Capítulo 10


Sobrevivimos al primer día, a la primera cena y a la primera noche sin incidentes. Las cámaras ya habían empezado a rodar en el comedor y los operarios bostezaban de aburrimiento. No le dirigí la palabra a nadie del grupo. Hasta las propias candidatas estaban tan nerviosas que no se atrevían a charlas entre ellas.

Intuí lo que papá podía estar pensando "¡esto es soporífero! ¡Nadie querrá ver esto! ¿Si no conseguimos distraerles un segundo como lo haremos durante tres meses?"

Me miró de reojo varias veces, rogándome que hiciera algo, cualquier cosa, para alegrar un poco el ambiente pero me limite a comer en silencio. Me sentía incómodo con toda esta situación y quería hacérselo saber. Por alguna extraña razón quería ver a todos aquellos que tienen sus esperanzas puestas en esto sudar un poco.

No iba a fallarle a mi padre, no soy de los que rompen las promesas que hacen pero al menos esta noche no iba a dar ningún show.

Mañana todo sería diferente. La Selección daría su verdadero inicio.

Al día siguiente, todos las chicas se pusieron sus mejores prendas listas para el desfile. Un ejercito de guardias y mayordomos pululaban por le jardín principal, esperando ansiosos el momento de abrir las puertas.

Papá estaba muy orgulloso de mi hermana por su ingeniosa idea, que, dicho sea de paso, había sido una de las mayores contribuciones a la Selección hasta el momento. Todos creían que sería interesante hacer un pequeño desfile, algo que jamás se había hecho.

Traté de decirles que era ridículo, yo no era ningún juguete nuevo para andar luciendo por las calles pero mi hermana estaba segura que sería la comidilla durante al menos un par de días. Sabía que solo quería ayudar pero yo no podía dejar de pensar en todas las cosas que podían salir mal. He estado en las ciudades y algunas veces las cosas se han salido de control. Las chicas no se comportan como cuando mi padre era el príncipe, ahora son mas... entusiastas por así decirlo.

—Buenos días, Alteza —saludó una de las chicas.

Me acordé de Estelle al instante. Después de su curiosa presentación, no era de extrañar que fuera la primera en dirigirse a mi.

—Buenos días —respondí guiñándole el ojo pero sin dejar de caminar.

Tampoco me detuve cuando vi a otras chicas hacer reverencias ante mi o decir mi nombre, Tan solo paré cuando unos de los guardias, el encargado de liderar el proceso se acercó a mi lado.

—Es una vuelta muy corta, alteza. A unos 15 kilómetros por hora, calculo que tardaremos entre veinte y treinta minutos. Los guardias estas marcando la ruta para asegurarnos pero debo pedirle que no incité mucho a la gente ahí afuera, ya están bastante emocionados. Queremos evitar accidentes.

Evitaríamos accidentes si simplemente canceláramos todo este asunto de pasearme por las calles. —Gracias, oficial. Que lo de Sevens no se repita —ordené y el asintió con la cabeza.

—Estoy a su disposición, alteza.

Se dio media vuelta y se marchó. No pasó desapercibida lo sonrisa y el discreto saludo que Mavi y el compartieron mientras el soldado caminaba. Fruncí el ceño, dispuesto a analizar ese gesto pero me no era el momento. Eché un vistazo al grupo de mujeres. Todavía no daba crédito a que hubiera tantas.

Advertí los rizos alocados de Heather y no pude evitar curvear mis labios. Estaba junto a un grupito de chicas, todas hablaban sin parar y ella escuchaba atentamente, asintiendo y sonriendo de vez en cuando.

Escudriñé al resto de las pretendientes, la mayoría conversaban... por fin encontré a una chica que sabía mantener la calma. No era ninguna modelo obviamente pero lucía con clase. Gracias a dios, recordé su nombre.

Detuve a uno de los guardias .

—Cuando me suba en esa cosa quiero tener a la señorita Garner a un lado y la señorita Jaakoppi al otro, por favor.

—Por supuesto, Alteza. Me ocuparé de ello.

Me giré y observé la carroza. Habían aprovechado la estructura de una de las carrozas de Navidad y la habían adornado con millones de flores veraniegas. Hice una mueca, todo eso era una total perdida de tiempo. El perfume de las flores impregnaba el aire haciéndome tener arcadas y alterando mis nervios.

Al otro lado del palacio de oían los gritos de aquellos que habían agolpado alrededor del palacio para presenciarlo todo. Después de hoy, olvidarían el fracaso de la noche anterior, eso era seguro.

—De acuerdo, señoritas. —La voz del general Ledger retumbó en el jardín —Necesito que formen un fila siguiendo el camino. Después, irán subiendo de una a una.

Mamá estaba en la parte de atrás, escoltada por papá. Había cogido unas cuantas flores que se habían caído de la carroza por culpa del viento y se las había colocado entre el pelo.

Cuando él sacó la cámara y se levantó, le miró con absoluta admiración. Papá rodeó al grupo y empezó a disparar fotografías. Retrató a las chicas, y estas encantadas comenzaron a posar. No todos los días el Rey de Illea les tomaba fotos. Tomó un par de instantáneas de la fuente y, como no, también me fotografió a mi.

No pude evitarlo un par de fotos y estaba sonriendo. Mamá se levanto para tomarse un par de fotos conmigo y como decirle que no. Noté los suspiros de las chicas al ver a la bonita familia real pero ni caso les hice.

—Alteza —interrumpió el general Ledger, y apoyo una mano sobre mi espalda —Será el último en subir. Me han comentado que quiere a lady Garner y a Lady Jaakoppi a su lado, ¿es eso cierto?

—Sí

—Buena elección. Son dos chicas educadas. De acuerdo, estaremos listos en un momento.

Se acercó a mi madre y se alejaron un poco. El le comunicó algo y al instante mamá pareció incomodarse, pero el general Leger empezó a mover las manos para intentar tranquilizarla. Desde mi posición, me costó mucho mas interpretar la reacción de papá. O la información no le había molestado en absoluto, o lo disimulaba muy bien.

Las candidatas desaparecieron por una escalerilla escondida. Comenzaba a ponerme nervioso. Todos moviéndose de un lado a otro el ruido de la gente. De pronto entre el tumulto de guardias y huéspedes, parada frente a un muro, advertí a Heather. Ahí estaba, con sus manos entrelazadas, contemplando la carroza mientras se mordía las uñas.

—No hagas eso —ordené. No quería sonar tan firme pero ya estaba hecho. —No querrás que las cámaras te pillen con las manos en la boca ¿verdad?

De inmediato bajó la mano —Perdón, Alteza.

—¿No vas a subir?

Sonríe con nerviosismo. —No estoy segura, Alteza. No parece muy seguro. Esa cosa es enorme y va a estar en movimiento.

Me parecía divertido su nerviosismo. Le sonreí de regreso —Vas a estar a mi lado, por lo que no debes preocuparte por caer. —Extendí mi brazo y ella lo tomo algo insegura y bastante sonrojada.

—Bueno entonces, no tengo nada de que preocuparme. —Su voz la delataba. Seguía estando insegura mientras subíamos a la carroza.

—No estés tan nerviosa. ¿Crees que yo subiría a esto si no fuera seguro?

—No.

—Entonces sonríe para las cámaras y disfruta del paseo.

Subimos a la carroza y la llevé del brazo hasta su lugar. Todas nos miraban con las bocas abiertas. Heather se sentó y enseguida suspiró con alivio.

—Entonces, ¿naciste en Swendway?

—Lo hice, pero me mudé a Sota hace un par de años con mi familia.

Sus manos estaban en su regazo de una manera tan delicada. Su espalda recta y su vestido impecable sobre su regazo. Definitivamente era material de princesa. Lo que no lo era: su cabello. No creo que fuera posible peinar esos rizos.

—¿Qué hay con tu cabello? ¿Toda tu familia tiene esos rizos incontrolables?

Una risita salió de ella haciéndome sonreír. —Solo mi madre y yo. Las doncellas hicieron su mejor esfuerzo peinándome, sin embargo.

—¿Alteza?

Me giro para encontrarme con un soldado —¿Si?

—Subió antes, Alteza. No podemos permitirnos errores. Su padre me manda a decirle que debe hacer caso.

—¿Soy un niño ahora?

—Solo sigo ordenes.

Entrecerré mis ojos hacia el y de reojo capté a Mavi en el fondo de la carroza oliendo las flores que estaban de decoración. Había dos soldados parados junto a ella. Olvidé porque iba a regañar al soldado y le cambié el tema.

—¿Qué hacen ellos ahí?

—El general Leger los colocó ahí.

Por supuesto. Me giré de nuevo dando por terminada la conversación. Miré a Heather murmurando algunas palabras con los ojos cerrados. Mi conversación con ella había terminado. Después de eso me dirigí a Grecia.

—¿Qué tal estas hoy?

—Muy bien, Alteza, gracias por preguntar. Quería disculparme con usted una vez mas por lo de ayer.

—No te preocupes, ya está todo olvidado. He estado algo estresado, no quería ser grosero contigo.

—Lo entiendo, tiene demasiado sobre sus hombros.

—Algo así. —Miré a mi alrededor algo harto de escuchar los tacones de las chicas golpear el suelo —¿Qué pasa con las chicas y su gusto por los tacones?

—Nos gusta vernos altas.

No pude evitarlo. Me reí. —¿Solo los usan por eso?

—Claro ¿por qué otra razón sufriríamos todo el día si no es para ser altas?

Grecia suspiró, claramente contenta por haber causado una buena segunda impresión. Platicamos unos minutos hasta que recordé algo que ella había dicho.

—Fuiste tu quien aseguró que intentarías ganarme día a día ¿no?

—Lo hice —contestó, satisfecha porque la recordara.

—¿Y cómo lo harás hoy? —pregunté con bastante curiosidad. Por lo general es el hombre el que debe esforzare por ganarse a la chica. 

Ella meditó la respuesta.

—Bueno, si en algún momento esta perdiendo el equilibrio y cae, prometo caerme con usted. Así no sufre solo.

—¡Abrimos las puertas! —gritó alguien —¡Agárrense!

Me despedí de mamá y papá, luego me aferré a la barra que rodeaba la partes superior de la carroza. No era demasiado alta, así qué, aunque alguien resbalara y se cayera, seguramente se levantaría con un par de rasguños y varios moratones. Sin embargo, los cinco que estábamos en la partes delantera, corríamos el riesgo de caer y ser atropellados por la propia carroza. Gracia y Heather permanecían serias y algo nerviosas, pero, en cuanto me levante para verlas a todas, sonrieron y comenzaron a aplaudir. Yo solo quería decirles que se mantuvieran tranquilas y saludaras.

En cuanto abrieron las puerta, el publico gritó. Al rodear la esquina, distinguí el primer sector de cámaras. Lo estaban grabando todo. Algunos mostraban carteles para apoyar a su seleccionada favorita y algunos otros ondeaban la bandera de Illea.

Toqué el brazo de Heather y ella abrió los ojos —Mira —señalé hacia uno de los carteles con su nombre escrito.

Una enorme sonrisa se formo en sus labios haciéndola olvidar su miedo. Comenzó a saludar a la gente y mandarles besos. Estaba muy emocionada. En algún punto de su euforia se volteo y me tomo la mano por unos segundos apretándola ligeramente. El gesto fue tan inocente que no me importó que lo hiciera.

—¡Lo queremos, príncipe Caleb! —grito alguien, y saludé con la mano.

—¡Lo extrañamos!

—¡Larga vida al Rey!

—¡Que dios lo bendiga, príncipe!

Articulé varias veces la palabra gracias y sonreí. Había olvidado como se sentía cuando el pueblo te mostraba aprecio. Hace dos años pasaba tanto tiempo entre ellos, construyendo casas y escuelas. Ayudando a los de menores recursos. La vida era buena, era libre de ir y venir. Pero todo cambia cuando de pronto eres el futuro rey. No puedes salir sin mil escoltas y tienes que casarte para tener a tu pueblo feliz.

El desfile fue avanzando; la gente ovacionaba nuestros nombres y arrojaba flores. Por lo visto la idea de mi hermana había logrado su cometido: dar un autentico espectáculo. Aquella exhibición estaba yendo mejor de lo previsto. Incluso yo estaba impresionado de que todo fuera bien, hasta que llegamos al último tramo de la ruta.

Un montón de gritos alocados se escucharon. La carroza frenó haciéndonos a todos trastabillar. Un grupo enorme de chicas se junto alrededor de la carroza gritando mi nombre. Nunca volveríamos al palacio.

Algo me golpeó el rostro y definitivamente no eran flores. Me aparté asqueado con miedo de mirar lo que era el pedazo de tela.

Alargué el cuello y vi a un grupo de chicas y señoras gritando. Algunas llevaban carteles donde escribieron que me amaban. Otras lloraban y me gritaban que las metiera en la selección.

—Ahora entiendo porque desapareciste —me dijo Grecia mirando a la multitud con los ojos abiertos como platos.

Ojala esa fuera la razón. Todos los soldados estaba levantados tratando de razonar con las chicas pero ellas no escuchaban razones.

—¡Te queremos Caleb!

No quería parecer arrogante y grosero pero era imposible ser amable. Sabía que algo así pasaría. Cosas siguieron siendo arrojadas a la carroza. Mas ropa y algunos objetos. El general Leger ordenó a las seleccionadas agacharse. No quería que nadie fuera golpeada por nada o que callera.

Me incliné por la barandilla —Tienen que retroceder señoritas o van a resultar heridas.

—Pero te amamos —me dice una de ellas y le sonrío.

—También las quiero pero... —Sus gritos me interrumpieron haciéndome maldecir.

Un disparo se escuchó haciendo que todos gritaran. Me giré para buscar al culpable y vi al general Ledger junto a su hija con el arma en mano. La multitud se quitó del frente de la carroza intentando cubrirse y el conductor no dudó en arrancar. Conforme avanzábamos la gente miraba sorprendida a las chicas corriendo detrás de nosotros.

En cuanto la carroza comenzó a rodar por la gravilla de la entrada de palacio, me tranquilicé; ellas no entrarían, están locas pero si hay algo que la gente hace, es respetar el lugar donde habitan mis padres. Cerca de la entrada del palacio un grupo de "inconformes" esperaba con los rostros llenos de furia. Llevaban carteles con mensajes ofensivos y mejor no hablemos de las cosas que gritaban.

—¡Necesitamos trabajar!

—¡Las castas no han desaparecido!

"Niño arrogante" "no eres el futuro rey" eran algunas de las cosas que eran gritadas hacia mi. Pude ver cuando la gente comenzó a rodear de nuevo la carroza pero no fueron lo suficientemente rápidos como para detenernos de entrar al palacio.

Cuando el conductor echó el freno baje hecho una furia.

—¡Caleb! —me gritó mamá.

—¡Les dije! —grité de regreso.

Papá estaba pálido.

—¿Qué ha pasado hijo? —mi hermana se para junto a el luciendo igual de preocupada.

—Lo que pasó es que tu y Eadlyn querían lucirme como un trofeo frente a toda la gente. Les dije que era una mala idea, pero insistieron. Aunque te parezca extraño papá, no me gusta ser el centro de atención. —Miro a mi hermana —No necesito de tu ayuda. La próxima ves que tengas una idea analiza todo lo que pueda pasar primero.

—Basta Caleb. —ordenó papá haciéndome callar. —Las cosas se salieron un poco de control, no esperábamos que...

—¿No lo esperaban? —pregunté con incredulidad —Entonces comiencen a leer las revistas porque esta no es la primera vez y definitivamente ¡No es noticia nueva que el pueblo no me quiere como el heredero de la corona!

Me marché echando humo por las orejas. Lo que acaba de suceder había sido un recordatorio de que no estaba hecho para ser rey. Jamás aprendería a lidiar con las multitudes alocadas. Lo que mas me preocupa eran esos carteles de protesta, ese era el problema mayor. La gente inconforme.

Me topé con Kile en el pasillo. Iba cargando unos libros y se detuvo cuando me vio.

—¿Qué ha pasado?

—Nada —contesté y lo pasé.

Neal estaba ordenando mi escritorio cuando entré a la habitación. Tenía la intención de correrlo pero no lo hice. Me dejé caer en la cama y coloqué una almohada sobre mi rostro.

—Tengo miedo de preguntar, Alteza.

Ah, el solo me dice alteza cuando sabe que estoy molesto.

—Entonces no lo hagas.

—Pero entonces sería una pésima mano derecha. ¿Qué sucedió?

Rodé los ojos y destapé mi rostro —Solo una prueba mas de que este puesto no es para mi. ¿Cómo seré rey si cuando la gente piensa en mi lo único que ve es al guapo hijo de los Schreave? No me respetan, no como a mi padre. Y tampoco soy mi hermana.

Me encerré en el baño listo para tomar un baño. Sabía que el agua se llevaría el estrés y me relajaría pero ni toda el agua del mundo podría llevarse el sentimiento de ser el fracaso real.

*****

Horas mas tarde, me acomodé en una de las sillas de la sala de estar de papá; me había arreglado hasta lucir perfecto. Yo nunca luciría menos que perfecto, era mi única armadura contra el mundo, si los dejaba ver como me sentía en realidad tomarían todo de mi. Papá y mamá se había servido una copa; el licor era fuerte, sin lugar a dudas. Podía contar con los dedos de una mano las veces que había visto a mis padres tomarse una copa. Sin embargo, aquel licor no estaba calmando los nervios de nadie.

Eadlyn llamó a la puerta y entró sin esperar respuesta. En cuanto cruzamos las miradas, atravesó la sala y se lanzó a mis brazos.

— Lo siento mucho Caleb, no tenía idea de que eso iba a pasar.

—Gracias. —Eso es lo único que puedo decir.

—Me alegro de que estés aquí, Eady —comentó papá, que estaba mirando algunas instantáneas del desfile que los fotógrafos le habían entregado. Después las dejó sobre los periódicos del día.

—Desde luego —contestó mi hermana.

—Todavía no doy crédito a lo ocurrido —murmuró mamá, y se acercó la copa a la boca. Titubeó y, al final, decidió no tomar otro sorbo de licor.

—Yo si —respondo al tiempo que mi hermana dice "Yo tampoco". Me aclaro la garganta y me siento en mi lugar —A lo que no doy crédito es el odio hacia mi, ¿qué he hecho yo? Ni siquiera he sido coronado.

—Nada —aseguró mamá al instante —Están furiosos con la monarquía, no contigo. Hoy, el único rostro que han visto es el tuyo, y por eso te han atacado. Podríamos haber sido cualquiera de la familia.

—Estaba convencido de que una Selección calmaría los ánimos. Pensé que estarían encantados de presenciar algo así —añadió papá, con la mirada aún clavada en las fotografías.

Todos nos quedamos durante unos instantes. Era evidente que papá había cometido un error de cálculo.

—En fin —empezó Eadlyn —Quizá lo estarían si Caleb no fuera el protagonista.

Todos la miran boquiabiertos.

—¿Disculpa? —musité. Mi hermana algunas veces no sabía cuando cerrar la boca. Estaba a un insulto mas de perder el control que con tanto esfuerzo mantengo en mi. —Mamá acaba de decir que podría haber sido cualquiera de la familia ¿Por qué me culpas a mi?

Apretó los labios y miró a su alrededor. Ella estaba analizando que decir, sabía que debía proceder con cuidado.

—De acuerdo. Hablemos de esto alto y claro. Si Caleb fuera un chico normal, un joven que no se crió aprendiendo a controlar cada emoción, cada gesto, cada palabra, esto, probablemente sería distinto. Pero abre cualquiera de esos periódicos —dijo, señalando la mesilla. Papá obedeció sin rechistar —No nos engañemos. Muestra una personalidad distante. Mirar las fotografías de la noche pasada resulta hasta incómodo. Fíjate bien: Las miras sin emoción alguna, como si te molestara su mera presencia.

—¡Deberías ser tu! Pero tenías que ir a enamorarte del idiota de Colin.

Eadlyn puso los ojos en blanco. Ella mejor que nadie sabía que no quería este puesto.

Mamá se levantó y echó un vistazo a las fotografías.

—Tiene razón, has levantado un muro entre tú y las participantes. Es evidente que no hay química... ni romanticismo.

—No se si te has dado cuenta, madre, pero no soy exactamente un hombre romántico. —refunfuñé por el echo de que se pusiera del lado de mi hermana. Nadie me entendía.

Tan solo habían pasado dos días desde el pistoletazo de salida, y ya era un desastre. Supe desde el principio que no funcionaría, y para colmo, me sentía usado. ¿me obligarían a seguir con esta farsa por el bien de la monarquía cuando era evidente que no iba a ayudar?

El salón volvió a enmudecer. Iluso de mi, por un momento creí que todo esto iba a terminar. Estaba lejos de ser así.

—Caleb —dijo papá; le miré en intenté que aquella mirada suplicante no me afectara —Me prometiste tres meses. Estamos sopesando las diversas vías que tenemos para redirigir el país, pero no podemos centrarnos en apagar un fuego si cada dos por tres aparecen más. Necesito que lo intentes.

En ese instante, me percaté de alfo que jamás antes me había planteado: su edad. Papá no era viejo, en el significado literal de la palabra, pero a lo largo de su vida había realizado proezas que la mayoría de la gente que le doblaba la edad.

Siempre se había sacrificado, por mamá, por nosotros, por su país, y estaba agotado.

Suspiré, tratando de asimilar todo. No podía defraudar a papá. Debía encontrar un modo de dar a entender que la Selección me importaba, aunque solo fuera por el bien de mi papá.

—Muy bien —cedí, con pesar. —Supongo que tienes tus contactos en la prensa ¿verdad?

El asintió.

—Contamos con fotógrafos y periodistas de confianza.

—Que haya varias cámaras a primera hora de la mañana en el salón de mujeres. Yo me ocupo de esto.

O al menos eso esperaba. 

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