2.


— Buenos días Jennie.

—Buenos días Jinie.

— ¿Café?

— Por favor... 

Mi vida comienza nuevamente con su eterno repetirse a sí misma, o eso creí. Jin levanta la mirada del periódico para verme a la cara por unos segundos. Me alcanza mi taza de café sin sacarme los ojos de encima y se queda así, congelado, por algunos segundos más. 

— ¿Dormiste bien, Jennie?

— Si, ¿Por? —respondo, revolviendo el café mientras observo el remolino que se forma dentro de la taza. 

— Anoche parecías inquieta, como si estuvieras en medio de una pesadilla o algo así. Decías algo de un ascensor, pero no llegué a entender. 

— ¿Ascensor?—Intento disimular el rojo que sube a mis mejillas, escondiendo mi cara entre mis mechones sueltos —No lo recuerdo Jinie. Quizás haya sido una pesadilla, si... 

— Pues eso parecía. Te revolvías en la cama, hacías ruidos extraños e inclusive parecía que intentabas agarrarte de mí. Me despertaste cuando me tocaste... Ahí. 

— ¿Ahí? ¿Te refieres a tu pene, Jin?

— Si, eso. Me entendiste. —responde, quitando su vista de mí por primera vez desde que comenzó la conversación. 

— Y eso... ¿te molestó?

— No es que me haya molestado, sólo me sorprendió. Es la primera vez en todo lo que llevamos juntos que pasa algo así y pues... bueno... me llamó la atención. Por eso me quedé mirándote un buen rato y escuché que decías algo de un ascensor. 

— Puede que tengas razón y haya sido una pesadilla en la que un ascensor se caía, quizás agarré tu pene por miedo a caerme —respondí, bromeando. 

— Puede... sí. 

— Tengo que preguntarlo —dije, levantando mi cabeza para verlo —¿No te dieron ganas de tocarme, aunque sea un poco?

—¿Qué clase de pregunta es esa? Estabas dormida Jennie, sólo me sobresaltaste. No iba a tocarte mientras estabas durmiendo. 

— No ibas a tocarme... Ni dormida, ni despierta. Jin, hace más de un mes que ni siquiera te me acercas. ¿Acaso ya no te gusto para nada?

— Jennie no es momento para esta conversación —respondió, visiblemente molesto ante mi planteo.

— Nunca es momento para esta conversación. Me voy a vestir Jin. Tengo que ir al trabajo. 

Me levanté del taburete como un resorte. En parte indignada y en parte avergonzada porque, claramente, eso no había sido una pesadilla. Mientras me cambiaba, algunos flashes del sueño volvían a mi mente: Sus manos tocando mis pechos, sus labios besando lo míos con desesperación. Cómo su pene erecto se introducía en mí, haciéndome jadear. El frío metal de la pared del ascensor sobre la piel de mi espalda... 

Y me mojaba. Me mojaba el sólo imaginar a ese hombre penetrándome sin piedad. Estaba empezando a sentirme realmente desesperada, sin nadie que aliviara un poco mi malestar. La vulva me dolía, podía sentir como mis paredes se hinchaban y mis fluidos empapaban mi ropa interior. 

Opté por la única salida posible, el baño. Me dirigí hacia él mirando para todos lados como si estuviera a punto de cometer una fechoría; caminando de puntillas para que Jin no pudiera oír mis pasos y, una vez dentro, cerré la puerta lo más silenciosamente posible, soltando un suspiro de alivio ante la misión cumplida. 

«¿Cómo hago esto... ?» pensé, algo frustrada. Había pasado tanto tiempo sin sexo, que ni siquiera recordaba cómo tocarme a mí misma. Supuse que todo impulso sexual había desaparecido de mi vida, hasta que ese hombre me dio las buenas tardes de esa manera tan... Una punzada en mi entrepierna me recordó la razón por la que me encontraba ahí. Así que, tan pronto como me deshice de mis pantalones y mi ropa interior, opté por sentarme al borde de la bañera. 

Cerré los ojos, decidiéndome por poner a trabajar mi imaginación. No me costó nada recordar esos labios carnosos, por lo que inmediatamente bajé la mano hacia mi empapada vagina. Deslicé un dedo hacia mi entrada, mojándolo con mis fluidos para luego llevarlo hacia mi clítoris. Estaba tan hinchado que con apenas un roce, sentí una punzada en mi vientre bajo que me llevó a ahogar un gemido. 

Comencé, despacio, a acariciarlo para acostumbrarlo a mi tacto. Moviendo mi dedo en círculos alrededor y sobre él. Mientras tanto, en mi cabeza, podía ver a ese hombre tomarme por los hombros y darme vuelta de cara a la pared del ascensor. 

— Mhhhhh —el aire escapaba de entre mis dientes, mientras aplicaba un poco más de presión sobre mi clítoris y comenzaba a subir el nivel de velocidad.

El hombre en mi imaginación estaba levantando mi falda de tubo, para luego deshacerse de mi ropa interior con tan sólo un tirón. Mi vagina me estaba pidiendo más atención, así que bajé mi otra mano para hundir suavemente dos dedos dentro de ella; el dedo sobre mi clítoris estaba comenzando a ponerse frenético. 

En mi mente, un pene enorme y erecto introducía su punta enrojecida dentro de mí, haciéndome soltar un gruñido. El hombre acercaba su rostro a mi cuello para morderlo suevamente, antes de introducirse del todo en una estocada certera. Los dos dedos dentro de mi vagina estaban empapados, mi punto G estaba comenzando a sobre estimularse y podía sentir mis paredes vibrar sobre mis, ya doloridas, falanges. 

Las penetraciones aumentaban su poder en mi cabeza, mientras mis dedos hacían lo propio en mi vagina ya a punto de estallar. El hombre del ascensor me tenía tomada por las caderas, mientras llevaba cada estocada lo más profundo posible. El dedo en mi clítoris presionaba sin piedad y a toda velocidad mientras los dos dentro de mí, seguían estimulando mi punto. El hombre penetró dentro de mi cuerpo una última vez, mientras mis paredes se cerraban del todo sobre mis dedos, aprisionándolos cuando el orgasmo más intenso que haya tenido se hizo presente. Apretando mis labios con fuerza, logré ahogar el gemido final.

Separé mis manos de mi entrepierna con toda la parsimonia del mundo. Agitada, sudorosa y extrañamente satisfecha, como hacía mucho que no lo estaba. Mis piernas temblaban, todavía, dificultando que pudiera levantarme del borde de la bañera pero, haciendo un poco de esfuerzo lo conseguí. Volví a colocarme la ropa, para luego lavarme las manos y la cara en un intento de desaparecer las evidencias de lo que acababa de hacer. 

— ¡Jennie! —La voz de Seokjin me llegó desde el piso inferior —¡Vas a llegar tarde al trabajo! ¿Que estás haciendo?

— ¡Ya voy! —respondí mientras salía del baño ya arreglada —Me estaba terminando de vestir. 

Bajé las escaleras a toda velocidad, a sabiendas de que iba a llegar al trabajo un poco más tarde de lo esperado. Tomé las llaves de mi auto, mi bolso y teléfono para luego plantar un rápido beso en los labios de mi marido. 

Ya iba quince minutos tarde. Afortunadamente la autopista estaba bastante despejada e iba conduciendo como un demonio, por lo que no me tomó mucho tiempo más llegar al trabajo. Sabía que el señor Cheong me iba a meter una buena reprimenda por esto; pero al ser mi primera falta en años, tampoco era para tanto. 

Apenas entrar al edificio, comencé a apretar insistentemente el botón del ascensor, cómo si eso fuese a hacer algún efecto. Aquellos que estaban esperando a mi lado, me observaban con curiosidad. Al abrirse las puertas entré como una tromba, presioné el 23 y me posicioné al fondo, para que entraran los demás. Miraba el reloj desesperada. A pesar de saber que el señor Cheong me iba a perdonar por esta vez, odio llegar tarde. 

— ¿Está apurada?

Aquella voz me hizo dar un respingo. ¿Era él? Hice de cuenta que no había escuchado nada, mientras continuaba con los ojos pegados al reloj. Sabía que si levantaba la mirada, estaba perdida. 

— Señorita por mucho que mire el reloj, el tiempo no va a pasar más rápido. Lo sabe ¿Verdad?

— Si. Lo sé. Gracias por recordármelo. —gruñí, aún con la mirada gacha e intentando evadirlo. 

Sólo levanté la vista para observar el número de piso por el que íbamos. Un pesado suspiro se escapó de mis labios cuando vi que todavía faltaban otros 13 y aquel hombre seguía a mi costado. La única opción que me quedaba era mantener la vista al frente e intentar no mostrar mi nerviosismo. De nuevo, mi cuerpo no respondía a mis deseos. Mi pierna se movía frenéticamente y no tenía manera de frenarla. Mucho menos al recordar la razón por la que estaba llegando tarde a la oficina. 

— No me va a decir que la pongo nerviosa... —lo escuché decir, demasiado cerca de mi rostro para mi gusto. 

— Nerviosa me pone llegar tarde al trabajo. No un desconocido en el ascensor hablando tonterías. 

— Uy. Cuanta agresión... Creo que debería buscar una manera de liberarla, si me permite el consejo —Una de sus manos se posó sobre mi cintura, abrazándome por detrás —Y yo conozco una muy buena... 



Hasta acá el segundo capítulo!!! Cortito, pero ya van a venir tiempos mejores. Se me dió por hacer una segunda actualización, pero a partir de ahora voy a hacerlo una vez a la semana. Probablemente los domingos. 

Si les va gustando esta historia, pueden dejar sus comentarios AQUI!!! 

Gracias por leerme!

Noona ♥






Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top