Prólogo
Anbiorg se levanta de su silla y sale precipitadamente del salón de Oswald. Lo que acabo de comunicar le ha roto el corazón, pero en lugar de oponerse o mostrar su dolor, simplemente opta por retirarse. Sabe que cualquier lucha que quiera emprender está de antemano perdida, porque si, por un lado Oswald me dio su apellido para tener a quien legar su herencia, por otro, el honor está por encima de cualquier otra ambición. Un hijo muerto en el campo de batalla es más honorable que un heredero presentando sus colores en una fiesta.
—Sabes que podrías unirte a los Caballeros de la Guardia de Honor con tan solo algunos años de entrenamiento.
Si, lo sé. Llevar su apellido me permitiría escalar hasta convertirme en miembro del cuerpo élite del reino, pero ya es bastante bajo haberme convertido en su heredero sin mérito alguno, como para también aprovecharme de eso para llegar a ser un Guardia de Honor. Si voy a hacerlo, lo haré bien.
—Quiero estar en una batalla real —Sus ojos muestran orgullo y aprobación—, si sobrevivo a esto, tomaré las insignias y si no, al menos le daré honor a tu casa.
—¿Sabías que el propio rey me ofreció otorgarte el escudo?
—¿El... rey? —Trago fuerte al pensar en el monarca que hace tan solo dos años perdió a su reina y en la niña que perdió a su madre.
—Tú salvaste a la princesa de tener el mismo destino que su madre.
No, ellos no querían matar a la princesa, querían llevársela a Laurassia y la llamaron "reina", pero es algo que nunca le he contado a nadie y espero, algún día, conocer el secreto detrás de ese atentado que costó la vida de la reina.
—No, no lo hice, apenas gané algunos minutos para darle tiempo a los Guardias que lo hicieron. Si la hubiera salvado su madre estaría viva.
Y nunca me habría olvidado.
—No comprendo qué fortaleza puede llevarte a la batalla después de lo que has vivido, o que anhelos guían tu corazón a un destino tan incierto, pero por encima de todo y más allá del honor que puedas darle a mi nombre con tus nobles actos, quiero que sepas que me enorgullece que lleves mi apellido. Me siento honrado de que los dioses te hayan puesto en mi camino.
Se acerca y me rodea con sus fuertes brazos. Viggo Askell, mi verdadero padre, siempre fue un hombre seco, no era dado a las muestras de afecto y por lo mismo, me toma completamente por sorpresa el acto de Oswald y aún más porque un par de brazos menos fuertes, se une rodeándonos a ambos. Anbiorg volvió y llora en mi hombro.
—Si Hela te conservó una vez, ruego que lo haga de nuevo, hijo —dice en medio de los sollozos.
Me siento culpable porque ni siquiera hemos tenido tiempo de convivir como familia, las cosas han pasado a una velocidad vertiginosa, y aún más culpable me hace sentir el no poder confesar que esto no lo hago solo por ellos.
Quizá es muy vil de mi parte, pero siento que no podría vivir un día más en esta tierra sin resarcir la humillación, la impotencia, la rabia y todo el peso de saber que no pude protegerla y jurarme sobre la tumba de nuestra amistad perdida, que entregaré sangre, sudor y lágrimas hasta donde el cielo y el infierno me permitan para estar a su lado pase lo que pase, aunque tenga que perder mi alma en el intento.
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