Capítulo XI. La noticia

¡Soy el hombre más afortunado del mundo! Por fin me casaré con la chica que más amo en este mundo. El destino lo quiso así. No puedo dejar de sonreír como un tonto enamorado, mirando a la mujer más hermosa del mundo entrenando con los soldados de mamá. ¿Quién ha dicho que la felicidad absoluta no existe? Estando con ella lo es todo para mí. El sudor que resbala por su rostro la hace ver más atrayente. Sin embargo, no soy el único que la está viendo. Mis mellizos, Cracker y Brûlée están a mi lado observando con detenimiento el entrenamiento duro de Len.

—Hermano, yo solo digo que tengo miedo —habla Oven a lo que le miro confuso—. Es una mujer muy peligrosa. La conocemos desde que era una cría y sabemos lo que es capaz.

—Será una enemiga muy versátil para la marine —menciona Daifuku.

—Oh, Len-chan será tan salvaje que ni los marines se atreverían a acercarse a ella.

—Nadie sobreviviría a sus puñetazos. —Cracker mantiene su gran sonrisa, imaginando la escena.

¿Qué ocurriría si Len se quedase embarazada? No quiero que le pase nada ni a nuestro hijo. Es demasiado delicado como para que ella pelea contra los marines. No lo soportaría. Tendría que protegerla a toda costa para que esté sana y salva. Ya me estoy empezando a imaginar cómo sería mi familia junto con ella. Cariñosa y afectuosa con una madre que quiere mucho a sus hijos y que los cuidará hasta el fin de los confines. Tengo miedo de que en un futuro nazca uno y se parezca a mí. No deseo que la vida sea injusta con él o con ella, y pase el mal rato; pero Len estará ahí apoyando con dulzura al pequeño para que no le afecte las burlas. Es lo hizo conmigo hace mucho tiempo.

Una tsundere es lo que es. Una persona con mal carácter que es capaz de hacerte trizas; sin embargo, es afectuosa y te dará todo el cariño del mundo. La quiero demasiado como para dejarla. Cierro los ojos un momento mientras escucho a los soldados gritar por cada movimiento que realizan. Y yo tengo los ojos puestos en mi futura esposa. Menos mal que tengo la bufanda puesta porque estoy rojo como un tomate, al pensar en esas dos palabras. Mi Len. Mi tsundere. Deja de ser tan cursi y ponte serio, Katakuri. Un estruendo hace que abra los ojos viendo a Len dando una paliza del siglo a uno de los soldados; tengo la sensación de que la insultó o algo.

Esa es mi chica. Su carácter es explosiva como un maremoto. Ella apoya la espalda en la muralla donde suspira un poco, retirando las gotas de su sudor. Se ve tan tierna. Quiero acercarme a ella y sentir sus mimos, que toda mi piel se erice ante un solo toque de sus dedos. Mis ojos granates brillan con ilusión en ella; es mi luz y mi ángel de la guarda que vino a este mundo para protegerme de aquellos que se atreven a burlarse de mí. Y yo haré lo mismo con ella. La defenderé a toda costa, no permitiré que nadie la haga daño. Sin dudarlo, me separo del barandal para bajar hacia las escaleras y estar con ella. Ella mira en dirección hacia donde estoy y me dedica una pequeña y sincera sonrisa.

—¿Estás bien? —pregunto sentándome a su lado.

—Sí, solo estoy un poco cansada.

—Se te nota en la cara. —Sonrío acariciando un poco su cabeza.

—Esto de entrenar no es lo mío. Mi fuerza es natural, con un solo golpe ya basta para dejar inconsciente alguno.

—Y menos mal que nunca lo probé.

—Porque eres diferente —dijo mientras apoya la cabeza en la pared.

Yo preferiría que lo apoyase en mi brazo, estaría más cómoda; pero no soy yo para decir lo que tiene que hacer. Mi mirada se centra en el medio de todo, analizando cada momento que pasa teniendo a Len a mi lado. No todo es blanco y negro, siempre habrá un color cálido entre nosotros que nos haga destacar. Esos ojos avellanas conquistan a cualquiera, lo hizo conmigo; pero su sonrisa es la más poderosa de todas. Llena de vida y que no tiene miedo a nada, tan solo quiere ser feliz con la gente que ama. Mi dedo acaricia con sutileza su pómulo izquierdo a lo que ella forma una sonrisa en sus labios, dejando que la mime un poco.

—Oye, ¿te parece si damos una vuelta por el muelle? —me pregunta.

—¿Cómo en los viejos tiempos? —Asiente con la cabeza, a lo que ladeo un poco los ojos—. Hace tiempo que no voy por ahí.

—¡Entonces vamos!

Las energías han vuelto a ella sujetando con fuerza mi mano para obligarme a levantar. A veces se comporta como una niña pequeña. Esbozo una leve sonrisa para ponerme en pie, doblando la altura y dejo que ella sea mi guía. Preciosa Len dan ganas de abrazarte y no soltarte nunca más. Miradla, es muy mona a cada paso que da. Si me pongo delante, dará grandes zancadas para llegar hasta a mí; sería muy graciosa. Joder, ella me enternece demasiado, me enamora, me enloquece. Es mi tsundere definitivamente y yo soy su lindo gatito. Todavía me da vergüenza cada vez que me lo dice, no estoy para nada acostumbrado. Es la única que dejo que me llame así, si fuera otra persona me lo pensaría dos veces.

Los pueblerinos se apartan de nuestro camino temiendo a que los pisotee con mis propios pies. Soy un peligro para la humanidad, o para los propios marines. Realmente es algo que no me preocupa mucho, ya soy temido por todos por lo que hago realmente. Gracias a mi Haki supero a todos con creces sin importarme lo que hay en medio. No me di cuenta que acabamos de llegar al muelle, es increíble lo que hace la mente humana para despistarte por unos minutos. Ella parece estar emocionada porque se metió entre el hueco de cajas —es pequeña— y desapareció de mi vista. ¿Dime qué no estará jugando a las escondidas? Ya somos mayorcitos como para jugar a eso.

La busco entre las cajas de manera a ver si la ubico, pero es imposible. Al ser un hobbit es hábil la maldita. ¿Sabéis esa sensación de que alguien te está mirando detrás de ti? Giro un poco mi cabeza y me encuentro a Len sentada y con una mirada confusa.

—¿Qué haces?

—Pensaba que estabas jugando al escondite.

—Katakuri, ya somos grandecitos como para jugar a eso.

Vergüenza es lo que siento ahora mismo. Cubro más mi rostro por la bufanda notando como mis mejillas arden por tal tontería. ¡Idiota!

—Te ves adorable así. —Y la maldita se ríe de mí.

—¡Cállate!

Más risas notorias salen de su boca, partiéndose la caja que hasta cae al suelo, sujetando su vientre cómo puede. ¡Será desgraciada! Encima que me he portado bien con ella y me hace eso. Con mi habilidad hago aparecer del suelo mochi y la atrapa con ella, impidiendo a que tenga algún tipo de escapatoria.

—¡Oye! —grita no gustándole mucho esto.

—Eso te pasa por reírte de mí. —El mochi se moldea convirtiéndose en manos y comienzan a realizarle cosquillas.

—¡No! —Otro grito más y carcajadas se mezclan casi pataleando—. ¡Katakuri, no es justo!

—Para mí lo es.

Y lo estoy disfrutando como un condenado cuando como algún que otro donut para mi paladar. Me siento en una de las grandes cajas mientras escucho a Len reírse descontrolada. Esa es una forma de advertirla que no juegue con fuego porque se pueda quemar; sin embargo, paro con los cosquilleos, no quiero que se me muera en este mismo instante.

—Idiota —me insulta.

—Has empezado tú.

—Porque no creí que harías tal comentario. —Se reincorpora con las piernas cruzadas—. Ha dado un cambio tremendo está zona —comenta mirando por los alrededores.

—¿Te sorprende?

—Bueno, han pasado un montón de años, así que sí.

Sí, se podría decir que está sorprendida en varios aspectos. Se la ve centrada, ¿en qué estará pensando? No estoy muy seguro de ello, pero se levanta de su sitio para caminar hasta, apoyando las manos en mis gran rodilla. Parece estar aburrida; es normal, no hay nada interesante a los alrededores. Llevo mi mano grande a su cabeza acariciando sus cabellos lacios como el algodón mismo. Suspiros es lo que escucho por su parte.

—¿Cuándo tendremos misión?

—Hasta que mamá lo vea necesario —aclaro—, además debes tener paciencia.

—La paciencia no es lo mío. —Eso lo sé hasta yo. Es hiperactiva, necesita estar entretenida—. ¿Hay biblioteca en el castillo?

—¿Quieres leer un libro?

—Es lo único que me va a entretener.
—¿Y yo no te entretengo? —Por alguna razón, me ha dolido.

—Pues… —No termina la frase porque se agarra fuertemente a mis rodillas—. Katakuri… no me siento bien…

—¿Has comido algo malo? —Me reincorporo de inmediato cogiéndola para sentarla en mi regazo.

—No… o eso creo.

Esto me preocupa. ¿Contagió algún virus? No puedo quedarme de brazos cruzados, será mejor que la lleve al médico y que la chequee de inmediato. No quiero que le pase a nada, es mi pequeña, la tengo que cuidar de todas las maneras. Ella esconde su rostro en mi pecho, como una forma de no mirar por los alrededores. Tiene que estar mareada, ¿qué enfermedad podría provocarle algo así? Debo apresurarme en todo lo que puedo. El hospital no anda lejos desde mi posición, podría utiliza mi habilidad; pero no quiero arriesgarme a que sufra algún tipo de daño.

Minutos después he conseguido llegar sin que nadie me estorbe. Las enfermeras acudieron y yo me inclino para mostrar a Len un tanto mareada. No dudaron en guiarme hasta el doctor que enseguida atendió a mi novia. ¿Novia? Suena raro para mi cabeza; pero será mi futura esposa eso sin duda. Tuve que dejarla a solas con él para que le chequee mejor y yo me estoy poniendo más nervioso aún. Quiero saber que le pasa y si se encuentra, o si necesita algo. Una idea se me cruza por la cabeza: hemos tenido encuentros sexuales. ¿Estará embarazada? ¿Ya seré padre de muy joven? ¡Me va a dar un paro cardíaco como sea eso!

No, cálmate, es imposible. Para estar embarazada tendría que pasar dos semanas y nuestra primera vez fue una semana. Oh mierda, eso es lo más probable del mundo. Mi corazón comienza a latir con fuerza ante esa idea que no me puedo quitar ese pensamiento de la cabeza. Escucho la puerta abrirse y era el doctor quien tiene una sonrisa de satisfacción. ¿Debería preocuparme? Hace el ademán de entrar a lo que le obedezco; Len parece estar normal, relativamente bien. Esa expresión que tiene me da esa sensación de estar tranquilo.

—¿Qué es lo que tiene? —pregunto al doctor acariciando la cabeza de la chica.

—No tiene nada malo, solo pequeños síntomas de su metabolismo.

—¿Qué quiere decir? —Por favor, dime qué es lo que creo que es.

—Me sorprende que el cuerpo de la chica pueda hacer eso. —Se quita las gafas para limpiar los cristales que están empañadas—. Está embarazada.

Y mis ojos se agrandan al escuchar esa noticia que hasta me siento en una silla, aún expectativo. Pude escuchar la risa de Len como si le divirtiese que esté en este estado.

—Le doy las felicidades al padre de la criatura.

—Está muy contento, ¿verdad, Katakuri?

—¡Oh! ¡¿Usted es el padre?! —grita impresionado—. ¡Muchas felicidades, Katakuri-sama! ¡Mamá estará muy contenta de tener nietos!

Sí, lo estará.

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