1. Bienvenido a bordo

Lleva la sonrisa perfecta

Mil derrotas enteras, un día que no está

Tiene todos los calendarios

Con los días tachados cansada de esperar

La oportunidad - Vozenoff

No olvides pasarte por la playlist oficial en Spotify de El hombre de los mil vuelos. La tienes disponible en el LinkTree de la descripción de mi perfil.

Una buena dosis de sexo no me vendría mal.

Faltan dos horas para mi partida al aeropuerto. Ser azafata no es nada fácil, menos con la presión que tengo encima de salir de la casa de mis padres cuanto antes. Quizás por eso me refugio en el trabajo y vuelo de Buenos Aires a Miami ida y vuelta sin parar, con la esperanza de poder conseguir lo suficiente para largarme del infierno y hacerme valer por mí misma.

No puedo decir que esté disfrutando la rutina desesperante de hacer lo mismo una y otra vez, pero a veces hay que hacer sacrificios para llegar hasta donde uno quiere. Tengo que seguir tirando adelante, sin mirar atrás, y mostrarle a todos la adulta que soy.

Mi mejor amiga Luján me permite disfrutar las últimas horas de libertad antes de volver a volar. Tener a una colega como ella que me acompañe en cada vuelo y con la que al menos puedo compartir risas, llantos y desastres amorosos hace que todo se vuelva menos solitario.

—No te imaginas lo fuerte que estaba el tipo ese de Tinder del que te hablé. Creí que me iba a desmayar cuando sacó ese... trozo de carne. —Saca un cigarrillo y empieza a fumar—. ¿Qué hay de ti?

—¿De mí? Vamos, Luján. No te burles. Sabes que no tengo ni tiempo de cagar tranquila.

Luján me tira esa mirada asesina que tanto la caracteriza. Cuando digo algo que la hace enojar mucho, ella entorna los ojos como una chinita, en plan «no me vengas con tus estupideces». Odia cuando quiero dar lástima y jamás me las deja pasar.

—¿Qué pasó con ese tipo al que le habías echado el ojo? ¿Te animaste por fin a hablarle? —dice mientras acaba su cerveza de un último tirón. Luján y sus gustos con peligros de adicción.

—¿Hablarle? No me vengas con locuras, amiga. No me voy a poner a coquetear con pasajeros —respondo fingiendo desinterés, pero el tema de conversación me importa demasiado.

Ni siquiera intento negar internamente que esta chispita de amor masculino me puede. Con tal de no hablar de deudas o el próximo berrinche de mis padres, yo encantada. Más todavía si se trata de un sexy y misterioso hombre que va y viene en el mismo vuelo que yo sin razón aparente.

Podríamos decir que es la única cosa que me genera placer en bastante tiempo. Y también es cuando me doy cuenta que mi vida es una miseria, cuando la fantasía con un pasajero bien vestido que repitió algunos mismos viajes que yo se convierte en una fuente de placer pseudoerótica.

Patético.

—¿Quién se va a enterar? Ni que fueras a hacerle una paja en pleno aterrizaje, guarra —asevera y no puedo evitar reírme. Luján siempre está con locuras.

—Mira, le voy a hablar si me prometes una cosa. —Hago una pausa marcada para generar suspenso—. Si me despiden, tú renuncias y nos vamos juntas a vivir debajo de un puente.

Luján me mira por dos segundos estática. Después echa una carcajada.

—Me parece un plan fantástico. Cuando te hayas echado unos buenos polvos, me lo vas a agradecer. ¡Lo necesitas! Pareces mi abuela de tanto quejarte.

—Es cierto. Necesito que me follen bien por una vez en la vida.

Tampoco es que me hace falta encontrar al hombre de mi vida, enamorarme, casarme y tener hijos. No es eso lo que estoy pidiendo. Soy joven todavía para pensar en matrimonio o formar una familia. ¡Debería estar disfrutando la vida de adulta, no llorando porque el perro se hizo caca en el medio del living! Mi cuerpo está mejor que nunca, mis tetas bien puestas y mi culo bien parado. ¿Cómo puede ser que nadie esté aprovechando todo lo que tengo para dar?

Llego a la conclusión de que mi amiga tiene razón. No puedo seguir viviendo para los demás. La vida se me pasa y yo estoy sentada esperando a que me den una oportunidad, y el tren no me va a esperar. Tengo que empezar a enfrentar mis demonios y hacer lo que verdaderamente anhelo.

Basta de vivir como esclava de mis propias miserias.

Luján y yo nos despedimos al cabo de unos minutos después de un par de temas de conversaciones incongruentes para poder prepararnos y emprender camino al aeropuerto.

Realizo los procedimientos de rutina y avanzo con la tripulación para preparar el avión antes de que lleguen los pasajeros. Prácticamente olvido en este rato a mis compañeros y me transporto a una realidad paralela en una playa de Cancún y dos mojitos. Uno para mí, y el otro para el Chris Evans que me habré conseguido, con su cuerpo sudado y sus abdominales de película.

¿Y si puedo transformar ese sueño utópico en algo un poquito más verdadero? Uf, estaría genial.

Repaso en mi mente cuando fue la última vez que me hicieron alcanzar el punto clímax o que me masturbé con plena conciencia y disfrute de lo que estaba haciendo. Me vuelvo a asombrar de la pena que doy. Con veintiséis años recién cumplidos, tengo la vida sexual de una alfombra.

Tal vez el hombre de los mil vuelos pueda cambiar eso. Sí, definitivamente puede cambiarlo. Va a cambiarlo. Además, guau, ese apodo solo lo hace más sexy.

—Bienvenido a bordo, señor Velasco —le digo al hombre que tanto me llama la atención mientras lo guío hacia su asiento en primera clase. Puedo sentir su perfume sin siquiera buscarlo, como si un aura lo rodeara automáticamente. Tiene un corte de pelo fiel al estilo de orden con el que se presenta, acompañado de un color rubio casi amarronado que combina perfecto con la profundidad de sus ojos cristalinos.

Me sudan las manos al verlo con mayor detenimiento. La pulcritud con la que hace cada uno de sus movimientos me incomoda, como si mi mera presencia fuera un excedente. Incluso podría decir que me costó horrores pronunciar esas palabras de bienvenida. De pronto me he convertido en una adolescente hormonal.

—Muchísimas gracias, Pamela. Un gusto conocerte —esboza bajando la mirada hacia el cartel que permanece firme sobre uno de mis pechos. Siento un cosquilleo excitante en todo mi cuerpo al percatarme de cómo me ha echado el ojo.

Abro la mandíbula anonadada. La firmeza de su voz no se asemeja a nada que haya tenido la posibilidad de escuchar antes. Tiene un acento particular que asumo no es argentino. Maldigo mi suerte al recordar todos los vuelos en los que me podría haber presentado y no pude, no me atreví, o no tuve oportunidad. El puesto de trabajo de primera clase le corresponde a mi amiga Luján, y para un hombre como Martín Velasco, parece que ni hoy ni nunca se conformará con menos.

Pero ahora eso no importa. Tengo al hombre de los mil vuelos expectante a mi respuesta y yo en lo único que puedo pensar es en el temblor de mis labios mojados que me impiden dar una respuesta coherente. ¿Lo peor de todo? En un simple par de oraciones, el hombre de los mil vuelos me desvistió por completo con su encanto.

Voy a mostrarle que Pamela Arriaga es el fuego que estuvo buscando toda su vida.

¡Buenas, buenas! Se nos fue el primer capítulo en un suspiro. Ojalá lo hayan disfrutado mucho. A continuación les voy a dejar unas preguntas que me encantaría puedan responder porque le he tomado mucho cariño a interactuar con ustedes y me encanta seguir conociéndolos.

1. ¿Primera impresión de Pame, nuestra querida narradora y protagonista?

2. ¿Viajaron en avión alguna vez? ¿Les gustó la experiencia/les gustaría probarla?

3. ¿Lugar a dónde se irían a pasar las mejores vacaciones de su vida?

Eso es todo por hoy. No olviden andar con la cabeza bien arriba y tomar mucha agua que les hace bien.

Santeeh les manda un fuerte abrazo (/)/

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