21. Ángel de la guarda

You know I tried

But in the end it left me paralyzed

It's alright

Goodbye, goodbye

Goodbye - Cage The Elephant

—¡¿Cómo pudiste?! —grito y aprieto mis manos contra la silla, porque sé que si me suelto soy capaz de abalanzarme sobre la cabeza de Luján—. No me lo puedo creer.

Tomás percibe la tensión del ambiente y se apura a interceder. Mis palabras parecen no tener efecto sobre mi amiga que ahora levanta la cabeza y fija su visión sobre la pared que se cierne detrás de nuestro jefe. Está inmutable.

—Escucha, Pamela. Sé de todas tus dificultades y sinceramente no quiero ser el responsable de dejarte sin trabajo. Te has equivocado no una vez sino dos. —Tomás enumera con los dedos—. Casi que no llegas a tiempo para tu vuelo y además andabas besuqueándote con otro pasajero en pleno horario laboral. Si la aerolínea se enterara sobre todo de la segunda falta, estarías automáticamente despedida. Nosotros somos la cara de American Airlines. Si tú te comportas de esa forma, estás manchando la imagen de la compañía. No tardarán ni un segundo en mandarte a volar, porque para los que manejan este negocio nosotros somos prescindibles.

Si ya de por sí la situación me tenía anonadada, la respuesta de Tomás me es completamente desconocida. ¿Por qué quiere ayudarme ahora este machito desagradable? En lo único que puedo pensar es en las segundas intenciones de sus palabras, en cómo seguramente se está aprovechando de la situación para luego obligarme a que le deba favores y chantajearme.

—Yo...

—No intentes darme explicaciones. Solo dime que entiendes.

Asiento. Con un poco de suerte tal vez pueda salir airosa de todo este drama.

—Eso es todo lo que puedo decirte de mi parte, Pamela. La conversación tendrás que tenerla con Luján para ver tu futuro como azafata —comenta dándole un sorbo a su taza de café—. Y si tengo la oportunidad de verte en el próximo vuelo, solo te advierto que no toleraré ni una falta más.

—Tomás... —atina a pronunciar Luján.

—No voy a ayudarte a sepultar a tu amiga. Tú has acudido a mí y te estoy dando la respuesta sincera que no elevaré la queja a nuestros superiores. Si quieres encargarte, adelante. A mí sáquenme del medio. Esto queda entre ustedes.

Tomás nos hace un ademán para que salgamos de la oficina. Luján le echa una expresión de furia comprimida antes de salir primera. Yo, en tanto, no tengo claro qué debo decir o si debería agradecerle a mi jefe por mantenerse a raya. No obstante, concluyo que el análisis de su accionar puede ser tema para más adelante, porque ahora debo concentrar todas mis fuerzas en Luján y su puñal traicionero.

Salimos del edificio en completo silencio. Ambas sabemos que se aproxima posiblemente la discusión más dura que hemos tenido nunca, por lo que acordamos de manera tácita que no querremos hacer un drama en frente del edificio de nuestros empleadores. Seguimos caminando lo suficiente como para dejar American Airlines atrás.

Respiro el oxígeno puro de nuestra gran Buenos Aires para serenarme y sacar toda la tensión previa al torrente de palabrotas que vendrán a continuación.

Luján y yo nos frenamos para vernos cara a cara.

—¿Por qué?

Mi amiga se percata de mi tono de voz. Tiene el rostro desencajado, no sé si porque sabe que se ha equivocado en sobremanera o por si está por decir algo que tal vez en cinco minutos la fuerce a arrepentirse.

—Pame...

—¿Cómo pudiste? De todas las personas en mi vida, jamás creí que tú podías ser la que me defraudara de esta manera. ¿Por qué me haces esto? ¿Quieres verme arder? ¿Qué es lo que tienes contra mí? ¿Envidia?

Quiero contenerme. Quiero ser una persona adulta para discutir esto como tiene que ser. Quiero tantas cosas... que no puedo controlar.

Luján va perdiendo esa primera expresión descolocada a medida que mis preguntas intensas toman lugar. Percibo como se le hierve la sangre, propio de su personalidad. Supongo que una vez más me he perdido la oportunidad de ver una de esas facetas con candado por culpa de mi ineptitud para manejar estas situaciones como se debe.

—¡Cállate, Pamela! ¡Cállate! ¡Déjame hablar! ¿Puedo pedirte eso o también me dirás que estoy loca por semejante intento? —vocifera Luján en lo que es una reacción digna de lo que esperaba cuando vi su rostro cambiar por completo.

Asiento un tanto intimidada.

—¿Te atreves a juzgarme? ¿No te das cuenta que lo único que estoy intentando hacer hace semanas es abrirte los ojos? ¡Estás tirando tu vida por la borda y no te importa en absoluto! Quieres sacrificar todo por un hombre que apenas conoces y que es peligroso, ¡estás volviendo a cometer los mismos errores, idiota!

—Martín es una persona por la que vale la pena sacrificarse...

—¡Que ni se te ocurra terminar esa oración! —Luján se agarra la cabeza y tira su cabello hacia atrás—. Estás viendo todo tan mal que es como si reviviera el calvario con Matías otra vez. Percibes a los hombres de maneras tan equivocadas que es imposible no pensar que necesitas volver a internarte.

Su última frase me asusta. Ya no tengo ganas de gritarle, puesto que estoy congelada.

—¿De qué estás hablando?

—Estoy cansada de aguantar como difamas a Tomás. ¿Me puedes explicar qué ha hecho además de cumplir su trabajo y pedirte dos citas para suplir la soledad que siente por tener más de treinta años y encontrarse absolutamente solo? ¿Dónde está el machito asqueroso del que hablas, que se supone vive aprovechándose de nosotras? No existe. Está en tu cabeza, como tu ceguedad por Martín.

—Pero...

—Aguanté tranquila con la esperanza de que escucharas las cosas que tenía para decir, pero siempre hiciste oídos sordos convencida de que solo tu visión del mundo es la correcta. Te hice recapacitar para que notaras que Martín te mentía al mismo tiempo que violaba tu privacidad, ¡y le diste otra oportunidad! Ahora aquí estamos, en mi último intento por mostrarte lo equivocada que estás.

—¿Vas a hacer que me despidan? ¿Esa es tu maravillosa jugada para hacerme reaccionar? —resoplo. No me puedo sacar de la cabeza todo lo demás que mencionó Luján, porque de tan aterrador se me paraliza hasta el aliento.

—Tomás ya me había dicho antes que no te mandaría al muere con nuestros superiores. Yo lo único que quería era darte un susto tal para que recapacites y vuelvas a poner tu vida como prioridad. Ambas sabemos, por más que no quieras admitirlo, que te estás comportando al límite. —Luján hace una pausa marcada, como si buscara que me vuelva loca por completo—. Si pierdes el trabajo en el futuro, no será mi culpa, ni la de Martín ni la de nadie. Será tu culpa. En ese caso, yo habré sido el último peón que cayó rendido tras haber intentado mostrarte la importancia de tus actos a ojos de quien te paga el sueldo todos los meses.

A este punto toda la rabia inicial se disipa. El golpe de escuchar a Luján decir «que deben volver a internarme» es suficiente para remontarme a esos tiempos en donde toqué fondo porque no había forma de caer más bajo. Los recuerdos, todavía difusos, solo generan una serie de escalofríos espeluznantes. Por unos segundos, las palabras de mi amiga pierden sentido.

Mi cabeza va y viene entre presente y pasado, descontrolada por esas memorias de cuando estaba completamente rota por dentro y fuera.

—¿Pamela? ¿Estás aquí? —pregunta dándome un pequeño topetazo en el hombro.

—Yo... yo... ¿No debería ser yo la que tendría que estar enojada? —formulo con lo primero que se me viene a la cabeza, todavía media desbaratada por la inundación de pensamientos que me azotan.

—No, mi cielo. Claro que no. Yo soy la que debería haberte mandado a volar hace muchísimo tiempo. Si no interpretas mi amague de despido como el último recurso que se me ocurrió para hacerte recapacitar, entonces estas tan quebrantada como temía. —Luján vuelve a hacer esa misma pausa dramática que hizo antes. Esta vez veo en sus ojos un profundo dolor que jamás había tenido la oportunidad de vislumbrar—. Yo ya no estaré para recomponerte una segunda vez.

—No me dejes, Luján... Por favor, no lo hagas.

Quiero arrodillarme y tomar su mano, pero eso solo me haría perder la poca dignidad que me queda. Me conformo con tomar su mano tan fuerte como puedo mientras las primeras lágrimas caen por mi mejilla. Luján me mira con desprecio.

—Me estás consumiendo. No puedo seguir viéndote darte contra la pared. Tengo... tengo que ponerme como prioridad —reconoce con cierta pesadumbre. Arrastro mi rostro por sus manos implorándole que se quede.

—¡Quédate, Luján, quédate! ¡¿Qué voy a hacer sin ti?! ¡¿Cómo continuaré de pie?!

Mi mejor amiga, el ángel de la guarda que me salvó de Matías y de tantos otros monstruos, aparta sus manos de las mías y se arrastra delicadamente lejos de mí a pasos dubitativos. Justo cuando ya pierdo toda esperanza de que vuelva, se gira para pronunciar lo que siento que es una despedida demoledora:

—No eres la única que sufre por amor.

Ay. Vengan, traje pañuelos. Superemos esta lloración.

1. ¿Qué creen que quiso decir Luján con esa frase final?

2. ¿Apoyan a Luján? ¿Qué sienten por Pamela?

3. ¿Alguna vez se toparon con la triste realidad que no podían seguir luchando por salvar a un amigo/a de una ceguedad de la que no quería salvarse?

Potente capítulo sobre la amistad, las prioridades, los sentimientos y el amor propio. Ojalá les haya tocado alguna fibra sensible. Tengan maravillosa semana, mis queridos. Los quiero.

Santeeh les manda un fuerte abrazo (/)/

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top