Capítulo 3: Brusco despertar

¡Una locura! Es lo que fue lo de anoche, al menos eso pensaba Akaashi cuando abrió los ojos y se encontró a Kuroo al otro lado de la cama durmiendo a pierna suelta. ¿Cómo había terminado todo de esa manera? ¡Por Kenma! De eso no tenía duda alguna, fue por él, porque renunció al voleibol para dedicarse a su carrera, porque fue a buscarle para pedirle que hiciera las pruebas como colocador para el equipo universitario donde iría su mejor amigo, porque fue recomendado por Kenma para ese puesto junto a Kuroo.

Ahora estaba en el mismo equipo que ese chico que tanto le gustaba y era una maldita locura. Esconder sus sentimientos por él era difícil y dolía cada vez que veía a Kuroo salir con alguien, pero mantenía los silencios. Él estaba allí con una beca y no podía darse el lujo de perderla. No tenía tiempo para romances, ni fiestas, sólo tenía que hacer dos cosas en la universidad: Ganar partidos y sacar buenas notas para mantenerse allí.

Akaashi se giró en la cama para quedar boca arriba y entonces, suspiró. ¡Menudo lío había montado! Para una fiesta a la que decidía asistir sólo un rato... y acababa así. Se giró para mirar a Kuroo. ¡Era peor mirarle! Porque hacerlo provocaba que su corazón palpitase con mayor fuerza y quisiera volver a sentir su piel cerca, sentir la calidez de su aliento cerca de su oreja, escuchar esa voz masculina que tenía y...

‒ ¿Aún está durmiendo mi hijo?

Esa voz fue como un balde de agua helado cayendo sobre él: el padre de Kuroo, decano de la universidad. Se acercaba y entonces, se puso nervioso. Si sobre Kuroo había muchos rumores, uno de ellos era totalmente cierto y es que su padre era demasiado protector con él, tanto... que muchas chicas que habían salido con Kuroo, habían llegado a romper con él sólo por su padre y esas malas costumbres que tenía de perseguir y controlar a su hijo fuera donde fuera.

Como alma que lleva el diablo, Akaashi se tiró de la cama y se escondió bajo ella medio desnudo como iba. Ahora, sólo podía rezar para no ser descubierto.

La puerta se abrió de golpe pero lo único que pudo ver Akaashi fue una sombra que irrumpía en la habitación y abría con rapidez las cortinas del cuarto despertando así a su hijo.

Pero que desastre de habitación – se quejó su padre al ver la ropa desperdigada por su cuarto, aunque claro... ahí también estaba su propia ropa, o eso pensó Akaashi – Tetsu... te he dicho muchas veces que quiero que recojas tu cuarto.

‒ Lo sé papá, perdona, ayer fuimos de fiesta.

‒ ¿Fuimos?

‒ Los compañeros del equipo – comentó.

‒ Vístete, desayuna apropiadamente y ve a clase. Tienes un partido que jugar luego. No quiero que llegues tarde a tus clases.

‒ Descuida.

‒ Y recoge tu cuarto, tienes toda la ropa por ahí tirada.

Kuroo sonrió ante aquella frase, sobre todo al ver esos pantalones y camiseta que no eran suyos y por tanto, saber que su compañero debía estar escondido por algún lado.

‒ Lo haré ahora mismo, papá. ¿Puedes salir para que me vista?

Su padre le miró algo extrañado pero finalmente, con un "no llegues tarde", salió del cuarto cerrando la puerta tras él.

De repente, una risa se escuchó, la de Kuroo. Akaashi al ver que la puerta se había cerrado, se dispuso a salir de debajo de la cama.

‒ No tiene gracia.

‒ Lo sé, pero no puedo evitar reírme.

Akaashi le miró por un segundo y al ver esa risa tan pegadiza, no pudo evitar reír también ante la situación.

‒ Esto es increíble – susurró Akaashi con esa sonrisa inocente en su rostro, lo que hizo que Kuroo le observase con mayor detenimiento.

‒ Vaya... si sabes sonreír – comentó Kuroo – no sueles hacerlo.

‒ ¿Qué sabrás tú? – preguntó Akaashi todavía con la sonrisa.

‒ Soy tu capitán, te conozco.

‒ No demasiado, sólo jugamos juntos en el equipo y llevamos poco tiempo.

‒ Tienes una sonrisa bonita, lástima que no suelas mostrarla.

¡Su corazón latía! Claro que latía con cada palabra de ese chico. Había estado tanto tiempo observándole, le gustaba, quizá podría decir hasta que se enamoró de él pero... Kuroo nunca se fijó en él y ahora que por fin le dedicaba palabras bonitas, parecía un idiota cayendo en ellas. Akaashi se giró hacia la puerta y miró el suelo para buscar su ropa. Al verla, empezó a vestirse.

‒ Gracias por lo de anoche – dijo Kuroo, lo cual creó un profundo sonrojo en Akaashi quién creyó que se refería al sexo. Sus dudas pronto fueron despejadas – sé que odias las fiestas y que no sabías jugar al pin pon pero te quedaste. Supongo que te contaron lo ocurrido.

‒ No demasiado. Sólo que habías roto con tu pareja actual.

‒ Ya bueno... supongo que a este paso nunca tendré una pareja como tal. No hay quién aguante a mi padre.

‒ Con eso tienes un problema – sonrió Akaashi al haber sido testigo de cómo entraba por su habitación como si nada – deberías ponerle un alto.

‒ Me es difícil.

‒ ¿Por qué?

‒ Cosas del pasado. No quiero remover nada y mi padre ahora parece estar mejor así que...

‒ Pero tú no. Su actitud te afecta, deberías hablar las cosas o desde luego, si tu padre sigue pasando los límites, nadie querrá salir contigo enserio.

¡Su padre! Sí, Akaashi recordaba al padre de Kuroo porque iba a verle a los partidos, no se perdía ni uno y más desde...

‒ ¿Es por tu accidente? – preguntó Akaashi sorprendiendo así a Kuroo – tiene miedo, ¿es eso? ¿Por eso te controla tanto?

‒ Supongo que sí. Da igual, no pasa nada. Venga, vistámonos, te invito a desayunar.

‒ No hace falta que...

‒ Insisto. Tú te quedaste anoche a cuidarme cuando me emborraché, te debo al menos un desayuno, ¿no?

‒ Vale – dijo finalmente Akaashi.

***

Caminando hacia la cafetería, Akaashi no podía evitar mirar a su compañero y recordar aquel partido. Él no se presentó, tampoco su familia. Recordaba claramente buscar a sus padres en las gradas porque siempre iban a animarle, le buscó a él en el campo contrario, calentando o en el banquillo. Por un momento pensó que algo había ocurrido y llegaría algo más tarde, pero no, Kuroo jamás apareció en ese partido. Tampoco lo hizo en los meses siguientes. Fue cuando se enteró sobre su accidente.

Al entierro de su madre acudieron casi todos los que conocían a Kuroo, muchos jugadores de voleibol, él también fue y aunque le dio el pésame, posiblemente Kuroo ni se enteró, sólo agradecía a los presentes pero no parecía estar atento a nadie en concreto. Sumido en su propio dolor, no prestaba atención al acto.

¡Un accidente de coche! Es lo que dijeron, su madre falleció y él sobrevivió sin saber cómo, tuvo suerte, pero desde aquel día, el padre de Kuroo cambió por completo. Ni siquiera le había permitido sacarse el carnet de coche como si así lo protegiera. Lo que no pudo evitar porque lo tenía de antes, fue el carnet de moto, lo cual para Akaashi, era mucho más peligroso que un coche, aunque su padre también le tenía prohibido conducirla desde el accidente. Le había requisado las llaves.

‒ ¿Qué tomas?

‒ Sólo un café, americano – matizó Akaashi.

‒ Un americano, vale.

Kuroo se acercó a la barra y pidió los cafés. Los pagó, esperó a que estuvieran listos, y le tendió su vaso a Akaashi.

‒ Habría que ir al pabellón – susurró Akaashi – el partido.

‒ Sí. Vamos de camino.

‒ Ey Kuroo...

‒ Tetsu – matizó esta vez Kuroo – puedes llamarme Tetsu, somos compañeros, ¿no?

‒ Supongo pero estoy acostumbrado a llamarte Kuroo, eres mi capitán al fin y al cabo.

Kuroo sonrió. Esa sería una manía difícil de quitar, estaba convencido de ello. A veces incluso Kenma lo seguía llamando por su apellido en vez de por su nombre. Esas costumbres arraigadas tardaban tiempo en desaparecer.

‒ ¿Cómo te encuentras tras el accidente? Me refiero... tus heridas...

‒ No tienes que preocuparte. Estoy bien.

‒ ¿Aún te duelen?

‒ No tanto como antes – sonrió Kuroo – estoy bien, enserio. ¿son dudas de colocador? – preguntó Kuroo creyendo que Akaashi lo decía por si podía o no contar con él para los remates. A los colocadores siempre les gustaba saber demasiado sobre todos los jugadores para saber quién estaba en mejor forma que otro.

Supongo que son manías mías.

‒ Mándale los mejores remates a Bokuto, sé que te coordinas mejor con él y lo conoces desde hace más tiempo. A mí siempre se me han dado mejor los bloqueos.

Kuroo bebió de su vaso de café siendo observado por Akaashi. ¿No iba a hablar del tema del sexo de anoche? Eso es lo que pensaba Akaashi. Habían tenido sexo y... ni una palabra, ninguno de los dos. Estaban ignorando el tema completamente.

‒ Te he visto rematar – dijo Akaashi – eres bueno en todas las posiciones. Aunque supongo que sí, tu especialidad son los bloqueos.

Jugando con el vaso de café, así es como se encontraba Akaashi pensando en cómo sacar el dichoso tema con él. Podría ser... que para él no había tenido ningún interés aquello. Kuroo era tachado muchas veces de don Juan, estaba con unos o con otros, no tardaba en cambiar de pareja. Puede que sólo hubiera sido sexo sin más, así que al final, Akaashi prefirió no decir nada al respecto y olvidarse del tema... o intentarlo, porque la verdad era, que olvidar el sexo con ese chico le iba a resultar complicado y difícil.

‒ ¿Te... ha sentado mal lo de anoche? – preguntó entonces Kuroo como si le hubiera leído la mente. El rubor volvió a sus mejillas al pensar en lo de anoche.

‒ No... mal no pero... es raro. Eres mi capitán, es algo que creo... no debí dejar que pasase. Si se enteran los compañeros de esto...

‒ Tienes miedo de que crean que tengo un trato especial hacia ti.

‒ Entre otras cosas. Tampoco está permitido mantener relaciones con miembros del equipo, ya sabes. Si se enteran, podrían expulsarnos, o bueno... quizá a mí, tu eres capitán y puede que te perdonasen, pero no querrían vernos en el mismo equipo, eso seguro.

‒ Yo no dejaría que te expulsasen del equipo por una equivocación mía.

¡Equivocación! Esa palabra sonó tan brusca y mal en su mente, pero Akaashi no dijo nada. Se quedó con ella... todo había sido una equivocación.

‒ Entonces no demos más vueltas al asunto. Sólo ha sido una equivocación – sonrió Akaashi volviendo a dar un sorbo a su café y adelantándose al caminar para evitar mirarle fijamente a la cara.

¡Olvidarlo! Debía olvidarlo sí o sí, aquello sólo había sido un revolcón pasajero, algo que no se repetiría. Ahora lo único que debía preocuparle, era ese partido. Él tenía una beca que mantener y no podía darse el lujo de distraerse con nada, menos aún con romances que no llegarían a nada.

El silencio se hizo inminente entre ellos entonces y sólo fue roto por Bokuto en cuanto los vio aparecer. Él siempre era escandaloso y se tiraba sobre sus hombros como un niño pequeño e inocente con ganas de jugar y bromear.

‒ Vaya, si venís juntos – comentó de forma inocente.

‒ Me lo he encontrado en la calle y me ha invitado a un café – dijo sin más Akaashi intentando evitar el tema de la noche que habían pasado juntos – supongo que es mi premio ya que fui a esa fiesta casi obligado por ti.

‒ Pero te lo pasaste bien, ¿no? Y mira, nuestro capitán tiene mejor ánimo.

‒ No digas tonterías Bokuto y entra para dentro a calentar. El partido no se va a ganar solo.

‒ Sí, capitán – sonrió Bokuto antes de irse corriendo hacia el interior del pabellón.

¡Cómplice! Así fue la mirada que se lanzaron Kuroo y Akaashi como si hubieran sorteado bien el primer obstáculo pese a que nadie en el equipo sabía lo que había ocurrido esa noche entre ellos.

‒ Te veo dentro – pronunció finalmente Kuroo adelantándose a su colocador.

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