Capítulo 1 "El defecto"

Las personas tenemos un defecto, no sé si todas, pero la mayoría sí, nos gusta la mala vida. Como dije anteriormente, no todos tenemos ese defecto, pero podría asegurar que son bastantes a los que les gusta, lo sé por todas aquellas prostitutas que están al lado mío y no es por querer ofenderlas, porque realmente lo son, son prostitutas esperando en la esquina más peligrosa, esperando por un hombre al cual venderle sus preciados cuerpos a cambio de unas monedas insignificantes. Algunas lo hacen por necesidad, otras porque realmente les gusta estar en esa situación, pero no deja de ser algo repulsivo, sin importar la condición que las haya llevado a esto.

Tal vez se preguntarán que hago aquí, bueno, yo soy una más de esas prostitutas ¿Qué me hizo llegar aquí? No lo sé, tal vez el hecho de que no fui una buena hija, de que desperdicie mi vida en el alcohol y las fiestas, hundiéndome en la depresión y la desesperación. Ahora mi madre está muerta y debido a que no terminé mis estudios, los trabajos simples se volvieron difíciles de conseguir ¿Quién contrataría una chica que ni siquiera terminó la primaria? Sería un encarte, así que solo pude conseguir este trabajo barato y desprestigiado.

Saqué mi cigarro, le di una calada y boté el humo tóxico, mientras me hundía en mis pensamientos y mis recuerdos, haciendo que perdiera algunos clientes interesados en pasar un rato conmigo, pero realmente no me importaba, a pesar de todo, tenía dignidad y no estaba interesada en acostarme con todo aquel que presionara su bocina tratando de llamar mi atención. Mis compañeras me miraban con desprecio, creyendo que me veía ridícula teniendo ego en estas condiciones, pero realmente me importaba una mierda lo que pensaran, por mí, se podían ir toditas al infierno, si les daba la gana.

—¡Oye, tú! —gritó un viejo de aspecto aterrador, yo solamente lo ignoré y seguí fumando—. Te estoy llamando muchacha tonta.

—Ella no le va a hacer caso, si gusta, yo lo puedo ayudar. —dijo una de mis compañeras, ofreciéndose como la zorra que era.

—No me importa, yo la quiero a ella, no a ti. Mirate, eres fea. —comentó el viejo.

Yo reí por lo bajo, observando la cara enojada de mi compañera, era una tonta, ya se sabía que era una ofrecida, pero realmente había roto los límites de ofrecimiento. El viejo siguió llamándome por unos minutos más, pero yo seguía sin estar interesada, así que cerré los ojos y me concentré en el sabor del cigarro, tratando de olvidar mis problemas, pero todo eso fue interrumpido por el dolor que sentí en mi cabeza, rápidamente abrí los ojos y vi al viejo jalando mi cabello, llevándome a rastas al auto.

El viejo me insultaba mientras me obligaba a entrar, realmente no sé cuántas veces me dijo cosas, pero de puta y zorra no me bajó. Yo entré al auto a regaña dientes, suspirando calmadamente mientras imaginaba lo que ese hombre me haría, de tan solo pensarlo me daba repugnancia. El viejo empezó a manejar al motel más cerca y barato que había "El motel viaje rápido" más conocido por tener de huéspedes frecuentes a las prostitutas de las esquinas peligrosas y a los hombres que las frecuentaban.

El viejo pagó una de las piezas y rápidamente me llevó a ella, debo recalcar que no fue para nada cortes, al llegar a la habitación lo primero que hizo fue lanzarme a la cama boca a bajo, para luego empezar a rasgar mi ropa con desesperación, mientras yo permanecía quieta rezando para que todo pasara rápido. Una vez que terminó de dañar toda mi ropa, el viejo empezó a quitarse su ropa, para luego proseguir a adentrarse en mí.

—Para ser una prostituta, eres muy egocéntrica niña. —comentó el anciano mientras hacia lo suyo.

Yo seguía sin mencionar palabra, solo cerraba mis ojos y apretaba mis puños, tratando de no sentir lo que me estaban haciendo, pero era inútil, el viejo era agresivo y se movía rápida y bruscamente. Realmente no daré más detalles, no hay razón para explicar por lo que estaba pasando, solo diré que el dolor y el fastidio que sentía, no tenía nombre. No le deseaba esto a nadie, por eso espero que mi historia les sirva de lección a esas niñas caprichosas que creen que la vida buena dura para siempre.

Pasaron algunas horas y el viejo al fin había terminado con su trabajo, rápidamente se vistió, lanzó unos billetes a la cama y salió por la puerta sin decir nada. Yo me quedé sola y lastimada, llorando frenéticamente por todo lo que estaba pasando, deseando que mi suerte cambiara y llegara algo bueno para mí, después de todo, había aprendido la lección. Mi comportamiento no había sido el más adecuado y entendía que me merecía todo lo que me estaba pasando, pero también sabía que tenía derecho a una segunda oportunidad, después de todo, las personas también tenemos el defecto de aprender las cosas una vez que estamos al final del hoyo más profundo, antes no, ni siquiera advirtiendonos de lo que hay al final  

Feliz día de San Valentín.
💜♥️


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