3. Sorpresa para la 504
Dripping lights
Paint the skies
All because of you
Only you
Can make me move
Make Me Move - Culture Code
Salgo de la ducha con una impronta refrescante. Tras nueve horas de vuelo y las piernas hechas añicos, lo único que quiero es tirarme en la cama y descansar. Para nuestra suerte, el hotel que American Airlines nos reserva es increíble para pasar la noche y el somier de dos plazas es todo lo que se puede pedir en comodidad.
Luján y yo siempre vamos juntas como buenas amigas que somos. Hay momentos en los que no tengo claro si las cosas que dice son con el único objetivo de mostrar su personalidad tan locuaz y frontal o si le gusta jugar a juegos perversos con sus palabras.
De una forma u otra, la incertidumbre es entretenida.
—Pame, tengo una duda existencial —transmite Luján interrumpiendo la lectura de su novela.
—Dime —contesto mientras me saco la toalla y comienzo a vestirme cerca del lavabo. Siento los ojos clavados de mi amiga a través del espejo, pero simulo no darme cuenta.
—¿Tú te operaste las tetas? —arroja sin más.
—Eh, no. —La pregunta por alguna razón me resulta incómoda, y no puedo evitar sentirme un tanto avergonzada—. ¿Por qué?
—Supongo que solo algunos pueden tenerlo todo. —Luján brama con voz ronca y atrevida, riendo sola como hace de costumbre.
Son estas mismas situaciones las que me hacen preguntarme por qué Lujan tiene, por momentos, reacciones tan impredecibles. Tengo bien claro que ella viene de una realidad distinta a la mía y que eso influye en demasía. Su adolescencia fue tan cutre que sus padres tenían que hacer horas extra para poder darles de comer. Estudió en el programa de azafatas a pulmón para poder ganarse la vida con un trabajo digno, y no paró hasta conseguirlo. Es, por momentos, una rebelde sin causa que va en busca de lo que quiere. Y esto puede ser una gran contradicción, pero en realidad es lo que la hace realmente admirable. Tener el valor para hacer y decir lo que uno piensa en todo momento es una virtud que no todos tenemos y que hay que saber apreciar. Pero, aun así, ambas sabemos que hay asuntos que ella guarda con candado en los que yo no debo meterme. Jamás me atrevería a invadir su espacio, no sabiendo lo comprensiva que ella siempre ha sido conmigo.
Un sonido casi imperceptible me saca de mis análisis de Luján. De no ser por el silencio sepulcral de la habitación, posiblemente no lo hubiera escuchado.
—¡¿Qué fue eso?! —vocifero mientras enciendo la secadora a toda intensidad como arma de defensa en caso de un ataque extraterrestre.
Luján no contesta por unos segundos. Dejo de atacar el aire con la secadora para acercarme a la puerta de la habitación, donde mi amiga está parada leyendo un sobre:
—Lo deslizaron por la entrada. Me encanta el secretismo de su sexting de siglos pasados —agrega, y después levanta un dedo en señal de protesta—. ¿Cómo te encontró? ¿No era que al final te rechazó el número?
—Tan difícil como preguntarle a cualquiera de la empresa donde se hospedan las azafatas y comisarios de vuelo de American Airlines a cambio de un rejunte de billetes. No empieces con tus teorías conspirativas, loca —retruco y me enorgullezco por mi propia frontalidad. Estar tanto tiempo con Luján al final va a exponer la extroversión que nunca supe que tenía.
Le saco el sobre de las manos a mi amiga y, una vez más, siento un fuerte nerviosismo al solo pensar en Martín Velasco y su juego diabólicamente excitante. Creía que después de un viaje tan agotador, ya no tendría ni espacio ni energía para sentirme así. Supongo que con el hombre de los vuelos todo es posible.
Te dije que no haría falta el número, Pame. Te dejé algo en recepción. M.V.
Salgo disparada de la habitación al leer esas suaves y tiernas palabras escritas a mano con cursiva perfecta. Luján me sigue detrás como fiel compañera y nos emprendemos en un sprint a la recepción del hotel. Estoy impresentable, pero no me interesa. La ansiedad por descubrir qué hay detrás de ese mensaje es demasiado para soportar.
—¿Alguna vez usaron esta estrategia contigo para llevarte a la cama? —pregunto para acabar con el silencio incómodo que genera bajar los pisos en el ascensor.
Luján me fulmina con la mirada como si la respuesta fuese obvia.
—Jamás. Para los hombres somos objetos sexuales que van y vienen según conveniencia. Descubrir a un machito así es como encontrar a tu media naranja, así que no, jamás me pasó —ratifica, pero se queda con ganas de agregar algo más tras un segundo de silencio—. No sé qué trama este tipo, pero ahora ya me despertó la curiosidad.
—¿Qué curiosidad, Luján?
—Yo estoy lista para un trío si tú lo estás.
Mi amiga me guiña el ojo y solo puedo atinar a sonreír por compromiso. Para mi suerte, las puertas del ascensor se abren y me veo salvada por la campana.
Corro una vez más hasta recepción en busca de alguna señal del señor Velasco, pero no veo ninguna. De estar aquí, estoy segura que habría percibido su presencia a kilómetros. Tiene un aura tan magnética que es imposible ir en contra de la corriente.
—Buenas noches. Soy Pamela Arriaga de la 504. Me dijeron que habría algo para mí esperándome.
El muchacho de la recepción se regocija al escuchar mi nombre. No entiendo qué pasa y le echo un vistazo a Luján en busca de respuestas.
—Señorita Arriaga, el señor Velasco desea que tenga una magnífica noche —menciona mostrando ahora una sonrisa de dientes completos. ¿Acaso es parte de la sorpresa?
El empleado saca un ramo de magnolias gigante que permanecía debajo de la mesa de recepción, oculto a simple vista.
Mi corazón se detiene y luego se acelera a toda prisa. El aroma a magnolia inunda todo mi sentido del olfato y me transporto a mis años de niñez entre las flores del parque de casa.
—Esas... esas son mis flores favoritas. ¿Co-cómo sabía eso? —musito anonadada. Luján está boquiabierta, y el recepcionista no deja de sonreír.
—Disfrútelas, señorita. El señor Velasco ha pagado una muy buena propina para asegurarse que usted tenga una noche fantástica. Ahora que ya está aquí, le llevaremos una botella de vino para que puedan disfrutar lo que les queda de velada.
Luján y yo nos amparamos en la mirada de la otra como si lo que acabáramos de escuchar solo fuera un chiste de muy mal gusto para ilusionarnos.
—¿Qué más le dijo Martín? Necesito saber todos los detalles, por favor.
—Solo me pidió que le repitiera que espera con ansias verla en el próximo vuelo, señorita Arriaga.
Tengo ganas de tener a el hombre de los mil vuelos en frente y cuestionarle absolutamente todo. Son tantas las preguntas sin respuesta que mi mente acaba colapsada de tantas incógnitas. Lo que tengo más claro que nunca es que disfrutaré esa botella de vino como si no hubiera un mañana.
Aun así, solo espero que sea la primera botella de muchas, y que la próxima pueda beberla con él a mi lado. Con aquel escenario en mente, solo puede haber un resultado: todas las buenas dosis de sexo que necesito.
¡Buenas, buenas! Qué potente que está el M.V mandando flores, ¿no? ¿Cómo se siente esta nueva experiencia de leerme escribiendo romance?
1. ¿Tienen un olor favorito?
2. ¿Qué tan bien les cae Luján del 1 al 69? ( ͡° ͜ʖ ͡°)
3. ¿Qué harían en lugar de Pamela si la persona que les gusta les manda flores a su hotel?
A tener una semana hermosa y bien arriba. Los quiero.
Santeeh les manda un fuerte abrazo (/◕ヮ◕)/
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