Capítulo 18: Por el rey
Pues dejo esto por aquí y mañana no actualizo (siempre dices lo mismo, mentirosa?
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En el interior de Érebor, Thorin descansaba sobre su trono con los ojos cerrados. La gran corona de su cabeza brillaba con la luz del sol, y desde dentro de su enormísimo salón del trono no se escuchaba nada de la masacre que se estaba dando fuera. Dwain se acercó a paso ligero, cansado de ver a su hermano mayor Balin acongojado y decepcionado, igual que todos los enanos en ese momento.
Él era el enano con más genio, el más enfadón y serio de ellos, y ya estaba cansado de esa situación.
- Thorin, que bien vives sentado en tu trono mientras que nuestros hermanos los enanos mueren en la batalla. Aquí estás, escondido como una cucaracha pensando en tu Piedra del Arca y de cómo proteger tu oro.
Thorin lo miró con severidad, pero no dijo nada.
- Ya no me voy a callar, te lo voy a decir todo. Estoy cansado de tu actitud hacia nosotros, habiendo pasado todo lo que hemos pasado juntos, te hemos perdido, te has convertido en alguien horrible.
Thorin se levantó y caminó arrastrando su abrigo y acariciando su perilla. Por un momento, Dwain pensó que estaba replanteándose su comportamiento.
- Si consiguen acorralarnos y entrar... debemos fortificar el sótano para guardar mejor el oro... Sí, el oro está desprotegido...
- ¡Thorin! ¡No me estás escuchando!
Thorin sacó su espada y apuntó con ella al enano, igual que cuando hizo con Zoba.
- ¡No me hables así! ¿Quién te crees que soy? - dijo con severidad - ¡Ya no soy tu compañero de viaje, soy tu rey! - gritó.
- Siempre fuiste mi rey - dijo el enano sin inmutarse ante la espada - Lleno de barro, lleno de sangre, calado hasta los huesos y cansado de caminar. Pero ahora, vestido con pieles de animales extintos recubierto de oro y piedras hermosas... vales todavía menos que ese Thorin vestido con harapos y con más hambre que un perro abandonado.
El rey enano lo miró con dureza guardando su espada y retrocediendo.
- Y tú después de todo te sorprendes, Thorin... - continuó Dwain - Te sorprendes de nuestros cambios de actitud, te sorprendes de nuestro orgullo roto para que el tuyo esté intacto, te sorprendes de que Zoba te abandonase...
- Ella... es la reina de Érebor... es mi reina... y me dejó... - Thorin se escondió caminando detrás de su trono.
- ¡Te dejó para que reaccionaras! ¡Para que vieras el error tan grande que estás cometiendo! ¡Nosotros, Gandalf, Lord Elrond, incluso esa hadita de los bosques de orejas puntiagudas que tan mal te cae vinieron a negociar contigo!
- Vate... déjame solo... - dijo en un susurro - Vete antes de que te mate...
Dwain lo miró atentamente durante unos segundos, y luego salió de la sala del trono tan rápidamente como entró. Thorin apoyó la frente en la pared, pensativo. Miles de voces de sus amigos y de sus enemigos se amontonaban de golpe, reprochándole y regañándole. Zoba también estaba entre ellas. Ni siquiera le dejó un mísero recuerdo para que él pudiese tocar tras su ida, un adorno, el viejo vestido roto o uno de sus pequeños aros de las orejas.
Dwain, mientras, regresaba con los enanos.
- ¿Te ha escuchado? - Kili se levantó rápidamente de su asiento para acercarse a él.
- Yo que sé, Kili, yo que sé. Seguramente le agitas la cabeza y le caen monedas de oro de las orejas, ¡No tiene otra cosa en mente!
Los enanos se volvieron a sentar suspirando. Ellos si que escuchaban las peleas y las voces de la batalla, a veces, incluso a Dain II preguntando dónde estaba su primo Thorin.
Dentro de la Ciudad del Valle, Zoba intentaba cabalgar sobre el caballo negro de Elrond por las calles mientras Legolas, sentado al revés detrás de ella espalda con espalda, disparaba flechas a diestro y siniestro.
- ¡Me estoy quedando sin flechas! - le gritó a la estelar.
- ¡Puedes coger las mías, yo ahora no puedo disparar!
- Te las devolveré - dijo Legolas cogiendo del carcaj de Zoba.
Llegaron a una plaza donde se encontraron a Gandalf peleando con tres enormes trolls, lanzando hechizos con su bastón. Uno de ellos no tenía ni brazos ni piernas, sino tenía una especie de hierro con soporte enganchado al hueso con el que se sostenía y caminaba, y en las manos unos enormes manguales. En lo alto, un orco lo domaba, agarrándolo por unas cadenas en las cuencas de sus ojos. A Zoba le parecía horroroso ese trato hacia el monstruo.
Legolas lanzó una flecha que mató al orco que domaba al troll desfigurado, dejándolo sin jinete, a la vez que Gandalf se retiraba para hacer un hechizo. Zoba sacó su hoja arco siendo una espada, para aprovechar y cortar el cuello de uno de ellos cuando se agachó a agarrar al caballo, a la vez que Gandalf disparaba su hechizo contra el otro, derribándolo. Sólo quedaba el mutilado sin jinete, y desde detrás de él, un apuesto rey rubio cabalgaba un alce . Pasando por detrás blandió si espada, cortando los tendones de sus rodillas, haciendo que la bestia, incapaz de sostenerse ahora, se cayese al suelo. Ahora sólo podía mover sus brazos con torpeza, pues no podía levantarse ni ver. Zoba clavó la punta de su espada en la cabeza para librarle del dolor de seguir viviendo.
- Que hermosa asesina de trolls... - sonrió Thranduil caminando despacio con su alce - Llevaba mucho sin verte y se me ha ocurrido venir a veros...
- Todo va bien, Ada... - admitió Legolas todavía sentado al revés en el caballo.
- ¿La cuidas bien, Legolas? - preguntó acercándose a verles.
- Nos cuidamos bien - contestó Zoba antes que él.
Ellos dos se echaron una mirada cómplice. Acabarían siendo más cercanos de lo que creían. Thranduil sonrió con algo de cariño. Ver a su hijo y a su amor llevarse tan bien le facilitaban mucho las cosas... siempre y cuando su hijo viese a Zoba como su futura madre y nada más. Entonces, ahí habría serios problemas para ambos elfos reales. Thranduil lanzó a su hijo un carcaj lleno de flechas.
- Zoba... - el mago se acercó - Vas a tener que hacernos un favor a todos...
- ¿Sí? - preguntó ella.
- Vas a tener que ir a buscar ayuda. Las tropas de Azog son interminables, los enanos y los elfos retroceden hasta las puertas de la fortaleza, y no tenemos noticias de Thorin. Rey Thranduil, sería bueno que volviese a dirigir a los suyos... soy consciente de lo entrenados que están sus elfos, pero se sentirán mejor con su líder entre ellos... ¿Me está escuchando?
Thranduil no le estaba prestando atención, pues tenía puestos sus cinco sentidos en observar cómo Zoba se hacía una trenza suelta para que no se le metiese el pelo en la cara.
Gandalf chascó los dedos delante de la cara del rey elfo un par de veces para traerlo de nuevo al mundo real.
- Entonces tengo que volver a combatir con los míos - Thranduil miró a Zoba una vez más - Ten mucho cuidado, princesa, vayas a donde vayas, hables con quien hables - él acercó su alce hasta ella y se inclinó a tomar su barbilla - Si tienes algún problema, dile que eres la protegida del Rey de los Elfos del Bosque Negro, y que si no te hacen caso, mi furia caerá sobre ellos.
- Está bien, lo tendré en cuenta... - ella sonrió acariciando su mano en su mejilla - Pero creo valerme por mí misma.
- Has cambiado... - el rey la miró a los ojos - me encanta la idea de tener a una hermosa princesa que proteger, pero la de tener una princesa guerrera... incluso digamos que me da... morbo.
- Ada, por favor, que estoy aquí detrás... - Legolas se giró, seguía sentado con Zoba.
- Estoy ligando con tu futura madre, Legolas. Acostúmbrate, porque en el palacio estaré así con ella todo el día.
- Bueno a ver, que sí - Zoba se quejó un poco - que me voy a por ayuda, pero quitadme de aquí en medio...
Gandalf empezó a reír irremediablemente.
- Quédate el caballo, te diré a dónde tienes que ir... Elfos, dejad a la estelar tranquila y al campo de batalla.
Legolas se bajó del caballo de un salto y miró a la estelar.
- Ten cuidado... aunque cuando vengas puede que ya hayamos ganado - dijo con una media sonrisa.
- ¿Me estás llamando lenta? - dijo cruzándose de brazos.
- El concepto ya lo pones tú - él le dio un palmada sonora y cariñosa en la pierna, que le hizo dar un pequeño sobresalto.
- Legolas, deja a tu madre - dijo el rey mientras su hijo se subía en el alce, tras su padre.
- No es mi madre, Ada...
- Tú espera a que termine esta guerra - admitió el rey elfo.
- Te ves muy seguro... - dijo Zoba mirándole con una media sonrisa.
El rey le devolvió otra igual. Algo se había roto dentro de Zoba, por lo menos en esta batalla, y ese algo era su desconfianza. Ahora no se escondía ni se sonrojaba ante tales palabras, sino que, viendo bien, se sentía halagada de que un hombre como él le piropease, sabiendo claro, que sus intenciones son sinceras y que debajo de ese hombre impenetrable hay un rey cariñoso e incluso, divertido.
El rey elfo dirigió hacia ella una última mirada antes de llevar a su alce al galope con su hijo detrás, de nuevo hacia el campo de batalla. Gandalf le comunicó a Zoba su misión, y fue con ella abriéndose paso entre los orcos para que ella pudiese escapar con el caballo negro de Elrond por una vía segura. El Medio Elfo la vio cabalgar desde lo alto de un muro.
- Que Eru te proteja en tu camino, para que guíe tus acciones y palabras y vuelvas sana y salva con nosotros... - susurró, justo antes de hacer un elegante giro con su espada que hizo rodar tres cabezas de orcos.
En la barricada de la puerta de Érebor, Balin se entretenía con un catalejo. No podía entrar a la guerra porque su rey no reaccionaba, pero seguía de cerca los movimientos de los líderes. Vio también un caballo negro alejarse al galope con una pequeña chica con una trenza blanca. Se quitó el catalejo despacio del ojo y suspiró, rezando mentalmente por la salvación de la chica.
Del fondo del pasillo del recibidor, se veía una silueta venir caminando. Como todos los enanos estaban ahí, dedujeron que era Thorin. Kili se levantó para plantarle cara a su tío, cansado también como lo hizo Dwain, pero cuando se acercó mejor, vio que su tío llevaba puesta una armadura para el combate y no tenía la corona puesta. Todos se quedaron petrificados mirándole, esperando a que su rey hablara. Thorin los miró uno a uno, sin prisa, con una cara relajada, y sintiendo vergüenza de sí mismo.
- He estado tan ciego... tan, tan ciego... - susurró mirándolos a todos - He sido tan inconsciente, orgulloso y arrogante... tanto que por poco pierdo lo único que de verdad me importa - dijo sonriendo un poco más.
Todos los enanos esperaron callados a que Thorin continuase.
- A la gente que me apoya y me quiere y me sigue hasta el fin del mundo, mi familia y mis amigos - admitió con una sonrisa.
- ¡¡Ese es mi tío de verdad!! - Kili, el menor de sus sobrinos, corrió hasta su tío para saltar encima suya y darle un poderoso abrazo.
Thorin rió, dispuesto a abrazar a todos los enanos que fueron a su encuentro. Luego, tragando saliva y suspirando, jugando con un hacha en su mano, habló.
- Os doy mis más humildes disculpas por todo lo que ha sucedido... espero que me perdonéis algún día.
- ¿Perdonar? - los enanos se miraron - ¿Perdonar que?
Thorin se acarició la barba con una pequeña sonrisa tímida. Ah, tenía una Compañía maravillosa...
- Sé que no tengo derecho ninguno ahora de pediros esto... pero... - dijo mirando desde lo alto del andamio la batalla - ¿Me seguiríais una última vez?
Los enanos sonrieron y le enseñaron a Thorin que tenían las armas preparadas.
Dentro del campo de batalla, el rey Thranduil llegaba al galope a volver a dirigir a su ejército. Legolas se bajó cuando quiso, listo para atacar por separado y no molestar con su peso sobre el alce. Este animal, enorme, poderoso y fiel, bajó de nuevo la cornamenta y empezó a arrasar a su paso, igual que si Thranduil llevase un tanque.
El sonido de un enorme cuerno de guerra sonó con fuerza haciendo eco en el lugar. Bombur soplaba con fuerza en lo alto de la barricada un cuerno mucho más grande que él.
El sonido llegó muy lejos, tanto para hacer que el rey elfo y su hijo miraran al portón, Gandalf en lo alto de una torre mirara y Elrond saliera por una de las puertas de la Ciudad del Valle.
- Thorin... - susurró Gandalf con esperanza.
Después, Bombur se bajó y la barricada de piedras fue destruida, haciendo que volaran por el campo. De entre el polvo y la oscuridad salieron trece enanos armados con espadas, hachas y mazas y sus respondientes escudos, con Thorin a la cabeza.
- ¡¡Por el rey!! - gritaban los enanos.
Pasaron corriendo al lado de Dain, que sonrió al ver a su primo y siguió con el grito.
- ¡¡Por el rey!!
Los enanos se unieron a los elfos, que empezaron a arremeter contra los orcos. Junto con sus armas, los enanos eran más diestros de lo parecían, pues mayores y tras esas barbas, parecían algo torpes, pero incluso Bombur era un formidable luchador. (Tenemos que verlo a cámara lenta, porque a una velocidad normal lo vemos demasiado rápido)
Junto a una nueva motivación, las ganas que tenía Thorin de derrotar a Azog, la ayuda que traería Zoba y junto con este formidable luchador pelirrojo redondito, los orcos tenían menos oportunidades de ganar.
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Pues con todo esto me despido con este capítulo, ahora os diré la razón por la que los enanos se ponen trenzas y no coletitas. Thorin, por favor...
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