20. Puñal por la espalda

Will you share this with me?

'Cause darling, without you

All the shine of a thousand spotlights

All the stars we steal from the night sky

Will never be enough

Never Enough - James Charles ft. Cimorelli

Corro al punto de encuentro sabiendo que ya voy unos minutos tarde con el equipaje en mano y unas pintas que lejos están de ser la azafata modelo que se presenta a trabajar. Mientras hago el esprint de mi vida, recapitulo el desencuentro que acabo de tener con Martín.

No lo entiendo en absoluto.

Luego de haber pasado posiblemente de los mejores días de mi vida, un nubarrón negro se apoderó de la cita perfecta. ¿Por qué empezó con las caras largas, a contestar seco y sin ánimos de conquistarme como hace siempre? ¿Qué puede ser tan grave como para de repente ni poder sonreírle a la persona que le acabas de hacer el amor? ¿Por qué no puedo ser su droga? ¿Por qué está a punto de perder su trabajo también?

Las preguntas rondan por mi cabeza, pero es imposible darles una respuesta. Martín se ha esforzado en sobremanera para dejarme a un costado de su vida, ya sea por confianza, secretos de Estado, o una razón que hasta ahora no veo con claridad. Y eso me hace preguntarme si es que estoy haciendo algo mal, o si simplemente debo confiar a ciegas en el dictamen del hombre de los mil vuelos y escuchar sus pedidos hasta que sea capaz de contarme todo.

Frustración que se duplica cuando veo a todo el equipo de cabina parados mirando el reloj, esperando mi llegada.

—¡Ya estoy aquí! —exclamo mientras disimulo y me acomodo el cabello.

Atino a darle un beso en la mejilla a Luján y ella me corre la cara. Su rostro se concentra en la belleza del suelo del aeropuerto y no es capaz de levantar la cabeza para, bueno, ¡mínimamente saludar a su mejor amiga!

—Vámonos —masculla siseando Tomás, y luego se me acerca para decirme algo al oído—. En cuánto lleguemos a Buenos Aires tendremos una reunión. Si quieres conservar tu trabajo, espero que no tengas otros planes.

Se me hierve la sangre. Quiero mandarlo a la mierda y decirle cuan cansada estoy de que se crea el rey del mundo. Sin embargo, sé que esa es la decisión más impulsiva y desacertada que podría tomar en este momento.

Imagino que esa reunión no traerá buenas noticias.

—¿Luján? ¿Vas a ignorarme? —pregunto cuando pasamos todos los controles y ya nos preparamos para recibir a los pasajeros.

Mi amiga se tomó un esfuerzo bastante serio en alejarse de mí en nuestro trayecto por el aeropuerto. Ahora dentro del avión no tiene escapatoria.

—Voy a ignorarte. Trabaja, Pamela —añade con cierto dejo malicioso en su voz. Por un instante, la desconozco.

Me asusta pensar lo que pude haber hecho sin siquiera darme cuenta. Me asusta pensar que tal vez la gota que rebalsa el vaso ya cayó y ahora no tengo manera de recuperar a mi única amiga. Intento no alterarme porque ya tengo suficiente con la incertidumbre de un Martín desconocido como para también sumarle la carga de siquiera imaginar sacar a Luján de mi vida.

Siento que las entrañas se me revuelven. Se me vacía la mente del hombre de los mil vuelos y solo puedo fijarme en lo que me convertiré si no tengo a mi amiga a mi lado. No entiendo cómo después de tanto tiempo tengo tan poco control de lo que me sucede, y como mi psicología va de una persona a otra sin reparo, sin descanso. Me carcome la ansiedad y las obsesiones, y no puedo soportar este limbo de preguntas sin respuestas.

Cuando soy una máquina de teorías conspirativas y la paranoia me ataca, corro un riesgo muy grande.

Siempre lo dije y lo seguiré haciendo hasta el final de mis días. Soy como una pequeña niña que cambia de juguete a gusto cuando se cansa de ellos. La única constante en mis últimos años ha sido Luján, que en contra de todo pronóstico se mantuvo a mi lado cuando ni yo era capaz de aguantarme. Entonces, ¿por qué me he comportado como una estúpida aun cuando siempre tuvo razón y me advirtió correctamente con Martín y su programa espía?

Ahora reacciono. Pero tal vez mañana, o la próxima semana, vuelva diez pasos para atrás. Porque eso es lo que hago, sin importar quién esté detrás de la cortina. Voy cegada por la vida apropiándome de la seguridad que me otorgan las personas. Cuando me aburro, huyo. Cuando me aburro, busco una excusa para convencerme que esa relación ya no es buena para mí.

Cuando me ciego, me desconozco. Y cuando uno vive cegado por su subjetividad, la resolución de cualquier conflicto parece ser evidente a ojos del ciego, pero en realidad no es más que un juego macabro de nuestra mente traicionera.

—Gracias, señorita. Es usted muy amable —dice uno de los pasajeros cuando le sirvo su comida.

Ya ni me doy cuenta de lo que hago porque voy en piloto automático. Vuelvo a la oscuridad antes de Martín y a la inmundicia de mi vida al menos por un tiempo, solo que ahora el vacío se apodera de mí. Ni el hombre de los mil vuelos ni Luján me están dando señales de que soy imprescindible en sus vidas, de que no están cansados de estar a mi lado.

Temo por volver a estar sola. No puedo volver a correr a los brazos de mi madre, ni sopesar las miradas de superioridad de mis hermanas vulgares, ni seguir viéndole el rostro a aquella persona que dice llamarse mi padre. No puedo sostenerme en una familia que está quebrada porque, aunque no quiera admitirlo, tal vez yo esté más rota que ellos.

Me doy cuenta de cuánto me hacen falta las personas para mantenerme entera. No tengo ni un poquito de amor propio. Me detesto tanto que debo escuchar las voces del resto para acallar mis demonios interiores y vivir más o menos como una adulta que tiene la vida resuelta. Eso aparento, claro. Eso quiero mostrarle al resto, porque cansada estoy de la condescendencia del pasado. No me culpo por intentarlo, pues significa que aún me queda algo de esperanza. Un pequeño hilo que apunta siempre a hacerse más fino.

Siento como si estuviera viendo las cosas desde fuera. Como si lo único que quedara de Pamela Arriaga es el cuerpo terrenal mientras mi alma vaga apenada en busca de una respuesta concreta a lo que me pasa, a por qué debo comportarme en la forma en que me comporto. Quiero desligarme de todo, pero me siento vacía, inexistente. Los líos en los que me veo envuelta me abruman, aun cuando en el fondo sé que son cosas que tienen solución.

Soy la definición de lo que es estar completamente perdida.

Mi mente es un lío semejante que ni me percato de las horas de vuelo. Aterrizamos sin pena ni gloria, sin un hombre que me mire juguetón por un extremo y sin una amiga que me haga referencias originales al miembro masculino. Solo estoy yo con mis pensamientos y las sonrisas forzadas para pasajeros de los que en realidad ni siquiera me estoy preocupando.

La voz de Tomás me saca del estupor cuando reaparezco en una de las oficinas de American Airlines, con él sentado al otro lado del escritorio y Luján en una silla a mi lateral.

—Luján quiere denunciar tus faltas a la aerolínea. Si lo hace, puedes darte por despedida.

El corazón se me detiene. Luján no es capaz de establecer contacto visual y esconde su rostro entre sus prendas como una sinvergüenza.

Si antes mi cabeza era un lío, ahora no tengo palabras para describir lo que me sucede. Mi mejor amiga me ha traicionado, me ha clavado un puñal por la espalda al ir a quejarse ante mis superiores sabiendo lo mucho que necesito este trabajo.

Mi primera reacción es explosiva.

¡Luján, no nos rompas el corazón! Bueno, eso jamás. Es Luján, diosa griega. Yo la defenderé. ¿Cómo se encuentran, santuchitos? ¿Disfrutando marzo? Yo intentando subsistir entre el tenis y la universidad.

1. ¿Tienen algún comentario que hacer sobre las duras introspecciones de Pamela en estos dos capítulos? Está revelando un lado de su personalidad preocupante, por no decir peligroso.

2. ¿Luján? ¿Martín? ¿Por qué hicieron lo que hicieron?

3. ¿Qué es algo moralmente hablando que sienten que podrían llegar a perdonar si un amigo los traiciona?

Espero tengan una maravillosa semana. Si andan medios bajos de ánimos, hace unas semanas en Twitter empecé a contar todos los días y todas las noches algunos chistes para sacarles sonrisas. Quizás los ayude :) Los quiero.

Santeeh les manda un fuerte abrazo (/)/

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