijo a ustedes para informarles que el caso de Susana Rodríguez, fue resuelto.

-¿Quiere decir que ya consiguieron al asesino? -preguntó uno de los presentes interrumpiendo al Detective.

-No hay ningún homicida.

-¿Susana Rodríguez se suicidó? -dijo el mismo periodista.

Méndez asintió con la cabeza, provocando murmullos entre los periodistas.

-¿Y qué hay con las marcas en el cuello de la chica? ¿acaso no fueron causadas por un par de manos?

-El forense cometió un error, luego de unas pruebas más, encontramos pequeñas hebras de cuerda en su cabello.

-Pero ustedes habían dicho que Susana fue encontrada en su cama.

-Sí, la cuerda que usó para ahorcarse se desató del techo, haciéndola caer sobre su cama.

El Detective se sintió más tranquilo luego de ver la reacción de los periodistas. Al día siguiente saldrían titulares en la prensa dictando «El caso de Susana Rodríguez resultó ser un suicidio», o al menos eso pensaba. Luego de la rueda de prensa, Méndez se dirigió a su oficina, tardó unos minutos allí, pensando y finalmente se fue a su casa, para descansar luego de esos tres intensos días.

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