❤︎EPÍLOGO❤︎

Sara se sentó sobre la maleta con las piernas cruzadas y miró de un lado a otro.

—¿Ahora ya cierra? —preguntó.

Había llegado el gran día, el 10 de septiembre. El vuelo de Celia con destino a Bruselas despegaba en dos horas y, por razones evidentes, la joven de cabellos como el ébano estaba de los nervios. Sintió un retortijón en el estómago.

—¡Celia! —gritó Sara chasqueándole los dedos casi encima de la nariz—. Rebeca ya está de camino al aeropuerto y tú ni siquiera eres capaz de cerrar la maleta...

La otra volvió a la realidad y miró el panorama que se exhibía ante ella. Lo tenía casi todo preparado. Solo le quedaba correr la cremallera de esa enorme maleta que pesaba 20 kilogramos exactos, desconectar el móvil del cargador y subir al coche. Sara había acudido para ayudarle a terminar al equipaje porque decía que Celia era un auténtico caos y seguro que se olvidaría algo. Aunque la verdad era que la dulce rubia postiza iba a echar tanto de menos a su mejor amiga que había buscado cualquier excusa para extender la despedida.

Celia, gracias al peso de Sara, consiguió cerrar la maleta.

—¡Conseguido! —exclamó.

—Ya está todo listo. —Sara sacudió sus manos orgullosa—. ¿Preparada para empezar la gran aventura?

La de cabellos oscuros sonrió y miró su cuarto. Al empacar casi todos los tratos útiles parecía que hubiera perdido parte de su identidad. Miró a su amiga.

—Te voy a echar tanto de menos...

La abrazó y besó en la mejilla. ¿Qué haría durante todo ese tiempo sin ella? Se había acostumbrado a sus sesiones de estudio juntas y el verano había sido una maravilla. No se había marchado y ya quería que regresar.

—Tienes que mirar vuelos, ¿vale? —dijo Celia al separarse—. Iván compró un billete para el finde semana del dieciocho de noviembre, así que puedes venirte cuando quieras menos en esas fechas. ¡Y en diciembre volveré! Pasaremos el año nuevo juntas, como hemos hecho siempre.

Se miraron con cariño. No hacia falta romper en llanto para saber cuanto se necesitaban. Sara se alegraba por Celia, sabía que esa experiencia sería un gran aprendizaje para ella. Ojalá pudiese acompañarla.

—Por cierto, al volver espero que hayas escrito otra de tus exitosas historias, señorita novelista. —Celia sonrió traviesa—. Ahora que ya me las he leído todas, tengo ganas de saber qué estás preparando.

Sara se encogió de hombros y se dejó caer sobre la cama de su amiga.

—Me he quedado sin ideas, tía —se sinceró—. La verdad es que ya no sé qué más contar. He escrito sobre todo lo que me ha pasado.

Celia frunció el ceño. No permitiría que la magia de la gran Miriam Sepulveda se extinguiera con su tercer libro.

—No todas tus obras tienen que tratar sobre ti. —Se acercó a la estantería y ojeó entre sus cosas—. Además de lo que sientes, puedes escribir sobre lo que ves.

Sacó del estante una bonita libreta blanca con una luna azul dibujada en el centro. La verdad es que era preciosa, pero parecía un poco derrotada.

—Me la regaló Pablo cuando salíamos —explicó—. Al enterarme de que tenía cuenta en Soulmates y de que había estado tonteando con desconocidas, tuve un ataque de ira y la tiré al suelo, por eso está un poco rota. —Sacudió la cabeza—. Me estoy yendo por la ramas. Lo que quiero decirte es que aquí escribí y dibujé sobre cómo me sentí en esa época.

Extendió la libreta hacia Sara, aunque la otra lucía todavía confusa. La cogió con indecisión.

—¿Por qué me la das?

—Para que te inspires. Te regalo mi historia.

Sara se irguió y abrió la libreta. Pasó varias páginas con lentitud: era el vivo reflejo de la mente de Celia. Todo caos y color.

—¿Me dejas escribir sobre ti? —preguntó.

Su amiga estaba concentrada intentando desplazar la gigantesca maleta de su habitación al salón. Miraba la hora algo nerviosa. Poco a poco, se acercaba el momento de la verdad.

—Claro que sí, Sara —dijo distraída—. Si te sirve...

La joven de cabellos cortos cerró la libreta y se la llevó al pecho. Aquel gesto por parte de Celia denotaba una confianza ciega en sus aptitudes. Se sentía halagada.

—Escribiré una historia sobre una encantadora e inocente chica que nunca se había enamorado, hasta que un día...

—Cayó en el embrujo de lo desconocido, el primer amor: inmaduro, intenso y pasional —completó Celia. 

—Un viaje por los sentimientos que desemboca en un maravilloso despertar en el que la chica descubre que hay algo que está por encima de todo lo que ha experimentado durante el libro: quererse a una misma, cuidarse. Una historia de crecimiento personal.

Celia sonrío satisfecha. Ahí la tenía. La gran Miriam Sepulveda había vuelto. 

—¿Y cómo lo titularás?

Sara se encogió de hombros.

—No lo sé con certeza, pero ¿qué te parece El hechizo de sus pupilas? Suena bien, ¿verdad?

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