Capítulo VII. Deseo infinito

Donuts. Mis queridos donuts. Deliciosos bocados. No pararía de comerlos, aunque quisiese. Y lo mejor de todo es que no estoy solo en mi casa. Decidí que Len estuviera aquí para que no se aburra en la suya y así podamos charlar. O disfrutar de nuestra comida favorita. Habría que decir que estamos solos en mi casa disfrutando de la gran velada. Hecho un vistazo en la chica que está muy concentrada con su chocolate. Me enternece verla así, me recuerda a mis hermanos pequeños y cuando ella era una niña. Esbozo una pequeña sonrisa sin que se dé cuenta. Len se detiene un poco para echar un vistazo la casa. La verdad es que no le dio tiempo de revisarlo porque cuando le dije la palabra "chocolate" ya me estaba tirando con fuerza para ir a mi casa.

—Es muy grande —comenta—, perfecta para un grandullón como tú.

—Lo sé.

—Me alegra saber que tu madre te haya dado esta isla para que la custodies y vivas aquí.

—Por subir de categoría —digo dando un último bocado.

Clavo la mirada en la ventana observando con detenimiento la luna llena. Es relajante verla. Me tranquiliza de una forma insaciable. Pero vuelvo a mirar a Len disfrutando de su dulce. Sus ojos de color avellana es una mezcla de colores, entre el marrón y el verde. Leí en los libros de mamá que las personas que poseen ojos de este tipo de color son espontáneas y rara vez retroceden ante un desafío. Las personas con los ojos color avellana son especiales porque parecen cambiar de color según el estado de ánimo que tengan. Y puede que ese libro tenga razón. Len no tiene miedo a enfrentarse la realidad o a sus enemigos. Únicos en color y que dan ganas de verlo todos los días de mi vida.

Desciendo un poco mi mirada para ver esos labios finos y que dan ganas de morderlos, y lamer lo que queda de chocolate alrededor de su comisura. Las hormonas, Katakuri. Contrólate. Y mira que nunca lo he hecho con ninguna mujer porque tuve esperanzas a que ella volviese. ¿Y si ya lo ha hecho con alguien? Me sentiría estúpido si llegásemos a esa fase. Y sin darme cuenta, siento la mirada de Len en mí y me concentro en ella. ¿Qué estará pensando? Quiero utilizar mi Haki de observación para predecir, pero me gustaría llevarme la sorpresa.

—¿Tengo monos en la cara?

—No —digo con una sonrisa—, digamos que te quedó un poco de chocolate en la punta de la nariz.

Ella parpadea e intenta visualizar esa mancha que mencioné. Parece que vio algo marrón y con su lengua intenta llegar. Oh, que tierna se ve. No quiere desperdiciarlo. Puede que sea una adulta, pero por dentro es una niña dulce. Me acerco a ella y, con atrevimiento, lamo la punta, saboreando aquel delicioso dulce, hasta llegar al puente. Me alejo y su cara es de grata sorpresa y se pone muy colorada no creyendo lo que he hecho.

—Estaba delicioso. —Me lamo los colmillos muy satisfecho.

—¡Era mío! —riñe como niña chica, inflando los mofletes.

—Te la tenía que devolver, ya que cierta persona siendo pequeña dio un leve mordisco a mi donut mientras me lo estaba comiendo.

—¡Porque quería probarlo y tú no me dejabas!

Carcajeo no aguantándolo más. No recordaba estos berrinches que tiene ella. Los echaba de menos. Y sin esperarlo, ella sube por la mesa para llegar hasta a mí y me coge de la camisa para luego estampar sus labios contra los míos. Ahora quién está rojo soy yo de la sorpresa. No me esperaba a que se atreviera hacer eso. Se separa de mis labios dejándome mudo por un segundo.

—Pues si que estaba delicioso. —Ríe con algo de inocencia en su rostro.

La maldita aprovechó la ocasión de que estaba distraído para hacerlo. Me dan ganas de vengarme, pero dulcemente. Len lleva el último trozo de chocolate a la boca para masticarlo; sin embargo, me adelanto para besarla esta vez con furor. Mi lengua ya está dentro de su cavidad, explorando con suavidad mientras jugueteo con el dulce. Ella hace todo lo posible para seguirme el juego, de arrebatar el chocolate, pero cada vez que nuestras lenguas danzan sin cesar, la golosina se derretía y ya solo quedaba la mezcla de nuestras salivas. Ya sin un juguete de por medio, me separo formando un hilo de saliva. Los dos jadeamos al mismo tiempo no creyendo lo que acaba de pasar.

Pues sí que me he atrevido a besarla de esa forma. Era delicioso. No lo dudaría en hacerlo de nuevo. Los dedos de Len se posan en sus labios con los ojos bien abiertos. Si muñeca, te la he devuelto, dulce venganza. Amplío mi sonrisa mostrando más mis colmillos siendo victorioso ante esta batalla. Sin embargo, todo mi cuerpo tiembla al ver esos ojos brillantes pidiendo más de aquel beso. Trago secamente poniéndome más nervioso aún, pero es tentador lo que me está pidiendo. Ella se acerca a mí posando sus manos en mi rostro acariciando cada costura de mi cicatriz. El tacto es suave y confortante que hasta realizo un sonido agradable para sus oídos. Len si tú supieras lo mucho que te he añorado. Muchos años sin saber nada de ti, temiendo de que te he perdido por siempre. Y ahora estás aquí, en mi casa, acariciándome con dulzura como solías hacerlo de niña.

Ojos avellanas que me emboban a cada segundo y cada minuto de mi vida. Mi mano, grande y áspera, roza con suavidad una de sus mejillas notando su piel aterciopelada. Ella suspira despacio mientras cierra sus párpados y yo admiro su belleza. De todas las mujeres que he visto es la única que hace que mi corazón sea feliz cada vez que ella me dedica una sonrisa o me defiende de cualquiera. Si no le hubiera dicho esas cosas, a lo mejor ya hubiéramos sido pareja.

El hilo rojo.

Recuerdo que de crío ella mencionó algo sobre eso, si yo creía en el amor a primera vista. Realmente yo solo era un niño que ignoraba todas esas cosas porque son cursis. No obstante, con ella me sentía diferente. Cada vez que me decía "gatito" yo, sin darme cuenta, me sonrojaba y ella reía con dulzura al ver mi cara como un tomate. Es posible que los dos estamos destinados a estar juntos. Dirijo mi mano hacia la suya y junto mi meñique con la suya, donde supuestamente está el hijo rojo, invisible a nuestros ojos. Len entendió la indirecta que una sonrisa se forma en sus labios. Tan pequeña y yo tan grande, que con un solo pie podría aplastarla. Y no lo hago porque la adoro demasiado. Es mi luz que me guía en medio de la oscuridad que me rodea todos los días de mi vida. El sol que ilumina mis días con esa sonrisa radiante. El fuego que aviva en mí cada vez que se enfada. Ella lo es todo para mí.

Nuestros rostros están muy cerca, casi rozando nuestros labios nuevamente. Nuestras respiraciones chocan al unísono mientras que, poco a poco, abrimos nuestras bocas queriendo recibir ese contacto tan íntimo. Y no lo resistimos más. Otro beso vino en camino, pero más dulce y suave que la anterior. Mis colmillos no son una molestia para ella, al contrario, le gustan y aprovecha para darle el mejor cariño del mundo. Yo esbozo una tierna sonrisa y apoyo la frente en la suya. Qué dulce es ella. Me dan ganas de mirarla siempre.

—Katakuri —susurra mi nombre despacio que yo pueda escucharlo bien—, ¿qué es lo que quieres?

—Algo que a lo mejor no quieras.

—Tú y yo ya somos adultos, ¿no?

—Pero no quiero que pienses que lo hago para aprovecharme de ti —me sincero mientras acaricio su muñeca con mis dedos.

—Eso demuestra que tienes sentimientos hacia mí. Eres un libro abierto, Katakuri —comenta a lo que noto como mis mejillas se calientan, señal de que estoy colorado.

—No lo puedo negar. —Cierro los párpados dejando escapar un largo suspiro—. Cuando te fuiste, sentí un gran vacío en mí y nadie podía llenarlo, excepto tú. Tuve esperanzas de volver a verte. —Cojo sus manos con delicadeza para apretarlos—. Y no pensé que este momento llegaría.

—Pues llegó —dice besando nuevamente mis colmillos.

Sí, llegó. Poso las manos en sus caderas para atraerla y besarla nuevamente. Sus labios son tan adictivos como el propio dulce o el chocolate. Ella sigue acariciando con dulzura mis mejillas mientras me levanto con ella, decidido de llevarla a mi cuarto, donde estaremos más cómodos los dos. Nuestros besos no cesan queriendo más del otro y ella me mima como suelo hacerlo siempre cuando éramos niños. Y en mis brazos lo es por la diferencia de altura. No puedo evitar reír bajito y que ella me golpee, como si me hubiera leído el pensamiento. Un poco más, ya estamos llegando a mi habitación. Llegamos, es amplia mi cuarto y mi cama es bastante grande para que estemos los dos ahí metidos, dándonos el calor necesario.

La deposito en ella y me pongo encima suya como un depredador teniendo a su presa. Los ojos de Len brillan con más intensidad que antes y vuelve acariciar mi rostro. Me encanta ese toque que tiene. Sus mimos son únicos e insaciables. Y lo único que deseo ahora es volver a besarla como nunca y mis manos grandes y poderosas van recorriendo su cuerpo. Escucho leves suspiros por su parte no quedándose atrás, tocándome, palpando todo de mí encima de mis ropas. El deseo y el cariño está ahí y no podemos evitarlo. Nos queríamos desde pequeños y aún nos queremos. Lamo con desdén lo que quedó de resto de chocolate por la comisura de sus labios, saboreando ese manjar. Apetitosa. La devoraría con donuts en todo su cuerpo. Dios, mis hormonas me están afectando mucho y tengo un leve apretón en mis pantalones. Y no sé si lo hago bien. Pero sus suspiros me indican que sí, le gusta lo que hago. Ronroneo feliz de ser así.

Lentamente voy abriendo su camisa de cuadros y meto una de mis manos en el interior de camiseta, pudiendo tocar su pecho, aún cubierto por su sujetador.  Estoy tentado a quitárselo y ver cómo han crecido. Tendrán un volumen exquisito que dan ganas de devorarlos para saciar mi apetito. Y sin pudor alguno, muerdo con fuerza su cuello hincando el diente, pero sin hacerla daño. Mis colmillos pueden perforar con facilidad la carne, son afilados. Ella con sus manos aprieta con fuerza mis cabellos soportando mi mordida y el apretón de su pecho. La siento sobre mi regazo para quitar con algo de timidez la parte de arriba y Len me imita ya notando el calor emanar en nuestros cuerpos. Me gusta el color de su sostén, es tentador.

Pero hay algo que quiero hacer y me gustaría verlo con mis propios ojos. Llevo mi mano a su moño y lo voy quitando lentamente dejando que su melena larga cayese como si fuera una cascada. ¿Si digo que le queda jodidamente bien me creería? Con el peinado recogido le hace ver más dura de lo que cree, pero así suelto es una delicada flor. Cuánto le ha crecido incluso diría que el tamaño es igual a la de Cracker. No puedo evitar que una sonrisa se forme en mis labios mientras me acerco para depositar besos en su rostro. Ríe Len con dulzura aceptando mis mimos. Pero la vergüenza llega en ella cuando me deshago de su prenda que estorba demasiado para mis ojos. Me quedo embobado por momentos, nervioso de no saber que hacer con sus pechos.

Son firmes y hermosos, típico de una chica madura y en pleno crecimiento. Las sostengo con delicadeza amasándolos como nunca mientras escucho leves gemidos por su parte. Caben a la perfección en mis manos grandes. Si lo piensas, podría aplastarlas con facilidad.

—Deja de babear —comenta con un rubor en sus mejillas.

—Son blandas —digo palpándola con mis dedos—, suaves —sigo diciendo agachando un poco mi cabeza hasta tenerlas enfrente mía—, y deben de estar deliciosas.

—¡Katakuri!

Escucho un gemido cuando lamo un pezón viendo que se pone duro al instante al tacto de mi lengua. Es receptiva. Mordisqueo mientras pellizco el otro y ella me atrae aún más casi pegándome a su pecho. Parece que le está gustando mucho. Mi otra mano descansa en su trasero apretándolo con fuerza. Es blanda al igual que sus pechos. Tener esta gran oportunidad no la tiene nadie. Un gruñido gutural sale de mi garganta satisfecho lo que estoy tocando. Succiono con firmeza su pezón tirando de él hasta soltarlo de golpe viendo lo duro que está, como una piedra. Quería seguir torturándola; sin embargo, ella apoya las manos en mi pecho y me empuja quedando ella como la dominante de este juego. Suspiro al notar ese leve roce de sus dedos en mi pecho tocando cada músculo en mí, diría que es mágico y excitante. Desde esta posición, puedo ver a la perfección la forma de sus pechos. Me gusta que me lamo los colmillos tentado en volver a tocarlos.

Hasta que noto un leve pellizco en uno de mis pezones y la miro. ¡Joder! Qué atrevida ella, ¿no?

—Eres un pervertido.

—Y tú una atrevida.

No dice nada la condenada, solo sigue explorando con sus dedos mis pechos. Tan pequeñas y tan frágiles que pueden golpearte hasta matarte. Se entretiene con mis abdominales haciendo leves círculos con ella. Ronroneo con gusto apoyando la cabeza en las sábanas. Parece que disfrutar tocarlos, como si fueran una tableta de chocolate. Seguramente esta pensando en eso. Hasta que mi cuerpo se tensa cuando se detiene por el borde de mi pantalón. Trago en seco nervioso mientras Len juega con el cinturón, intranquila si quitármelo o no. ¿Eso es señal de que nunca lo ha hecho? ¿O lo hace como una forma de tentarme? Puedo ver en su mirada lo roja que está y un brillo característico en sus ojos aparece, teniendo ilusión. ¡Mi cara debe estar como un tomate!

Y con decisión, lo desabrocha y va descendiendo la cremallera metálica de mi pantalón, bajándolo un poco viendo mis boxers y un abultado miembro ya bien crecido. Se muerde el labio inferior y lo baja del todo para verlo con sus propios y su cara es puro poema. A lo mejor nunca creyó que mi hombría fuera tan grande, después de todo modo cinco metros. ¿Qué esperaba?

—Kata... es enorme —dice con voz temblorosa.

—Lo sé. —Ambos estamos rojos.

—Yo pensaba que... Bueno... Esto...

—Len soy un hombre de cinco metros, es normal que tenga una polla tan grande.

—¡Pero es mucho! ¡Está cosa no va a caber y más si es mi primera vez!

—Espera. —Me incorporo al escuchar aquello—. ¿No lo has hecho aún?

Desvía la mirada evitando el contacto de nuestros ojos. Me encanta ver sus pómulos rosados—. No. Me supongo que tú ya lo hiciste.

—Si te soy sincero, no. —Me mira incrédula no creyendo lo que haya dicho.

—Vaya, entonces es nuestra primera vez. —Sonríe de una forma dulce con los ojos clavados en mi pecho—. Y lo vamos a compartir. ¿Ves? Estamos destinados a estar juntos, lo predice el hilo rojo de nuestro destino —dice sujetando mi meñique con el suyo.

«El hilo rojo de nuestro destino», esas palabras se recitan una y otra vez en mi cabeza, como si fuera un Den Den Mushi que reproduce. Me encanta ella y su simpleza con sus frases tan sabias. La beso con suavidad donde recibo correspondencia alguna, rodeando sus brazos en mi cuello. Me gusta todo de ella y quiero demostrarlo. Qué nunca la he olvidado en todo este tiempo. Decisivo meto la mano en su pantalón estimulando aquel botón por encima de sus bragas. Un gemido escapa de sus labios, y aprovecho para invadir su cavidad bucal en mi lengua. Está mojada, ¿así es como se excita una mujer? Escuché libros sobre eso de que cuando una mujer se excita, segrega una sustancia viscosa en sus partes genitales. ¿Sabrá bien? Seguro que sí porque viene de ella.

Y mi grata sorpresa es sumamente mayor cuando noto las manos de ella posarse en mi miembro y comienza a masturbarlo. Oh Dios, esto es mejor que hacértelo a ti mismo. Aparto un poco la prenda para seguir acariciando su sexo ya lubricado. Me está volviendo loco. Su mirada de pura excitación, sus gemidos, sus movimientos... Estoy en el bendito cielo. Nunca imaginé que estoy sería grandioso haciéndolo con ella. Len y yo masturbándonos y sin perder el contacto mutuo. Esto es mejor que comerse un donut o una tableta de chocolate. La deseo tanto que la beso con furor con nuestras lenguas algo inexpertas, danzando sin control alguno y más gemidos y ronquidos se hacen presente en la habitación.

Mi dedo resbala y lo voy metiendo poco a poco en su cavidad algo estrecha y ella se aleja del beso para apoyar la cabeza en mi pecho, sin dejar de gemir. Mi articulación se mueve por sí solo y la masturbación de mi polla es más frenética que antes. Lo está agarrando con fuerza sin miedo a romperlo, obligando a que gruña satisfecho. Su cuello es demasiado tentador, debo morderlo para marcarla como mía. Yo soy el primero en descubrir su cuerpo y explorarla cada segundo de mi vida. Y yo soy de ella. Ambos nos vamos a entregar a esta pasión incandescente y nadie lo puede parar. Siento su cuerpo tensarse, como avisándome de algo que está a punto de liberar. ¿El orgasmo quizá? Quiero ver su rostro al llegar al clímax, estoy muy atento mientras aumento la velocidad de mi dedo escuchando esos gemidos tan provocativos.

Y un minuto después, Len se corre con fuerza reflejando un rostro de satisfacción absoluta. ¿Y si digo que me he excitado aún más? Tengo la polla muy dura al solo verla. Dejo que respire cuanto quisiese, ya que esto fue mucho para ella y aprovecho para retirar mi dedo cubierto por los fluidos de ella. Lamo sin descaro alguno saboreando su sabor. Exquisito. Bien mojada para mí. Ya ni puedo controlar mis hormonas. La deseo demasiado y mis ojos lo dicen todo. Len alza la cabeza queriendo verme y yo me acerco para implantar otro beso mientras la acuesto y voy quitando lo que le queda de prenda y deshago la mía también, sin romper la magia que hay entre nosotros. Apoyo las manos en el colchón, no aplastando el cuerpo pequeño de Len en comparación con la mía. Grande y musculado capaz de destrozarla. Y no hablemos de mi envergadura, la puedo partir en dos sin ningún problema. Nuestros sexos se rozan provocando que se nos escape un gemido; sobre todo, ella está sensible.

—Katakuri —susurra mi nombre que para mis oídos fue excitante—, ve despacio, por favor.

—Haré todo lo posible. —Apoyo la frente en la suya sin dejar de mirarla—. No quiero hacerte daño.

—Sé que no lo harás.

La punta de mi miembro ya está apoyado en su entrada y voy entrando lentamente. Cada centímetro que recorre en su interior es una sensación agradable porque te aprieta. En cambio, ella debe estar pasándolo mal. Me detengo al escuchar un leve quejido de Len. No voy a continuar hasta que pase. No quiero hacerla daño, no a ella. Reparto besos por su rostro, una forma de decidirle que todo va bien, no debe preocuparse. Len los corresponde con una leve sonrisa mientras acaricia con amor mis cabellos salvajes de color granate y mueve sus caderas, advirtiéndome de que ya puedo moverme. Bien, vamos allá. No todo mi miembro puede entrar en esa cavidad, diría que solo falta unos centímetros para llenarla, pero así es suficiente.

Empiezo a moverme en su interior muy lentamente, atento al rostro de Len por si pone una cara rara. En cambio, sus ojos brillan con más intensidad y con la boca abierta me indica que lo está disfrutando. Oh joder, así no podré controlarme más la sensación de las paredes apretar mi polla. Con este pensamiento quiero hacerlo mía una y otra vez. Nuestras almas están desnudas demostrando lo mucho que hemos deseado esto. Qué esto tenía que venir tarde o temprano. Lo único que escucho ahora son sus gemidos que producen eco por todo mi cuarto y mi golpe de pelvis contra la suya cada vez aumentando el ritmo. Esto último es música para mis oídos. Me encanta y me encantará hacerlo. Len me estás matando por dentro. No pensé que esto de tener sexo contigo sería maravilloso y lo estoy viviendo en carne y hueso.

Y parece que tú también lo estás disfrutando. Con solo ver tu cara de pura satisfacción ya me indica que te gusta mi polla recorrer por toda tu cavidad y golpeando con violencia tu cérvix. Y tus gemidos me lo demuestran cada vez que lo golpeo. Oh Dios, te deseo demasiado, joder. Quiero marcarte con mis colmillos una y otra vez, mostrando a la gente que eres mía por derecho. Qué nuestro destino lo ha hecho así. Junto mis manos con las de ella, presintiendo que estoy a punto de venirme y Len también. Su espalda la delata, arqueada lista para liberar un segundo orgasmo. Yo daré todo de mí, moviéndome con salvajismo golpeando la cama contra la pared hasta que finalmente llegamos al bendito clímax.

Mierda, eso ha sido genial. Apoyo la cabeza en la almohada intentando recuperar el aliento y creo que ella también. Esto fue demasiado intenso y excitante. Sus dedos descansan en mi cabeza mientras yo salgo en ella para no incomodarla y me acuesto a su lado para no aplastarla. Nuestras miradas lo dicen todo y nuestra sonrisa también. No lo puedo negar. El niño que llevo en mi interior aún quiere a esa niña que vio por primera vez. Y yo ahora la quiero aún más y que desea protegerla a toda costa.

Es mi hobbit. Es mi Len. Es mi amor de la infancia.

N/A: Agradecer a Nami de la editorial NakamaSquad por haber hecho la portada para este libro. Es sumamente hermoso.

P.D.: Aquí tenéis a una mini Len.

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