✰ 9. HERMANAS
Una tormenta que se fue
Tanto dolor que me aguanté
La última - Aitana.
El rotulador de tinta negra se deslizaba por el papel como lo haría un patín sobre el hielo. Suave, ágil y rápido, a trazos firmes y decididos, soportando la presión que los dedos de Celia ejercían al utilizarlo. Estaba sentada con las piernas cruzadas frente al escritorio y estudiaba con total atención el dibujo que poco a poco empezaba a adivinarse en aquella lámina blanca. No vio que la luz de sol se escondía en el horizonte, despidiéndose del día, hasta que tuvo que forzar la vista dolorosamente. Desvió su clara mirada de la pintura y escrutó su alrededor en busca del interruptor de la lámpara. Tan pronto como la encendió, el brillo de la bombilla la cegó momentáneamente.
De pronto, la puerta se abrió con violencia y se estampó contra la pared en un ruido brusco, sobresaltando a Celia. La silueta de una chica casi exactamente igual que ella pero dos años menor se interpuso entre su cuarto y el pasillo, en una pose decidida y autoritaria.
Alicia había llegado.
—¡Me aburro! —canturreó mientras arrastraba los pies hacia la cama de su hermana.
Celia le dedicó una fugaz mirada asesina sin decir nada, aunque con un par de gestos dio a entender que no era bien recibida. Con la intrusión de Alicia la inspiración se había esfumado y ahora tendría que dejar el dibujo a medias.
—¿Qué te pasa en las manos? —Fingió no entender la otra—. ¡Ah! ¿Estabas pintando? ¿Puedo verlo?
La artista asintió y le extendió la lámina. Después empezó a guardar los rotuladores.
—Te está quedando genial, como siempre. ¿No vas a seguir?
—¿Contigo al lado? Es imposible concentrarse.
Alicia le sonrió inocentemente y le devolvió el dibujo. El boceto mostraba el rostro de una mujer con los párpados caídos y expresión de perfecta armonía y tranquilidad. Los cabellos danzaban de forma aleatoria cruzándose por la frente y el cuello, simulando el efecto descontrolado del viento.
—¿Quieres hablar? —sugirió la pequeña.
—¿Sobre qué?
La invasora de cuartos ajenos miró hacia abajo avergonzada.
—Tengo un secreto.
—¿Un secreto?
—Sí, un secreto comprometedor.
Sorprendida, Celia alzó las cejas y se acomodó junto a Alicia
—¿Comprometedor para mí o para ti?
—Mmm.... Yo creo que para las dos.
La realidad es que la mayor de las hermanas dudó considerablemente antes de seguir fomentando dicha conversación. Alicia era del todo imprevisible; lo mismo que hablaba películas para todos los públicos como que pasaba a relatar experiencias personales que avergonzaría a cualquiera de cuando se iba de fiesta y se emborrachaba como una cuba.
—Venga, va. Suelta. —Se arriesgó Celia.
—Me gusta un chico del colegio. Se llama Juan. Es tres años mayor que yo.
Celia volvió a reaccionar extrañada.
—Eso es un año mayor que yo.
—Lo sé. Es que ha repetido dos cursos. Está en segundo de bachiller. Otra vez.
Es decir, Alicia estaba dos cursos por debajo de él. Los prejuicios y la hipocresía —pues Pablo era cuatro años mayor que Celia y para él no habían pegas— asomaron sigilosamente en el subconsciente de la artista. Con tan poca información, había decidido que ese chaval no era bueno para Alicia.
—Bueno... —Optó por no hacer ningún comentario por el momento—. ¿Qué le pasa?
—Este viernes van a hacer un botellón en el parque, cerca de la casa de Ángela, y sé que él irá. No sé si le gusto, la verdad es que hablamos muy poco y yo no soy como las chicas que suelen salir con él. Me siento un poco insegura...
—Eso nunca es buena señal, Ali. —Se refería al hecho de sentirse insuficiente para alguien, pero de pronto surgió una duda más preocupante—. ¿Cómo son las chicas con las que ha salido?
¿Por qué Alicia no decía la palabra que empezaba por s? No era un tabú ni estaba maldita.
—¿Quieres decir sexualmente hablando? —completó la información Celia.
—Eso.
A la mayor le tintineó una alerta roja en la cabeza. No porque el tal Juan fuera el rey del sexo en el instituto, si no porque Alicia había usado el plural para referirse a las dos hermanas cuando hablaba de inexperiencia en ese campo. ¿Acaso Celia llevaba escrita la palabra «virgen» en la frente? ¿Cómo podía su hermana pequeña darlo por hecho? Era cierto que lo era, pero al menos Ali podría haberle dado el beneficio de la duda... La supuestamente madura de las dos suspiró y miró a su alrededor, planteándose cómo abordar el tema sin ofender a la menor.
—A ver, Ali... La diferencia entre dieciséis y diecinueve años puede ser muy significativa... Sobre todo en cuestiones de experiencia, como tú has dicho. Puedes sentirte presionada a hacer cosas antes de lo que te gustaría. —No le había costado tanto encontrar palabras para explicar una situación en su vida. ¡Por el amor de Dios, estaba sudando y todo de los nervios!
Lamentablemente, Alicia no se tomó la reflexión como algo positivo. Interpretó de la charla que su hermana la estaba llamando inmadura.
—¿Qué dices? ¿Qué soy una cría? —Se puso a la defensiva—. No tendría que habértelo contado.
—No, no, Ali. —Celia alzó las manos para detener la huída malhumorada de la otra—. Digo que hay un momento para cada cosa y a lo mejor él no está dispuesto a esperar por ti.
—Eso tú no lo sabes. Además, ni siquiera sé si le gusto. ¿Por qué estamos hablando de esto?
Se miraron la una a la otra, distantes. La conversación que había empezado amigable se tornó algo hostil en cuestión de una frase.
—Porque creo que no deberías ilusionarte —dijo Celia—. Ese chico va a esperar ciertas cosas de ti y si tú no estás segura o preparada te vas a sentir muy presionada y puedes terminar por ceder... Creo que no es buena idea que salgas con él, en el caso de que te lo proponga...
—¡Celia! —Alicia esbozó en su cara aniñada una mueca de disgusto—. Pensé que tú no serías como los papás y que me entenderías, pero está claro que no tienes ni idea. No sé por qué te lo he contado.
Se levantó de la cama y avanzó hacia la puerta del cuarto a grandes zancadas. Sin duda estaba muy furiosa.
—¡Ali no te vayas! —Intentó persuadirla Celia—. Solo intento cuidarte...
Su hermana se giró y la enfrentó con la mirada brillante. Parecía que estaba a punto de llorar.
—Tú no tenías amigos en el instituto y no le gustabas a nadie. ¿Qué sabrás de chicos si nunca has tenido novio? —espetó—. Que hayas decidido no acostarte con nadie en todo este tiempo me parece bien. ¡Pero eso no quiere decir que ese sea el único camino válido!
Alicia se arrepintió al instante de aquel ataque tan rastrero, especialmente cuando la cara de Celia se contrajo en una expresión de dolor y humillación. Ya tenía suficiente con sus propias inseguridades como para que su hermana pequeña se las tirara por toda la cara.
—¿Qué has dicho? —preguntó airada
—No pretendía... Lo siento...
Ya era demasiado tarde. Alicia sin saberlo había abierto la caja de los miedos de Celia con todo lo que ello acarreaba. La mayor se sentía tremendamente traicionada. Que se burlaran de ella los chicos populares en el instituto era una cosa, pero que su hermana le atacara dolía el doble.
—¡Vete de mi cuarto! —gritó—. Puedes hacer lo que te dé la gana, pero prefiero ser yo misma que una niña pequeña que juega a ser mayor y no sabe cuándo hay que cerrar la boca para no herir a los demás. ¡Largo!
La adolescente se encogió ante la reprimenda de su hermana y lloró con la mirada gacha. Pasándose rápidamente las manos por las mejillas, se dio la vuelta y salió dando un portazo de la habitación.
Bueno, entre que la llaman microondas, ahora su hermana le recuerda que va con retraso al resto y mientras, se preocupa por la actitud de Iván y las expectativas de Pablo, ¡Celia esta que explota!
¿Creéis que Alicia ha sido muy injusta? Os leo 👀
Si queréis saber a donde conducen todos estos prejuicios, dadle a la estrellita y no dudéis en comentar! ⭐️
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