Capítulo Dos

"Sólo el amor con su ciencia nos vuelve tan inocentes"

~Violeta Parra.

Día de San Valentín.

El día de los enamorados.

En otros lugares, el día del amor y la amistad.

Para algunos, un día común y corriente, sin importancia algunos. Y para otros, uno de los días más importantes de sus vidas.

Ése día cuando llegué al instituto sólo veía a un montón de personas con sus detalles, los enamorados más cariñosos de lo normal, algunas declaraciones de amor correspondidas y otras no tanto. Todos animados dando y recibiendo obsequios, otros con una especie de complicidad como si ocultaran algo.

Uno de ésos, era Farley.

Para mí, más que una fecha bonita, también era triste. Sobretodo para los del grupo en el que pertenecía, los rechazados.

Hace un par de días había tomado el riesgo y aunque no le confesé mis sentimientos a Camilo en su cara, sí lo hice a través de un mensaje. Gracias al cielo seguimos actuando normal y manteniendo nuestra amistad, pero eso no quitaba mis sentimientos por él.

Amor y amistad, no sólo es dar regalos o recibirlos, no es sólo decir "Te quiero" o "Te amo", no es sólo declarar tu amor públicamente, no es pedirle a alguien que esté contigo por simple atracción física. Es mucho más complejo que eso, se trata de conexión.

En lo que a mí respecta, es imposible ser amiga o pareja de alguien con la que no sienta una conexión, algo fuerte, un lazo que nos una y que siempre me atraiga a esa persona.

Para el resto de los estudiantes, no había problema en cambiar de novia cada semana.

Me aseguré de que mi detalle estuviera perfecto. Había amanecido intentando terminarlo a tiempo y lo logré, para ser un trabajo de un día para otro, parecía un trabajo de profesional.

Al entrar en el aula, podía ver al resto de mis compañeros de clase con sus detalles sobre sus mesas. Habían algunos enormes y llenos de un montón de dulces, que todos queríamos pero que al final, sólo lo elegiría nuestra suerte.

La mayoría estaban atareados terminando de agregar cosas y dulces a sus presentes, o sólo estaban distraídos preparando los regalos para sus amigos. En mi caso -afortunadamente- había terminado unas especies de pergaminos con mis palabras más sinceras y bonitas hacía cada uno de mis amigos.

Ya había entregado varias, así que era su turno.

-¿Qué tal, chicos?-tomé asiento sobre una de las mesas a su alrededor.

-Olive-saludó Carlos con recelo y cómo pude sonreí.

Gran detalle que olvidé, sí, ése es Carlos, el mejor amigo de Farley. Él y yo nos llevamos muy mal.

-Farley, quiero entregarte esto, es para ti. ¡Feliz San Valentín!-le entregué el papel en su mano y sonrió feliz.

-¡Oh, vaya! ¡Gracias!-se acercó y me dió un pequeño abrazo, seguido de un beso en la mejilla.

-No es nada-sonreí. Parecían estar algo ocupados-Bueno, los dejo, espero que te guste.

-¡Claro! Feliz San Valentín también para ti.

Carlos se despidió con un asentimiento y los dejé seguir en lo suyo. Ésos dos se traían algo entre manos.

Estaban muy raros, más raros de lo normal. Tenían una complicidad desde que habíamos estado en clases y sólo se la pasaban secreteandose.

Aunque aún no recibía un regalo de parte de Farley, tampoco lo exigía, pero me hacía algo de ilusión recibir algo de su parte, por lo más mínimo que fuera.

Los meses pasados había sentido una pequeña atracción por él, no obstante, lo había dejado de lado por nuestra amistad, porque era algo que simplemente me negaba a arriesgar y joderlo. Pero ése día, desde que entramos a clase, Camilo nunca estuvo en mi mente y aunque mis ojos sí se lo cruzaron, sólo podían seguir a alguien y en mi mente sólo había espacio para alguien, y era Farley.

Era algo extraño, más bien, distinto.

Toda la clase él había tenido mi atención y ni siquiera lo había notado. Antes de entregarle mi obsequio, estaba muy nerviosa. ¡Y venga! No debía estarlo, sólo éramos amigos.

Pero seguía teniendo esa pequeña, casi mínima sensación con él. Era algo muy característico y peculiar, algo que sólo me pasaba con él.

-Hola-me crucé a Camilo en uno de los pasillos.

-Hola, Olive-sonrió-¿Cómo estás?

-Muy bien, ¿Y tú?-él hizo una mueca-Entiendo... Bueno, quería entregarte esto.

Además de ser Camilo el chico que me gustaba, era un gran amigo para mí y por ello, también se merecía uno de mis obsequios.

-¿Gracias?-dijo al recibir el trozo de papel.

-Sí, es un detalle, por lo de San Valentín-pareció entender.

-¡Ah, vale! Perdona, es sólo que no me gusta celebrar y tampoco creo en eso.

-¡Oh! Vaya... Comprendo, no lo sabía-le resto importancia con un gesto.-Pero lo respeto.

-Igual, me quedaré con el obsequio-sonrió y le devolví la sonrisa.

-Perfecto, entonces nos vemos.

Me despedí con la mano y seguí mi camino por los pasillos, en busca de Mara. Quién encontré en la cafetería comprando algunos dulces para el detalle del intercambio que haríamos junto a mis demás compañeros de clase.

-Hola, mujer. Espera-tomó las cosas que había comprado y me invitó a caminar-Vamos.

-¿Te ayudo?-negó.

-Yo puedo. Ven conmigo al aula y conversamos mientras termino de organizar todos éstos dulces-hice una mueca.

-Creo que en el aula están Farley y Carlos.

-A ver Olivia,-comenzó- sé que apenas logras soportar al energúmeno de Carlos, pero ni siquiera tienes que prestarle...

-No es por Carlos-rodé los ojos hastiada-, es por Farley.

Se volvió a mí con el entrecejo fruncido y la cara descolocada.

-¿Qué? ¿Farley Reyes?-asentí-Pero si ustedes se aman.-le dirigí una mirada confundida-Tú entiendes.

-Somos amigos-le aclaré.

-Pero se quieren mucho, a eso me refiero-se hizo la inocente.

-Ajá.

-Como sea, a ustedes les encanta pasar tiempo juntos. ¿Qué tiene de malo que esté en el aula?

Compartimos una mirada y pareció entender.

»-Aaah, vale. Este rollo es algo sentimental.

-No es nada sentimental.

-Que bien, porque hasta donde tenía entendido el que te gustaba era Camilo, ¿No?-la miré-Eso pensé, habla ya.

-Es que, después de confesarle mis sentimientos a Camilo, lo que siento por él ya no es igual, ya no es tan importante.

-¿Y qué pasa con Farley?

-Él es mi amigo.

-Ya lo sé, pero ¿qué pasa con él?

-Hoy me he sentido igual que cuando sentí atracción por él-apenas murmuré.

-¡Ay no! Eso es malo.

-¿Qué? ¿Por qué?

-Eso quiere decir que significa más de lo que crees para ti. No cualquiera te gusta, deja de gustarte y te vuelve a gustar de un día para otro.

Rasqué mi cabeza, pensativa.

-¿Y bien? ¿Qué crees?

Se detuvo antes de entrar al aula y me miró, aún sosteniendo todas sus cosas.

-Creo que, en ése corazoncito se está cocinando algo más y estoy segura de que Camilo, no tiene nada que ver allí, sino aquél.

Movió la cabeza señalando un par de mesas fuera del aula, donde estaban sentados Farley y Carlos, manteniendo la misma complicidad de toda la mañana. Ninguno se giró hacia mí dirección, ambos se levantaron y se dirigieron a la salida del instituto.

Seguí a Mara dentro del aula, tomando asiento en uno de los lugares al lado del suyo. Ella arreglaba todos los dulces con mucha concentración mientras la observaba con algo de ansiedad, y ella pareció notarlo debido a como repiqueteaba mis dedos contra la mesa.

-¡Dios mío! Sólo dilo, vas a morir si no lo dices-exclamó.

-¡Es que no sé qué hacer!

-Ve a comprobar qué es lo que sientes por Farley de una vez por todas.

La miré y ni siquiera lo pensé, asentí y me encaminé a la salida, pero me detuve o más bien, alguien me detuvo.

-Todos adentro, haremos el intercambio.

-No... Pero, debo hacer algo rápido primero, profesora-ella negó.

-Tranquila Olive, esto es rápido.

-Pero...

-Entren chicos.

Me ví interrumpida por la avalancha repentina de todos mis compañeros que entraron al aula, arrastrándome con ellos e impidiendo mi salida. Todos tomaron sus respectivos asientos y no me quedó de otra más que hacer lo mismo.

Para mí buena o mala suerte, no lo sé. Al lado de mi lugar estaba Farley sentado, mientras conversaba animada y distraídamente con Carlos. Me dirigí hacia allá, tomé asiento y me volví hacia él.

Seguía distraído hablando con Carlos y ni siquiera se percató de mi presencia, aproveché esos minutos para sólo dedicarme a verlo. También caí en cuenta de que ver a Farley distraído se había convertido en una costumbre para mí, algo que me gustaba mucho hacer. Ver su mueca cuando se concentraba, cuando reía, su sonrisa, cuando tragaba grueso, se relamía los labios, cuando estaba molesto o pensativo, pero de todas ésas mi favorita era verlo de perfil, haciendo cualquier cosa.

-Oye, Livie.

Parpadeé volviendo a la realidad y ahí estaba él, frente a mí, viéndome. Probablemente me había atrapado viéndolo. Qué estúpida.

-¿Qué pasa?

-Hay algo que quiero decirte-dijo serio.

-¿Pasó algo o...?

-No, no. Es sólo algo importante-sonrió.

-Está bien, te escucho-apoyé mi barbilla sobre mi puño cerrado.

-Te lo diré cuando salgamos de clases. ¿Te parece?

Asentí y él se reclino en su asiento relajado, ambos permanecimos observandonos, una boba sonrisa se escapó de mis labios, él me imitó y luego tomó la punta de mi nariz entre sus dedos dándole un pequeño apretón que me hizo arrugar la cara.

-Todos pueden venir por sus papelitos para saber a quién les tocó regalarle.

Hicimos una fila, en la que Farley quedó frente a mí. El MUY caballeroso, no fue capaz de cederme su puesto y aunque me ofendió, aproveché para abrazarlo por detrás, algo que le molestaba un poco, pero aún así me dejaba hacerlo.

Si había una cosa que le irritara tanto a Farley, era ser de una estatura más baja que yo y aunque me parecía un detalle insignificante, a veces bromeaba con él sobre eso. Por eso, no le gustaba que pasara mis brazos por alrededor de sus hombros y acuñara mi rostro en el hueco de su cuello, sólo porque era obvia nuestra diferencia de estatura.

-Te encanta hacerme enojar-se volvió a verme curioso.

-No sé de qué me hablas.

Mi sonrisa se amplió y la suya también, mientras negaba con su cabeza sin dejar de verme. Me percaté de la poca distancia que separaba nuestros rostros, él tomó un mechón de mi cabello y lo coloco tras mi oreja.

-Par de tortolos, avancen.

Uno de nuestros compañeros me dió un pequeño empujón que nos hizo avanzar, sin embargo, Farley no se lo tomó tan bien y lo fulminó con la mirada.

-No hacía falta que la empujaras, idiota.

-Perdón, pero estaban muy distraídos en su nidito de amor.

Algunos de los que le seguían rieron y uno de ellos chocó los cinco con él, felicitándolo. Que estupidez.

-¿Qué pasa? ¿Te dan celos?-de inmediato Dylan frunció el ceño.

-¿Por Olive? ¿La has visto bien? Por Dios, que asco.

Y eso era justo de lo que les hablaba.

Mis brazos se soltaron, rompiendo el abrazo y todo contacto con Farley, di un paso atrás y me sentí tan mal. Dylan tenía razón, podía estar sintiendo demás por Farley, pero eso no cambiaba en nada quién era yo y quién era él. Y él jamás se fijaría en mí como algo más que una amiga.

Farley se volvió a verme y quizás en mi rostro se reflejaba lo herida que estaba. Noté como apretó sus puños y su mandíbula, intentando contener la rabia que le invadía y también, la impotencia.

Alguien se aclaró la garganta detrás de mí y me giré encontrándome con la profesora que me apresuraba a tomar un papelito, así lo hice y tomé asiento lo más rápido que pude.

Intentaba con todas mis fuerzas contener las lágrimas que amenazaban con escapar de mis ojos, apartandolas mientras no dejaba de repetirme a mí misma que no lo valían. Que ellos no lo valían, que no dejaría que vieran como me derrumbaba o lo mucho que me afectaba todo lo que me decían. Había aprendido a vivir con ello.

-Livie, no le hagas caso a Dylan, es sólo un idiota.

Farley apareció de inmediato a mi lado, sonreí como pude y negué.

-Lo sé, Farley. Estoy bien, no pasa nada.

-Eres hermosa, en serio, lo eres.

-Gracias-mis ojos se llenaron de lágrimas y él acarició mi mejilla con suavidad.

-Desearia que vieras en ti, lo mismo que yo veo.

-Por eso eres especial, porque sólo tú puedes verme de esa forma.

Tomé su rostro entre mis manos y apenas pude sonreír, él acarició una de mis manos con la suya mientras correspondía mi sonrisa.

-Te quiero-susurró.

-Y yo a ti, bobo.

La profesora nos interrumpió al empezar a explicar la dinámica. La primera fue Ximena que le dió su regalo a Yineth y así sucesivamente hasta que fue el turno de Martina a quién le había salido el papel con mi nombre, me levanté con mi obsequio en mano y recibí el suyo acompañado de un medio abrazo.

No di muchas vueltas y le entregué mi regalo a mi amigo secreto que era Ben. Siguieron el resto de mis compañeros hasta que llegamos al final y fue nuestro momento de marcharnos.

Tomé mis cosas lo más rápido que pude, Farley se levantó y se dirigió al lugar de Carlos. Martina me alcanzó y nos fuimos juntas del instituto, llevaba un nudo en la garganta de lo mal que me sentía, pero eso no me excusaria para el segundo turno. Al menos, tendría un mini tiempo para intentar relajarme y animarme.

En el inicio del camino, Martina iba hablando un montón de cosas y aunque siempre era yo la que hablaba hasta por los codos, hoy no tenía ánimos. Quizás nos tolerabamos, pero no éramos lo suficientemente cercanas como para abrirme con ella y contarle lo que me pasaba, tampoco es que se veía como alguien que fuera buena escuchando o aconsejando. En general, Martina era muy egoísta.

Por eso apenas la toleraba.

-¡Hey!

Se escuchó un llamado pero Martina y yo seguimos caminando, creyendo que no había sido con nosotras.

-¡Chicas!

Volvimos a escuchar y antes de girarnos para descubrir de quién provenían los llamados, compartimos una mirada. Y ahí estaba, Farley venía corriendo en nuestra dirección.

-Hola...-dijo intentando recuperar su aliento.

-¿Hola?

-Hay algo que quiero entregarte.

Mantenía sus ojos en el suelo y a ciencia cierta no sabíamos con cuál de las dos estaba hablando, pero por lógica, nos imaginamos que era conmigo.

Mi corazón latía a toda prisa mientras observaba como Farley buscaba algo en su bolso y sentí como se detenía al ver lo que sacó de el.

Una carta.

Era una carta.

Desde pequeña, siempre me habían gustado las historias de amor a la antigua. Sí, con cartas de amor, palomas mensajeras, flores con tarjetas, osos de peluches y chocolates en la puerta de tu casa, bailes lentos y mensajes con abanicos.

Y Farley lo sabía.

Mi corazón se arrugó aún más, cuando su mano se extendió en dirección de Martina. La sorpresa en la cara de ambas fue notoria, ella me miró y yo a ella.

-¿Para mí?-se dirigió a Farley y este asintió.

-Feliz San Valentín-dejó un fugaz beso en su mejilla y se marchó corriendo.

Martina y yo seguimos caminando, mientras que ella abría la carta con gracia. Leyó con rapidez las palabras que habían en la carta y al terminar dejó escapar una sonora carcajada. Y aunque no lo demostré, sí me cabreó.

-Está loco-siguió riendo-¿Cómo piensa que podría fijarme en alguien como él?

Yo sí lo haría... Pensé.

-¿Puedo leerla?

-Ten, si quieres, quédatela-me entregó la carta.

"Nunca supe cómo darle inicio a esta carta y aún aquí escribiendola, sigo sin saberlo. Hay tantas cosas que me gustaría decirte, de hecho, cada una de las cosas que pasan por mi cabeza cada vez que te veo y es tanto, que no sé por dónde empezar. Entonces, me pregunté a mí mismo: "¿Y si se lo digo todo?" Entendí que una sola carta no bastaría para decirlo todo, pero dejaré que sea la primera del millón de cartas que planeo escribirte si al igual que yo, aceptas que hace mucho tiempo dejamos de ser amigos, lo nuestro es más profundo que eso.

Estoy aquí, sin capas que me cubran, sin nadie que me calle y sin nada más que ocultar, para decirte que sólo quiero ser tuyo.

F. R."

-Dios...-dije en un susurro.

-Es patético, lo sé-Martina rió.

-Es hermoso, si no la quieres, dámela a mí.

Martina me miró mal, de arriba a abajo y negó, arrebatandome la carta de mis manos.

-No, debo mostrársela a mi madre. Luego te la daré.

-Está bien, nos vemos.

Me despedí y seguí mi camino a casa.

Eso es Olive, deja de pensar en Farley. A él le gusta Martina y a ti te gusta Camilo. Lo único que puede haber entre Farley y tú es una amistad.

Apenas llegué a casa, lo primero que hice fue lanzarme a mi cama agotada dejando que el aire acondicionado acabará con lo acalorada que estaba. Me fijé en la nota que había pegada en mi espejo.

Papá era inteligente, había notado la maña que había estado teniendo últimamente con verme demasiado en el espejo.

Me levanté y leí lo que decía en la nota. Al parecer, se había ido al trabajo y me había dejado mi almuerzo sobre la mesa, llegaría tarde y no tenía que esperarlo, y que podía pedirme algo de cenar.

Fui hacia la cocina-comedor y efectivamente, estaba mi almuerzo allí, lo calenté un poco en el microondas. Me gustaba la comida caliente.

Al escuchar el pitido, la saqué y coloqué sobre la mesa, mientras buscaba algo de jugo en la nevera hasta que sentí jalones en mis calcetines.

Con que ahí estaba.

Lulú, era la mascota de mi papá, que por alguna razón que no entendía, no le caía bien, probablemente porque yo sí era la verdadera hija de papá. Aunque fuera una canina -una con mucha más personalidad que yo- era como mi hermana, habíamos crecido juntas y siempre nos andábamos agarrando de los pelos.

-¡Greñuda! ¡Suelta mi calceta!-la miré mal y salió corriendo-¡Eso! ¡Huye y péinate!

Se regresó para ladrarme y corretearme mientras le dábamos vueltas a la mesa.

-¡Basta! Mi comida se enfriará y debo volver al instituto.

Se detuvo y me observó, para luego pasar a mi lado batiendo su peluda cola de un lado a otro.

La pequeña Pomerania y yo, siempre vivíamos de esa forma. A papá le encantaba bromear, llamandonos "Lucifer y Cenicienta" y vaya, que no se equivocaba. Cuando él no estaba, para mí era un infierno esa miniatura de perro.

Comí rápidamente y me di un rápido baño, arreglé mi bolso, me vestí y peine, dejé una nota para mí hermano por si se le ocurría venir, tomé mis llaves y a Lulú, a quién deje con nuestra vecina -que sí quería- y me dirigí hacia el instituto.

Aunque viviera junto a papá y a mi hermano, eran raras las veces que los encontraba en casa. Por lo general, sólo en las noches hasta muy tarde o en las mañanas muy temprano, y amaba demasiado mi sueño como para arriesgarme a acostarme demasiado tarde o levantarme muy temprano, igual siempre tenía el fin de semana para verlos un día entero.

Me gustaba vivir así, aunque fuera raro. ¿Los extrañaba? No tanto, a veces vivir rodeada de solo testosterona es muy estresante.

Al llegar al instituto estuve hablando durante un largo rato con Danna y Valentín bromeando mientras se hacía la hora para entrar a nuestra primera clase. Luego se nos unieron Diego, Mara y Yineth. Por último llegó Farley, que tomó asiento en mis piernas, mientras rodeaba mi cuello con uno de sus brazos.

Se sentía bien estar así, con él y con el resto. Y me sentí bien, hasta que recordé lo de Martina, entonces decidí que lo mejor que podía hacer, era apoyarlo.

-Hey-susurré para que sólo él me escuchará. Giró a verme-¿Qué hay con Martina?

-¿Te dijo algo?

-¿Sinceramente?-asintió-Se rió de tu carta.

-Lo sabía, no tengo oportunidad con ella. Igual no me importa-no se notaba nada herido o afectado.

-Hey, si me lo preguntas, a mí sí me gustó-se giró a verme de golpe.

-¿La leíste? -dijo con los ojos muy abiertos.

-Sí, pero tranquilo, no le diré nada a nadie y...

-¿Te gustó?

-Sí, fue muy lindo todo lo que escribiste, pero no sabía que fueras tan amigo de Martina.

-Hay muchas cosas que no sabes de mí, Livie-ambos sonreímos.

-¡Por favor! ¡Comanse la boca! Ambos se mueren por hacerlo-Diego interrumpió nuestro momento.

-¡Calla, estúpido! Empezó mi novela-Mara lo manoteó.

-Sigan, sigan-nos animó Danna.

Farley y yo reímos.

-Sólo somos amigos, chicos-dijo él.

-Ajá.

-Y yo soy buena en mate.

-Y yo amo educación física.

-Y yo no me atrasé un año.

-Espera, ¿te atrasaste un año?-me dirigí a Diego.

-¡Ése no es el punto! Besense, nosotros sufrimos más que ustedes-rogó

-Pero...

-Chicos, pueden entrar a su aula.

Todos nos levantamos y entramos a nuestra clase, mientras que el profesor organizaba sus cosas y el resto también, Diego se levantó y me gritó desde su puesto.

-A la salida, Olive, de esta no te salvas.

Sentí mis mejillas teñirse de rosa e inevitablemente los nervios se apoderaron de mí. Busqué a Mara con mis ojos y ella compartió un guiño conmigo.

No me asustaba tanto la idea de besar a Farley, de hecho, me llamaba la atención. Pero, ¿Qué haría? Jamás había dado un beso.

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