•01•
Cuando era niño mamá me contaba la leyenda de un emperador que creía en la leyenda del hilo rojo del destino.
Según la historia, había una bruja con la capacidad de ver aquel hilo y, al enterarse de su existencia el emperador la llamó a su palacio ordenándole que buscara a la persona del otro extremo de su hilo.
La bruja aceptó y siguió el hilo hasta un mercado, ahí llamó al emperador y señaló a una mujer con un pequeño bebé en brazos.
El emperador al creer que era una broma mandó asesinar a la bruja. Al tratar de matar a la mujer, la bebé se le cayó de las manos golpeándose en la frente contra una piedra.
Entonces nunca se volvió a saber de eso.
Pasaron los años y el emperador vivió solo hasta que llegó el momento de despojar a la hija de un general. En el momento de su boda el emperador estaba rebosante de alegría. Cuando finalmente levantó el velo de su prometida descubrió a una joven mujer con una peculiar cicatriz en su frente.
Era la niña que años antes había hecho que cayera de los brazos de su madre.
De pequeño esa era mi historia para dormir todos los días, unas dos veces al día. De verdad amaba esa historia.
Y siempre me preguntaba si la chica del otro extremo de mi hilo sería linda, alta, pequeña, de cabello castaño o negro como el mío, una rubia o pelirroja... no me importaba, quería saber cómo sería aquella chica linda. Necesitaba saberlo.
Pasaba horas y horas durante años viendo a las niñas de la escuela esperando encontrar alguna con la que sintiera una conexión.
Sin ningún resultado.
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