Capítulo VIII. Erección mañanera
Tengo el cuerpo hecho añicos, parece como si me hubiera arrollado una manada de rinocerontes o algo. No deseo levantarme porque estoy tan cómoda entre los brazos de Katakuri, tan protector conmigo. Al final lo hicimos, nos entregamos al placer y al cariño que estamos sintiendo cada uno. Y ahora está durmiendo plácidamente como un bebé. Me encanta acariciar esos colmillos que sobresalen de su boca. Me da igual lo que piensen los demás, para mí es atractivo para mis ojos y si alguien lo insulta, lo mataré a golpes hasta que aprenda que no debe burlarse de algo tan maravilloso. Katakuri, hijo de Big Mom, una pirata muy poderosa en el Nuevo Mundo. Mi rostro refleja preocupación porque yo no soy de la realeza y él sí, por ser hijo de una Yonkou.
Tengo miedo de que me arrebaten mi más pura felicidad o no pueda estar con él. Mamá, si estuvieras aquí me estarías apoyando en este momento. Cierro los ojos para esconder mi cara en su gran pecho, escuchando los latidos relajantes de su corazón. Me gusta el sonido que hace, te dan ganas de dormir de nuevo y no despertar nunca más. Él se mueve un poco para estar más cómodo en la cama y seguir abrazándome. Se ve tan tierno así, un niño pequeño y mimado que necesita todo el amor del mundo. Mis dedos contornean aquella mandíbula tan pronunciada viendo lo atractivo que es. No lo voy a dejar por nada del mundo, siempre de pequeña he tenido sentimientos fuertes hacia él. Cuando le vi, sentí mucha curiosidad por la forma de su boca y al escuchar historias de que era un bruto, me atreví acercarme a él. Y no me arrepiento por nada en el mundo.
Al llegar a la zona de la cicatriz, él hace un sonido de molestia y separa sus párpados para verme. Granate y avellana se encuentran nuevamente, dando ese toque mágico que él y yo conocemos desde siempre. Me dedica una pequeña y cálida sonrisa, y hace el ronroneo de un gato queriendo recibir más de mis caricias. Mi gran gatito, es lo que es él para mí.
—Buenos días —me saluda muy feliz de verme a su lado.
—Buenos días, gatito.
—¿Tendré que comenzar a llamarte nuevamente hobbit?
—¡Ni se te ocurra! —Inflo los mofletes no gustándome la idea, pero él ríe al ver mi expresión—. ¡No seas cruel!
—Me gusta serlo contigo.
Golpeo su pecho sin utilizar la fuerza bruta y él sigue riendo, pero para un momento y comienza a repartir besos por todo mi rostro, una forma de decirme que no me enfade con él. ¿Cómo voy a enfadarme si es lo más adorable del mundo? No paro de reír ante sus mimos, es cariñoso cuando quiere. Y yo decido en besarlo, pero no como él lo hace, sino en sus labios con dulzura. Katakuri corresponde con un ronroneo de satisfacción colocando su mano en mi cabeza para acariciar mis cabellos. Es tan lindo, quiero mimarlo todos los días de mi vida. Nos separamos y nos miramos con mucho amor mientras apoyo mi pequeña cabeza en su gran brazo, sin apartar la mirada en él.
Katakuri aprovecha esa posición para acariciar mi rostro con su gran mano que puede aplastarlo sin problema alguno. Suspiro bajito ante sus caricias, cerrando los ojos dejándome llevar por esa sensación. Y todo eso cambia repentinamente, al darme cuenta del gran problema que tenemos los dos. Un obstáculo: Big Mom.
—Katakuri yo no soy de la realeza —le comento observando que él alza la ceja.
—¿Y?
—Que dudo mucho que tu madre quiera que su hijo, un comandante, esté con una mujer vulgar como yo.
—Tú no eres vulgar —me corrige sin detener sus caricias—, eres una mujer fuerte y decidida, y con una mala leche que no se lo puede quitar nadie. Pero en el fondo eres dulce como el mismísimo chocolate.
—No me hables de comida que me muero de hambre. —Inflo nuevamente los mofletes—. Y hablo en serio.
—Sí, es un problema bastante severo. —Se sienta con la mirada clavada en el techo—. Si pudieras hacer algo al respecto, tal vez mamá te deje estar cerca mía.
—¿El qué? —Me incorporo acariciando su brazo con dulzura.
—No lo sé.
Es una duda existencial que tenemos ambos y yo no puedo evitar apoyar la cabeza en su gran brazo. Él se deja y me agarra para atraerme y sentarme a horcajadas sobre sus piernas. La diferencia de tamaño aún sigue siendo abismal, parece que soy su hija en vez de su amante. Acaricia con dulzura mi espalda, apoyando la barbilla en mi cabeza mientras me dejo mimar. Qué gatito tan mimoso tengo aquí. Y mis mejillas se ponen coloradas cuando noto algo duro en mi entrepierna. No puedo creer que se haya puesto duro de repente, así sin más. Alzo la cabeza para mirarlo. Grave error. El grandullón me dedica una sonrisa de lo más juguetón posible.
—Tengo un problema muy grande.
—¡Y como para no notarlo, pervertido! —Esta vez le golpeo con más fuerza y no se inmuta.
—¿Podrías ayudarme con esto? —pregunta con un tono juguetón mordiendo mi cuello, tentándome.
—Date una buena ducha fría.
—Preferiría que mi pequeña hobbit me atendiera.
Sí, estoy roja como un tomate por realizar ese comentario. Debería de darle una paliza del siglo por ser un pervertido, pero no lo hago porque es algo natural entre los hombres tener una erección al despertarse. Escuché que significa que son activos, entonces Katakuri lo es. Apoyo la mano en su tronco sujetando con firmeza aquella virilidad. Es enorme y con un grosor bastante mayor. No tiene ni pizca de vergüenza el grandullón. Empiezo a masturbarlo un poco y coloco la otra mano para hacerlo mejor. Él se masturbaría con una de sus grandes manos, pero yo no. Escucho leves gruñidos por su parte, satisfecho de lo que estoy haciendo. Ya con solo verle la cara le está gustando mucho.
Katakuri acaricia mis cabellos sedosos, gustándole mucho el tacto y no deja de mirarme, deseoso de ver mis movimientos. Es la primera que le hago la felación, bueno, menos ayer, pero no tan profundo como ahora. ¿Así será todas las mañanas cuando durmamos juntos? Me muerdo el labio con ese simple pensamiento que hasta me he mojado. Y creo que Katakuri lo ha notado. Parece un perro con un olfato bastante desarrollado. Sus grandes dedos recorren lentamente por mi cuerpo hasta llegar a la zona baja y un gemido se escapa de mis labios. Está sonriendo el condenado, mostrando aún más sus colmillos y decide en seguir lamiendo mi cuello casi a la zona del yugular. Qué exquisita sensación tan agradable.
Cómo me está poniendo este gatito grande. Asciende ese músculo hasta la zona de mi oreja, lamiendo juguetón mi lengua. Katakuri no estás ayudando mucho, me dan ganas de decírselo, pero no quiero que pare. Me está encantando que sea así conmigo cuando está en sus momentos de tener la polla dura. Y toda la magia, se desvanece cuando escuchamos a alguien tocar la puerta de abajo. Un gruñido sale de su garganta insatisfecho ante la situación que no tiene más remedio que levantarse y ponerse algo para cubrir aquella erección y su rostro. Cómo odio que utilice esa bufanda. No me deja disfrutar de ese rostro tan varonil. Baja a las escaleras para ver quién es mientras yo me quedo en la cama con las ganas. Boca arriba mirando el techo y sin hacer nada al respecto.
Junto los párpados mientras pienso con claridad que hacer al respecto. Aunque ahora es difícil porque tengo un calentón en mis partes bajas. Maldito Katakuri y su erección matutina. Y también culpo a la persona que ha llamado interrumpiendo este momento. Suspiro lentamente y escucho unos pasos aproximarse desde mi posición, y ahí entra Katakuri con una bandeja de comida. ¿No me digas que interrumpieron por eso? Ahora que me fijo, tiene unos músculos muy grandes y bien experimentados. Deja la bandeja en el comodín y vuelve a estar desnudo para estar conmigo en la cama. Las tripas me suenan al ver la comida.
—Deberíamos comer algo.
—Aún tengo el problema —dice ronroneando volviendo a tocar mi entrepierna.
—¡Katakuri!
—¿Sabes? Tengo ganas de probar una cosa. —¿Qué cosa? Veo que estira el brazo hacia la bandeja cogiendo un donut—. ¿Qué pasaría si hago una mezcla de donut y de una pequeña hobbit?
—No entendí eso. —Lo juro.
—Oh, ya lo entenderás.
Veo que coloca aquel pedazo de donut en uno de mis pechos y comienza a devorarlo con ansias. Yo gimo con sorpresa ante el ataque repentino de Katakuri. Dios, estoy demasiado sensible, maldito pervertido. Ahora entendí la referencia mordiéndome el labio con fuerza. Él no para de torturar mi pezón y el otro lo va pellizcando. Me remuevo de mi cama intentando zafarme de aquel ansia del grandullón, pero es imposible. Cómo le gusta jugar conmigo. Y su otra mano va acariciando mi sexo ya lubricado, preparado para que meta su verga. Eres un hombre muy atrayente, Katakuri. Noto como mete su gran dedo ahí y yo sigo gimiendo más alto de lo normal. Estoy muy receptiva hoy, ¿no? Lo digo porque está tocando zonas que yo desconocía hasta este momento.
Termina de comer el donut para dejar en paz mi pecho y se incorpora para coger otro. Mierda, ¿qué planeas ahora? Me sonrojo a más no poder cuando el maldito se atreve a poner esa comida en su pene, como si fuera un anillo. No pensará que me lo coma así, ¿verdad? Sus ojos destellan delatando que haga el mismo acto, pero comiendo el donut ahí. Joder, Katakuri, te levantaste con ganas, ¿eh? Me pongo en posición de cuatro y doy un leve mordisco a la golosina mirando desde mi posición el rostro de Katakuri. Él está observando detenidamente mis movimientos hasta se lame los colmillos, deseando a que siguiera. Yo sigo decorándolo hasta dejar sin rastro y, con decisión, abro lo que puedo mi boca y meto la punta en mi cavidad. El glande es demasiado grande como para meterlo entero, pero escucho un gruñido de satisfacción por su parte.
Agarra mis cabellos para que no me molesten a la hora de realizar la felación. Se siente raro y me gusta realmente. Suave y esponjoso alrededor de mi boca. Y con mis manos sigo masturbando por la zona de su tronco, escuchando más gruñidos de su parte. Mierda, y yo me estoy mojando aún más. Él se inclina adelante para apretar mi trasero y meter nuevamente el dedo en mi cavidad. Me siento llena nuevamente y quiero que me folle duramente. Mueve la articulación mientras sigo con el labor de masturbar su miembro.
—No sabes las ganas que tengo de follarte en esta posición —se sincera él provocando que me sonroje aún más.
—¿Y por qué no lo haces? Estoy necesitada.
—Quiero seguir jugando.
¿Más? Pero si debe estar necesitado como yo. De un movimiento un poco brusco, me empuja para ponerme boca arriba nuevamente y abrirme las piernas. Espera, ¿qué...? ¡Oh, Dios! Un gemido gratificante sale de mi garganta cuando la lengua de Katakuri lame con ansias mi sexo, torturando levemente mi botón. Se siente raro, pero a la vez excitante. ¿Así es como se siente uno cuando le hacen sexo oral? Mi respiración se vuelve agitada y mis caderas se mueven por sí solas queriendo más. Katakuri me estás volviendo loca y más con esa ya lengua ya desarrollada para hacer estas cosas. Sé que no paro de repetir su nombre una y otra vez, es como la droga misma o como el chocolate. ¡Quiero comer, joder! Y él me lo está impidiendo. Siento algo aproximarse poco a poco, recorriendo por todo mi columna vertebral hasta llegar a mi zona baja, como si fuera una descarga eléctrica.
Y en cuestión de segundo, me corrí en la boca del grandullón dando un gran y largo gemido, apretando con fuerza sus cabellos salvajes mientras arqueo mi espalda. Qué sensación tan excitante. Quisiera más, pero estoy algo rendida, pero él quiere seguir jugando o más bien desea follarme. Se le ve en sus ojos tan característicos de él, de un depredador que quiere devorar a su presa y yo le dejo que lo haga. Qué me muerde y que me posea, que me marque como suya como animal que es. Y yo como una fémina en celo le doy la espalda para ponerme en la posición de antes. Una gatita que quiere ser follada por su gran gato. Pega su pecho a mi espalda mientras va apoyando la punta de su miembro en mi entrada y entra sin ningún problema.
En esta posición me siento sumisa debajo de él, ya que comienza a moverse salvajemente. Katakuri, si tú supieras lo mucho que te deseo, joder. Hasta muerdo la almohada porque estoy gritando como una loca. Espero que ningún hommie nos esté viendo porque los mataré a todos con mis puños y no lo dudaría. Cómo me está volviendo loca su polla cuando toca mi cérvix, yo creo que ningún hombre de estatura normal haría eso. Agarra con firmeza mis cabellos y me echa hacia atrás como dominante que es, aumentando más la velocidad. ¿Por qué esta faceta de él me está gustando mucho? Es un gato grande que le gusta que le mimen, pero en la cama es una criatura hambrienta de sexo. Y mira que ayer era nuestra primera vez y parece que sabe más de esto que yo. Suelto un gemido muy fuerte al sentir como la punta de su glande tocó una zona bastante erógena. Lágrimas de placer salen de mis órbitas y escucho una pequeña risa por su parte.
¿Es el punto G? ¡Lo está dando de lleno! Me voy a desmoronar en cualquier momento como siga así, pero no quiero que pare, joder. Se siente, demasiado bien. Estoy jadeando como una gata a punto de estallar en su segundo orgasmo y creo que él está al límite. Y fue así. Se corre dentro de mí dando un rugido muy fuerte cerca de mi oído mientras tiemblo un poco. Nunca sentí como mi cuerpo se sacude ante tal placer.
—Imagínate hacerlo todos los días de nuestras vidas —dice Katakuri haciendo que me estremezca—. Yo por lo menos no me cansaría en probarte y hacerte mía una y otra vez.
Oh, y yo encantada de la vida, Charlotte Katakuri.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top