Hogwarts

La luz brillante cegó por completo a Max que seguía en el baúl. Ya se sentía aliviado, esperando el momento perfecto para salir de aquella casa e irse para su tenebroso hogar en CokeWorth .

Pero no era así , el baúl se volvió a mover y unos golpes empezaba a recibir. Estaba bajando, estaba bajando unas escaleras cómo podía ver por el pequeño orificio. Veía unas paredes grises mohosas y verdes. Sentía un frío recorrerle su espalda.

Su esperanza bajo de momento. No estaba de vuelta en casa. Y eso lo asustaba un poco, había dejado lo poco que tenía en CokeWorth ahora tendría que empezar desde cero.

Severus había dejado ya la maleta en una especie de cuarto y así mismo se fue.

Max ya no aguantaba más, no le importaba si lo veían, pero estaba cansado de estar escondido por más de un día. Le daba igual, abrió lentamente el baúl negro y salió.

Aquel lugar si era extraño, tenía calderos, unos tipos de pociones y partes de tejidos y órganos. ¿Dónde rayos estaba?

Muchas cosas le pasaron por la mente, estaba en la sala de tortura. Sabían que el estaba allí todo ese tiempo y lo iban a matar. Tantos pensamientos aterradores se mostraron en la cabeza de aquel chico de pelo negro.

Abrió la puerta del lugar sin pensarlo. Sintió un gran frío recorrerle toda su espalda. No sabía dónde estaba, se sentía desorientado.

Subió por un pequeño callejón de escaleras de lozas grises y llegó a un gran pasillo. Era enorme, lo dejo boquiabierto.

Veía fotos que se movían, y eso le recordó al periódico. Así que se puso más nervioso, lo estaban endrogando aún más, tendría que ir a un psicólogo lo antes posible. No podía creer lo que veía, pero lo más que le asustó fue lo que vio después.

—'Un-un fantasma!—gritaba sin mirar atrás, corrió más rápido que nada. Encontró una puerta que conducía a la salida y se olvido de todo lo que estaba atrás. Salió por un gran patio y se dirigió a una casa que había en el bosque.

Esta vez miró para atrás a ver si ya no lo perseguían y ya no lo hacían. Respiró hondo y contempló su paisaje en busca de algo que le hiciera saber dónde estaba, solo vio algo maravilloso, el lindo paisaje del castillo lo tomó por sorpresa. Era hermoso el lugar.

Tuvo una idea que lo podía ayudar, tendría que quedarse algunos días en la pequeña casa de madera y ladrillos que estaba apartada del lugar para que así no se dieran cuenta de su existencia. Caminó mirando el cielo azul, la tarde ya se había acercado y pronto se pondría oscuro. Así que era difícil llegar a CokeWorth .

Se dirigió a la casita observando atónito todo lo que se le aparecía a su alrededor, en el camino veía plantas extrañas que le asustaban un poco. Estas eran muy exóticas y Max veía ilusiones de ellas moviéndose.

Trató de ignorarlas hasta llegar a la vivienda. Miró por la pequeña casa y no vio a nadie. Abrió la puerta sigilosamente y entró.

Un gran perro había allí, Max brincó del susto y se golpeó la cabeza. Quedando inconsciente por un largo tiempo.

...

El día había pasado muy rápido. El golpe había afectado a Max. Era de noche y Max despertó gracias al perro con el que se había asustado. Este le lamia toda la cara.

La cara de Max estaba completamente llena de baba de perro.

—Ah, que asco. —se quejó mirando al viejo perro.

Su cabeza latía y le dolía mucho. Buscó en toda la casa algo que ponerse para el dolor y no conseguía algo normal. Todo era extraño...

Unos ruidos lo interrumpieron. Max se asomó por la ventana a ver quién estaba por allí. Y se sorprendió a ver varios niños con una especie de túnica negra.

No les tuvo miedo, tenía un presentimiento de que alguno de ellos lo podía ayudar. Trataba de correr a toda prisa para alcanzar a la multitud de jóvenes.

Todos se veían menores que él. Además Max era bastante alto. Los niños se habían metido al castillo.

—Hey, alguien de ustedes.—gritaba con la esperanza de que lo escucharan.—Alguien de ustedes me escucha.

Nadie lo hacía estaba muy lejos. Corrió como pudo a toda velocidad, su cabeza le retumbaba del dolor, pero no se detuvo. No le gustaba mucho aquel lugar, vio cosas extrañas. Además tenía que saber de qué era el castillo, ¿con qué propósito estaba construido?

Los minutos pasaban y el tiempo jugaba con él. Entró por la entrada principal del castillo y se dirigió a una gran puerta que estaba cerrada.

Pegó su oído para poder escuchar. Y escuchaba una voz masculina.

—Bueno, creo que ya han ido todos los de primer año.—Max se pegaba con más fuerza a la puerta para escuchar. ¿Los de primer año? Era una especie de escuela para locos.

Tanta fuerza era la que le hacía a la puerta que está se abrió. Haciendo que Max cayera delante de cientos de personas especialmente niños y niñas.

Era un pasillo muy grande con cuatro mesas verticales y una horizontal. Las verticales tenían diferentes colores una roja, otra verde, la azul y la amarilla. Además, quedó impresionado con el efecto especial que le habían hecho a el techo. Tenía velas flotando y se parecían que estaban en el aire libre.

Max quedó pálido y todo el mundo lo observaba con asombro.

—Niño, levántate y ven aquí. ¿Por qué no te has cambiado?— la voz del anciano lo asustó. Max le dio risa porque este era un sujeto con una larga barba plateada y con ropa de mago...
¿O espera?

El chico caminaba mientras temblaba del miedo. Mientras pasaba por la mesa roja los chicos lo miraban con asombro. Vio una mesa verde y se dio cuenta de que la camisa que tenía puesta, tenía la misma serpiente. Así que esa era la escuela en donde iba el chico rubio, Malfoy.

—¿Qué hace ese de Slytherin afuera?—dijo un chico con un león en su túnica negra.

—Ah, es de Slytherin. Esta muy lindo.—comentó otra chica mientras lo observaba.

Max trataba de evitar a todo el mundo. Se le hacía bien largo el viaje de la entrada hacia la mesa de los adultos.

Luego de que pasara por la mesa de los amarillos y de que una chica le aguantara su trasero había llegado.

Se paró delante de el señor barbudo y se quedó esperando que este hablara.

—¿Con quién has llegado?— le preguntó seriamente. Max tragaba saliva, no tenía opción. Tenía que decir la verdad, sino el mafioso lo iba a matar. Y parecía que era el líder porque era el más viejo.

—Vi-Vine e-en el baúl d-de él.—no podía casi ni hablar. Tenía mucho miedo. Solamente señaló a Snape que miraba sorprendido al igual que todos.

—No es posible.—dijo Snape que cambió la cara a una sorprendida, pero que desapareció en segundos a la misma cara sin expresión.

—Técnicamente, llevo un día ahí. Vengo de CokeWorth y lo único que quiero es regresar a casa, por favor no me maten...—decía Max suplicando.

Dumbledore como se llamaba el mago barbudo, le sonrió.

—No te vamos a matar, ¿por qué piensas eso?

—¿En serio?—Dumbledore afirmó.—Muchas gracias mago barbudo.

Todos los chicos reían.

—Ve con tus compañeros. ¿Aunque hay algo que no me cuadra? Nunca te he visto aquí.

Max sabía ya que no lo iban a matar. Así que le dijo que era la primera vez que estaba en el castillo, Hogwarts.

— ¿O sea no sabes de Hogwarts la escuela de magia y hechicería?

—La escuela de magia y hechicería. Es en serio. Que locos están todos ustedes. Jugando a los magos y hadas..—Max no pudo aguantar la risa, pero todos estaban callados y serios.—¿No es en serio, verdad?

—Lo siento, pero tendremos que llevarte a otro lugar para hacer algo. Un Muggle en el castillo—dijo calmado. Los estudiantes se miraban sorprendido y los profesores susurraban entre sí.

¿Qué significaba?, ya lo había escuchado dos veces.

El miedo volvió a recorrerle todo su cuerpo. Le quitarían el cerebro, ¿qué harían con él?

—Espera...— Max rápido tomó la varita de uno de los chicos que se empezó a quejar. Y la agitó. Rápido salió volado y chocó contra el concreto.

El dolor no le importó mucho, ¿cómo había hecho aquello? ¿El golpe le había afectado, o estaba en un sueño?

El mago barbudo se levantó del asombro y así lo hicieron todos los profesores.

—No es un muggle.—dijo una chica con una túnica que tenía un escudo con un águila. Un gran ruido se formó en el gran comedor. Todos hablaban sobre la escena.

Max respiraba pesadamente, no era un muggle y se disparó volando solamente con un simple movimiento de una rama.

—Silencio.—gritó Dumbledore y todos se callaron.—Minerva, ponle el sombrero, esto es extraño. ¿Niño, si es la primera vez que estás aquí, de dónde sacaste la camisa?

—La robé, necesitaba ropa limpia.—comentó mientras bajaba la cabeza avergonzado.

—¿A quién?

—A un niño llamado Draco.— otro ruido se formó en el comedor. Solo basto darle a la mesa bien fuerte para que todos se callaran.

Draco se había levantado de la mesa y se dirigió donde él.

—Mentiroso, como te atreves ir a mi casa y robarme lo que es mío. La camisa de Slytherin no la usa cualquiera...— le bufó, él estaba enojado. Tomó a Max por la camisa y lo empujó. Mientras sacaba su varita. Max no tenía ninguna, pero no quedó así. ¿Para que usar varita si tenía dos buenas manos con las que se podía defender? Este le dio un puñetazo a Draco haciendo que este botara sangre por la nariz. Una luz salió de un lugar tirando a Max para el piso.

Los de la mesa roja reían.

—Mi padre se enterara de esto.—dijo con asco mientras se tapaba la nariz. Snape se levantó y le hizo un hechizo a la nariz del joven rubio arreglándosela y así no botaba más sangre.
Dumbledore lo observaba seriamente mientras que dijo algo sin quitarle la mirada.

—Minerva, sienta al niño en la silla. Que el sombrero seleccionador lo elija.

La señora, Minerva, miro a Max más seria que Dumbledore. Ella lo observaba desde aquellos anteojos.

El joven caminó un poco molesto por la escena que había ocurrido atrás, pero también un poco abochornado. Calmó sus emociones y respiró como si no hubiera pasado nada.

—¿Tu nombre?— preguntó Minerva.

—Yo soy Max.—respondió mirando a el mago barbudo. Pero eso no fue lo que le asombró. Snape, su vecino, dejo caer sus cubiertos y todo. Aquella cara sin sentimiento se volvió una pálida y dolida.

Max no le presto atención, no entendía que pasaba, solo se quedó en un pequeño banco mirando a todos los otros jóvenes que lo observaban ansiosos.

Snape no quería pensar lo que estaba pensando. No podía ser posible. Se quería convencer de que habían otros llamados igual que su hijo, igual que aquella criatura que tanto amaba, que tuvo que abandonar.
Aquel pobre niño que empezó a olvidar lentamente con la esperanza de que estuviera bien.

Minerva, traía un gorro casi todo descosido y se lo puso en la cabeza.

—Uhm, interesante. —gritó el sombrero. Max brincó de su asiento cayéndose al piso. Muchos chicos reían. ¿Pero, cuántos han visto un sombrero hablar? Que él supiera casi nadie.

Se levantó del piso y el sombrero siguió hablando como si no hubiera pasado nada.

—Estas destinado para algo grande. Una profecía, pero eso no vengo a contarlo yo. Eres trabajador y haces lo que sea para defender y ayudar a las personas que te rodean, Hufflepuff no te vendría mal. —Max no entendía muy bien que era Hufflepuff. Solo vio que una de las mesas, la amarilla, los chicos lo miraban con entusiasmo.—Pero no creo que sea la correcta para ti , eres muy creativo y siempre tienes un plan para salir adelante, eres inteligente para lo que te conviene, la sabiduría es algo importante para estar en Ravenclaw... Pero no, eres valiente y muy astuto. Y estas creados para algo que tú no sabes que eres capaz de hacer. Usar la magia, y luchar como nadie. Creo que sé que voy a hacer contigo. ¡Gryff!

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