Sueños

Un bebé está llorando, es invierno y la noche es lluviosa. Todos están resguardados en sus casas, sólo se oye el ruido del tráfico, el viento fuerte golpear contra los árboles. El olor a podredumbre humana inunda el ambiente.

Los minutos en el reloj siguen su curso, han pasado horas desde que se encuentra ahí. Si nadie lo encuentra de seguro el bebé morirá; ya ha pasado antes, encontrar el cadáver de un recién nacido no es novedad.

Poco a poco el llanto del pequeño mengua no porque deje de tener hambre o frío, más bien por cansancio, su boquita está reseca, sus pulmones duelen, sus ojitos se comienzan a cerrar. En la oscuridad de la calle el silencio se extiende, nadie, ni siquiera un perro ladra. Toda esperanza se acaba, el maldito tiempo sigue su marcha. Un mal día sin duda.

Se oyen pasos retumbar en el helado piso, acompañados de risas; alguien se acerca.

— Pero, ¿qué es lo que está ahí? —pregunta una mujer de mediana edad, mientras se acerca a la caja de cartón cubierta con mantas.

—De seguro dejaron tirados unos gatos, ¡déjalos! No son tu problema —dice de forma autoritaria su acompañante.

—Espera por favor —suplica, se acerca y levanta la manta que cubre la caja— ¡Oh Dios mío! —exclama mientras ve al recién nacido envuelto en esos harapos.

— ¡Vámonos! —Impaciente el hombre comienza a dar unos pasos adelante.

— ¿Acaso no lo ves? —cuestiona  confundida—. Es un bebé indefenso y está frío, tal vez... —Se le corta la voz y no puede terminar la frase.

—Por eso mismo, no deseo problemas, no es mi asunto, no me importa, si quieres ganar tu dinero debemos irnos —contesta tajante.

— ¿Cómo puedes ser tan inhumano? Yo no puedo dejarlo —responde la mujer cuyo oficio es el más antiguo.

—Pues entonces quédate, pero yo, me largo. —Y así el hombre de gabardina negra y obeso se aleja sin voltear atrás—. Cuando te acusen de que ése hijo es tuyo recuerda que te lo dije.

La mujer se limita a cargar al bebé y revisar si aún respira, mientras se acerca a una caseta de teléfono, pues el celular es un lujo que alguien como ella no puede darse. Se quita el sueter y cubre al bebé, lo acerca a su pecho, intentando que entre en calor.

—911 ¿Cuál es su emergencia?

—Quiero reportar el abandono de un bebé.

— ¿Puede darme la dirección?

—Claro. —Observa a su alrededor aunque conoce perfecto el lugar, todas las noches es su área de trabajo— Estoy en avenida Venustiano Carranza número 39, a una calle del metro de la Merced. Apresurense por favor.

—La ambulancia va en camino.

Transcurren diez minutos que parecen eternos durante los cuales la mujer no para de recordar su pasado y la razón por la cual está dedicandose a vender su cuerpo.

Como fue echada de su casa al saberla embarazada, golpeada por su padre, y llamada por primera vez: "puta". La actitud de su madre quien no se digno ni siquiera a mirarla y apoyó a su esposo.

Era un día como éste, lluvioso y frío. Ella se salió sin importarle nada, sin ropa, sin dinero, sin un lugar a donde ir.

Todas las puertas que tocaba le eran cerradas, el padre del niño se negó siquiera a abrirle y sus padres para encubrir las transgresiones de "su pequeño" lo mandaron lejos.

«No se puede confiar en nadie, no existen los amigos, no existe el amor» Se decía a sí misma.

La desesperación, el hambre, el cansancio y el dolor propinados por su progenitor invadieron a la mujer. Sí alguien conocía lo que era la soledad ésta era ella.

Dormía en las calles y mendigaba por las calles dinero, comida, incluso llegó a buscar en los basureros. Todo por conservar la vida de la criatura que crecía en su vientre. Hasta que un buen día la sangre en su parte baja le hizo ver que eso sería imposible, que aquél bebé nunca nacería. En los hospitales no querían atender a una chica de la calle, así que cuando por fin alguien la revisó nada se podía hacer.

Éste recuerdo hace que una lágrima corra por su mejilla, pero al instante la limpia al ver que la ambulancia y la policía llegan. Se llevan al bebé y le toman la declaración a la mujer.

Como bien le advirtió "su cliente" a la mujer de la vida galante la acusaron de ser la madre del pequeño, la convirtieron en el blanco de sus sospechas, la culparon de ser una desalmada.

Después de una noche sin dormir ni trabajar, de largos interrogatorios e incluso de exámenes periciales; quedó en libertad.

Antes de desaparecer de escena va a ver al pequeño al hospital, para enterarse de su estado de salud. Tiene una fuerte pulmonía según los doctores, pero sobrevivirá. La mujer se plantea adoptarlo, pero ningún juez en su sano juicio se lo dejaría además de que no podría asegurarle un buen futuro dado la manera con la que gana el dinero. Así que sin más se dirige a la salida, dejando al recién nacido con un futuro incierto.

La noticia sale en el periódico, se especula que la progenitora es una prostituta de la merced, que al salir preñada decide tirar al fruto de sus entrañas a la calle.

Demian despertó empapado en sudor. De nuevo ese sueño, esa pesadilla que lo atormentaba como muchas otras. Se levantó en busca de un vaso de agua y buscó aquél recorte de periódico, lo único que tenía como pista de su pasado.

Vió el reloj, tres treinta y tres de la madrugada.

No conocía los detalles de aquella fatídica noche, lo poco que sabía eran algunas cosas que había escuchado decir, por eso aquella pesadilla se presentaba ante él con distintos escenarios pero con un mismo final: su abandono. A estas alturas ya no le dolía tanto como entonces. Sin embargo ésta vez había sido tan real, él había sido omnisapiente, incluso había visto la anterior vida de la prostituta.

Pero, no, no era real. Él no sabía, como habían sucedido las cosas, y tal vez no lo deseaba saber, ¿de qué serviría?, ¿cambiaría algo?No. Además ya no era aquel pequeño que se orinaba y despertaba llorando en el orfanato, ya no era aquel pequeño del que todos se burlaban.

Se acostó e intentó dormir. Ahora él era diferente, ya no era débil y nunca más volvería a llorar.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top