Nunca.

Jamás.

No existe forma alguna.

De que en éste o en otro mundo, sea capaz de saber por dónde comenzar con esta historia. Pero es necesario que la conozcan.

Sobretodo, si eres como solía serlo yo. Supongo, que sólo puedo empezar contándoles, como nos conocimos...

*Flashback*

Estaba nerviosa, demasiado nerviosa. En un extremo más alto de nerviosismo.

Algo que no tenía ni una pizca de sentido. Sólo era mi primer día en la secundaria y sí, podrá ser preocupante para ustedes, pero, estaría con los mismos compañeros de primaria y en el mismo colegio.

El colegio Sant Ròsi no tenía nada fuera de lo común, ni siquiera había algo emocionante en él. Mucho menos, cuando de chicos se trataba, eso era mucho peor.

Pero, seguía estando nerviosa por alguna razón desconocida para mí.

-Los alumnos de primero de secundaria hagan una fila aquí y separense en columnas de varones y hembras.

Uno de los profesores indicó y vi un tumulto de estudiantes uniformados moverse hasta el lugar indicado y hacer la fila, a la cuál me incorporé cómo pude, debido a la gran cantidad que éramos.

Los alumnos de segundo, tercero y cuarto año de secundaria ya estaban en sus respectivas aulas, en cambio, nosotros seguíamos esperando a que nos ubicarán en nuestras distintas clases y ver quiénes serían nuestros compañeros de curso y profesor a cargo.

Nos separaban en tres secciones. Comenzaron separando a la primer sección y luego saltaron a la tercera, dejando a la mía -la tercera- en medio. Cómo alumna... vieja, sabía que tenía mi cupo fijo y asegurado, por ende seguiría estando en la misma sección y con los mismos tarados de compañeros.

Cuando ya estuvimos todos separados, con mis compañeros aprovechamos de saludarnos discretamente y hacer un par de bromas sin que los profesores lo notasen, no queríamos pillarnos un regaño.

Después de darnos la bienvenida e indicarnos nuestras respectivas aulas, todos nos fuimos de allí, para ver nuestra primera clase.

Que fue una mierda.

Nuestra primer hora de clase y nunca llegó nuestro profesor. Sin embargo, fue un buen espacio para recrearnos, conversar, ponernos al día y demás cosas.

Había elegido sentarme al lado de los que en ése momento eran mis mejores amigos, o más bien, mi grupo de relajo. Después de un par de bromas, anécdotas y risas compartidas, me ocupé de anotar algunas cosas en mi cuadernillo.

Datos personales y ése tipo de cosas. ¿Quién sabe? Podían raptar uno de mis cuadernos o más probable, yo podría dejarlo tirado por allí.

Estaba concentrada apuntando el número de teléfono de mi padre, el cuál aún me costaba recordar, entonces tenía que repetirlo varias veces hasta que sonara más convincente para mí misma y luego anotarlo.

Escuché a alguien aclarandose la garganta, pero no presté atención. Acto seguido, un dedo tocó dos veces en mi hombro y levanté mis ojos para encontrarme con un rostro nada familiar para mí.

-Eh, hola-agitó su mano-¿Está ocupado?-señaló el asiento a mi lado y yo negué-¿Puedo?

-Adelante-sonreí amable y él me devolvió la sonrisa.

Se apresuró a tomar el lugar y luego se quedó viendo al frente, sumido en sus pensamientos, mientras repiqueteaba uno de sus dedos en la mesa. Estaba nervioso y mucho más nervioso que yo. ¿Y cómo no? Él era nuevo, no podía juzgarlo.

Pero para su buena suerte, se había cruzado con la alumna más amable y amigable de ésa sección. Sí, yo.

-Soy Olive-extendí mi mano y él sólo la observó, sonreí dulce-Olive Santana.

-Claro, claro-rio apenado y tomó mi mano-Yo soy Farley Reyes.

-Mucho gusto, Farley.

-Igualmente, Olive.

-Y bienvenido.

Le guiñé un ojo después de regalarle una sonrisa. Sonrisa que él correspondió un tanto emocionado y luego volví mi atención al número de papá que estaba anotando y que ya había olvidado.

No lo supe, en ése momento fui tan inocente como para saberlo y ni siquiera cruzó por mi mente que ya había conocido a la persona que estaba hecha para mí.

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"Y si alguna vez en tu mente llegase a pasar la idea de que nunca fuiste amado de verdad, pásate y lee las páginas donde dejé impreso mi amor por ti".