Capítulo 9: Pesadillas

La chocolatería estaba prácticamente vacía. Algún estudiante que se había quedado hasta tarde o alguno que tras tanto estudiar, llegaban y pedían algo caliente para volver a su cuarto a estudiar o algo semejante. Ellos habían cambiado el helado por un chocolate con churros tras el entrenamiento y sobre todo, el agua fría del vestuario.

‒ Este fin de semana es la gala de padres – susurró Kuroo - ¿Vendrá tu madre?

‒ No lo sé – dijo Aakashi – no es que le gusten demasiado esas cosas.

‒ Sólo es una cena.

‒ Ya. Supongo que tu padre estará allí.

‒ ¡Qué remedio! Es el decano. Está obligado a la asistencia – sonrió Kuroo.

Los eventos sociales no era algo que a Aakashi le gustasen en exceso y la realidad era, que a su madre tampoco le gustaban del todo. No se sentía cómoda en esos lugares.

El chocolate era reconfortante pese a que el silencio que se había formado en esos minutos dio indicios a Kuroo de que algún pensamiento tenía absorto a su acompañante.

‒ ¿En qué piensas? – preguntó entonces, Aakashi se sobresaltó al escuchar su pregunta. No era consciente de que se había quedado tan ensimismado durante un rato.

‒ En la celebración esa, la gala. Y en lo mucho que odia mi madre esa clase de eventos. Además de que posiblemente esté trabajando, no sé si podría venir.

‒ ¿Es por su trabajo por lo que lo odia tanto?

‒ No creo que sea por su trabajo, sino por como algunas personas la hacen sentir cuando saben sobre su trabajo. No es algo glamoroso como otros padres de estudiantes de aquí. A veces, creo que ella misma se siente un poco inferior a los demás y no me gusta verla así, aunque no me lo cuenta.

‒ Entiendo. Pero, no todo el mundo es así. Todos los trabajos son necesarios y todos merecen respeto. Trabajar no es algo indigno.

‒ Lo sé, yo al menos, y tú, pero hay personas que no piensan de esa misma manera y menosprecian ciertos trabajos como si ellos fueran mejores.

‒ La sociedad es como es, no puedes cambiarla, pero sí puede cambiar uno mismo, el cómo te afecte o no te afecte.

‒ Hablas como todo un experto – sonrió Aakashi.

‒ Invítala a venir, te prometo que me sentaré cerca de ella y le daré conversación.

‒ ¿Enserio? ¿Y tu padre?

‒ No es celoso, además, también puede sentarse cerca, no pasa nada.

‒ Siempre tienes soluciones para todo.

‒ Eso intento. Voy a pagar la cuenta.

Kuroo se levantó para ir hacia la mesa donde estaban los empleados y pagar por la bebida caliente que acababan de tomarse. No es que Aakashi hubiera tenido muchas citas en su vida, pero, desde luego, podía asumir que con Kuroo eran diferentes. Daba igual lo que hicieran, fuera o no fuera una cita, el simple hecho de pasar un rato a su lado, era realmente agradable. No le extrañaba en absoluto los rumores que corrían sobre él por el campus de que era un buen chico y que las citas con él solían ser muy agradables. Lo único malo... era su padre tan protector, aunque siendo sincero, no podía culparle de nada. Aquel accidente cambió drásticamente su vida. Ese hombre perdió a su esposa y estuvo a punto de perder también a su hijo. Era normal estar ahora tan encima de él, le movía la preocupación.

***

La respiración agitada de su compañero le hizo abrir los ojos súbitamente. A su lado, Kuroo dormía aunque no parecía tener precisamente un buen sueño, más bien, todo lo contrario: una pesadilla.

El temblor de su cuerpo, la respiración, y algún movimiento brusco como si intentase salir de algún sitio donde estuviera atrapado, le hizo darse a cuenta a Aakashi que ese chico todavía tenía algo en su mente que le perturbaba. Posiblemente el accidente. Escuchó que se quedó atrapado entre el metal del vehículo. Los bomberos tuvieron que ir a sacarle de entre todo ese amasijo de hierro.

Aakashi todavía recordaba aquel día en el vestuario. Bokuto se había enterado de todo el asunto porque uno de los compañeros del Nekoma le había contado sobre el accidente y que Kuroo no iría ese año a entrenar al campamento junto al resto de equipos. Era el primer año que el capitán del Nekoma no vendría.

Ese año fue duro para los equipos, sobre todo para el Nekoma que tuvo que prescindir durante meses de su capitán. Aakashi fue un par de veces a ver a Kuroo al hospital al igual que muchos otros jugadores, tanto de su propio equipo como de otros. Kuroo era alguien querido entre los jugadores que competían a nivel nacional.

Siendo consciente de esa pesadilla, creyó que lo mejor era despertarle, sin embargo, dudó, no porque no quisiera hacerlo o no creyese que era mejor hacerlo, sino por el hecho de que quizá, se asustaría mucho más, o podría en algún movimiento brusco por su forma de querer escapar, hacerle daño. Aakashi dudó de cómo sería la mejor forma de despertarle sin sobresaltarle más de lo que ya lo estaba.

Agarró su brazo más cercano con suavidad pero con la presión necesaria para impedir uno de sus bruscos movimientos pese a saber, que al sentirse aprisionado, se sentiría mucho más al notar que no podía mover el brazo y entonces, le susurró con suavidad.

‒ Tetsu, estoy aquí, despiértate por favor.

La suave voz a su alrededor provocó que Kuroo abriera los ojos aunque su cuerpo todavía temblaba. La oscuridad del lugar hizo que se incorporase con rapidez y tomase aire a grandes bocanadas como si hubiera estado durante mucho tiempo atrapado y ahora viera que tenía más espacio. Evidentemente no sabía donde estaba, le costó unos segundos de observación de toda la habitación para darse cuenta, que era su dormitorio. Entonces, ladeó la cabeza hacia Aakashi.

‒ Era una pesadilla.

‒ Las suelo tener – se quejó Kuroo llevando la palma de su mano hacia su frente. Sudaba. Esa pesadilla ya era recurrente desde su accidente.

‒ ¿Quieres que vaya por un refresco o algo? La máquina expendedora está en el pasillo.

‒ Casi iré yo, necesito despejarme un poco.

‒ Te acompañaré.

***

En su mente, Kuroo siempre había sido un chico muy fuerte. Su carácter, aunque amable, era también uno muy aguerrido. Él daba fortaleza a todo su equipo, trabajaba y entrenaba más que nadie; nunca se rendía. Ahora tampoco lo haría pese a encontrarse con esas pesadillas, posiblemente no lo había mencionado a nadie lo que le ocurría y pretendía estar bien, como solía hacer.

Aakashi le siguió en silencio por los pasillos. Ambos iban con el pijama puesto que no iban lejos. Tan sólo un pasillo hasta el comedor común donde estaban las máquinas expendedoras. Kuroo compró un par de refrescos y le dio uno a su compañero.

Sentado en uno de los bancos, Kuroo bebía de la lata sin descanso mientras que Aakashi, de pie donde estaba, le observaba sin saber muy bien qué debía decir en estos casos. Tomó asiento también a su lado y abrió la hebilla del refresco. Sólo dio un sorbo. Estaba frío y tenía gas. Aakashi no era demasiado devoto de las bebidas con gas, sólo las tomaba de vez en cuando si estaba con amigos.

‒ Dicen que te quedaste atrapado entre el amasijo de metal del coche.

‒ Sí. El metal del coche se dobló como un acordeón para proteger la cabina y... no hubo forma de salir de allí hasta que llegaron los bomberos. Mi madre ya... bueno, ella había fallecido al instante. El golpe vino por su lado.

‒ El día que me enteré de tu accidente, teníamos un partido contra tu equipo. Tú no te presentaste. En ese momento no sabía qué ocurría, me enteré después. No apareciste durante meses, tampoco fuiste a ese campamento entre equipos al que siempre íbamos todos. Por eso decidí ir al hospital a visitarte. Me enteré en el campamento por tus compañeros que te habían operado de urgencia y que te tuvieron que extirpar el bazo. Tus piernas también tuvieron complicaciones pero por suerte, parece que con rehabilitación todo se arregló.

‒ Costó bastante tiempo, sí – sonrió Kuroo – la verdad es que siempre deseé poder asistir a ese último campamento con todos pero... no me fue posible. Al menos pude volver a jugar a voleibol, ya es algo.

‒ Escuché que estaban pensando en ofrecerte una beca.

‒ Bueno, sí, pero sólo lo pensaban. No sé si me la habrían llegado a dar. Aunque tras el accidente evidentemente ya no había lugar para dármela. Ni siquiera se sabía si podría volver a jugar.

‒ Me alegra de que regresases al deporte. Te veo contento.

‒ Lo estoy. Y supongo que mi beca ha ido a alguien que la necesitaba más que yo – sonrió Kuroo sabiendo que el mismo Aakashi estaba en la universidad con una beca – al fin y al cabo, mi padre es decano aquí, yo tenía el acceso asegurado y mis notas eran buenas también. Podía entrar sin la beca.

‒ Dicen que el primer año no eras el capitán.

‒ ¿Cómo iba a serlo? – sonrió Kuroo – acababa de entrar en el equipo, lo único que sabían de mí era la poca información que se filtra de las nacionales cuando competimos y que tuve un accidente. Estaban todos expectantes a ver qué podía hacer y ya había un capitán, uno de último año. Cuando se graduó, me eligieron a mí para sustituirle, pero ya estaba en mi segundo año.

‒ Aún así accediste pronto al cargo de capitán. Muchos no llegan a él hasta el tercer año por lo menos.

‒ Quizá mi padre movió hilos, no lo sé, nunca lo sabré.

‒ ¿Qué ves en esas pesadillas? – preguntó súbitamente Aakashi.

‒ A mi madre sobre todo. Me encuentro atrapado y cuando intento salir, busco una salida, las ventanillas... abrir la puerta aplastada... algo, pero cuando me giro, veo a mi madre en el sillón del conductor, tumbada allí, con los cristales de su ventanilla rota tirados por todos lados. Ella tiene mucha sangre, sus ojos están cerrados y sus manos han soltado el volante. Hay demasiada sangre, todo su cabello está teñido de rojo y algunos mechones caen sobre su rostro. Sólo la veo a ella y rezo para que puedan salvarla porque no puedo llegar hasta donde está. Mis piernas están atrapadas, me duele el abdomen... no puedo moverme en absoluto.

‒ Suena a toda una pesadilla.

‒ Lo es, el problema, es que no es una pesadilla simplemente, es un recuerdo que lo vivo una y otra vez. Mi mente lo tiene ahí retenido y cuando cierro los ojos... es lo que revivo.

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