7. Sálvame del mal
But as long as you're here
I'm all bright lights and red eyes
Bright lights and red eyes
as long as you care - Ruel
Antes de seguir asistiendo a los pasajeros, dedico un instante para preguntarle a Martín cómo notó que alguien me había golpeado. En mi cabeza suenan las teorías conspirativas y la paranoia, pero a ojos de alguien que se preocupa mucho por mí, solo es deducción. Con su estilo tan propio me dice que el labio cortado no está tan bien maquillado, y que con ver mi rostro de odio interno era una cuestión de probabilidad muy alta que haya sido golpeada y que no, por ejemplo, me haya caído de las escaleras.
Patrick Jane, ¿eres tú?
En un contexto paralelo y con una persona distinta, el comentario de Martín me habría sonado ligeramente machista. Pero cuando escucho salir esas palabras de su boca, no puedo evitar regocijarme y sentirme llena por tener a un hombre con todas las letras preocuparse tanto por mí. Supongo que la frase de «el que te hizo eso va a pagar las consecuencias» no es más que una expresión vacía, porque dudo mucho que vaya a localizar a ese pobre ladrón golpeador y traerme su cabeza.
Aún así, el hombre de los mil vuelos logra el efecto que busca con tanto empeño sin tocarme ni follarme, solamente haciendo uso del poder de sus dichos, su filosofía y detalles seductores que volverían loca a cualquier mujer.
Es que incluso va mucho más allá de eso. Ya no se trata de un ramo de flores, un vino de buena calidad o mis bombones favoritos. Está demostrando que se preocupa por lo que me pasa. Se interesa y quiere salvaguardarme de todo lo malo que puede andar dando vueltas en esta sociedad tan cutre en la que vivimos. ¿Cómo puedo no sentirme totalmente realizada?
Despegamos otra vez con rumbo a Miami y las condiciones climáticas no son ideales. El piloto dio la advertencia de posibles turbulencias, y ha dejado la señal luminosa de abrochar cinturones en casi todo el trayecto. Yo, en tanto, sigo castigándome internamente por el episodio con el celular. Sé que debería oír las palabras de consuelo de Luján o sostenerme en el apoyo incondicional de Martín, pero aún así no puedo dejar de darle vueltas al error como una calesita sin fin.
Soy consciente de que la presión que me estoy metiendo es dañina y al mismo tiempo no soy capaz de controlarla. Por momentos, sí que doy mucha pena.
Vago por los pasillos con mi sonrisa falsa y mi actitud rutinaria de hacer lo mínimo e indispensable. Estar sola con mis pensamientos tras el incidente es lo peor que me podría haber pasado.
Hay veces que siento que pierdo el control. Desde la llegada de Martín, su presencia me ha otorgado una seguridad desmedida que me hace querer estar a su lado las veinticuatro horas del día. Pero, cuando no está, la vulnerabilidad de su lejanía me ataca. Me conozco bien y sé lo que está pasando, aunque todavía no quiera admitirlo.
—Te espero en el fondo. No puedo verte así —susurra Martín caminando a buen ritmo, lo que me inspira ese grado de misterio e incertidumbre que siempre arrastra.
Finjo por unos minutos más hasta que encuentro el hueco justo para acompañar al hombre de los mil vuelos a la cola del avión. Tomás está discutiendo con un pasajero de primera clase sobre por qué no tienen vino tinto para ofrecerle. Sé que Luján me cubrirá de ser necesario. Ventajas de tener una amiga en tu puesto de trabajo cuando tú te arriesgas todo por saber qué quiere el indescifrable pero sexy señor Velasco.
—¿Qué pasa? —pregunto cabizbaja—. No estoy de humor.
Martín me echa sobre el mismo estante donde yo me lancé unos días atrás. Me observa con ojos de perrito y ubica sus manos en mi cintura. Mis prendas no me dejan sentir la temperatura de sus suaves palmas, pero no son necesarias para levantar un fulgor en mi mirada que hasta ese momento se había visto debilitada. Antes de contestar, el hombre de los mil vuelos acerca su boca a la mía. Puedo percibir por primera vez su aliento a menta refrescante, lo que me complace de forma extraña, como si ese detalle significara mucho más que los demás.
Seguimos en silencio por unos segundos. No sé a qué está jugando, pero me encanta. Martín exhala con cierto dejo de nerviosismo antes de contestar con una voz ronca, casi inaudible, que solo en nuestra cercanía se puede escuchar:
—¿Y para esto?
La distancia que nos separa se hace nula al chocar sus labios con los míos. Después de ya varias semanas soñando intrigada por este momento y preguntándome cuánto faltaba para concretarlo, el beso más tierno y dulce que me hayan dado en toda mi vida llega como la mejor de las sorpresas.
Su aliento mentolado penetra todos los extremos de mi boca lastimada. Aquel hilito de dolor que se alza sobre la habilidad para besar de Martín causa que me derrita de exaltación en un extraño tipo de experiencia sadomasoquista. Mi labio inferior pide un descanso por el roce y contacto que el hombre de los mil vuelos provoca, pero yo no quiero despegarme bajo ninguna circunstancia.
Una turbulencia desata nuestro desencuentro y Martín me sujeta con más fuerza para evitar mi caída. Quiero capturar ese beso para siempre en mi memoria para no olvidar cada uno de los detalles, las texturas, los roces y el placer. Cuando levanto cabeza y hundo mi rostro en su hombro me doy cuenta que todavía estoy entre sus brazos. Estos rodean mi cadera y me dan otra señal de que Martín no arriesgará a tocar mi fuerte trasero por muchas ganas que tenga.
Respeto sus estrategias tan honorables, pero el beso perfecto me deja tan caliente y con ganas de más que no puedo evitar arrastrar su mano derecha a una de mis nalgas. Necesito que vea que, si bien ya he entendido su punto, mi cuerpo está entregado para cuando él decida adueñárselo.
Martín corre sus manos. No tiene intenciones de ir más allá.
—Pensé que esperarías hasta la tercera cita —reflejo en tono irónico acompañando con una sonrisa pícara, de esas que sé que llenan de preguntas a los hombres.
—No me hace falta conocerte hace años para darme cuenta que estabas sufriendo por dentro. Te he visto el rostro, Pame. Caminabas por el avión entre ficción y sonrisas de compromiso —dice acariciando mi rostro con el tacto que solo él puede darle. Sostengo mi mano contra la suya para no perder el acalorado contacto—. Pensé que tal vez podría animarte. Como dije, nuestro primer beso tenía que significar algo para ti. Habiendo dejado todo lo malo atrás, ahora recordarás este día y tendrá un final feliz en tu memoria.
Martín sabe cuán involucrada estoy en él y eso me fascina. Solo muestra una vez más que está tan atento como yo, y confirma que, si bien no se encarga de darme el placer de la inmediatez sexual, está pensando en mí a cada instante.
—Lo lograste con creces. Sin dudas ese beso fue la mejor parte de mi día... o de la semana.
El hombre de los mil vuelos no se conforma con mi respuesta.
—Cuéntame qué pasó, por favor. Confía en mí —suplica Martín y babeo de tan solo escucharlo interesado.
Le resumo todo lo sucedido con el ladrón y el hombre de los mil vuelos insiste en los detalles. Incluso me pide una descripción física de quien me atacó, lo que, si bien le da una imagen mental fantástica, no sé qué otra utilidad puede darle. Cuando el tan sensual interrogatorio acaba, siento la necesidad de largarle todo lo que está pasando por mi mente y que no me permite razonar con claridad:
—Soy una imbécil, eso es lo que pasa. No merezco estar cerca de alguien como tú, hombre de los mil vuelos —respondo bajando las manos de mi cara para tocar los botones de su camisa como una niña de cinco años a la que han regañado. Martín me observa intrigado ante el apodo que hasta unos segundos atrás permanecía resguardado en mi imaginación—. ¿Qué es lo que ves en mí? Soy una simple azafata con la vida más aburrida y desgraciada que podrías imaginar. Tú... tú eres mucho más que eso.
La catarata de reflexiones despreciables sobre mi persona salen sin siquiera pensarlo. Recuerdo los tiempos en donde todo estaba tan oscuro que me veía incapaz de cumplir cualquier objetivo en mi vida. Y, a su lado, siento que volveré a entrar en ese ciclo sin fin muy pronto.
—Te sorprenderías lo mucho que vales, Pame —asegura, y su voz tan mágica me hace creer que tiene razón—. No eres imbécil, eres especial. Y yo no soy más que un complejo hombre de traje chapado a la antigua que está listo para enamorarte a cada paso que quieras dar.
Giro levemente la cabeza hacia el pasillo y el resto de las filas y veo que Luján me hace señales desesperadas. Tomás debe estar a punto de acercarse.
—¿De dónde saliste, Martín Velasco? ¿Dónde estuviste toda mi vida?
—Esperando a conocerte, Pamela Arriaga.
¡Heeeeeey! ¿Cómo anda la banda? ¿Les gusta el chocolate en rama? ¿Qué dicen de las albóndigas?
Un capítulo sin dudas picante y de mucha introspección. Vamos a ver qué tienen para decir:
1. ¿Cómo definirían a los personajes de la novela en una palabra por lo que saben hasta ahora? Les voy a hacer la misma pregunta más adelante a ver si piensan lo mismo, jejeje. Soy malvado.
2. ¿Qué es lo que MÁS y lo que MENOS les gusta de Pame, Martín y de la relación que tienen?
3. ¿Quieren tener familia? En ese caso, ¿cuántos hijos?
Gracias por seguir acompañando este proyecto que tanto amor le tengo. ¡Tengan hermosa semana!
Santeeh les manda un fuerte abrazo (/◕ヮ◕)/
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top