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«Que la fe que hay en ti tu frasco pueda llevar»
Después de el relato de Euriclea, por lo que separaron sus destinos: Thomas al comedor real y Newt a la cocina con los demás sirvientes del castillo.
Era la parte que más odiaban del día, pues Thomas tenía que tener una seria cena con los reyes (sus padres) mientras Newt reía y jugaba con los sirvientes, mas estaban separados y así la vida no era divertida.
Al terminar, dieron las gracias y se encaminaron a sus respectivas habitaciones. Ambos esperaron en silencio a que el gran palacio durmiera.
Y así fue.
Newt, con toda la precaución del mundo, salió en silencio del cuarto, caminando de puntillas hacia la habitación de Thomas. Se mezclaba con la oscuridad, cual pantera, haciéndose pasar por una simple sombra, utilizando los grandes muebles y pequeño cuerpo a su favor. En la inmensa oscuridad que reinaba en el castillo nadie notó a la pequeña sombra escabullirse hacia el cuarto del primogénito.
Finalmente, llegó a la gran puerta blanca. Dio tres leves toques, ese era su código. La puerta se abrió, dejando ver dos grandes ojos café observar con miedo y curiosidad a Newt. Le dejó entrar y quedaron parados en la suave alfombra, viéndose frente a frente.
-Hola Newtie -saludó en voz baja.
-Hola Tommy -y soltaron pequeñas risitas.
-¿Qué hacemos? -preguntó Thomas después de un rato. Newt alzó la cabeza, con sus grandes ojos marrón chocolate brillando. Thomas quedó hipnotizado.
-¿Qué sucede? -preguntó curioso Newt.
-Tus ojos -murmuró Thomas.
-¿Mis ojos? ¿Qué tienen? -Newt miraba curioso a Thomas.
-Brillan -Thomas se acercó más a Newt.
-¿Brillan? -Newt seguía sin comprender a Thomas.
-Sí. Parecen... el cielo -explicó Thomas. Tomó la mano de Newt y lo jaló hacia la ventana. La abrió lentamente, dejando que el helado aire entrara e hiciera que Newt se estremeciera un poco. Thomas abrazó a Newt por los hombros. Alzó la cabeza y con la otra mano señaló el cielo.
-¿Lo ves Newt? -preguntó dulce Thomas-. El cielo -Newt asintió-. Pues tus ojos se ven así... bueno, se ven más bonitos -elogió, causando que Newt se sonrojara un poco.
-Eso no es cierto Thomas -replicó Newt-. Mis ojos son como la tierra que está abajo -señaló el jardín-. ¿Lo ves? Son feos. Los tuyos son bonitos.
-No Newt. Tus ojos son los más hermosos que he visto -negó Thomas, volteando hacia Newt.
-Pero son feos porque lloro mucho. Los tuyos son bonitos porque casi nunca lloras -repuso Newt con un puchero. Thomas abrió mucho los ojos.
-¿Lloras? ¿Por qué? -preguntó preocupado.
-Porque me gustaría estar siempre contigo. ¿Entiendes? -explicó Newt-. Me gustaría que fuéramos juntos a esos lugares de los que tanto me hablas. Que ambos durmiéramos en la misma habitación, para ya no tener que atravesar el gran palacio de noche, porque me da miedo que nos encuentren -murmuró Newt bajito.
-¡Entonces hagamos lo que dijo Euriclea! -propuso Thomas, cerrando la ventana y yendo a buscar un papel.
-¿Qué cosa?
-¡Pedirle un deseo al océano! -respondió Thomas. Escribió en el papel "estar siempre con Newt".
-¿Qué dice? -preguntó Newt observando el papel.
-Estar siempre con Newt. -respondió Thomas, guardando el papel en un pequeño frasco de vidrio donde antes había medicina.
-¡Oh, Tommy! -exclamó Newt lanzándose a abrazar a Thomas, quien al instante respondió el abrazo.
-Vamos Newt -lo tomó de la mano y salieron a escondidas del cuarto, caminaron por todo el pasillo y zigzaguearon por diversos pasillos y habitaciones, hasta llegar a la cocina, salieron por la puerta de atrás y echaron a correr hacia el Gran Océano. Se escondían de los soldados y soltaban pequeñas risitas.
-¡Ya estamos cerca! -alentó Newt al sentir la neblina.
Y en efecto. Llegaron y vieron a la inmensa luna reflejada en el azul océano.
-¿Listo Newt? -preguntó Thomas. Newt asintió y ambos se acercaron al océano. Juntaron sus manos y con todas sus fuerza, lanzaron la botella al mar. La vieron caer e irse con la marea.
Se quedaron abrazados viendo el océano.
*•*
Cortito pero supongo que bonito c:
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