35. Alma perdida
I told a story before I knew the ending
I got an answer before I heard the question
How did a stranger ever end up being you?
Memorized - Blake Stadnik
Cuando empecé a evaluar en mi mente que luego del ataque de nuestros compañeros de la CIA ya prácticamente cualquiera podía encontrarnos, supe que el momento de máximo riesgo y peligro había llegado. Por consecuente, debía afrontar una conversación para la que no estaba listo pero que era vital si pretendía mantener mi cordura antes de morir.
Imaginé miles de escenarios de mi despedida con Pame. Probé con diferentes ángulos, intentando por momentos sonar más conciliador, más romántico o más cliché de película. También visualicé las diferentes reacciones de la señorita Arriaga ante todas las cosas que podría o no podría llegar a decir, y el impacto que esas últimas palabras tendrían en ella si efectivamente mi hora de morir estuviera delante de mis narices y no tuviéramos oportunidad de volvernos a ver.
Supongo que por eso tardé tanto en acercarme a su habitación. Después de que Jere y yo sucumbiéramos ante una crisis emocional terrible en la que solo la exteriorización de nuestra tristeza perpetua podía ayudarnos a salir del pozo, logré pensar con un poquito más de claridad. Por supuesto que estaré condenado hasta mi último aliento. Por supuesto que seguiré viendo los rostros de Payton, Ashton y Patrick y de sus familias cuando cierre los ojos. Por supuesto que recordaré como aquellos que en su momento juraron protegerme estaban listos para hacerme añicos. Pero, por el bien de todo lo que aún posee esperanza, la claridad llegó para darme un respiro.
No era para nada justo largarle a Pame que esa era probablemente la última vez que me vería con vida. Si algo he aprendido después de todas las mentiras manipuladoras y los juegos de coacción es que ya he hecho pasar a la señorita Arriaga por suficiente. Le he prometido cuidarla hasta que ya no pueda más, y sabiendo todo lo que hemos vivido, castigarla con una cruda verdad no habría hecho más que consumirla y llenarla de ideas que en este momento no tengo idea como la podrían haber afectado. Es horrible estar tomando decisiones por ella sobre lo que puede y no puede soportar. Sin embargo, no se me ocurrió una solución más sana que camuflar la conversación como cualquier otra, comentarle lo justo y necesario y dejar las palabras de príncipe azul para mi próxima vida.
Fue doloroso tener que abandonar sus brazos en aquel profundo sueño en el que se encontraba. Quisiera haber podido quedarme allí con ella para toda la eternidad, pero eso jamás nos salvaría. Mi último deber me aclama. Estoy convencido de que si el destino me hizo soldado era para llegar a conocer a Pame y mostrarme lo que podía sentirse amar con locura, experimentando sentimientos que jamás tuve la oportunidad de vivenciar. Supongo que de alguna forma muy retorcida ese mismo destino que puso a la señorita Arriaga en mi camino me está poniendo una fecha de caducidad, en plan «disfruta tu última cena, porque no tienes derecho a seguir gozando».
Sí, esa es la verdad. No veo cómo puedo salvar a Pame y toda su familia, a Luján y a Jere sin ningún sacrificio de por medio. Alguien tendrá que quedarse en la retaguardia, protegiendo al resto cuando nuestros enemigos nos cubran todas las esquinas. No estoy diciendo que los terroristas vayan a encontrarnos en el próximo minuto, pero si de algo estoy seguro es que tarde o temprano lo harán.
Y yo debo ser quien frene la bataola para que todos puedan escapar.
—Ya estoy en camino a lo de los Arriaga. Alista a las chicas. Ten la salida secreta preparada. No sé cuánto tiempo tendremos. Una corazonada me dice que menos del que pensamos, así que no podemos permitirnos errores —le digo a Jere mientras manejo la furgoneta a toda velocidad por las calles de Buenos Aires.
—Estaremos bien, Martín. Una vez tomemos la ruta, nos perderán el rastro. Así todos podremos arrancar de cero, y habremos olvidado lo que sucedió —comenta al otro lado de la línea.
—¿En serio crees que podremos olvidarlo? —replico.
—No, pero convencerse de ello solo agrandaría la pena y el sufrimiento. No debemos perder la vitalidad, hermano. No quiero caer en la miseria ni olvidarme lo que era sonreír.
—Siempre fuiste un sabio, Jere.
Corto la llamada abruptamente. Parece que al final el tema de evitar despedidas o conversaciones delicadas no se remite solo a Pamela. Antes que caer en una sensibilidad emocional que ahora no necesito, prefiero quedarme con la última palabra.
La furgoneta me lleva hasta el hogar de los Arriaga en un santiamén. Apenas han pasado las nueve de la mañana y lo único que pido es que todos estén despiertos. Cada minuto que pierda intentando convencerlos es tiempo que le doy a los terroristas para hallar nuestro paradero. Debo ser ágil con mis palabras y cauteloso en mis intenciones para no asustar a sus padres y a sus dos hermanas por completo.
Salto del automóvil y toco el timbre apresurado. Una voz de mujer adulta me pregunta a qué he venido y le contesto que se trata de una emergencia de su hija, sin dar muchos detalles, pero los necesarios como para que confíe en mí y se acerque a abrir. Chequeo mis alrededores unas tres veces antes de que, a los pocos segundos, la mamá de Pame vaya a mi encuentro.
—¡¿Qué sucede?! —pregunta un tanto alterada.
No tiene rostro de recién levantada. Por detrás veo a un hombre mayor y dos chicas más jóvenes que también se arremolinan con rostros desconcertados.
—¿Dónde está? ¿Qué le han hecho a mi hija? —Poco a poco, la señora va perdiendo sus cabales, y caigo en cuenta de que en todo este tiempo Pame no les ha dado señales de vida—. ¡Hace días que no puedo comunicarme con ella y nadie me dice absolutamente nada! ¿Quién es usted?
—No tengo tiempo para explicarles, pero si tanto usted, como su hija y el resto de su familia quieren permanecer a salvo, deben venir conmigo ahora mismo. Están en peligro.
Todos me miran incrédulos. De pronto me doy cuenta la estupidez que he intentado hacer. ¿Cómo pude ser tan imbécil para pensar que aceptarían a venir con un desconocido por un par de palabras vacías? Entiendo entonces que para que ellos vengan voluntariamente necesitaré una estrategia mucho más convincente.
Lo primero que se me ocurre es llamar a Jere y que Pame hable con ellos de inmediato. Tal vez de esa forma logre convencerlos a todos de que esto es de vida o muerte, y que cada minuto cuenta.
—Solo esperen. Pamela les confirmará lo que les estoy pidiendo —imploro, y todos me miran entre confundidos y expectantes.
Llamo a mi mejor amigo y atiende al primer tono. Le explico la urgencia del asunto y siento como sus pasos lo llevan directamente a la habitación en donde dejé a Pame unas horas atrás. Cuando oigo su voz al otro lado de la línea me contengo de contestar y le paso directamente el celular a su madre:
—Hija mía, ¿estás bien? ¿Dónde te encuentras? —Las respuestas de Pame son inaudibles, pero estoy convencido que emanan desesperación, grito y llanto—. ¿Qué?... Oh, Dios. Eso es terrible... No puedo creer lo que nos estás pidiendo, hija. ¿Seguro te encuentras bien?... ¡Está bien! No grites. Iremos para allá. Estamos en camino, bebé.
También tendría que haber adelantado el escepticismo de la familia a confiar en las palabras de su hija. Tras una internación, traumas emocionales y un aborto, supongo que los padres de mi amada son en cierta medida reticentes a creer que todo lo que les decimos es verdad. No los culpo, pues no he sido testigo de lo que han vivido como para ponerme en ese lugar prejuicioso.
—Debemos irnos ahora mismo. No estoy segura de si Pame está siendo coherente con todo lo que dice, pero si este hombre puede llevarnos a donde está ella y así asegurarme de que se encuentra bien.... Nos vamos de inmediato. Todos.
El padre agacha la cabeza y asiente, como de alguna forma dominado por el argumento de su esposa. Encontrarme por primera vez a su familia después de haberlos visto tanto tiempo en expedientes, investigando hasta el más minúsculo detalle supongo que tiene un impacto diferente a verlos cara a cara en una situación que se antepone al peligro. Al final acabo llegando a la conclusión de que no importa cuánta información crea tener, no los conozco en absoluto. Tampoco conocía a Pame por unos pedazos de papel. Tuve que verla y sentirla, hablarle y escucharla para empezar a comprender por qué ella es la persona que es.
Hoy puedo decir que es la persona por la cual me he enamorado.
—No pienso ir a ningún lado, mamá. Con Belén tenemos cosas más importantes que hacer. No podemos estar complaciendo todos los caprichos de nuestra hermanita, que seguro está teniendo otro ataque de histeria porque sus novios no le contestan los mensajes. ¿No te das cuenta que es el mismo cuentito de siempre?
Las afirmaciones me dejan anonadado. Busco a toda intensidad una justificación acorde que me pueda dar material con el que convencer a las hermanas, pero no se me ocurre ninguno. Percibo en ellas una soberbia y terquedad desastrosas, lo que me hace llegar a la terrible conclusión de que la única forma de probarles que estoy hablando en serio es mostrándoles de lo que soy capaz.
Me debato unos segundos entre sacar la pistola, apuntarles a todos en la sien y dejar de perder el tiempo para poder salvarlos a todos, o dejar que las cosas sigan su rumbo, pues habré intentado lo que estaba a mi alcance.
Una opción apela al extremismo total, que mostraría que con tal de satisfacer mi promesa hacia Pame puedo seguir siendo la misma mierda que era antes, poniendo en riesgo la sanidad mental de los demás y generando terror.
La otra opción dejaría a las hermanas de la señorita Arriaga detrás, lo que haría que Pame probablemente nunca me perdone. Sin embargo, no puedo dejar de pensar en lo hipócrita que sería si me llevara a su familia a punta de pistola a sabiendas de todo el mal que ya he causado y que me he prometido a mí mismo no volver a repetir.
Entonces, ¿cuál promesa debería ser prioridad? ¿La promesa a Pame de traer a su familia a salvo, o la promesa que me he hecho a mí mismo de vivir el tiempo que me queda siendo una persona distinta a la que me he acostumbrado?
El problema de ser fiel a mi promesa por Pame, es que estaré condenando mi alma al infierno para toda la eternidad, aún cuando hace rato que no quiero ser el sanguinario. Y ya no quiero más culpa, ni más soldados, ni más terroristas, ni más traidores. Quiero paz.
—¿No te das cuenta lo que estás diciendo, Sol? Es tu hermana, que nos está pidiendo ayuda y nos implora acompañarla, pues asegura que no solo su vida corre riesgo si no la de todos nosotros —oigo a decir a la madre mientras sigo perdido en mis pensamientos. Las voces de la discusión que están teniendo quedan como un eco distante, y me concentro en la decisión que estoy a punto de tomar.
El instinto que siempre tanto he atendido me está pidiendo a gritos que por primera vez en mucho tiempo me ponga a mí como prioridad. Mucho ha sido el tiempo que he pasado dándolo todo por mi trabajo, anteponiéndolo sobre el resto de las cosas. Tiene sentido que, si en verdad estoy acercándome al episodio final de mi existencia, quiera perseguir algún tipo de realización final que me permita irme en paz. Todo esto no quita que mi amor por Pame sigue siendo igual de fuerte, y que no dejaré de luchar por ella hasta que la agonía me lleve a otro mundo.
Nada podrá borrar mis acciones del pasado ni los años como soldado. Solo siento que, si ahora mismo decido dar este pequeño paso de ciudadano corriente y dejo mis tendencias violentas a un costado, me habré acercado al orgullo inminente que me genera saber que en serio estoy intentando remediar la persona que fui para convertirme en algo mejor.
Cuando parezco ya haberme decidido por hacerle caso a mi instinto, dejando de lado el fervor de mi enamoramiento por Pame, una lamparita se prende dentro mío que denota lo nublado que estoy como para no haberlo notado antes.
Si dejo a las hermanas Arriaga atrás, por más que me quede tranquilo de no haberme convertido en un violento para obligarlas a acompañarme, estaré siendo la misma mierda que siempre fui, condenándolas a una muerte espantosa. No es solo abandonarlas. Es condenarlas. Habré dejado morir a dos inocentes más por culpa de mi ego, de una pequeña salvación que en realidad ya me he repetido antes que no merezco.
Mi mente tiene tantas cicatrices a medio abrir que tengo pérdidas por donde sea que uno mire. No importa cuánto analice una decisión, no importa cuánto me ponga a pensar las consecuencias, siempre estaré equivocado. Porque creo que estoy enfermo, y porque creo que no he superado todos los traumas de mi pasado, lo que hace que ahora sea esta bola de conclusiones y arrepentimientos que me desgarran poco a poco hasta dejarme sin nada.
Entiendo entonces, casi al borde del colapso, que elegirme como prioridad en un momento así sería la auténtica prueba de que me merezco toda la mierda que ha sido mi infancia y que ha continuado en una adultez llena de muerte y oscuridad.
Entiendo entonces que cumpliré mi promesa por Pame a rajatabla, y que por fin puedo resignar mis loables intenciones de salvar un alma que está perdida hace rato. Está bien dejarlo ir, está bien soltar esa esperanza.
Ahora sí que ya estoy listo para salvar a todos y morir en el trayecto.
—Se nos acaba el tiempo. ¡Debemos irnos ahora! —exclamo tan pronto se hacen un espacio entre su discusión. Muestro mi pistola guardada con un sutil movimiento y todos me ven horrorizados.
—Nosotras...
—¡Ahora dije! —grito y me ubico detrás de las humanas Arriaga, dándoles pequeños empujoncitos.
La familia se revolea unas miradas estupefactas, pero por fin todos dan media vuelta y me acompañan a la furgoneta. Ahora temen. Ahora soy tan enemigo que ya deben hasta dudar de mis intenciones, pero sé que el miedo que sienten ahora no se compara con lo que podría pasar si caen en manos de los terroristas.
Subimos al automóvil sin mucha palabra de por medio. Arranco el motor y salimos despedidos hacia el búnker donde Jere, Luján y mi amada nos esperan. La familia de Pame está tensa, y yo lo estoy también. Sé que el mal viene por nosotros. No sé de dónde, no sé cuándo, pero no falta mucho.
—Martín, están aquí.
¿¡QUIÉN ESTÁ AQUI?! ¿¡QUIÉN?!
Pues lo sabrán el próximo sábado JAJAJAJAJAJ.
¿Todo bien? ¿Tomaron agua? ¿Llamaron a sus seres queridos? ¿Respiraron? ¿Descansaron bien?Espero de corazón que sí. Por si se lo preguntan (y si no también xD) yo ando todo bárbaro.
1. ¿Qué decisión habrían tomado en la posición de Martín? ¿Mantener la promesa que se hicieron a ustedes mismos o la que le hicieron a Pamela?
2. ¿Están listos para los últimos tres capítulos?
3. ¿Prefieren ver películas o ver series?
¡Se nos termina la novela! Gracias por acompañarme, en serio. Ojalá disfruten muchísimo la canción que les dejé en multimedia. Es de mi serie favorita This Is Us.
Santeeh les manda un fuerte abrazo (/◕ヮ◕)/
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