Capítulo 5: Deporte matutino
¡Un tenso silencio! Eso es lo que había en el interior de ese vehículo. Un silencio muy incómodo para Akaashi que fu roto únicamente, cuando los dedos de Kuroo que estaba sentado de copiloto, tocaron el botón para encender la radio.
La música pareció relajar un poco el ambiente, al menos evitaba ese silencio aunque seguía presente entre todos. El padre de Kuroo pareció darse cuenta entonces cuando primero, miró a su hijo que apoyado el codo sobre el plástico de la ventanilla y la mejilla sobre su puño, no dejaba de otear el paisaje. Después, miró por el retrovisor para darse cuenta que Akaashi, sentado tras su hijo, también miraba a través de la ventanilla en silencio.
‒ ¿Qué estás estudiando Akaashi? – preguntó entonces el padre de Kuroo como si así pudiera romper un poco ese silencio.
‒ Literatura.
‒ Ya veo. ¿En qué te gustaría trabajar?
‒ Editor estaría bien o profesor de literatura – susurró.
Tetsu siempre ha querido dedicarse al voleibol – sonrió su padre y eso hizo que Kuroo se girase para mirarle.
‒ ¡Papá! – se quejó como si eso fuera una información privada aunque no lo era.
‒ A él no le gusta mucho que hable de estos temas, como ya puedes ver.
Akaashi sonrió con cierta complicidad, casi como si entendiera el motivo.
‒ No es que no me guste hablar de ese tema, es que ser profesional en el voleibol no es precisamente fácil.
‒ Y por eso tienes tu plan B.
‒ Por supuesto, ser periodista deportivo.
¡Su tercer año! Akaashi sabía bien que Kuroo ya estaba en su tercer año de carrera y por ahora, sus notas eran buenas. Quizá no era el mejor de la clase, pero sin duda alguna, se mantenía bastante alto. Sus notas le darían una buena opción a la hora de elegir sus prácticas y posiblemente, el día de mañana para que le ofrecieran algún periódico bueno o reconocido, aunque todo esto sólo eran ideas. La realidad a veces era más cruel y los periodistas tenían difícil salir al mundo laboral.
El coche se detuvo frente a la residencia de ambos. Los dos vivían en el mismo edificio aunque en cuartos diferentes, de hecho, hasta el día de hoy y desde que inició la facultad, Akaashi había estado compartiendo dormitorio con Bokuto, quién ya debería estar cenando o al menos, haciendo sus últimos ejercicios antes de irse a dormir.
‒ Gracias por traernos – agradeció Akaashi en cuanto salió del vehículo, viendo como Kuroo también salía de él.
‒ Gracias papá.
‒ No te quedes hasta tarde estudiando o jugando a la consola con Kenma, te conozco, mañana tienes que entrenar temprano – comentó su padre.
‒ Lo sé. Descansa.
En cuanto su padre se alejó, ambos entraron por el edificio en busca de las escaleras para ir a su cuarto. El silencio volvió a reinar entre ellos y entonces, como si ambos hubieran pensado lo mismo, quisieron hablar, lo que provocó que se echasen a reír al darse cuenta, que se habían chafado el uno al otro las frases y no se habían enterado de nada.
‒ Tú primero – dijo Akaashi.
‒ Sólo iba a decirte que podría pasar mañana por tu cuarto temprano y hacer ejercicio, juntos.
‒ ¿Enserio?
‒ Salgo a correr todas las mañanas a las siete en punto y tú me has dicho que querías aumentar tu nivel de potencia física, así que... si me dejas ayudarte...
‒ De acuerdo. A las siete pero en el hall del edificio.
‒ Allí estaré – dijo Kuroo - ¿Qué querías decir antes de que te atropellase por completo?
‒ No era nada importante – aclaró Akaashi – sólo... que me alegro que estés bien después de lo del accidente y lamento lo de tu madre.
‒ Gracias.
***
Él nunca había sido demasiado madrugador. Era cierto que no le costaba levantarse una vez sonaba en despertador, solía hacerlo con rapidez, porque sabía que si se quedaba cinco minutos más, se volvería a dormir y no se levantaría, por eso prefería incorporarse lo más rápido posible y ponerse en movimiento.
Se vestía, desayunaba rápido, se aseaba, iba al baño y se marchaba, al menos esa siempre fue su rutina durante el colegio e instituto. En la universidad había cambiado un poco, a veces no tenía clases por las mañanas, en cambio las tenía por las tardes. Madrugar había pasado a algunos días en concreto pero hoy, había quedado con Kuroo para ir a correr, así que en parte, le alegraba levantarse sabiendo que vería a su capitán.
Tanto tiempo enamorado de la misma persona y aunque él muy posiblemente no le veía de la misma forma, ansiaba verlo constantemente. Se sentía un poco estúpido. Siempre pensó que Kuroo era heterosexual, ahora sabía a ciencia cierta que le daba a todos los palos, no tenía reparos en estar con chicas ni con chicos, le daba igual mientras le atrajese la persona.
Allí en la universidad, lo tomaban casi como un don Juan, pero no era cierto, demasiados rumores fundamentos en avistamientos de sus citas que nunca llegaban a buen puerto debido a sus problemas personales, sobre todo con su padre sobre protector. Esas citas sólo eran el intento de un buen chico por tratar de encontrar una pareja estable que no huyese en cuanto su padre estuviera rondando. Hasta ahora, no había tenido suerte y la fama se la había ganado a pulso pese a que Akaashi sabía como era Kuroo en realidad. Él era honesto, muy sincero, tímido incluso con las citas, le costaba dar el primer paso pero cuando lo hacía, lo daba todo para intentar que las citas fueran perfectas. No era culpa suya que fallase todo por circunstancias que él no podía controlar. Al menos, así lo veía Akaashi.
‒ Buenos días. ¿Listo para salir a correr o todavía no has estirado?
La voz de Kuroo se hizo audible en cuanto él abrió la puerta del ascensor y lo vio allí, frente a él, con una pierna sobre uno de los maceteros del hall estirando.
‒ No he estirado – dijo Akaashi – es temprano para mí.
‒ Estiraré contigo.
‒ Seguro que tú ya estás listo.
‒ Sí, pero no me matará hacer más estiramiento antes de salir a correr.
Estiraron en silencio. En alguna ocasión, cuando se daban cuenta que la otra persona no miraba, se lanzaban furtivas miradas el uno al otro. Esos minutos se hicieron tensos para los dos, pero en cuanto estuvieron listos, Akaashi que fue el primero en iniciar la conversación para hacerle saber a su compañero que estaba preparado, consiguió que Kuroo sonriera y volviera a la conversación.
‒ Genial. Vamos por la parte del parque hacia el estanque central, damos la vuelta por la zona del jardín botánico y de ahí vamos hacia el pabellón de voleibol. Podemos hacer unos cuantos ejercicios de colocación, pases y recepciones – comentó Kuroo.
‒ Vale.
Correr nunca fue su fuerte. Akaashi estaba más acostumbrado a practicar voleibol, es decir, a hacer pases y colocaciones. Su entrenador del instituto le obligaba muchas veces a hacer abdominales y flexiones, pero sobre todo, le obligaba a ejercitar sus dedos y sus colocaciones, a pensar rápido donde estaría el mejor pase de todos para sus compañeros. ¿Correr? Sí que le obligaba, como a todos los del equipo, pero él nunca fue el primero, ni fue el mejor, de hecho solía llegar de los últimos.
Kuroo no corrió rápido como hacían sus antiguos compañeros de instituto. Ellos siempre parecían estar compitiendo los unos contra los otros, pero no, puede que Kuroo fuera igual que ellos cuando iba todo el equipo, pero hoy que estaban ellos dos solos, se portaba de forma muy distinta. Si veía que no podía seguir su ritmo, lo disminuía con tal de esperarle e ir a su lado para alentarle a continuar. Era un chico muy considerado en ese aspecto, algo que agradecía enormemente. Una de las cosas que menos le gustaban precisamente, era ir a correr porque se sentía que siempre se quedaba rezagado y correr en solitario no era divertido.
Hicieron toda la ruta y por supuesto, terminaron en el pabellón tal y como propuso Kuroo. Frente a la fuente de agua potable para beber y descansar un rato. Kuroo sonreía mientras veía a Akaashi mojarse el cabello y la nuca tras beber agua.
‒ ¿De qué te ríes?
‒ De lo poco que te gusta correr – dijo Kuroo.
‒ No me disgusta del todo – se quejó Akaashi.
‒ Te he visto en los entrenamientos con el equipo. Sueles ir el último y tienes esa cara de aburrimiento.
‒ Odio correr solo. Es aburrido. Contigo no tanto.
‒ Qué halago. Entonces tendré que bajar el ritmo en los próximos entrenamientos grupales e ir a tu lado para que no te aburras.
‒ Eso no estaría nada mal. Me gustaría. Aunque perderás tus dotes de liderazgo, todos esperan ganarte.
‒ Qué lastima por ellos – sonrió Kuroo – vamos dentro, practicaremos la colocación.
‒ ¿Es que vas a rematar?
‒ ¿Crees que no puedo?
‒ No, sé que puedes hacerlo, te he visto rematar. No soy idiota, conozco de sobra tus aptitudes, eres mejor bloqueando pero... no te quedas atrás en nada, te he visto colocar, dar pases, haces buenos saques... rematas. Creo que eres un jugador capaz de hacer cualquier cosa. Supongo que por eso te nombraron capitán.
‒ Me nombraron capitán porque sé cómo motivar a los compañeros, supongo – dijo Kuroo – al menos eso quiero creer. A ti ya te estoy motivando a entrenar.
¡Con él habría ido a cualquier lado del mundo o habría hecho cualquier cosa! Ese era su punto débil. No era porque fuera su capitán, sino porque le gustaba pasar tiempo a su lado. Incluso había ido a correr con lo que odiaba hacerlo y pese a ello, se sentía feliz y contento.
Ambos entraron en el pabellón. Todo estaba bien ordenado y recogido pero fue Kuroo el primero en ir hacia el poste y desplegar la red para colocarla en posición. Fue entonces cuando Akaashi, viendo que estaban solos, no aguantó más.
‒ Ey, Kuroo, lo de la otra noche...
‒ Estuvo bien – dijo sin más - ¿O crees que fue un error? Es lo típico que se suele decir.
‒ No fue un error por mi parte.
Aquella frase detuvo a Kuroo. Él que ya había perdido toda esperanza de tener citas serias, ahora estaba en esa situación con un compañero de equipo.
‒ No fue un error por mi parte, quizá lo fue por la tuya – intentó aclarar Akaashi.
‒ Sabía bien lo que hacía. Estaba borracho, pero no tanto como para no recordar lo que hice.
‒ Pero no está bien, ¿verdad? ¿Por eso estamos evitando el tema tabú?
‒ Supongo. Si el entrenador se entera...
‒ A ti no te pasaría nada, eres el capitán y te necesita, pero yo... estoy becado, puede conseguir un mejor colocador que yo, incluso tú serías capaz de colocar y que buscase cualquier otro jugador, soy sustituible.
‒ No eres sustituible para mí, ¿vale? Estás en el equipo, te ganaste estar aquí y tu beca es prueba de ello. Nadie va a echarte del equipo.
‒ Lo harán si se enteran de lo que ocurrió.
‒ No lo harán. No diré nada. Te lo prometo.
‒ ¿Y en qué posición nos deja esto? Me gustas pero...
‒ Nos deja en una muy mala, porque también me gustas. Como bien dices, no nos pueden pillar de otra forma que no sea como compañeros de equipo.
‒ Lo sé.
‒ No durante la universidad al menos, no mientras estemos en el mismo equipo.
‒ Eso significa, que no podemos estar juntos pese a que sintamos esto.
‒ Lo siento. Quizá te he confundido demasiado. Debí contenerme ese día pero... hacía tiempo que me gustabas, supongo que fui débil. Sí me hubiera contenido, no te haría daño.
‒ ¿Sabes? Creo que con saber que no es imaginación mía, que realmente sentimos algo el uno por el otro, que hay algo, aunque sea una atracción entre nosotros, me es suficiente. Puedo esperar por ti.
‒ ¿Enserio? – se acercó Kuroo a él de forma sugerente – de acuerdo. No levantemos sospechas innecesarias. Compañeros de equipo pero... estaré aquí para ti cuando lo necesites, ¿de acuerdo?
‒ Vale. Gracias.
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