1.
Miércoles, 22 de agosto.
"Fue hallado sin vida el cuerpo de la joven Susana Rodríguez, de 23 años de edad, esta mañana en las residencias de la calle Groove. Los detectives que trabajan en el caso, nos informan que probablemente sea a causa de asfixia por estrangulamiento, ya que presenta marcas de manos alrededor de su cuello. De la chica no se sabe mucho, y hasta ahora no hay reportes de algún familiar o alguien cercano a ella.
Seguiremos informando sobre esta muerte que ha causado revuelo en la comunidad de los alrededores, por ser una zona muy tranquila y segura..." -la reportera siguió hablando, y luego entrevistó a uno de los vecinos de la zona.
Ángel quedó atónito ante lo que decía la reportera, no tanto porque él vivía en la zona, sino porque esa chica veía varias clases con él en la universidad. Si bien ella era una chica rara y reservada, las veces que habían sostenido conversaciones, Susana, parecía ser una buena persona, era dulce o al menos con él lo fue.
«Qué extraño», pensó, para después morder su sándwich.
En la cafetería a nadie parecía importarle lo sucedido, tal vez porque era nueva por la zona o quizá porque todos eran unos bloques de hielo. Pero el chico sabía que había alguien que estaría interesado en el caso y que no descansaría hasta resolverlo: el Detective Méndez, su padre.
El chico terminó su desayuno con la noticia entre ciernes, dejó la propina, y finalmente salió por donde había entrado.
***
La estación de policías era un desastre como siempre, oficiales caminando de un sitio a otro, tazas de café por doquier, papeles en el suelo, ruido, murmullos; todo estaba normal, dentro de lo que cabe. Al fondo del salón, detrás de una puerta que tenía un letrero que dictaba «Detective Méndez», se encontraba un hombre de unos 37 años, abrumado por su trabajo y estresado por no hallar respuestas a ninguna de sus interrogantes.
En la pequeña ciudad no sucedían muchos crímenes, y los que ocurrían, eran mínimos o fáciles de resolver. Pero esta vez era distinto, tanto que asustaba al Detective, no tenían evidencias que incriminaran a alguien, o siquiera sospechosos que interrogar.
Méndez sostenía en sus manos una carpeta con un informe sobre la chica, que le habían facilitado minutos atrás.
-Veamos qué hay sobre ti, Susana Rodríguez -dijo mirando la carpeta que contenía unas cinco hojas, para luego comenzar a leer.
Veintitrés años, procedente de "San Sabino" -un pequeño pueblo alejado a la ciudad-, su abuela murió dejándole una casa en aquél pueblo.
-¿Para qué viniste a mi ciudad, jovencita? -se preguntó poniéndose la mano en el mentón- ¡Bingo! -habló casi gritando.
El Detective Méndez siempre amó su trabajo, eso de resolver crímenes y homicidios le hacía sentir satisfacción, y más cuando todo el crédito era para él, puesto a que era el único Detective en la pequeña ciudad.
Llamó a su asistente, y le dijo que indagara sobre un hombre: Andrés Rodríguez, el padre de Susana.
Algo le decía que ese personaje sería fundamental para la obtención de información sobre la chica. Tal vez fuera la razón por la cual la Susana llegó a la ciudad, o, tal vez, su meticuloso asesino.
-¡Méndez, tienes que ver esto! -dijo el oficial Sánchez empujando la puerta, sacando de sus pensamientos al Detective.
-A ver, muéstrame -respondió calmado.
-Registramos la habitación de la chica, nada fuera de lo normal, sólo encontramos esto -sacó una pequeña libreta, aunque gruesa, de una bolsa hermética de plástico.
-¿Qué tiene de especial? -dijo tomando la única evidencia física que había hasta ahora.
-Pues, era su diario... supongo.
-Bien, ¿qué dijo el forense?
-De inmediato notó las marcas en el cuello, y luego de algunas pruebas y de hacer la autopsia, concluyó que murió por estrangulamiento. Aunque también me dijo que el cadáver está lleno de cicatrices, de heridas profundas, en zonas no muy visibles, probablemente sufrió de maltrato doméstico.
El Detective asintió con la cabeza.
-Mantenme informado -dijo mientras Sánchez se dirigía a la puerta para retirarse.
No obtuvo respuesta, sólo una mirada obediente por parte del Oficial.
«Ya vimos lo que hay en los registros sobre ti, ahora falta ver lo que nos dices tú», dijo mentalmente, mientras abría la libreta negra de la chica.
***
Sánchez había sido uno de los oficiales que llegó con los forenses a la escena. Había quedado completamente extrañado por el orden que había en la habitación.
La chica estaba recostada en su cama, con un brazo colgando por un costado del colchón, así como si estuviera durmiendo, al oficial le parecía demasiado inusual lo que veía. Lo único que descartaba que Susana se fuese suicidado, eran unos -aún muy marcados- moretones en su cuello, con la forma de una mano.
«Cuánta fuerza debió haber tenido esa persona», pensó el oficial de policía mientras observaba el cadáver de la mujer.
Realmente no había mucho que sirviera como evidencia, así que sólo retirarían el cuerpo y se irían del lugar. Y así fue, dos hombres con una camilla entraron e hicieron su trabajo con rapidez, llevándose el cuerpo cubierto por un plástico negro directo a la ambulancia.
El oficial Sánchez decidió echar un último vistazo, y algo le llamó la atención, un cuaderno negro, de páginas ya algo amarillentas por la antigüedad, que estaba debajo de una almohada sobre la cama. Atraído por la curiosidad, tomó el cuaderno y sacó una pequeña bolsa transparente, y justo cuando iba a introducir allí el cuaderno, se cayó un pequeño papel, pero el policía no notó lo que cayó al suelo, su mirada estaba plenamente fija sobre el cuaderno, sintió que sería importante y que por fin podría ganarse el respeto de sus compañeros en la Estación.
Se subió a la patrulla, y condujo lentamente disfrutando el camino hacia su éxito, hacia la gloria que le atraería este descubrimiento.
Pero al entregar la evidencia al Detective, la decepción lo invadió por completo. Este pareció no darle importancia al estúpido cuaderno, incluso llegó a pensar que de verdad era algo inútil para el caso. Estaba molesto por no haber descubierto algo más.
Pasó el resto de su guardia ordenando papeles e imaginando lo que hubiera pasado si fuera encontrado algo más revelador. Y se le ocurrió pasar al día siguiente por la escena, para ver si conseguía algo más, aunque sus esperanzas eran casi nulas.
***
Tomó asiento, y comenzó a teclear. Leyendo información, copiándola y pegándola en un documento de texto. Recolectando la mayor cantidad de datos posibles.
Luego de unos minutos, sintió extrañeza al notar algo. Pero decidió no darle mucha importancia al asunto, después de todo, no era su trabajo entrometerse en esos asuntos. Ella sólo estaba para hacer lo que le dijeran, sin preguntar mucho, sin opinar nada. Se sentía un poco menospreciada, pero su trabajo era mucho más entretenido que ser vendedora en una tienda de zapatos.
Lucía -la asistente de Méndez-, siempre era la primera a la que recurrían para realizar investigaciones a fondo, para indagar sobre antecedentes o cosas por el estilo, era buena para ello, y al menos, sus superiores, reconocían que destacaba por mucho haciendo ese tipo de trabajos. Desde el primer momento, fue la favorita del Detective.
Era una chica atractiva, pero no se ganó su puesto acostándose con los oficiales, como muchos creían. Ella se esforzó para estar allí, y lo logró... Lucía nunca se detenía hasta obtener lo que quería, y luego de media hora, consiguió la información que quería obtener. Imprimió el documento y se dirigió hasta la oficina del Detective Méndez.
-Pasa -dijo una voz ronca luego de que ella tocara tímidamente la puerta.
-Aquí está el informe, los antecedentes penales y también conseguí información extra... por si la necesita.
Recibió una sonrisa a cambio.
-Gracias, Luci -habló el Detective cuando la chica se dirigía a la puerta para salir- Puedes irte, ya se está haciendo tarde.
-Está bien, que tenga bonita noche señor Méndez -contestó Lucía, saliendo finalmente al centro de la Estación, al desastre pleno.
Miró uno de los relojes de pared, y sí, efectivamente era tarde. Así que decidió recoger sus cosas, y largarse directo hasta su casa para descansar. Y así fue.
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