No se enterará de eso

Lo pensó por varios segundos, luego la siguió.

Sabrina formó una gran sonrisa y caminó. Max trataba de seguirla, se sentía fatigado y sin fuerzas para seguir hacia adelante.

—No te rindas Max, ya veras como todo esto llega al final—decía Sabrina llegando a un pequeño callejón oscuro.

Max tenía un mal presentimiento, solo seguía y no sabia de dónde sacaba la fuerza. Miraba al cielo buscando una señal.

—Mamá, me gustaría que estuvieras aquí para que me ayudarás a salir de esto—agregó mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

El frío viento que abundaba en la madrugaba no lo ayudaba en nada. Sentía que le ardía su cuerpo, Sabrina lo llevaba para un extraño callejón.

Max dudaba en seguirla, solo esperaba que su padre lo encontrara pronto. El sueño y dolor juntos no lo dejaban continuar más.

Respiraba agitado y Sabrina lo notó,—No te rindas Max, ven te ayudo— la chica colocó su brazo alrededor del cuello de Max y lo ayudó a continuar.

Los edificios que se encontraban allí eran extraños, Max no sabía mucho del callejón Diagon, era muy grande y solo había ido una sola vez con Snape.

La caminata fue eterna para el pobre chico lastimado. Pero todo se le pasó cuando al fin habían llegado, un pequeño edificio sucio y tenebroso.

La chica sonrío y abrió la puerta, Max la siguió. Todo estaba oscuro y no veía nada.

—Lumos—invocó alguien. Una luz se pudo ver. Max miró para la luz y al ver ya no estaba.

—Nox— un escalofrío le recorrió la espalda. No veía nada y no encontraba la puerta. No quería invocar el hechizo para alumbrar porque se darían cuenta.

—Max, no tengas miedo. Aquí estarás seguro, hasta ahora— era la voz de Sabrina.

—Estupida, me traicionastes, idiota— Max no aguantaba. De repente unas luces se prendieron.

No se lo podía creer, eran los chicos.

—¿Qué hacen aquí? ¿Cómo salieron?

—Eso no importa—dijo la chica, algunos chicos de Slytherin la habían acompañado—Ahora volvamos a Hogwarts. Ya Una carta fue enviada para notificarle a tu padre.

—Mi padre. ¡Mi padre! Esta desmayado en casa, un tal señor Burke le hizo daño.

Sabrina solo abrió sus ojos enormes.

—¿Dije algo malo?— movió su cabeza negando—Por cierto, lamentó no confiar en ti, pensé que me habías traicionado.

—No, Max. Como voy a pensar eso de ti.

—Dejen el romance para después, nos tenemos que ir—dijo uno de los amigos de Sabrina.

Todos afirmamos y bajo una chimenea llegaron a Hogsmeade.

Allí caminaron por algunos minutos para entrar al castillo. Donde lo esperaba Draco.

—Max, me alegro que estés bien—Draco le dio un abrazo. Luego lo soltó la emoción lo invadió por completo.

—Ah..Si, espero que tú igual—Draco bajo la cara y se vio una cara triste— hablaré contigo después.

Max con el dolor que sentía lo siguió para la oficina de Dumbledore. Le contó todo lo que sabía.

—Eres especial, Max. Todos lo somos de una manera u otra—decía mirando en una pequeña fuente con luz azul.

—¿Y a qué viene eso?—Dumbledore lo miró. Respiró profundamente y se dirigió donde él.

—Estamos en peligro. Tú estás en peligro.

Max sabía que lo estaba, sabía que todos estaban. ¿Pero por qué él en específico?
Era peligro para él o para ellos.

O mejor dicho, él era el peligro. Tenía tantas dudas, no entendía nada.

Minutos después se escuchó un ruido en la puerta, era Snape. Al fin había llegado, y no se veía muy bien.

Max corrió donde él con un dolor y le dio un abrazo.

—Estoy bien, no te preocupes por mí—dijo con su voz fría.

Max ya conocía esa voz y no le gustaba.

Dio un suspiro de cansancio y se despidió.

—Max, tienes permiso de quedarte descansando en tu cuarto por las primeras clases. Enviaremos a una de as enfermeras para que te verifique.

...

Caminaba por los pasillos, escuchaba como los cuadros rumoraban cosas cuando Max pasaba.

Lo siguió hacia el gran comedor para buscar algo de comer, tenía mucha hambre. No había comido nada las últimas horas. Buscó pudín y unas donas de chocolate. Iba cargado de tanta comida hasta las mazmorras...

De camino se había encontrado con Draco que está listo para ir a Defensa Contra las Artes Oscuras.

—Tienes que tomar clases con la cara de sapo—repetía Max mil veces, Draco reía hasta que paró—¿Qué te pasa, te enamoraste de la cara de sapo?

Un ruido molesto se escuchó detrás.

—Me podrías explicar quién es esa—Umbridge lo miraba seriamente—¿Por qué tengo algunos minutos libres para saberlo?

—No se lo digas a nadie, pero la cara de sapo es...,— pensó mil veces buscando a alguien. Los demás profesores eran muy buenos con él. Pero lastimosamente tenía que elegir a uno— es Trelaway.

Ella dio una sonrisa,—tienes razón, aquellos lentes no le favorecen.

Sin decir nada más se largó. Max y Draco dieron un suspiro de alivio.

Draco seguía con la cara muy extraña.

—¿Te sientes bien? Porque ni siquiera veo a tus guarda espaldas contigo.

Honestamente no se sentía bien, tenía sus razones.

—Esto no se lo podía decir a nadie y menos a ti. Pero te lo voy a contar. Sígueme.

—¿Qué le vas a contar?— los corazones de los dos chicos se detuvieron. Lucius, el padre de Draco, estaba allí con ellos.

Si su padre no sé debía enterar de eso. Ya estaba enterado.


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