Capítulo III. El gran error

Me encuentro con Peros-nii y con mis hermanos mellizos disfrutando de la merienda. Yo, como siempre, devoro con ansias los donuts como si no hubiera un mañana de por medio. Me encantan. Es mi adicción. No puedo renunciar a ellos. Los devoraría sin cesar y me da igual si todos me mirasen. Ya mis hermanos están acostumbrados a verme comer de esta manera, al igual que Len. Ella cada vez que me ve comer no para de decirme que me veo lindo. Es la única niña que no me teme.

—Oye Katakuri —escucho a Peros-nii llamarme—, si ocultas tu rostro a lo mejor harás más amigos.

Daifuku y Oven no pudieron evitar reír ante la idea de mi hermano mayor. Me da rabia que diga eso. ¿Es que acaso le incomoda?

—Me da igual. Quiénes se burlen de mí les patearé el trasero —aclara mientras trago la comida—. Además, a Len le gusta mi cara. Y si a ella le gusta, también a mí.

—Desde que estás con esa niña no paras de sonreír como un bobo enamorado.

—¡No estoy enamorado, Daifuku!

—Ella te gusta, no lo niegues, nii-chan —dice Oven picando mi brazo con su dedo.

¿Quién no puede negarlo? Desde que estoy con Len, me agrada su compañía. Y no solo eso. Su sonrisa junto con su risa, su amabilidad, su lado cariñosa... Todo de ella me gusta mucho. Sin darme cuenta, me he sonrojado recordando lo dulce que es ella. Y como me suele llamar. «Gatito», su voz suena en mi cabeza. Me meto un donut en la boca mientras ronroneo con gusto. Mis hermanos ríen ante ese sonido a lo que me atraganto sin cesar. Malditos, lo han hecho aposta. Trago en seco y me sonrojo nuevamente. Por cierto, ¿dónde estará ella ahora mismo? No estoy seguro si estará jugando con mi hermana Brûlée, pero debería verla.

Me levanto de mi sitio y camino en dirección a la salida. Seguramente estarán en la calle jugando, como siempre. Mis otros hermanos, los más pequeños, no dejan de seguirme queriendo llamar mi atención. Yo sinceramente los ignoro porque tengo un objetivo bien claro. Len. Cada vez que pronuncio su nombre me da escalofríos por todo mi cuerpo. Tiene razón lo que dice Oven, ella me gusta. Es linda, fuerte, protectora y dulce. Y yo quiero protegerla con toda mi alma. Es por así decirlo mi gran valioso tesoro. No me di cuenta que estoy caminando por las calles hasta que escucho gritos de unos niños que se alejan de mí. Yo amplío mi sonrisa divertido.

—Os patearé el trasero.

Dicho eso, corro detrás de ellos para darles su gran merecido. Pero son más rápidos que yo a lo que les pierdo de vista. Chasqueo la lengua no muy conforme, pero me da igual. Eso demuestra que son unos idiotas en enfrentarse a mí. Bueno, ¿por dónde iba? Ah sí, iba a buscar a Len y a Brûlée. ¿Y si estarán en aquel sitio donde ella y yo solemos comer? Sí, es muy probable. Con ese pensamiento me dirijo al muelle con rapidez. Me gusta que esté conmigo a la hora de comer y ver qué es una bruta como yo. Hasta limpiaba su boca manchada de chocolate. Es normal, es tres años menor que yo.

Llego al sitio, pero no veo a nadie. No creo que Len lleve a Brûlée a ese sitio. Casi siempre solemos estar juntos en esa cueva y contar nuestras batallas. Hasta aprovecha en dormir conmigo cuando se le ve cansada. No me quejé por ello. Me agrada que duerma sin miedo alguno. Aproveché esos momentos para verla en ese estado de animal indefensa. Me siento en mi caja y saco de mi chaqueta de cuero unos cuantos donuts que cogí. Voy aprovechar en comer mientras espero por ella. No creo que esté lejos. Pero me es raro no encontrarla por ninguna parte. Ni a Brûlée tampoco.

Voy a dar un último bocado cuando escucho un grito desgarrador de alguien. Mi curiosidad mató al gato y me giro para ver qué pasa. Todos corretean a un callejón con cara de horror. Algo ha pasado y me preocupa que sea Len. Y mis ojos ven a Perospero acercarse con rapidez a mí. ¡Algo ha pasado!

—¡Peros-nii! ¿Qué ocurre?

—¡Es Brûlée! ¡La han atacado!

—¡¿Cómo?! —grito no creyendo a lo que dijo mi hermano mayor.

No lo pienso más y corro hacia la dirección donde va todo el mundo. Visualizo una camilla a la lejanía y aumento la velocidad. Y al acercarme todo mi cuerpo se tensa cuando veo a Brûlée con una gran cicatriz recorrer por todo su rostro. ¿Quien demonios le hizo esto? ¿Y por qué?

—¡Brûlée ¿quién te hizo esto?! —pregunto a mi hermana.

—Fueron los matones que siempre abusáis tú y Len —dice Peros-nii.

—¿Los abusones? ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué atacaron a nuestra hermana?!

No recibo respuesta por parte de Perospero. Él solo agacha la cabeza no queriendo responder a mi pregunta. No entiendo nada. Ella no les ha hecho nada para que la ataquen. ¿Lo hicieron como una forma de venganza? Hasta que me tenso nuevamente y mis pupilas se dilatan al saber la verdad.

—Onii-chan —me llama Brûlée—, no te preocupes. Tú te ves perfecto.

Todo mi mundo se vino abajo al escuchar esas palabras. «Perfecto», se repite una y otra vez en mi cabeza. Me muerdo el labio inferior con fuerza y unas lágrimas resbalan por mi rostro—. No. Idiota...

La hicieron daño porque soy un simple monstruo a través de sus ojos. Un ángulos pelícano es lo que soy. Le dejaron una gran marca por mi culpa, por solo preocuparme de mí mismo y no por mis hermanos. Una gran ira me consume por dentro, apretando los puños con rabia. No sé los voy a perdonar. Juro que no voy a permitir que vuelvan hacer daño a mis hermanos. Me alejo del grupo dejando que Perospero se lleve a Brûlée a la enfermería mientras yo me dirijo al castillo para buscar algo. Un objeto que pueda permitirme provocar el miedo absoluto en esos idiotas. Unas chispas salen de mi cuerpo casi destruyendo todo a mi paso, provocando que la gente se alejara de mí.

No tardé en llegar al castillo y lo primero que hice es coger el tridente que me regaló mamá hace tiempo. Me miro al espejo viendo lo horrendo que soy. No soy un adorable gatito. Soy un monstruo a ojos de cualquiera. Y ella debe de saberlo. Solo dice eso para que me sienta mejor. ¡Soy un puto anguila pelícano! Mi mano se estira cogiendo un gran trapo y me lo pongo alrededor mi cuello, tapando aquello que daña a mis hermanos. Salgo nuevamente de ahí, ya teniendo claro en mi mente que voy a matar esos desgraciados. No permitiré que se burlen de mí. Qué se burlen de mis hermanos. ¡No voy a consentir que eso suceda de nuevo!

Llego a la zona y esos idiotas me miran con esa sonrisa tonta. Me dan ganas de desfigurarlos. Acabar con sus vidas de una vez por todas.

—Ey, Katakuri. ¿Qué es eso que llevas alrededor de tu cuello?

—Dañastéis a Brûlée. —Descargas eléctricas salen de mi cuerpo notando un gran poder emanar en mi interior. Mis ojos muestran el temor que quiero que vean. Tiemblan ante mí como si estuvieran viendo al mismísimo demonio—. ¡No consentiré que volváis a poner un dedo a mis hermanos!

Segundos. Minutos pasaron y acabé con sus vidas. Toda mi ira se ha desprendido en forma de venganza. Una cosa está clara: nadie volverá a ver mi rostro nunca más. Nadie sabrá lo que hay detrás de esta prenda. Llevo mi mano en ella haciendo ademán de colocármela. Camino alejándome de sus cadáveres sabiendo que nadie se va a preocupar por ellos. Yo por mí encantado. Aún estoy furioso, queriendo echar toda la mierda que hay en mi interior. Solo matarlos no me bastó. Me falta algo y no sé el qué. Debo remediar y controlar al demonio que todos desean ver. Seré la viva imagen del monstruo que todos desean ver.

Un monstruo sin sentimientos alguno. La vida imagen de alguien que no teme y perfeccionará todo su potencial solo para proteger a su familia de estúpidos como ellos.

—¿Katakuri?

Me detengo en seco cuando escucho una voz muy familiar detrás mía. La única persona que nunca me ha tenido y está a mis espaldas.

—¿Por qué llevas puesto un trapo? ¿Estás malo? —pregunta Len con algo de preocupación.

—Estoy bien —respondo sin interés alguno.

—No me gusta que lleves eso —dice ella con ese tono que emplea mostrando lo molesta que está—, impide que pueda ver tu rostro de lindo gatito.

«Lindo gatito», solo oír eso por la boca de ella, toda la ira que hace rato desapareció, volvió. Y vuelve con más fuerza que antes. Aprieto con firmeza el tridente, sin atreverme a mirar a Len porque explotaría en cualquier momento. El ambiente se vuelve intranquilo y siento como ella tira del trapo a lo que me alejo, apartando su mano en mí.

—¿Katakuri?

—¡No vuelvas hacer eso!

—¿Por qué? Quiero ver tu...

—¡No volverás a ver mi rostro! —grito ya no aguantándolo más—. ¡Tú ni mis hermanos ni nadie verá mi rostro! ¡Ya he recibido bastantes abusos por parte de personas que solo me ven como un monstruo y no como un amigo! ¡Por mi culpa, por mis palizas, se desahogaron ante Brûlée provocándole una herida grave en su rostro! ¡No la protegí como hermano mayor que soy! ¡Y todo esto es por tu culpa! ¡Tú eres la causante de esto! ¡Tú fuiste quién hizo que ignorase a todos por mi aspecto! ¡No sabes lo mucho que duele! ¡No debiste aparecer en mi vida, Len! ¡No debiste aparecer en la vida de mis hermanos! ¡No quiero saber nada de ti! ¡Vete de mi hogar! ¡Vete de Totto Land y no vuelvas nunca más!

Ya con todo eso, me largo dejando a Len ahí. Creo haber visto a la niña llorar, pero solo son imaginaciones mías. Es lo que es: una niña tonta que no sabe lo que ha provocado por su presencia. Sus golpes, sus gritos. Eso hizo que la detonación se activara en mí y esos chicos dañasen a mi hermana Brûlée. No quiero saber nada más de ella. Se acabó.

Ya ha pasado unos días desde lo ocurrido. Estoy tranquilo con una expresión relajada. Ahora me dedico a vigilar a mis hermanos por si les ocurre algo. Ellos al enterarse de lo que fui capaz con esos chicos, me tuvieron respeto, pero algunos se asombraron con lo que fuerte que era. Brûlée está bien, pero esa cicatriz la dejó marcada de por vida. Pero al menos está viva, eso me relaja un poco. Cierro los párpados suspirando con pesadez. Mis hermanos me preguntan del porqué ahora llevo una bufanda, ocultando mi rostro. Yo no les respondí. No quiero explicar mi razón del porqué.

Últimamente no paro de pensar en Len y ver si está bien. Creo que me pase diciéndole esas cosas y no me atreví a acercarme a su casa y disculparme. Ella no tiene la culpa. Me dejé llevar por la rabia que sentí ese día. Ella no la tiene. Ella me ha defendido de esos matones. Ella siempre me miraba con amor y dulzura y tocaba sin miedo mi rostro. Sus caricias quiero que vuelvan. Las echo de menos. Ronroneo con tristeza.

—¡Katakuri! —grita Cracker corriendo junto con Brûlée desde mi posición.

—¿Ocurre algo? —me levanto sosteniendo con firmeza el tridente por si alguien les atacó.

—¡Es Len-chan, onii-chan! —¿Len? ¿Debería preocuparme?—. La hemos visto coger un barco, dijo que no quiere saber más de nosotros. ¡Se va de la isla, onii-chan! —dice dejando unas cuantas lágrimas resbalar por su rostro.

Y sentí como mi corazón se rompe en pedazos al oír esas palabras. Entonces, recordé lo que le dije: «¡No quiero saber nada de ti! ¡Vete de mi hogar! ¡Vete de Totto Land y no vuelvas nunca más!». Todo fue a cámara lenta para mí. Dejo caer el tridente que resbala por mis dedos hasta caer en el suelo. ¿Len se va? No. Ella no. Todo menos ella. No esperé ni un minuto más y me apresuro para detenerla. Debo llegar hasta el barco y no permitir que se vaya. Ella es mi luz. Es mi destino. Es la única chica que me gusta y la cagué. La cagué diciendo cosas que debieron dolerle mucho. Soy un puto malnacido por decirle esas cosas.

Por favor, Len. Esperáme, te lo suplico. Grito con fuerza para que me escuchara. Que no deseo que se marche. Que se quede conmigo junto con mis hermanos. Que los dos sigamos comiendo como solemos hacer. Que duerma conmigo cuando quieran. Lágrimas resbalan por mi rostro temiendo lo peor. No quiero perderla. Quiero estar con ella, de verdad. ¡Len te lo suplico por el mismo cielo! Estoy llegando al muelle y el barco ya zarpó. ¡No! ¡No! Grito con más fuerza, casi desgarrando toda mi garganta queriendo que se detuviese o que diese la vuelta.

—¡Len! —la llamo desde mi posicion—. ¡Vuelve, por favor! ¡Me equivoqué! ¡Len!

Y la perdí. La perdí definitivamente. Ahí me di cuenta que la única persona que me gustaba se fue. Cada día iba al muelle esperando con ansias a que ella se diera cuenta de su error y le pidiese al barco dar marcha atrás. Han pasado días, semanas, meses y años y aún sigo esperándola. Llegó un momento en que perdí toda esperanza. Qué no la volvería a ver nunca más.

Hasta ahora.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top