11. Programa espía
'Cause I don't need anyone, I don't need anyone
I just need everyone and then some
clementine - Halsey
Cuento las horas para encontrarme con Martín.
Transito el sábado entre superfluas conversaciones con mis hermanas de las que no saco absolutamente nada útil. Les comento más a fondo sobre lo que siento por el señor Velasco, aunque sé que si no se trata de sexo a ellas no les va a importar ni tampoco interesar. Aun así, es agradable poder desquitar todos mis pensamientos en voz alta y fingir que alguien me escucha.
Con mi mamá no hay caso. La he herido, y eso me duele a mí también, pero creo que ninguna de las dos está lista todavía para enfrentar la conversación que debemos tener. Supongo que, a fin de cuentas, ambas estamos llegando al punto límite de nuestra paciencia como madre e hija.
Con mi papá es diferente. Generalmente nunca siquiera le dedico una pizca de mi tiempo a intentar charlar con él o mantener cualquier tipo de conversación. Jamás podré perdonarle lo que le hizo a mamá. Eso habla de lo poco hombre que es, una persona sin escrúpulos. Él ya no sabe cómo acercarse y yo ya no sé cómo decirle que no me importa que sea su hija, jamás podré dejar atrás el resentimiento de nuestro amor echado por la borda. Tampoco voy a quererlo. Por más que finalmente haya elegido a nuestra familia para dejar atrás su doble vida, el daño ya fue, es y será irreversible.
Lo odio.
Él es, probablemente, la razón por la que perdí toda esperanza con los hombres. Él es quien me ha desequilibrado cuando era adolescente y la persona que me llevó a tener tantísimas inseguridades acompañadas de muy malas decisiones. Es tan triste que, luego de ser mi persona favorita en el mundo, hoy se haya convertido en un cuatro de copas, alguien que está lejísimos de interesarme.
Transito todo el sábado entre incómodos momentos en familia, con las típicas risas falsas de mis hermanas y las charlas sobre el clima, la política o la economía. Como buenos argentinos que somos, cada sobremesa está llena de temarios con preguntas del estilo. «¿Por qué nuestro gobierno es tan corrupto? ¿Cuándo se preocuparán por la clase media? ¿Dejarán de gobernar para los ricos?» Luego llegan las supuestas contestaciones bien formadas sobre el tema, acompañadas de las típicas frases de un porteño de toda la vida: «este país no tiene arreglo», «tenemos lo que nos merecemos», o «en los países del primer mundo todo funciona, aquí todo está patas para arriba». ¡Como nadie se dio cuenta antes! Mi familia tiene una bola de cristal con la respuesta a todas las preguntas que la política no puede resolver, ¡y también hacen generalizaciones fantásticas y vacías, que de lo que más carecen es de contenido y sustento!
Hay instantes en los que me pregunto si soy adoptada. Ellos están felices en toda su estupidez, dejando atrás las mil y una razones por las que deberíamos estar hablando de cosas mucho más serias que nos han afectado como personas. Pero no, claro que no... hacer como si nada hubiera pasado es más fácil. Qué tristeza.
El domingo llega con pereza, pero cuando lo hace mi rostro se modifica con una luz interna que me fuerza a realizar una cuenta regresiva. ¡Hoy vuelvo a salir con Martín! Esta vez no habrá ningún episodio y podremos disfrutarnos como merecemos. Tal vez incluso quiera darme otro beso.
Me levanto cerca de las nueve y apresuro el desayuno de la ansiedad que manejo. Me pongo uno de mis vestidos preferidos y cuento los minutos para salir a Parque Rivadavia al encuentro de Martín.
Cuando estoy a punto de salir con mi cartera sin siquiera despedirme de Sol, Belén y mis padres, Luján se aparece en el portón de casa. Camino hasta ella y no puedo evitar girar mi cabeza para todas partes, chequeando que no vendrá un ladrón, violador, secuestrador o asesino a atacarnos:
—¡Amiga! ¿Qué pasó? No tengo mucho tiempo, me está esperando...
Mi amiga me frena en seco cuando empiezo a caminar.
—De eso he venido a hablarte.
—¿Por qué?
—¿Tan embobada estás que ni siquiera te acuerdas de que le di tu teléfono a mi amigo?
Recapitulo un segundo. Luego me doy cuenta de lo estúpida que he parecido.
—Sí, claro que me acuerdo —digo aparentando—. ¿Puedes devolverme el celular? No hace falta que te disculpes por haber desconfiado de mi criterio e investigar a la persona con la que quiero salir como si fuera un enfermo mental. Sin rencores.
Luján me observa con los ojos chinitos de la furia. Entonces comprendo el rumbo que abordará esta conversación. Mi amiga se muestra reacia a devolvérmelo antes de responder, pero se lo saco de un tirón y me lo guardo en mi cartera.
—Tenías instalado un programa espía con acceso a todas las funciones del celular, Pamela. No le he entendido ni mierdas a mi amigo sobre los detalles, pero me ha advertido que tengas mucho cuidado. ¡Y te lo digo yo ahora, por favor! Ese hombre es peligroso.
Las palabras de Luján no caben en mi mente. ¿Cómo es posible? Martín jamás haría algo así.
—¿Por qué me estás mintiendo? ¿Por qué quieres sabotear mi relación a toda costa cuando has sido tú la que me ha dado el empujón para que me acercara? ¿Es esto envidia?
Luján resopla y su rostro emana indignación. No la entiendo en absoluto. Luego, empieza a ladrarme:
—Si vas a creerle a un hombre del que literalmente no sabes nada y al que has visto menos de cinco veces en toda tu vida antes que a tu única amiga que se preocupa de verdad, solo puedo decirte que estás muy perdida, Pamela. Eres la misma de antes.
—Vamos a ver qué tiene Martín para decir sobre todo esto —aseguro, porque estoy convencida de que esto sigue siendo una táctica de Luján para alejarme del señor Velasco.
Pretendo caminar lejos de Luján sin despedirme dejándola parada en la entrada, pero ella sostiene mi brazo y empieza a hablarme nariz con nariz con voz de serpiente, lista para largar todo su veneno:
—Cuando te des cuenta de lo equivocada que estás, vendrás corriendo a pedirme disculpas como siempre haces. Llegará un día donde no soportaré más tus idas y vueltas, y notarás lo mucho que te duele mi ausencia. ¿Te has preguntado por qué la gente no quiere estar contigo? Porque te encanta alejar a todos, ¡siempre encuentras la forma de que se conviertan en culpables!
—Adiós, Luján.
—Recuerda que te lo he advertido. Y recuerda que lo hice porque te quiero.
No vuelvo a mirar atrás.
El viaje a Parque Rivadavia entre auriculares y música motivadora para ya ir reavivando cada partecita de mi físico es todo lo que necesito para desactivar el modo familia estúpida y amiga perseguida para pasar al modo sexy y sensual Martín Velasco. La pesadumbre con la que llevé el fin de semana vale completamente la pena si para terminarlo tengo al hombre de los mil vuelos como frutilla del postre.
Uf, y qué postre. Mientras paso por las calles transitadas de Buenos Aires arriba del bus, me tiento de volver a ver la provocadora foto de Martín en ese espejo. Podría volver a tocarme cien veces más que de todas formas seguiría consiguiendo la misma inmediatez y excitación de esa primera experiencia en el hotel de Miami.
Aunque, por más que quiera evitarlo, la vocecita insistente de Luján me persigue a través de la música y los pensamientos al rojo vivo.
Agradezco el tráfico no tan pesado de domingo. De haber sido cualquier día de la semana, lo más probable es que hubiera tardado el doble de tiempo. Nuestra querida capital argentina está colapsada de conductores desesperados, motociclistas negligentes y ciclistas que piensan que van arriba de un camión con doble acoplado. Es una de las tantas cosas que nos caracteriza, porque somos pasionales hasta para insultar al colega que casi chocas por haber pasado un semáforo en rojo.
El día me sonríe, porque el sol brilla en todo su esplendor y la temperatura es ideal para estar al aire libre y disfrutar un rato del verde. Tras el tan acalorado viernes, una pequeña lluviecita ayer a la noche fue suficiente para calmar la temperatura abrumadora y darnos está tan refrescante brisa.
Bajo del bus, que me deja a solo una cuadra de Parque Rivadavia. De estar encontrándome con un muchacho medianamente atractivo para un buen sexo de domingo, posiblemente no podría identificarlo entre el mundo de gente que ha tenido la misma idea que nosotros. Pero Martín jamás podría pasar desapercibido entre muchedumbres. Es como si una luz celestial lo aventajara cada oportunidad que le toca estar a mi lado.
Lo veo sonriendo con las manos en el bolsillo de su pantalón de vestir. Va con una nueva variedad de saco sobria y una corbata a medida. ¿Será que algún día se dignará a aparecerse en chancletas y traje de baño? Su impoluto orden perfecto y apariencia despampanante llama la atención de otros a su alrededor, que mueven sus ojos de un lugar a otro intentando encontrar hacia dónde va la mirada cristalina de este hombre tan especial.
Pero es mío, idiotas. Es mío, y solo mío.
—Qué bien te sienta la corbata —menciono cuando lo tengo al alcance mientras tiro de ella y le hablo con voz muy sexy—. Deberías dejar de ponerte tan apuesto, porque la gente empieza a observarnos.
—Que miren entonces.
Abro la boca para contestar, pero Martín me calla de un tremendo beso, muy distinto al anterior. Sus labios colisionan con los míos como la vanguardia de dos bandos opuestos, que desatan toda su furia en quien tienen delante. Acaricia mi oreja y me da besos en el cuello, por lo que solo puedo suspirar del pavor y la sorpresa de la escena pública que estamos dando. Río del goce mientras me levanta por los aires y da un giro completo.
Cuando acabamos con el show de nuestro saludo acalorado y me acomodo el vestido tras casi haber pecado por exhibicionista en un parque, miro a Martín con mis ojos de cachorro para resolver la duda que Luján me ha plantado en la cabeza:
—Tengo que hacerte una pregunta que te sonará bastante extraña, pero es importante que respondas mientras le grabo un audio a mi amiga, así deja de molestarme.
—Lo que quieras —contesta galán, echando mi pelo por detrás de los hombros.
Abro el contacto de Luján y presiono el botón de audio antes de comenzar a hablar.
—¿Has instalado un programa espía en el teléfono que me has regalado?
La reacción de Martín me deja sin palabras.
¡Lo logré! Pude terminar de editar el capítulo a tiempo. ¿Qué tal estuvo su primer semana del 2021? ¿Les gustan las naranjas?
1. Inserten sus teorías sobre la reacción de Martín.
2. ¿Experimentaron alguna vez este amor ciego que está sintiendo Pame? ¿Creen que es saludable?
3. ¿Tienen idea del rumbo que va a tomar la novela más adelante? ¿Huelo más teorías?
Este es sin dudas un capítulo que sirve como punto de inflexión.
Sigan bien arriba con esos ánimos. Yo ya arranqué las clases acá en la universidad así que estaré ocupado pero feliz. Ojalá ustedes lo estén también <3
Santeeh les manda un fuerte abrazo (/◕ヮ◕)/
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