Capítulo XIII. Glutton y Hoppe
—Kata, mímame.
—Ahora no puedo.
—Tus bebés quieren los mimos de su papá.
Sexto mes y se nota el cambio que pega por los síntomas del embarazo. Está muy empalagosa y me gusta realmente; pero, a veces, hay que tener mucha paciencia. Se atiborra de, no solo una tableta, sino diez tabletas de chocolate y no se conforma. Ahora me está tirando del pantalón mientras intento colocar los libros que me dio Brûlée; libros en relación de cómo cuidar a los niños. No quiero ser un mal padre para ellos, ni tampoco un mal marido. Y cuando coloco el último, otro gran tirón fue suficiente como para romper mi prenda. Miro abajo viendo como Len sostiene un gran trozo de tela de cuero. Pues sí que no sabe medir su fuerza.
—Lo siento. —Se disculpa con la cabeza cabizbaja.
No puedo enfadarme con ella sabiendo el estado en que está. Me agacho para estar a su lado y la cojo en brazos, sentándola sobre mi pierna—. Entonces la señorita Charlotte quiere que le dé mimos.
—Sí, tus hijos quieren sentir la manita de su papi —hablar así me enternece mucho.
La cojo con mucho cuidado y que ella se acomode en mi regazo mientras me incorporo de mi sitio. Sus manos ágiles y suaves bajan suavemente la bufanda para mostrar mi mandíbula. No duda en acariciar con temor el contorno de mi boca, pasando por las suturas hasta llegar a mis colmillos. Me acerco un poco para rozar su nariz contra la mía mientras mi mano se posa en su vientre. Cuando sentí las patadas de mis pequeñines, una alegría invadió todo mi ser. Ya tengo ganas de tenerlos en mis brazos y todo el amor que un padre puede darle. Nunca tuve una relación así con el mío porque nunca le conocí ya que murió en manos de mamá. Mis pensamientos se esfuman cuando ella sella mis labios con los suyos. Tan carnosas y tan suaves, como un durazno maduro.
No dudaría en probarlos una y otra vez. Acariciar sus cabellos sedosos que se ve tan linda con el pelo suelto, con coleta se le ve más dura de lo que aparenta. Me dan ganas de no soltarte nunca, sentir todo tu esplendor nuevo y no lo hago por miedo a que haga daño a nuestros bebés. Estas sonriendo como la niña tonta que eras hace mucho tiempo y ahora serás la madre de mis hijos. No sabes lo feliz que me haces cada vez que te abrazo y me dediques esas risas tan divinas que te sientan de maravilla. Chica enérgica que no teme nada y que su frase sea: «Lo que para ti es horrendo, para mí es hermoso». Palabras que te clavan en el alma como si fueran estacas.
—Katakuri —me llamas dulcemente, caramelo bañado de chocolate—, ¿serán mellizos o gemelos? —me preguntas con esa ilusión en tus ojos, ese brillo que es difícil de distinguir.
—Mellizos. Ahora la duda es dos niños, dos niñas o uno de cada.
—Yo quiero uno de cada, así tú mimas a la niña y yo al niño.
—Me parece justo. —¿Seré un buen padre? Mis hijos heredarán mi mandíbula? Tengo miedo de que se burlen de ellos por ser diferentes. Sin embargo, mi preocupación es mucho mayor con la criatura débil que está ahí dentro—. Yo quiero que viva.
—Y vivirá, es fuerte como tú.
—Y como tú.
Nuestros pequeñines saldrán a ti y a mí en cuanto a orgullo y fuerza sobrehumana. Serán guerreros, eso lo sé muy bien. Puede que mi Haki no me permita ver más allá del futuro; pero es una corazonada. Sigues acariciando mi rostro como si no hubiera un mañana. Quieres recordar todo momento de mí. Y pensar que toda mi felicidad viene de ti. Eres la única mujer que me ama, que le gusta como soy tanto físico como personalidad. El tamaño no importa porque tengo suficiente hueco como para recibir todo tu amor en mí. No voy a dejar que nadie te haga daño, eres mi más preciado tesoro. Y mis hijos son la joya de nuestro amor. El hilo rojo de nuestro destino lo sabe, estamos unidos por siempre.
.
.
.
.
Mamá está embarazada nuevamente y me pregunto que será lo próximo que vendrá. Estoy aquí como vigilante de la ciudad por si ocurre algo indebido. Falta un mes para que Len dé luz a mis hijos. Oh, te pondrá muy contenta cuando los tengas en tus brazos. Les darás todo el cariño del mundo como una verdadera madre. La mía es diferente, nunca nos ha portado ese cariño. A veces, pienso que cuando nacemos nos aborrece y solo existimos para conseguir un propósito: casarnos y ampliar nuestra familia negociando con otros más poderosos que mamá. Yo tuve la gran suerte de que casarme contigo, no quiero imaginarme la vida sin ti. ¿Cómo serán los años contigo? Una vida repleta de felicidad junto con nuestros niños que crecerán y nosotros envejeceremos.
Rodeados de chocolate y donuts. ¡Oh, mi comida favorita! Si aprendes a cocinar y haces los mejores donuts, no dudaría en comerlos. Vaya, ya estoy tarareando como un idiota y tengo las mejillas rojas no pudiendo evitar pensar en ese momento. Cierro los ojos con suavidad disfrutando del viento que juega con mis cabellos. Desde mi posición, todo es precioso. Cómo me gustaría estar en casa y acariciar esa panza que tiene Len. Recuerdo que hace unas semanas cogió un berrinche tremendo porque no le daba mimos, diciendo que ya no la quería porque se veía gorda. Al contrario, se ve hermosa con esa barriga que tiene. De hecho, aproveché para probar la leche acumulada en sus pechos. Un manjar delicioso para mi boca, provocando que la pobre se excitara y, obviamente, que le doliera.
De repente, escucho a alguien gritar mi nombre. Abro los párpados lentamente encontrándome a un Brûlée desesperada corriendo como una loca. Algo habrá ocurrido para que me llamase de esa manera. Me levanto de mi sitio para ver qué es lo que pasaba.
—¡Onii-chan! —grita ella con mucha fuerza—. ¡Es Len-chan! ¡Está a punto de dar luz!
¡¿Ya?! ¡Pero si solo queda un mes! No dudé en ningún momento, Brûlée utilizó sus espejos para adelantarnos. Por favor, espero que ella esté bien y llegue a tiempo de estar con ella. Es lo único que pido y que el bebé nazca bien. Que no muera en el proceso o sino me partirá el corazón, y a Len también. Por favor, aguanta. Al llegar al hospital, todos mis hermanos estaban ahí, esperando a que el doctor salga. Los gritos de mi esposa se puede escuchar desde mi posición. Quiero estar ahí dentro para apoyarla y no puedo porque las puertas están cerradas. Estoy ansioso, no puedo estar quieto. Pregunté cuanto tiempo lleva ahí dentro, Oven confiesa de está ahí por unos minutos. Y mis oídos se agudizan cuando escucho el llanto de unos bebés.
Han nacido. Mis pequeños ya están aquí. Quiero verlos y darles todo el cariño del mundo. Quiero saber si están bien sanos y salvos, al igual que Len. Debe estar agotada. ¡Joder, ¿qué demonios están haciendo?! El doctor hace acto de aparición con un rostro serio, pero con una sonrisa en sus labios. ¿Debería preocuparme?
—Katakuri-sama —me llama—, acompáñeme, por favor.
Le hago caso dejando a mis hermanos atrás que miran con ilusión hacia la puerta. Estoy dentro de la habitación y mis ojos se agrandan al ver a los dos pequeñines con su madre. Están comenzando a amantar en el pecho de Len. Con nerviosismo, camino con lentitud hacia la cama para verlos más de cerca. Mi corazón se encogió tanto al verlos tan pequeños; pero uno de ellos es más pequeño que su hermano.
—Niño y niña —habla Len viéndome con una sonrisa.
Veo al niño que heredó mis cabellos de color granate y la niña, la más pequeña, tiene los cabellos castaños de su madre. Me dan ganas de cogerlos y acunarlos en mis brazos. Soy el hombre más feliz del mundo. Míralos, son tan chiquitines que con una sola mano puedo aplastarlos.
—¿Sabes que nombre podemos ponerles?
—No lo sé. —Estoy tan emocionado que no tengo la cabeza ahora mismo.
—Estuve pensando en que al pequeño le podemos llamar Glutton.
—¿Glutton?
—Mira como devora mi pecho. —Tu risa es tierna cuando lo dijiste. Esbozo una pequeña sonrisa al darte la razón del mundo.
—A la pequeña la podemos llamar Hoppe —te propongo.
—Me gusta el nombre. —Estira tu brazo hacia donde está ella—. Tómala, aún no muerde.
Claro que no, todavía es un bebé en pleno desarrollo. La tomo con cuidado temiendo a que se caiga de mi mano. Mírala, es tan pequeña que es como un feto aún en crecimiento. Esas mejillas tan hinchadas dándole un aspecto de lo más mona. Hoppe me ha conquistado el corazón.
.
.
.
.
«Estaré fuera a comprar los ingredientes para la cena. Te quedarás a cargo de cuidar a los pequeñines».
Esas fueron sus últimas palabras antes de irse de casa y dejarme solo con los niños. Han pasado dos meses y ya están creciendo. Bueno a medias, Hoppe todavía es pequeña en comparación con su hermano Glutton. Los dos ahora mismo están durmiendo y eso me alivia demasiado. Cada vez que Len los alimentaba o hablaba con ellos, me derrite el corazón. Es una verdadera madre que se preocupa de sus retoños. Recuerdo que Oven hizo una broma de mal gusto en referente que si los dos heredan mi mandíbula, serán feos; no obstante, la vena de la castaña aparece lanzándole un zapato en toda la cara. Yo hubiera hecho lo mismo. La ventaja que tengo es que tengo las dos cunas en el salón y puedo vigilarlos de cerca.
Glutton está babeando como nunca, se nota que va ser alguien muy fuerte que no dudará en proteger a quienes intenten hacernos daño. Y mis ojos se desvían en la pequeña Hoppe que no para de mover su cuerpo, está teniendo un sueño. Se ve tan mona así, tiene el rostro de su madre. Cuando abrieron sus ojos por primera vez, la bebé tiene los míos y Glutton las de su madre. Nuestro genes se han esparcido en el cuerpo de ambos. Y de repente, oigo un pequeño sollozo por parte de Hoppe que recién acaba de despertar. Habrá tenido una pesadilla.
—Tranquila, estoy aquí. —La tomo con delicadeza para sentarme en el sillón—. Papá está aquí.
Comienzo a acunarte para que estés la mar de tranquila y dejaste de llorar al sentir mis brazos, sintiéndote protegida. Tus ojos grandes me miran averiguando quien soy. Esa sonrisa que me dedicas al reconocerme, estirando tus brazos pequeños hacia mi rostro. No me he atrevido a quitarme la bufanda delante de ellos por miedo a que se asusten; pero Len me dijo que soy su padre, no deberían temerme. Bostezas, expandiendo tu boca como si no hubiera un mañana, llevando tus manitas a tu rostro. Una forma de querer rascar tus ojitos. Mi niña, me has robado el corazón desde que te vi por primera vez, al igual que con tu hermano. Ese sentimiento que tengo contigo se llama amor fraternal. Tomás mi chaqueta mientras balbuceas palabras sin sentido, como si estuvieras hablándome.
—Mamá está de compras —te hablo—, y tu hermano está durmiendo.
Una baba comienza a resbalar tu boca a lo que sonrío con mucha ternura y te lo retiro con mi pulgar con suavidad. Aprovechas para cogerlo y llevarlo a tu boca como si fuera un chupete. Que dulce eres, Hoppe. Ni siquiera no puedo enfadarme contigo. Cuando seas mayor, no me quiero imaginar a los chicos acercarse a ti que intenten hacerte daño. Y otro llanto agudiza mis oídos y es el pequeño Glutton quien despierta. Dime por favor que no te despertaste porque tienes hambre. Eres un glotón al igual que yo. Y encima tu madre no está. Me levanto para cogerlo con mi otro brazo.
—Vamos, Glutton —digo su nombre, calmándolo—. Debes aguantar un poco antes de que mamá venga.
Parece que me entendió, ¿por qué? Porque puso un puchero siguiendo sus sollozos. Hoppe da palmaditas suaves a él y los dos se miran entre sí. Comienzan a hablar entre sí, respondiendo al otro. Oh Dios, demasiada ternura para mi pobre corazón, mi rostro refleja lo rojo que estoy. Al menos, Glutton está algo distraído. Ya tienen edad como para comer leche que no sea de su madre; sin embargo, el doctor recomendó que esperasemos un poco más; sobre todo, para Hoppe. Y ambos estiran sus brazos para tomar mi bufanda a lo que me petrifico sin poder evitarlo. No quiero que lo vean, pero en un futuro lo harán. Y me lo quitan sin remordimiento alguno dejando que vean mi mandíbula.
Esperaba que gritarían o llorarían; al contrario, ambos ríen y tocan mi rostro sin dudarlo. Son tan idénticos a su madre. Mi corazón se encoge de mucha ternura que no dudo en estar más cerca de ellos, dejando que tocasen todo lo que quieran. Mis pequeños, que alegría me estáis dando de verdad. Tenía razón ella, y no me arrepiento para nada.
.
.
.
.
—¡Papi! ¡Papi! ¡Vamos a jugar!
Cinco años han pasado y la edad se está notando demasiado. Últimamente, no suelo estar con mi familia porque mamá me envía de ir de misión en misión. Y cuando vuelvo, recibo la más grata bienvenida de mis hijos. Han crecido tanto. Recuerdo que me chocó demasiado al ver a Hoppe con esos colmillos idénticos a los míos. Len me comentó que aún no ha recibido ningún insulto de los niños; pero si lo hacen, Glutton prometió en protegerla de esos matones. Amor de hermanos, ¿eh? Ahora estoy jugando con ellos, queriendo pasar el tiempo con ellos.
—Niños, dejad que vuestro padre descanse algo —habla Len apareciendo de la cocina—. Acaba de venir de una misión.
—No te preocupes. Quiero pasar mi tiempo con ellos.
—¡Papi! ¿Vienes a jugar conmigo y con Kitty? —habla Hoppe con su peluche con forma de gato.
—No, yo quiero que juguemos a los piratas.
—¡Juega conmigo primero!
—¡A él no le gusta jugar contigo a las casitas! —Y Len llega golpeando la cabeza del niño.
—Cuidado con esas palabras.
—Puedo jugar con los dos —digo, recibiendo las miradas de ambos muy felices.
Son tan pequeños aún deben aprender. Len y yo estaremos ahí pase lo que pase.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top