✰ 76. IVÁN


Your guard is up and I know why
Because the last time you saw me
Is still burned in the back of your mind
You gave me roses and I left them there to die

Back to December - Taylor Swift

Lo de correr con tacones era una verdadera tortura. Cuando Rebeca le sugirió que se los pusiera porque le daban un toque híper sexy al conjunto rojo de dos piezas que llevaba puesto, no se planteó que la noche pudiera terminar corriendo por el paseo de la Playa de la Malvarrosa. Le dolían los pies y empezaba a temer por su integridad física: no era la primera vez que alguien se torcía el tobillo por dar un paso en falso y con zapatos de tacón el riesgo se incrementaba.

Al salir de Alma había buscado a Iván por todos los rincones. Primero dirigiéndose a la parada de taxis más cercana y después, tras constatar que había una cola demasiado larga como para que su vecino pudiera haberse subido en uno antes de que llegara ella, intentó llamarle por teléfono tres veces. En ninguna ocasión se lo cogió, lo cual podía significar dos cosas: o Iván no quería hablar con ella o simplemente tenía el móvil silenciado. 

Desesperada por encontrar a su vecino y siendo imposible coger un taxi y llegar a su edificio antes que él, Celia optó por preguntar aleatoriamente a desconocidos. Quizá alguien le había visto. Se fijó en un grupo de chicas fumando en la entrada y, a pesar de creer que sería imposible que supieran dónde se había metido su vecino, probó suerte. Sorprendentemente, unas pinceladas de su descripción bastaron para que las cinco aseguraran que «el tío cañón de la camisa azul» se había largado con cara de cabreado hacia el puerto por el paseo de la playa.

—Nena, está tremendo —dijo una soltando humo por la boca—. ¿Es tu novio? Porque si lo es, deja que te de la enhorabuena.

Celia corroboraba la opinión de la desconocida, pero no tenía tiempo de sobra para hacérselo saber. Así que con esa mínima información, la joven de cabellos como el ébano se puso en marcha de nuevo, en una carrera que le ocasionó molestas rozaduras en los talones. Teniendo cuenta que en el mes de julio no hacía falta llevar chaqueta y que Celia iba vestida con dos piezas bastante sensuales —top de palabra de honor y falda de tubo roja— le tocó escuchar silbidos y alguna propuesta asquerosa por parte de un puñado de gilipollas que bebía cerveza en la playa. Estaba tan centrada en llegar hasta Iván que ni se planteo lo arriesgado que podía ser caminar en zapatos de tacón y minifalda por la noche y sola.

Afortunadamente, la mala suerte quiso otorgarle un breve respiro, pues, cuando ya pensaba que no encontraría a Iván nunca, distinguió su pelo castaño y revuelto, la camisa azul oscura que se adaptaba maravillosamente a su figura y las zapatillas de tela blancas justo en frente del Hotel Neptuno.

—¡Iván! —gritó a pleno pulmón—. ¡Iván, por favor!

Su vecino se giró con expresión de pura sorpresa. Si no fuera porque a Celia le iba a dar un ataque al corazón a causa del sobreesfuerzo que había sido la carrera y estaba demasiado pendiente de doblar su cuerpo para recuperar el aire, se habría dado cuenta del alivio manifestado en los ojos de Iván. En todo este tiempo, ella no le había perseguido. Eso siempre había sido cosa suya y sentir por una vez que era Celia quien le buscaba a él, le hizo creer que no todo estaba perdido.

A la joven le caían las lágrimas por las mejillas, tenía flato y se veía incapaz de dar un paso más. En cuanto Iván hizo el favor de detenerse y rehacer sus pasos hasta llegar a ella, se concedió un segundo de tregua y optó por sentarse en el bordillo de la playa.

Sin embargo, al mirarse a los ojos mutuamente, Celia descubrió que no tendría fácil conseguir que las cosas volvieran a ser como antes. Iván no podía quitarse de la cabeza el motivo que había conducido a la chica de sus sueños a correr tras él. Siempre había querido su atención, pero no de esa manera. El beso con Álex le había sacado de sus casillas y ahora estaba muerto de celos y de rabia.

—¿Qué haces aquí? —preguntó con hostilidad.

—Tengo que hablar contigo. —Jadeó ella.

Celia esperaba una fuerte oposición por parte de Iván. De hecho, imaginaba una actitud semejante a la que tuvo Pablo la noche del dieciocho de marzo cuando se enteró de que había compartido cuarto con su vecino sin haberlo consultado con él. No obstante, Iván no hizo nada de eso. En realidad él ansiaba escuchar cualquier mínima razón que justificara todo lo que había ocurrido. La cuestión era ¿realmente existía algo que Celia pudiera decir para que él olvidara lo que acababa de presenciar?

Iván se aproximó a Celia y, con las manos metidas en los bolsillos de los pantalones y una expresión distante en su rostro, se situó a un par de metros. No se atrevía a sentarse a su lado y mucho menos a admitir como se sentía de verdad.

—Vale, te escucho.

Lo irónico de esta situación fue que decir eso desestabilizó a Celia. Se quedó en silencio mirándole con la boca abierta. La carrera había sido muy intensa y romántica, pero ahora que le tenía enfrente no sabía por dónde empezar a hablar. ¿Cuándo tocaba confesar que le quería? ¿Antes o después de pedir perdón por haber besado a su mejor amigo? Parecía más acertado hacerlo después.

—Lo siento —dijo—. No sabía que era tu amigo. Te aseguro que ninguno de los dos habríamos actuado de esa manera si hubiésemos sabido quienes éramos.

Iván esperaba sentirse mejor con las disculpas de Celia, mas no fue así. Todavía tenía grabado en la memoria el beso en la tarima y la decepción que se había llevado al verla en brazos de otro amigo suyo. La historia se repetía, pero Iván se negaba a participar en otro triángulo amoroso. Asintió con indiferencia y respondió:

—No te preocupes, tú y yo no somos nada. No me debes explicaciones y mucho menos unas disculpas. —Agachó la cabeza y luego la miró a los ojos inexpresivo—. Puedes volver a Alma con él, si eso es lo que quieres.

La chica le miró sorprendida. ¿Qué no eran nada? Y una mierda. Si no fueran algo ella no sentiría la necesidad de explicarle lo que acababa de ocurrir, ni de recorrerse media playa como si fuera Usain Bolt para pedirle perdón, ni él se habría marchado así de dramático... Frunció el ceño.

—Casi le partes la cara a Álex y te has largado hecho una furia —soltó airada—. ¿Y qué hay de todo lo que le has gritado? ¡No finjas que no te importa!

—Mira, no sé qué me ha pasado ahí dentro... —empezó a decir mientras sus ojos viajaban por toda la playa con tal de no posarse sobre los de Celia.

—Yo sí que lo sé —interrumpió ella—: te ha hecho daño lo que has visto. Y ahora no te fías de mí, prefieres simular que estás por encima de todo a reconocer la verdad. Pero ha sido un accidente.

Él se encogió de hombros, se dio la vuelta y siguió caminando. Celia no cupo en sí de frustración al verle ignorarla. Esta situación era totalmente nueva para ella. Al menos su ex gritaba y se expresaba. Era un puto manipulador chantajista, pero exteriorizaba lo que sentía. Iván estaba actuando como si ella le diera igual.

Caminó un par de pasos tras él y sintió que las rozaduras la estaban matando. Sin embargo, a pesar de sus quejidos, Iván no mostró clemencia y siguió paseando en silencio.

—¡Venga, para ya! —gritó ella—. No seas así, Iván.

Él se detuvo de golpe y se giró molesto. Desde luego se estaba esforzando por actuar como si todo le resbalara, pero Celia acababa de dar con algo que había tocado zona frágil y los cimientos de la indiferencia de Iván se tambaleaban.

—¿Qué no sea cómo? ¿Un idiota que va detrás tuyo a pesar de que te enrolles con todos mis amigos? —Exhibió una sonrisa de suficiencia y a Celia le nacieron unas enormes ganas de meterle un guantazo—. ¿Qué esperas que te diga? ¿Qué lo entiendo? Porque la verdad es que no lo hago, Celia, no entiendo qué clase de accidente puede haberte hecho tropezar y caer justo sobre los labios de Álex.

—Estabas con otra chica —se defendió Celia—. Lo primero que he hecho al entrar en la discoteca ha sido buscarte, pero te he encontrado con ella y era obvio hacía donde iba todo...

—¿Me tomas el pelo? —dijo Iván soltando una carcajada vacía—. ¿Así que vuestro beso es responsabilidad mía? —Se pasó las manos por la cabeza en un acto de desesperación—. ¿Por qué no me has detenido? ¿Por qué has tenido que salir corriendo? Me he recorrido la discoteca entera para decirte que esa chica no era nadie para mí...

Celia se levantó del bordillo. Le estresaba seguir sentada y verle desde abajo tan escandalizado gritándole al mundo lo injusto que era todo. Ella también creía que lo que estaba ocurriendo era una mierda, aunque todavía tenía la esperanza de que siendo sinceros el uno con el otro podría arreglarse.

—¡No podía hacer eso!

—¿Por qué no?

—Porque te he dicho que no tres veces —dijo con la voz quebrada—. Te rechacé en Alma por Pablo, luego en la comida con vuestros amigos del colegio cuando me contaste cómo te sentías respecto a mí y finalmente  la noche que dormiste en mi casa donde, por cierto, ¡casi te beso tres veces!  No he hecho otra cosa distinta a marearte y a jugar con tus sentimientos. —Sollozó sin poder evitarlo—. Ha sido verte con esa chica y he pensado que el karma me la estaba devolviendo por haber tomado malas decisiones constantemente. ¡Interrumpiros hubiera sido otro acto egoísta!

Iván estaba preparado para contradecirla, no obstante, escucharla ser tan consciente del daño que le había hecho durante ese tiempo le ablandó el corazón. No por ello seguía menos enfadado: lo cierto es que cada vez que pensaba en su mejor amigo besando a Celia, unos indomables celos despertaban en su interior.

Respiró hondo y dio un pequeño paso hacía ella.

—No ha sido todo culpa tuya —dijo en voz tan baja que casi pareció un susurro—. El que se metió en medio de una relación fui yo. Precisamente Álex se ha encargado de repetírmelo trescientas veces desde que empezaste a salir con Pablo. Así que, si hablamos de ser egoístas, creo que puedo alzarme vencedor en esa competición. No deberías sentirte tan mal por rechazarme.

Ella enmudeció. Se había puesto a llorar de repente y sintió un enorme alivio al escuchar las palabras de Iván. Volvió a sentarse sobre el bordillo y se limpió los ojos con las manos. Dios, ya estaba harta de llorar, parecía una niña pequeña incapaz de enfrentarse a los problemas de otra manera. Para su sorpresa, Iván tomo asiento a su lado. Seguía guardando las distancias, pero se le notaba algo más relajado.

—¿Qué puedo hacer, Iván? —murmuró—. ¿Cómo arreglo esto?

Él la miro de reojo y se encogió de hombros. Luego dirigió sus ojos azules hacía el mar y se acomodó situándose frente a Celia.

—Si te soy sincero, no me importa que te lies con otro tío. No digo que me guste. Prefiero que lo hagas conmigo —dijo con calma y un poco de chulería—. Pero a mí no tienes que explicarme lo que son los rollos de una noche...

—Ya, tienes cara de experto —bromeó Celia.

Iván sonrió levemente y posó su mirada azul sobre ella. Su vecina tenía los ojos brillantes a causa del rastro de lágrimas. Nunca creyó que Celia sufriría por recuperarle y se preguntó si estaba dispuesto a hacer borrón y cuenta nueva para permitirse una última oportunidad con ella. O una primera, según como se valore. Lo que dijera a continuación sería determinante.

Así que intentó comprenderse a sí mismo. La situación había ido más allá de unos vulgares celos por verla con otro. Era la primera vez en su vida que se ponía tan violento con su mejor amigo y a estas alturas se había medio acostumbrado a que Celia le negara su atención. ¿Qué le había llevado a explotar? Ella estaba con él, ahí y ahora. Solo tenía que dejarse llevar y aceptar sus disculpas, pero, a pesar de todo, seguía enfadado.

¿Qué necesitaba Iván para sentirse bien? La respuesta era más simple de lo que parecía. Necesitaba sentirse a salvo, igual que ella.

—¿Por qué Álex? —preguntó con un hilo de voz—. ¿Te gusta él también?

Por suerte, Celia era bastante ágil leyendo entre líneas y comprendió hacía donde se dirigían las preguntas de Iván automáticamente. Él tenía miedo de que la historia con Pablo se repitiera otra vez. Los dos rompieron su amistad tras conocerla y se enzarzaron en una estúpida batalla por conquistarla que solo había traído desgracias. Celia se imaginaba que su vecino no solo quería evitar revivir esa situación, si no que temía perder a Álex. Así que lo que tenía que hacer era demostrarle que es riesgo no existía.

—No —dijo preparada para darlo todo—. Es un chico muy guapo, eso hay que reconocérselo, pero a ti te quiero y a él no.

No es una exageración decir que Iván dejó de respirar. Se quedó de piedra mirándola. Quería decir algo, pero sus palabras se habían quedado atascadas en la garganta. Celia aprovechó su momento de valentía para contarle todo lo que había pasado con Álex. Le relató hasta el último detalle con sinceridad, incluso mencionó sus mentiras porque le avergonzaba reconocer que no dejó a Pablo después de discutir con él en marzo. Obviamente omitió detalles. Su relación con su ex era algo que solo le afectaba a ella y sobre lo que no estaba dispuesta a hablar ni con Iván ni con nadie. El pasado pasado está.

—Quería olvidarme de ti —terminó su exposición—. Sé que ahora parece una idiotez, pero ¿no dicen que un clavo saca a otro clavo? No pretendo justificarme, de todo lo que he hecho, creo que esta decisión es de la que más me arrepiento.

Se suponía que Iván tenía que decir algo. Ella le instó con la mirada a hablar, aunque solo fuera para dejarle claro que no la perdonaba. No obstante, el pobre vecino, que tanto había ansiado escuchar que él era el único para Celia, se había quedado sin palabras.

—Cuando empecé con Pablo no te conocía. —Estaba tan desesperada por conseguir su empatía que se echó hacia delante hasta tener su rostro a pocos centímetros y con una mirada de partiría el alma a cualquiera, apoyó sus manos en la pierna de él—. Solo veía una mínima parte de ti, la de tío malo que tanto te esfuerzas por aparentar cuando bajamos por el ascensor. No sabía todo lo que había detrás de esa máscara y no vi quién eres de verdad hasta la noche que llovió en Fallas. Para cuando me di cuenta de lo que sentía por ti, llevaba dos meses saliendo con Pablo y no supe qué hacer con todos esos confusos sentimientos que batallaban dentro de mí. Creí que lo correcto era luchar por mi relación con él y, cuando todo se desmoronó, sentí que debía dejar pasar un tiempo antes de correr detrás tuyo.  Tú no te mereces a la Celia que Pablo rompió, si no a la que soy en realidad. 

»Álex solo ha sido mi desahogo de esta noche. Me he liado con él, pero podría haber sido cualquiera con tal de sacarte de mi cabeza y dejar de sentirme como una mierda. Entiendo que no puedas aceptarlo y que decidas no darme una oportunidad, pero has de saber que no voy a permitir que pase un solo minuto más sin dejarte claro cómo me siento. Creo que te quiero, Iván, no lo sé con certeza porque no estoy segura ni de haber estado enamorada de Pablo, pero me gustaría averiguarlo y eso solo puedo hacerlo pasando más tiempo contigo. —Iván seguía sin decir nada, pero Celia juraría que había un pequeño atisbo de sonrisa tras el muro serio que aparentaba ser su boca—. ¿Hay alguna posibilidad de que la noche termine mínimamente bien para nosotros dos a pesar de haber besado a tu amigo hace menos de una hora? Me conformo con una sonrisa.

Él no se la concedió. 

Hizo algo mucho mejor.

Acortó la breve distancia que se interponía entre ambos y sin esperar una reacción por su parte, la besó. Celia dio un respingo en cuanto sintió de manera sobrevenida los suaves labios de Iván posarse sobre los suyos en un gesto que, lejos de tímido, le resultó al puro estilo de su vecino. No manifestaba miedo ni dulzura a través de sus caricias. Tampoco era salvaje ni hambriento. Era la dosis perfecta de pasión y sentimiento, abriendo la boca casi al segundo roce y buscando su lengua con paciencia. No tenía prisa por terminar, disfrutaba de su contacto físico, y mientras Celia se dejaba llevar por el momento, él la acarició desde la rodilla hasta la parte superior del muslo y la estiró con fuerza hacía sí, situando sus piernas sobre su regazo y aproximando todo lo posible su cuerpo al de ella.

Cada uno de sus actos estaban tintados de la picardía que le caracterizaba, y Celia gimió en su boca cuando sintió las puntas de sus dedos acariciarle las piernas hasta casi infiltrarse bajo su falda. Iván no era violento, si no intenso. Le daba lo justo para que ella quisiera suplicarle más. Celia perdió sus manos en el cabello de su vecino, enredándolo más de lo que ya estaba. Respondía a todos y cada uno de sus besos con otro de la misma magnitud y deseaba que la noche fuera eterna.

Se separó de ella un instante y Celia descubrió que tenía la respiración agitada. Abrió los ojos como si escapara de un sueño erótico y muy placentero. Tenía la mirada de Iván clavada sobre la suya.

—No me importa lo que hayas hecho con Álex o Pablo —dijo él—. Solo te pido que a partir de ahora me beses a mí.

Celia le estiró del cuello de la camisa y volvió a acercar su rostro hasta sentir su respiración chocando contra su nariz.

—¿Puedo empezar ya? —susurró.

Vio los labios de su vecino curvarse en una sonrisa ladeada y antes de que asintiera volvió a hacerlos suyos.

Después 76 capítulos, ¡IVÁN Y CELIA AL FIN SE LIAN! ¿Ya era hora, eh? La gente habla de slowburns y luego está mi libro que se lleva el premio. El tonteo más largo de la historia jaja

Entonces, ¿qué opinamos de esta conversación? ¿Se han cerrado todas las heridas de Celia?

Me quedan todavía unos cuantos capítulos por escribir, ¿qué creéis que puede ocurrir?

Lo más importante es que, por primera vez, este par habla claro y están dispuestos a comprometerse el uno con el otro. 

Como os dije hace poco, la noche en Alma terminaría en el capítulo 21, así que nos queda uno para concluir y va a ser muy guay. (Bueno, últimamente a mí cada cosa que publico me parece guay, así que ya juzgaréis)

Y una vez más, seguimos alegres y al mismo tiempo tristes con la cuenta atrás y porque nos QUEDAN 6 CAPÍTULOS PARA QUE TERMINE ESTA HISTORIA ⏰

Recordad darle un toque a la estrellita y nos vemos esta semana de nuevo con el cap. 21 porque si no va a llegar a los Wattys mi tía María y yo preciso de que Marta me diga qué opina de este drama JAJA


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top