Equipo
Max sintió lo peor, pensaba que el que estaba ahí era Voldemort, no era así.
Era uno de los mortifagos, Burke.
—Max, tú eres el elegido—decía Burke hablando con Sabrina que estaba utilizando la poción multijugos.
—Yo soy Max—gritó el verdadero Max.
Burke se reía,—Es una broma, hija. Sé que te encantaría matar a Harry Potter también, pero bueno.
El verdadero Max quería que se acabara la poción ya... Miraba a Snape con tristeza. Snape vio a Sabrina, algo le hizo cambiar, el dolor que tenía en su brazo se desvaneció.
Este se le colocó frente a frente, miraba a su padre.
—Sabrina, ven—dijo su padre, Burke.
Max se dio por vencido, observó a Snape y su ánimo bajó,—Ve con tu padre, Sabrina—comentó Snape mientras se agachaba para mirarla o mejor dicho mirarlo.—No te preocupes, usa tus poderes y veras.,—Susurró. Fue lo último que le dijo guiñándole el ojo.
Max sintió su corazón latir de nuevo, sabía que su padre no se iba a equivocar. Y mucho menos siendo un gran profesor de pociones.
—Hijo, ven tú acá—actuó Snape llamando a la Sabrina disfrazada. Burke y la Sabrina original sonreían—Ya es hora de que te prepares.
Burke se llevó a Max hechizado, esté sabía de todo el plan.
Mientras se lo llevaba, Max sintió en su corazón aquellas palabras.
"Usa tus poderes". Solo cerró los ojos y se dejó llevar, pensando en cosas lindas, no tenía muchas en su vida, pero tenía algunas, como aquella foto que vio en CokeWorth, de los tres juntos. Sus amigos, Hogwarts.
Mientras que en la otra parte, Snape veía a Sabrina, la verdadera.
—¿Estás listo?
—Si, profesor Snape, perdón, si padre—dijo nerviosa. No quería ser descubierta.
—No te preocupes—la chica puso una sonrisa—Sabrina—la sonrisa desapareció de inmediato.
Esta corrió como nunca por aquellos pasillos oscuros, Snape la persiguió.
Max y Burke estaban llegando a su destino, hasta que escucharon una voz.
Sabrina con la poción multijugos corría.
—Me descubrió, me descubrió.
Max aprovechó para sacar su varita, apuntaba a la chica. Burke le apuntó a Max por detrás.
—Deja a mi hija en paz.
Un silencio enorme se formó. El miedo recorría a Max, no quería morir tan joven.
—Y tú deja a mi hijo en paz,—Snape había aparecido atrás de Burke, apartándolo de Max. El mortifago se alejó y Snape y Max quedaron pegados de espalda en espalda.
Era algo extraño, porque Max tenía la cara y cuerpo de Sabrina, pero sus sentimientos y acciones eran las de él.
—¿Acabamos con estas perras?—dijo Snape con mucha alegría.
—Claro que si. Somos un gran equipo.
La pelea estaba intensa, hechizos por aquí y por allá. Snape hizo volar a Burke alejándose y dejando a su hija sola, Max se encargó de ella.
—Matarte sería algo fácil para ti, además no me convertiré en asesino—dijo Max concentrándose y recordándose de las palabras—mejor que se encargue Askaban.
Pudo sentir un gran viento recorrer su cuerpo, era una señal. Un milagro estaba por ocurrir.
Sintió que podía hacer cualquier hechizo.
Con unos movimientos de varita, hizo el hechizo y ató a Sabrina como lo ataron a él.
Cerró sus ojos con fuerza y llamaba a Apolo, su lechuza.
En segundos, esta apareció.
Sacó una pequeña hoja de anotación y le escribió al ministerio, donde estaba. Para que se la llevaran pronto...
Se la entregó a Apolo y le agradeció.
No tenía nada para darle de comer, pero él tampoco estaba tan cuidado.
Los dos disfrutaron, mejor dicho, los tres. Apolo aleteaba de felicidad, al ver a Sabrina pidiendo por piedad.
—Hijo, no dejaré que nada te pase. Escapemos pronto. Primero hay que ayudar a los demás, están por aquí.
—No se preocupen, los traicioneros mueren. Avada Kedavra.
Todo paso repentinamente y en cámara lenta.
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