9.
El fin de semana pasó volando como un vendaval. Luego de desayunar con Hobi, me llevó hasta mi auto y volví a casa donde Jin estaba, para variar, viendo televisión; inmerso en algún documental de la National Geographic. No sé desde cuándo tiene ese tipo de gustos, pero quien soy yo para juzgar un documental, cuando ni siquiera estoy juzgando sus otros gustos...
El día se fue entre palabras escuetas y una cena en casa de mis padres que me pareció más similar a "la boda roja" de GOT, que a una cena familiar. Cualquiera diría que en algún momento, mi padre iba a aparecer a mis espaldas y a rajarme el vientre de arriba a abajo. Me gustaría saber la razón por la cual vive disconforme conmigo, si hasta me casé con el tipo que el mismo eligió (ya sabemos como va saliendo eso...)
El hecho de que el padre de Seokjin y el mío sean hombres de negocios muy influyentes, es lo de menos. Lo realmente importante es que son amigos y, nuestra relación, ya había sido pactada desde la cuna. Claro. ¿Cómo iba el heredero a desafiar a su padre, diciendo que en realidad le gustan los hombres y que conmigo no quería ni rozarse?
Tampoco podría habérmelo dicho a mí... "Jennie, disculpa ¿Te molestaría ser mi esposa pantalla mientras tengo una relación paralela con Namjoon?" Nadie en su sano juicio aceptaría una cosa así. Ni siquiera yo. Creo que esa es la razón por la que no lo ahogué con la almohada, después de semejante revelación. No puedo más que sentir empatía por él si, después de todo, estamos iguales. Los dos metidos en un matrimonio que no nos importó desde un principio.
Si, Seokjin me había conquistado de alguna manera en su momento. Su risa escandalosa, sus chistes de abuelo y su cara perfecta, eran una red en la que cualquiera podría haber caído. No por nada era el más deseado del instituto. La envidia que se levantó entre las alumnas (y algunos alumnos) cuando se enteraron de nuestra relación, fue un reguero de pólvora. Dimos nuestro mejor esfuerzo, sonriendo a diestra y siniestra cual Lady Di con el príncipe Carlos. Intentamos por todos los medios, simular amor; aunque ya después de un tiempo, no hubo manera de remontar la situación. Nuestros padres realmente iban a desheredarnos, si no seguíamos con su mandato y en nuestra más tierna juventud, no íbamos a arriesgarnos. Como dicen: "Una vez en el baile, tienes que bailar" y bailamos... Bailamos durante doce años al son de nuestros padres.
La discusión que se había instalado es que no tenemos hijos, aún estando prontos a cumplir los treinta. Me encantaría poder decirle a mi padre, "Si no me toca ni con un rayo láser, no sé que pretendes que haga". Pero claro, la culpa es mía —según él, por trabajar demasiado— siendo esa la razón por la que no paró de mirarme durante toda la cena, como si quisiera comerme. De todos modos, no quiero tener hijos. Ni con Seokjin ni con nadie. No creo tener la capacidad para soportar a mi familia metiéndose en cada paso de la crianza, como si fuese de ellos. Antes muerta que entregar un hijo a Darth Parker y su imperio.
Habiendo sobrevivido, a duras penas, aquella cena —todo gracias a mi madre, que ofició de mediadora, aun ganándose sus buenos regaños por "apañarme" —me quedaba pasar el resto del fin de semana. Lo pasé viendo Netflix, lo más alejada de mi esposo que pude y llenándome de palomitas como si quisiera explotar antes del lunes.
Por supuesto, otro de mis entretenimientos fue imaginar todas las maneras en las que podría asesinar a Charlotte; mezclando un poco de "Saw" con "1000 maneras de morir". Al final me decanté por electrocutarla con un cable pelado, abajo de la lluvia. Lástima los problemas de logística, porque necesitaría un cable de MUY alta tensión para lograr mi cometido y que el sistema meteorológico no le erre. Hierba mala nunca muere por lo que Charlotte debe ser la hermana gemela de "Highlander: el inmortal".
Encima, para empeorar las cosas, no puedo retractarme de ese mensaje. ¿Que voy a decir? No puedo decirle que mi mejor amiga contestó en mi lugar, por más verdad que sea. Suena a excusa de criatura de cinco años y no se la va a creer ni de casualidad. Tampoco puedo echarle la culpa a la borrachera. Después de todo, los borrachos y los niños siempre dicen la verdad. Que ese traje le quedaba de muerte, no era una mentira en lo más mínimo.
Conseguí llegar al lunes con la cabeza echa una ensalada. Entre matar a Charlotte, esquivar a Park y pensar en mi situación con Seokjin, se me había formado tal maraña de pensamientos que la cabeza me iba a estallar. Razón más que justificada para adelantar mi cita con la doctora Yi, porque necesito aclarar mi mente antes de hacer nada. Luego del trabajo, derecho al consultorio a intentar verbalizar el tremendo despelote que tengo en el cerebro.
Mi mañana empezó como siempre, con el típico saludo de Jin.
— Buenos días Jennie
— Buenos días, Jin.
No le di siquiera tiempo a preguntar por el café. Puedo servírmelo con mis dos manitos, así que le ahorré el trámite para variar un poco. Pasé por delante de él y me senté en el taburete, robándome por el camino la sección de espectáculos del periódico, sólo para distraerme con algo. Honestamente me parece asqueroso el punto hasta el cuál los paparazzis son capaces de llegar, con tal de obtener una exclusiva. Pero mejor leer los últimos cotilleos del mundillo de las estrellas, antes que entablar una conversación que no me llama la atención para nada.
— ¿Qué te pusiste? —preguntó Jin, quitando su vista de la sección de economía para mirarme. Todos mis planes de no dirigirle la palabra se habían ido por el inodoro.
— Ropa. ¿Qué tiene? —respondí, sin sacar los ojos de una noticia muy poco interesante sobre el amorío (seguramente inventado) de algún idol.
— Que llevas pantalones. ¿Desde cuándo usas pantalones para ir a la oficina?
— Desde hoy. Me quedan de puta madre ¿verdad? —sonreí con el rostro escondido entre las páginas, a sabiendas de que en realidad le importa poco o nada como es que me quedan.
— Te quedan muy bien —respondió, para mi sorpresa —De hecho, te hacen un bonito cuerpo.
Claro que mis planes de cambiar el outfit venían a cuento de que los pantalones de chándal de Hobi, me habían dejado el culo más respingón que de costumbre. Estos pantalones de lino beige y de piernas anchas, estaban cumpliendo con su función. Su tiro alto, debajo del cual se escondía el final de mi blusa blanca, enmarcaba mi cintura con mucho más énfasis que esas polleras de tubo corte señora que usé hasta hace nada y mi trasero se veía como una manzana.
— Pues gracias. Me alegra que te gusten —finalmente, decidí mirarlo para dedicarle una pequeña sonrisita en respuesta a su halago —Me tengo que ir —solté de repente, levantándome como un resorte de mi asiento y abandonando el estúpido periódico sobre la isla de la cocina.
Me dirigí hacia la entrada para colocarme mis zapatos de tacón negros, escuchando el saludo de mi esposo a la distancia. Elegí no acercarme a besarlo. No porque quisiera romper con la tradición, si no porque ya no veo necesario darle muestras de afecto que no son de su interés. No sé con que cara se habrá quedado, aunque supongo que con una muy extrañada.
No mucho tiempo después, estaba ingresando a mi oficina. Charlotte me miraba desde su lugar intentando esconderse de mí, metiendo la cabeza bajo su escritorio dejando sólo sus ojos a la vista. No podía recordarme más a un cocodrilo en el pantano. Empantanada estaba, porque de alguna manera me iba a cobrar su chistecito. Por lo pronto iba a recurrir a la peor de las torturas (al menos para ella), la ignorancia.
Una vez acomodada en mi silla, comencé con mi trabajo del día. Lo primero es organizar las reuniones que el señor Cheong va a tener durante esta jornada, por lo cual comienzo a acomodar los benditos horarios. Hubiese terminado rápidamente, si no fuera porque el teléfono en mi escritorio sonaba como un condenado. Una de esas llamadas entrantes, era de mi propio jefe que pedía verme.
— Señorita Kim —habló, una vez que hube ingresado a su oficina —Necesito que se dirija al piso treinta nuevamente. Quedan algunos documentos por entregar, así que por favor... Lléveselos al señor Park.
En estos momentos sólo quiero tirarme por la ventana, por mucho que eso significara aterrizar sobre una persona y llevármela conmigo al infierno.
— ¿No puede ir otra persona? Estoy ocupada intentando organizar su agenda del día, señor Cheong. No veo por qué no pueda hacerlo alguien más, si es una simple entrega de documentos —espeté, intentando salvarme el pellejo.
— Que yo sepa no tengo otra asistente y estos son documentos demasiado importantes como para dejarlos en manos de, como usted dice, alguien más —respondió, usando su más mortal mirada reprobatoria.
No tengo ninguna refutación frente a su argumento. Me considero perdida desde ahora mismo.
Tomé la carpeta que me entregaba, bufando entre dientes sin que lo note mientras me dirijo a la salida. Otra vez tengo que enfrentarme al maldito Park, con ese estúpido mensaje apuntándome como un arma sobre la sien.
Hice "Detín, marín" delante de los ascensores, eligiendo un ganador para treparme antes de arrepentirme y bajar veintitrés pisos corriendo a toda velocidad. El estómago se me hacía un nudo, a medida que recorría los siete pisos que me separaban de mi castigo. Sabía que el ladino de Park iba a intentar algo más, después de la respuesta que yo no había enviado, pero que no podría negar de ninguna manera.
Maldije mi suerte de que el ascensor no se rompiera por el camino, ni se cortara la luz, dejándome encerrada con los cuatro desconocidos que había junto a mí. Prefería sufrir de claustrofobia, antes que el destino que me esperaba al abrirse las puertas.
— Buenos días —interrumpí a la asistente que me había atendido la otra vez, que estaba con su teléfono celular. Supongo que mirando Facebook, porque estaba ensimismada y reía como una estúpida. —Vengo a ver a señor Park, de parte del señor Cheong.
— Ah, si. Buenos días... Ah es usted —respondió, una vez hubo reparado en mi presencia.
«Si, soy yo. La loca que patea ascensores» respondió mi ser interior.
Llamó al interno, avisándole al castaño que estaba aquí y me hizo un ademán de que pasara, mirándome con cierta sorna de la cual no adivino el motivo; más allá de mi pequeño ataque de nervios, la semana pasada. Dirigí mis pasos hacia la bendita oficina, deseando que Park me tuviera piedad.
Al entrar, lo encontré charlando con otro hombre más bajo que él (y más bajo que yo), de pelo gris humo, que portaba pendientes de aro en sus lóbulos. Eso sí, con un traje negro que se ve carísimo como toda mi casa. Debe ser un buen abogado, si le permiten ingresar a la corte con esas fachas. Al notar mi presencia se giró hacia mí, dejándome ver su cara de mierda. Es un hombre realmente guapo, a pesar de tener cara de estreñido.
— Señorita Kim —saludó el castaño, sonriéndome como si hubiese visto su helado favorito en una vitrina.
— Señor Park...
— ¿Con qué esta es la famosa señorita Kim, eh? —se metió el Oompa Loompa trajeado, que me cae mal desde ya — Un gusto conocerla, soy Min Yoongi. Puede decirme señor Min, como usted prefiera —Señor Mierda, le voy a decir —Creo que mi socio se quedó corto con las descripciones. —dice guiñándome un ojo, para luego mostrarme una sonrisa estúpida con una hilera de pequeños dientes que parecen de juguete.
— ¿Descripciones? ¿De qué habla señor Mier... Min?
— De que no le hizo justicia a su belleza... —respondió con una sonrisa ladeada e irguiendo ambas cejas a la vez —Bueno. Me retiro, Park. Cuando sepa la fecha de la audiencia, te la comunicaré.
Pasó por mi lado y se despidió, no sin antes rozar mi hombro con una de sus manos. Aparte del maldito Park, ahora tengo al repelente señor Min. «Genial», pensé. El castaño siguió a su socio a través de la oficina. Cuando hubo salido, pude oír el sonido de la llave al girar. Acababa de encerrarnos en su oficina.
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En primer lugar: Me dolió en el alma hablar así de mi Suga bonito. Amo su carita de mierda y sus dientes chiquititos. Está en mi top 2 de "con cuál de todos te casarías". Desde ya pido disculpas por el maltrato, pero es necesario para la trama.
En segundo lugar: Este capítulo va dedicado a Eileenarmy que sigue esta historia con muchísimo interés. Es un mimo al alma recibir comentarios como los suyos, así que se lleva un capi de regalo.
En tercer lugar, pero no menos importante, las preguntas de rigor. ¿Qué les pareció el capitulillo? Hoy vine un poco más inspirada, así que se me fue para largo. En el próximo capítulo ¿Logrará Park su cometido? Todavía lo estoy pensando... *inserte risa malvada aquí*
Esto es to to to todo amigos!!! Nos vemos en la próxima actualización. Gracias miles por leerme!
Abrazote!!!
Noona ♥
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