34. Otra oportunidad

Where are you now

Was it all in my fantasy

Where are you now

Faded - Alan Walker

Termino cayendo rendida ante esos impulsos que antes no quería atender. Me siento tan mal por no poder controlarlos que empiezo a entrar en la espiral negativa a la que estoy acostumbrada, pero cuando veo que a mi lado tengo a Luján, Martín y Jere llorando a la par, entiendo que no soy tan patética como pensaba.

Tengo las piernas fatigadas de soportar el peso de mi cuerpo aplastado por el estrés. Tengo la cabeza perdida, colapsada en todo sentido, que lo único que quiere es apagarse y recuperar la sanidad mental que nunca debería haberse esfumado. Ya ni energías tengo para seguir llorando, por lo que dejo al resto abandonados en la sala de estar para tirarme en la cama e intentar transportarme a su seguridad.

Ni siquiera mis usuales mundos paralelos fantasiosos y elocuentes son suficiente para dejarme tranquila, porque sé que en cuanto vuelva a abrir los ojos y recuerde dónde, cómo y por qué estoy en el lugar que estoy, todo volverá a ser tal cuál como era antes.

Paso un buen rato analizando el techo. Muevo las puntas de los dedos de mis pies para recordarme que sigo despierta, que sigo viva. No pienso en nada particular, porque como dije antes, no tengo forma de eludir el nubarrón emocional. Lo dejo apoderarse de mí. ¿Será que así se siente un shock? ¿Es esto alguna especie de estrés postraumático? ¿No poder moverme, prácticamente no poder hablar, pensar, ni sentir forman parte de la ecuación o estoy desbloqueado un nuevo nivel en lo que refiere a facetas de locura?

Oigo como afuera los gritos y los llantos van de a poco acallándose. El paso del tiempo se vuelve otra incógnita eterna. Podría haber pasado toda la noche, o tal vez solo dos minutos, y yo no lo habría notado en absoluto.

Luján se arrima con la cabeza gacha y me mira como pidiendo permiso para entrar a la habitación. Asiento todavía con el cuello muy duro y los músculos contracturados, sin abandonar mi posición recostada. Ella se sienta a la altura de mi vientre y empieza a acariciar mi pelo. Me encantaría decir que se siente hermoso recibir una caricia ahora mismo, pero en este preciso instante soy un témpano de hielo en lo que refiere a cualquier tipo de conexión humana.

—¿Puedo abrazarte? Quiero abrazarte —musita Luján casi tartamudeando.

Atino a cerrar mis párpados en una pausa larga. Mi mejor amiga me rodea con sus brazos y se recuesta al lado mío al mismo tiempo que solloza sobre mi hombro. Una sensación de calidez que creo alguien solo como ella podía despertar en un momento así me recorre todo el cuerpo, dándome una especie de contacto con el mundo terrenal otra vez. Ese ínfimo instante me da la vitalidad que necesito para también abrazarla con una fuerza inimaginable, como si ambas estuviéramos intentando romper los huesos de la otra en pedazos de tanto amor que queremos impartir.

De pronto veo todo lo que fue, es y será nuestra relación con una claridad inequívoca, como visión de luz entre el desastre. Ahora entiendo con exactitud lo que Luján tuvo que pasar estando a mi lado, soportando el pesar de una mujer como yo, que por momentos pareció no tener lo necesario para sobrevivir al macabro mundo en el que vivimos. Y pensar que yo ya estaba dispuesta a dejarla ir. Pensar que yo ya me había rendido ante mi propia toxicidad, utilizándola como excusa para no pelear por nuestra relación. Pensar en todas las veces que ella luchó cuando ya ni ganas debía tener, y sin embargo siguió porque jamás perdió la esperanza en mí.

Cuando nos separamos y dejo de sentir sus lágrimas sobre mi camiseta sudada, entiendo por fin lo que Luján es para mí y que hasta este momento no había valorado. Me doy cuenta de las cosas en el momento más impensado, quizás justo antes que nuestra vida esté por acabar, pero que me da el tiempo suficiente para agradecerle en carne y hueso lo que mi ángel de la guarda ha sido para mí.

—Gracias. Gracias por nunca haber perdido la fe en mí. Solo... gracias. Tú...

Luján y yo chocamos las narices. Ella sigue llorando. Yo no tengo con qué, pero internamente quisiera poder hacerlo.

—Te amo, Pame. Te he amado todo este tiempo... y ya no he podido aguantar un segundo más sin decírtelo.

—Yo también, amiga. Yo también te amo.

—No de la forma en la que yo te amo. ¿Me entiendes lo que quiero decir?—Me resulta increíble cómo Luján puede seguir llorando sin parar—. Y eso está bien. No debes decir nada. Solo tenía que soltarlo.

Los primeros segundos tardo en reaccionar y mi rostro emana confusión. Luego entiendo lo que mi mejor amiga quiere decir. Intento no mostrarme estupefacta, pero parece que mis facciones a este punto ya no son capaces de ocultar emoción alguna. Luján se despega de mí y se aleja un par de pasos, casi saliendo por la puerta. Justo cuando estoy notando que la voy a dejar ir sin darle la más mínima respuesta, ella se apresura a comentar:

—Te seguiré amando sin importar lo que sientas por mí —concluye y desaparece de la habitación.

Recurro nuevamente a mi posición fija con la mirada perdida en el techo para procesar la información que acabo de recibir. Quisiera levantarme y decirle que estaremos bien, que me alegra que haya podido decirlo y que siento el dolor que le he causado. Pero, en cambio, me quedo inmóvil en la cama. Mi claridad y su revelación no han cambiado nada en mi delicado estado.

Pierdo otra vez la noción del tiempo. Para cuando vuelvo a notar que tengo a alguien a mi alrededor, Martín se posa en el mismo lugar de la cama donde Luján se declaró solo unos minutos atrás. De alguna forma me encantaría decirle que se vaya o que me gustaría quedarme a solas, pero eso no sería más que una vil mentira. El shock mueve todas las piezas por mí y me siento presa de las cadenas que yo misma me he puesto. Estas me hacen tan débil que no soy capaz de hacerle frente a la situación de mierda en la que necesito reaccionar si pienso mantenerme fiel a mi promesa de pelear por mi vida, pues la gente que quiero sigue en el mismo peligro que antes.

—¿Puedes escucharme, Pame? —consulta Martín con delicadeza.

Sigo estando casi muda. Asiento con esfuerzo. El hombre de los mil vuelos se retuerce en su espacio, tenso y agobiado. Extraño nuestras sonrisas idiotas y nuestros mensajes de coqueteo. Con o sin mentiras, nadie puede negar que en ese entonces nuestras preocupaciones eran mucho más simples. Ahora todo está negro, incluidos nuestros corazones, quemados por el remordimiento de lo que pudo ser y que no volverá.

—Mañana a primera hora iré a buscar a toda tu familia para que puedan largarse de aquí. Ya hemos localizado una furgoneta blindada para trasladarlos de la forma más segura posible. Si todo sale bien, para el mediodía ya deberían estar en camino a Ushuaia. Y así podrán volver a empezar.

—¿Có-cómo? —balbuceo.

—Jere tiene un contacto que puede ponerlos a salvo. Necesitan salir del radar, Pame. Es la única forma —responde llevando mi pelo detrás de la oreja, como tantas veces ha hecho anteriormente.

—¿Por qué no te estás incluyendo en todo este plan que te has armado? —atino a decir con mucho esfuerzo en lo que es una de los pocos comentarios coherentes que logro conectar desde que volvieron a atacarnos.

—Oh, supongo que has entendido mal. No te dejaré sola —contesta, pero considero que lo conozco suficiente como para saber que su afirmación no es del todo cierta.

No lo entiendo. Aun así, me quedo callada.

—No quiero que nadie más muera, Martín. Solo quiero poder volver a respirar sin una pistola en mi sien —susurro como un intento por optimizar las energías de reserva.

El hombre de los mil vuelos se acurruca a mi lado y me obliga a girarme, lo que deja mi atontada cabeza posada sobre su tonificado pecho. Ya no puedo verle el rostro, pero en el fondo sé que hay algo que no se atreve a decir y que todavía no interpreto.

—Recuerda quién eres cuando todo ya parezca no importarte. Recuerda todo lo que has pasado, recuerda todo lo que has sobrevivido, y aférrate con todo lo que tienes a la idea de que puedes lograr lo que te propongas en esta vida. Eres más fuerte de lo que crees, Pame. Tu familia es testigo de ello, Luján es testigo de ello, yo soy testigo de ello. Cualquier persona que tenga la oportunidad de conocerte de verdad lo sabrá al instante. Sigue peleando. No te rindas.

—No entiendo por qué me estás diciendo...

Martín me interrumpe, siseando para mantenerme callada. La seguridad de su presencia vuelve a jugar un factor determinante en mi ánimo y espíritu, por lo que poco a poco voy dejando las ataduras y las miradas de reojo al techo para ablandar mis músculos y entrar en un profundo sueño.

—Te amo, hoy y siempre.

Eso es lo último que escucho antes de quedarme planchada sobre el cuerpo del hombre de los mil vuelos.

Cuando vuelvo a despertar, me doy cuenta que han pasado muchísimas horas. La luz entra por la puerta de la habitación y asumo que ha amanecido. El señor Velasco no está cuidándome. El señor Velasco no está esperando a que abra los ojos para recibirme con sus ojos celestes y su sonrisa de tan buen porte.

Entonces entiendo lo que ayer parecía imposible. Martín no se incluyó en la ecuación porque sabe que tranquilamente puede no salir con vida de todo esto. Por eso me dijo que me amaba, por eso me rodeó entre sus brazos y me recordó cuánto valgo.

Uno cree que siempre le sobra el tiempo; siempre habrá otra oportunidad para decir lo que sientes, para compartir un momento con la persona que amas o para reconocer tus errores del pasado. Pero para Martín, esa fue nuestra despedida.

Me quedo estática en la cama de solo pensar que tal vez no lo volveré a ver. Me transporto al millar de cosas que imaginé haríamos juntos, o a distintos escenarios donde le reconocía con pudor toda la mierda que tuve que pasar en mis años de adolescencia. Ahora siento vacío. Ahora siento miedo.

Solo quiero otra oportunidad.

¡Buenas, buenas a todos! ¿Qué tal están? Yo feliz de la vida si les tengo que ser sinceros. Hace un par de días me llegaron las copias en papel de La inexistencia de Logan Walker y ya dentro de poco sale a la venta en muchos países del mundo. Estoy emocionado como no se imaginan <3

¡Vamos con las preguntas!

1. Pamela por fin valoró todo lo que Luján hizo por ella. ¿Han estado en relaciones donde se sintieron despreciados o no valorados?

2. ¿Tendrá Pamelita su tan ansiada segunda oportunidad?

3. Si tuvieran que rehacer su vida y borrar su identidad, ¿a dónde se irían a vivir?

Gracias a todos por otra semanita juntos, ya muy cerca del final y con otros proyectos en vías de concretarse. No se olviden que siempre tienen el resto de mis novelas en el perfil. Cuídense, tomen agua y sonrían que el sol siempre sale.

Santeeh les manda un fuerte abrazo (/)/

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