Capítulo 2 "Periodo"
Era un día, un día más en la esquina más peligrosa de este estúpido barrio, donde los hombres empezaban a llegar con sed de placer y deseo, tratando de entrar a su auto a la mujer más jugosa y juguetona, aquella a la que no le importara venderse por unos billetes sin alma. No estaba allí por gusto, ni mucho menos aquel día, pues estaba en mis días y con más razón, no deseaba que nadie me tocara, pero se preguntarán ¿Entonces que mierda hago aquí? Fácil, a pesar de ser un lugar al cual cualquier mujer podría entrar, por alguna extraña razón había que pagar la estadía, era como pagar un alquiler o un permiso para dejarte hacer las cosas, raro ¿Verdad? Pero así eran las cosas aquí.
El tiempo siguió pasando y la noche pronto llegó. La noche era la que más detestaba yo, porque era la hora perfecta para que esto se infestara de hombres morbosos y acalorados, como el que me miraba desde su auto, esperando que nuestros ojos se encontraran, pero no lo iba a conseguir, ya que acostumbraba a fumar con mis ojos cerradas y fue rápido el instante en el que lo miré por el rabillo del ojo, dándome cuenta que me observaba hambriento, hambriento por probar un poco de mí, pero esta noche no iba a ser su presa, ni suya, ni de nadie.
—¿Por qué no me haces caso? —preguntó el hombre sacándome de mis pensamientos más frecuentes.
—Lo siento, hoy no estoy disponible. —respondí ignorando su mirada juguetona.
—¿Disponible? —preguntó seguida de una carcajada— ¿Acaso eres una máquina fuera de servicio? No te trates así preciosa.
—¿Acaso no nos ven así? —indigué— ¿Una máquina de placer para su conveniencia? Allí hay muchas mujeres esperando por un trozo de pene, a mí déjeme en paz.
Caminé lejos del hombre, recostándome en la fría pared alejada de donde estaba hace unos segundos, luego volví a cerrar mis ojos dándole una calada a mi cigarro, saboreando nuevamente aquel sabor el cual deseaba que me destruyera. Pasaron unos minutos y había llegado a la conclusión de que al fin me había desecho de aquel hombre, pero una bolsa negra en mi cabeza me indicó lo contrario, al parecer los hombres tenían una extraña manera de tratarme, pero bueno, era la única manera de hacerme entrar a sus autos, pues en mi sano juicio, nunca lo haria.
El hombre me llevó un poco retirado del barrio en el que me encontraba, lo sé por el tiempo que estuve bajo esa bolsa, no era buen momento para tenerme a los lugares encerrados, pero de igual manera, tampoco iba a morir por esa tontería, aún no escuchaba mi canción favorita nuevamente, aún no respiraba lejos de aquel lugar de prostitución, aún no me sentía libre siendo exitosa por mis propios méritos. En pocas palabras, aún no había hecho nada y no podía morir sin antes a ver vivido.
—Hemos llegado preciosa. —dijo el hombre quitándome la bolsa de la cabeza.
—¿Una casa vieja? Mejores moteles me han pagado. —murmuré obstinada.
—Eres una niña muy grosera. —comentó el hombre— tendré que enseñarte modales.
El hombre rápidamente trato de acercarse a mí, pero la habitación de la casa era muy grande como para dejarme atrapar así de fácil, si realmente quería atraparme, debió de pensar en un lugar más pequeño o angosto, así sería para mí más difícil escapar, pero al parecer no todos tenian mi inteligencia, si es que se le podía llamar así a mi instinto de supervivencia. Seguí corriendo por la habitación, pero mis pies me jugaron una mala pasada y caí al suelo como un pollo servido en bandeja de plata, el hombre ni corto, ni perezoso, se acercó a mí y me estrujó contra la pared, haciendo que mi mejilla tocara la fría pared.
El tipo empezó a mover sus caderas, haciendo que su miembro se aplastara contra mis glúteos, haciéndome sentir nuevamente indefensa. Traté de forcejear, pero por más ruda que me viera, seguía sin igualar la fuerza de un hombre y muchos menos de uno con deseos por saciar. El hombre tomó mis manos con su mano izquierda, poniéndolas detrás de mi espalda, luego abrió mis piernas con ayuda de sus pies, para luego introducir su mano derecha en mi intimidad. Yo apreté mis ojos, mientras sentía como aquel hombre escarbaba en mi interior, pero se llevó un gran susto cuando sacó su mano nuevamente.
—¡¿Qué significa esto?! —gritó asustado mientras miraba su mano.
—Es sangre. —respondí— ¿Acaso nunca a visto a una mujer con su periodo?
—¡Es asqueroso! —exclamó con enojo.
—¡No! Esto es algo normal, gracias a esto su madre pudo concebirlo, debería estar agradecido. —informé con frustración.
Aquel hombre era un imbécil, era pleno sigo XXI, ya no había tanta repugnancia hacia algo tan normal como el periodo o el pacho como yo le digo, incluso podía asegurar que habían parejas que mantenían una vida sexual así, esto no es como antes, cuando tus abuelitas decían que eras impura solo porque te llegó lo que supuestamente te hacia mujer, era una tontería. El hombre sacó un trapo para limpiar sus dedos ensangrentados, luego trató de golpearme, pero yo fui más rápida y me agaché, logrando sacar la navaja de su bolsillo, luego alcé la mano logrando un corte en su cuerpo.
El tipo sostenía su cuello con sus manos, parecía que no podía respirar, yo no entendía lo que estaba pasando, podría jurar que solo corte su brazo, mano o algo por el estilo, pero no era así. El hombre quito sus manos de su cuello, dejando a la vista su honda cortada en este mismo, yo solté rápidamente la navaja, mientras era salpicada por la sangre que salía precisamente de su yugular. Mis manos temblaban, mis ojos se abrían grandemente, mi boca empezaba a secarse por falta de salvia y mis piernas empezaban a fallar.
—¿Pero qué es lo que he hecho? —me pregunté a mi misma mientras veía al hombre morir.
Gracias por leer.
2000 palabras.
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