✰ 74. TIEMPOS


I've got a hundred thrown-out speeches I almost said to you

The Archer - Taylor Swift

Alzó el rostro para mirar las luces de colores que iluminaban todo su alrededor y quedó fascinada. La última vez que pisó ese suelo, Iván se le insinuó y Celia le rechazó porque estaba empezando a quedar con Pablo. Recordaba como si fuera ayer el remordimiento que sintió al creer que con ese mísero gesto estaba traicionando al que entonces todavía no era ni su novio. Qué ironía que las cosas terminaran como lo hicieron. Sumida en sus pensamientos, la joven de cabellos como el ébano respiró profundamente y miró al tremendo grupo de amigos que habían formado los compañeros de clase y que celebraban junto a ella el final de la primera convocatoria.

Rebeca y Celia habían llegado a las doce y media a la discoteca. Lo que no podían esperar es que habiéndola avisado en el último minuto, la chica se vistiera, maquillara y peinara en tan poco tiempo. Lo bueno es que su amiga eligió el conjunto rojo que debía ponerse por ella y entre la una y la otra consiguieron estar preparadas en tiempo récord. Mientras tanto, habían aprovechado para fantasear sobre las cosas que podían ocurrir esa noche y Celia se encargó de explicarle a Rebe con detalles y exactitud que el famoso Iván Álvarez, el gran vecino que empezó siendo enemigo y terminó por ser algo más íntimo, estaba allí mismo con sus amigas del colegio y le hacía una tremenda ilusión verle.

Así que las chicas hicieron un pacto: esa era la noche de las oportunidades y los riesgos. Pasara lo que pasase, las decisiones de ambas se iban a fundar en lo que realmente deseaban hacer y no en sus miedos. Subieron a un taxi, viajaron hasta llegar a la Playa de la Malvarrosa y allí estaban, acompañadas del resto de la clase, en el primer piso de Alma.

—A mí me han caído tres —suspiró Marc—, pero celebro vuestra felicidad.

—Tranquilo, si yo también tengo que recuperar en dos semanas una asignatura del primer cuatrimestre —dijo Rebe apoyando el brazo sobre su amigo y asintiendo con pena—. Hoy no se habla de nada que tenga relación con la Facultad de Farmacia.

—¿Ni siquiera sobre Vicent? —Carlos dio un ligero codazo a la morena que de un respingo se irguió y buscó por todas partes al mencionado—. Se ha ido a mear, no te preocupes.

—¿Pero cómo se te ocurre decirlo en voz alta, pedazo de burro? —espetó a la torre humana que se reía sin parar enseñando los hierros en los dientes—. ¡Espero que no os paséis la noche mareándonos! Si algo tiene que pasar, que pase, pero no os las deis de casamenteros o me enfadaré.

Marc, Carlos y Arnau se arremolinaron alrededor de Rebeca con el único fin de molestar. Ella tenía el rostro colorado y fruncía el ceño cada vez que uno de ellos le preguntaba sobre alguna tontería relacionada con Vicent. Celia sonrió y acudió al rescate como buena amiga que era. No obstante, su mente divagaba entre lo que acontecía con sus amigos y lo que podría llegar a ocurrir si las cosas salían como llevaba soñando toda la semana. Dado lo espontánea que había sido su entrada en Alma, Celia no había tenido tiempo de avisar a sus amigas de que estaba allí. Deseaba cruzarse con ellas y sorprenderlas; la cara de Inés iba a ser muy graciosa, pero la de Iván... Bueno, esperaba que esa fuera el vivo rostro de la ilusión.

—¿A quién buscas? —Rebeca se lo preguntó después de verla girar el cuello en todas las direcciones posibles a la caza de su vecino y los otros tres chismosos posaron a su atención en ella con sonrisas lobunas.

—A ver si nos estamos centrando en la chica equivocada —murmuró Carlos—. ¿Hay algo que nos quieras contar, Celia?

—Oye, de verdad, no me pienso pasar la noche aguantando vuestras tonterías —dijo ella muy digna—. Además...

—¿Qué dices? —preguntó Arnau—. No oigo nada con la voz de Benito de fondo...

—¿Esto tiene que ver con el famoso vecino? —interrumpió Marc—. Porque espero que no estés buscando a tu ex, eso sería una tremenda cagada por tu parte...

—No le buscaría ni en mil años, ese imbécil ya es historia para mí —escupió Celia con cara de disgusto.

—¿Qué le pasa con su vecino? ¿Alguien me sitúa en esta historia? —inquirió Arnau mirando a todo el mundo y haciendo pucheros.

Tras un buen rato de reiterada insistencia por saber la vida amorosa de la joven de cabellos color carbón, los chicos escucharon eclipsados la historia de Iván y Celia: una eterna relación sin ser nada y siéndolo todo al mismo tiempo. Mientras hablaba, ella hubiera jurado que era terapéutico contarlo en voz alta y sin miedo a sentir que traicionaba a nadie. Por primera vez en meses se sentía libre.

—¡Esto es más trágico que Romeo y Julieta! —gritó Carlos sobre la música—. ¡Por el amor de Dios, tienes que decirle cómo te sientes de una vez por todas!

—Vale, ya está decidido, nos vamos a buscar a Hernán —afirmó Marc, dando una palmada al aire y empujando la espalda de Celia en dirección al interior de la sala de baile.

—Iván —corrigió ella y se zafó de su amigo.

—Eso. —El castaño se arremangó la camisa y sacó un papelito del bolsillo del pantalón—. Primero pedimos las consumiciones que vienen con la entrada que nos ha costado un riñón y medio del otro, y después nos recorremos la discoteca entera hasta encontrar a tus amigas y al chico ese que tanto te gusta. ¿Qué puede tener Alma? ¿Tres pisos y dos terrazas? —Bufó con soberbia—. Nos lo recorremos con la misma energía que Harrison Ford a sus ochenta años de aventuras en Indiana Jones y el Dial del Destino. Espero que de banda sonora nos pongan la discografía completa de Sebastián Yatra.

Rebeca explotó en una estruendosa carcajada, Arnau preguntó otra vez que qué había dicho, que con tanta música de Bad Bunny se estaba quedando sordo, y Carlos pidió que esperaran unos minutos para avisar a Vicent y al resto, no fuera a ser que volvieran y se quedaran como tontos al no encontrarles.

—No me fio ni un pelo de vosotros tres. —Celia negó con la cabeza y se cruzó de brazos—. De aquí no me muevo hasta que me juréis que no haréis el idiota si nos encontramos a Iván.

—Y ya de paso, jurad también que tampoco lo haréis con Vicent —añadió Rebeca situándose en la misma pose imperativa junto a Celia.

Los chicos asintieron con desgana y Marc ordenó a todo el círculo cogerse de las manos en línea para no perderse.

Llegar a la barra fue un logro digno de una medalla. Unos leves empujones a la multitud por parte Carlos, que lideraba la marcha, y agarrarse a las manos de Marc y Rebeca para no perderse, fue en principio todo lo necesario para que los cinco atravesaran la pista de baile sin perderse. Canjear la consumición que venía con la entrada era cosa distinta: el pobre camarero iba como loco de un lado a otra atendiendo a la gente y gritando para hacerse oír. De nuevo, tuvieron que contar con el encanto y la altura de Carlos para conseguir atraer la atención del empleado.

Sin embargo, Celia no estaba muy centrada en la travesía, pues se le iba la vista buscando a Iván. Lo malo de no saber dónde se encontraba y de no sentirse lo suficientemente valiente para escribirle un mensaje, era que quien la viera de lejos pensaría que era un búho. Su cuello giraba drásticamente a la derecha y luego a la izquierda. Estaba desesperada y todos lo sabían.

—Tranquila, tía —le dijo al oído su amiga—. Lo encontraremos.

Celia abrió la boca para gritar algo, pero la mano de Carlos con una copa de ron se interpuso entre ambas y las forzó a distanciarse.

—¡Toma, Rebe! —Le extendió la bebida y la chica la agarró con una sonrisa agradecida—. Ahora me dan la tuya, Celia.

La joven de cabellos como el ébano asintió impaciente. De pronto, el top rojo de palabra de honor que tan bien contrastaba su pálida piel sufrió una desgracia. Rebeca perdió el equilibrio e inevitablemente una buena parte de su copa fue a parar como consecuencia encima de la pobre Celia. El tacto viscoso y azucarado del alcohol se le infiltró hasta el sostén y le recorrió un escalofrío.

—¡No, joder! —se lamentó.

—¡Ay, perdón, perdón! Me han empujado. —Rebeca sacudió su ropa como pudo intentando secarla y se giró con cara de malas pulgas hacía el culpable—. Pero bueno, ¡ten cuidado!

—Lo siento, ha sido un accidente, es que me he tropezado...

¿De qué le sonaba esa risueña voz? Celia levantó la mirada y descubrió a Noelia suplicándole disculpas a Rebeca por no haber sabido caminar correctamente con tacones. Cuando las dos se vieron, la mancha dejó de importar y saltaron la una sobre la otra en un emocionado abrazo que dejó desconcertada a de cabellos rizados.

—¡Pensaba que no tenías entrada! —exclamó Noe llena de alegría—. ¡Dios mío, no sabes qué contentos se van a poner los demás! Por cierto, siento lo de la camiseta...

—No importa, Noe, con las luces de colores casi no se ve —dijo Celia, aunque la verdad es que prefería no agachar la mirada. Adoraba ese top rojo—. Tengo que presentarte a los chicos de la uni, ¿te acuerdas de Rebeca, mi amiga de clase de la que tanto te hablo?

—¡Claro que sí!

En poco tiempo, el grupo entero recitó nombres y apellidos, y encantados con la actitud divertida y acaparadora de Noelia, accedieron a acompañarla hasta la terraza de la segunda planta. Allí era donde se encontraban el resto de los amigos de Celia, y Carlos, Marc, Arnau y Rebeca estaban ansiosos por ver quién era el famoso Iván que había conquistado el corazón de la de cabellos oscuros al nivel de llevar jugando al gato y al ratón durante varios meses. Tardaron varios minutos en llegar a destino. Celia quiso aprovecharlos indagando sobre el aspecto y estado de ánimo de su vecino, pero le fue imposible: Arnau se había enamorado de Noe. Se le notaba en la cara, estaba pegado a ella y riendo como un loco a cada frase que dijera.

—Vaya, parece que tu amiga y Arnau...

—No, Marc —interrumpió Celia reprimiendo una risa—. Ya se dará cuenta, pero Noe tiene novia desde hace meses y está en esta fiesta. Probablemente la conoceréis cuando subamos a la segunda planta.

Mientras se desplazaban hacia el destino, el corazón de Celia comenzó a latir a una velocidad vertiginosa. Sentía que por fin llegaba el momento, la oportunidad de dejarse llevar por lo que realmente sentía por Iván y no podía estar más excitada por ello. No obstante, al llegar a la terraza, su mirada se topó con la de Inés, que la recibió como si acabara de regresar de la guerra viva y sana; luego con Sara, que gritó ilusionada y la actualizó de las mil estupideces que habían hecho todos hasta ese momento, y finalmente, Paula y Alberto, que en un comienzo se estaban comiendo la boca como dos tortolitos en una esquina, pero tuvieron la consideración de hacer una pausa para dar la bienvenida a Celia y presentarse a sus amigos de la universidad.

¿Dónde estaba Iván?

Olga había subido a la tercera planta con Jorge a saludar a una amiga que tenían los dos en común. Al menos eso decía Noe.

Ya, pero ¿dónde estaba Iván?

Álex estaba justo ahí hacía cinco minutos. Inés recordaba que había comentado algo de que se iba un momento a pedir otra consumición y regresaba enseguida. Recordemos que Celia todavía no había encajado las piezas de que ese Álex amigo de su vecino era el mismo que la atendió en Los sueños de Luna dos días antes de descubrir las infidelidades de Pablo.

—¿Y dónde está...? —Celia empezó la pregunta casi al borde de un ataque de histeria. Llevaba soñando con ese momento toda la santísima semana. ¡Por Dios, ya basta tanta tensión!

No obstante, no le hizo falta terminarla porque sus ojos dieron con él, imantados por el campo magnético que era su presencia para ella. Lo vio a varios metros, vestido con una camisa azul marino arremangada y parcialmente desabotonada. Llevaba un collar de cuero ajustable en el cuello, el pelo rebelde como siempre cayéndole despeinado por la frente y un par de anillos de acero decorando sus dedos. Estaba más guapo que nunca, increíblemente sexy y verlo le produjo a Celia una emoción abrasadora en su interior. Solo pensaba en besarle.

Hoy era su noche.

Caminó dos pasos en su dirección y súbitamente se detuvo.

¿Quién era esa chica que hablaba con él? Celia se había sentido tan hechizada por Iván que no había caído en la cuenta de que no estaba solo. Había un tía ahí mismo y el contexto era fácilmente interpretable. Iván se apoyaba sobre la barandilla de la terraza con las piernas ligeramente abiertas. La chica se había situado justo entre ellas, a menos de diez centímetros de él. Su vecino sonreía con picardía y aguantaba entre sus dedos un cigarro a medio fumar. Ella jugueteaba con su pelo cobrizo y lacio y con la misma sonrisa juguetona que él le quitaba el cigarrillo de las manos y daba una calada muy sugerente, devolviéndoselo con marcas de carmín en la boquilla.

No podía ser verdad. No.

—Haz algo.

Eso lo dijo Inés que había seguido sus pasos dando su mirada con la misma escena picante de la que Celia estaba siendo testigo. No sabía a qué se refería con aquello. Lo único que estaba claro es que su amiga no podía ocultar las ganas que tenía de meterle una bofetada a Iván por acabar de arruinar ese esperado momento.

—¿El qué? —Celia se giró a mirarla sin ser consciente del nacimiento de gruesas lágrimas en sus ojos—. ¿Le digo que no puede liarse con otra porque yo he decidido hacerle caso justo ahora? No puedo hacer eso, es muy injusto.

—Pero te quiere, tía. —Inés se estaba poniendo de los nervios, aunque se sentía tan limitada como Celia. Lo que estaban presenciando dependía únicamente de Iván—. Te lo dijo.

—Han pasado meses desde entonces y yo le rechacé.

Miró de nuevo en dirección a él. Iván ni se había percatado de la existencia de Celia y ella así lo prefería. Porque si la veía llorar en medio de la discoteca y en frente de todos sus amigos por haberle perdido, se sentiría absolutamente humillada.

—Voy a cortarles el rollo —dijo la castaña muy seria.

—¡Ni de broma, Inés! Me pondrás en evidencia, no puedes hacer eso.

—Solo le preguntaré por Álex o algo así, lo suficiente para que se de cuenta de que estás aquí...

—¡No, tía! Por favor, no lo hagas...

Sin embargo, si por algo se caracterizaba ese terremoto humano con falda blanca y top verde esmeralda, era por ser impulsiva y bruta. Inés no le hizo ni puñetero caso a Celia y se fue directa a Iván a cantarle las cuarenta. Aquello fue demasiado para ella. Quería que la tierra le tragara, desaparecer de allí, huir a la velocidad del rayo y evitar esa clase de problemas. Además se dio cuenta de que estaba llorando cuando una lágrima descendió por su mejilla lentamente y murió en su barbilla.

No podía dejar que la viera romperse en pedazos. No quería que eso pasara. No, no y no.

Suficientes humillaciones públicas tuvo con Pablo, como para repetir ahora con Iván.

No intentó parar a Inés ni dar una explicación al resto de sus amigos. Se dio la vuelta sobre sus talones y corrió. Pasó por al lado de Rebeca dandole un susto de muerte y a pesar de escuchar sus gritos llamándola no dejó de correr. Iván ya debería saber que estaba allí. Se infiltró entre la gente que bailaba al ritmo de la música latina, subió las escaleras al tercer piso porque le parecieron menos concurridas que las que bajaban al primero. Se chocó con varias personas y a base de débiles disculpas siguió huyendo en busca de una espacio seguro que sin duda no encontraría en Alma.

Quería pensar en otra cosa, calmarse y restarle importancia al hecho de que su vecino hubiera pasado página, pero en algún momento sus lágrimas se aglomeraron en sus ojos nublándole la visión y reconociendo la verdad: que le había dolido como un puñal clavado en su pecho ver a Iván con otra chica.

Y fue entonces cuando alguien conocido la detuvo, agarrándole el brazo con fuerza y deteniendo su paso.

—¡Celia, espera!

Originalmente este capítulo me ocupaba casi 5000 palabras y todavía no lo había terminado. Esta tarde me he dado cuenta de que podía cortarlo justo en este punto y dejar la intriga, así que os traigo el resto del salseo en el capítulo 19 junto con lo que iba a ser la mitad del 20. En fin, cosas mías.

Bueno, que Iván no se quedaba mirando las musarañas ya lo sabíamos. Recordad que en Fallas Celia se lo encontró dale que te pego con una tía en la sala de contadores de la finca. No obstante, en ese momento ella estaba con Pablo y no le importaba tanto. Ahora es distinto porque ha decidido arriesgarse con su vecino y se ha sincerado con sus sentimientos, lo que le hace sentirse más vulnerable.

¿Quién es la chica con la que está ligando? 😏

¿Qué creéis que tiene que hacer Celia? ¿Estáis de acuerdo con la vaga idea guía de Inés diciendo: haz algo? jajaja Ella siendo explícita.

Y lo más intrigante: ¿quién ha parado la dramática huída de nuestra protagonista?

Opción A: Iván.
Opción B: Pablo.
Opción C: Álex.
Opción D: Sara (because, why not? Que nuestra niña está llena de secretos, ejem, Miriam Sepulveda).

Ale, os dejo con la incertidumbre hasta mañana o pasado que pienso traer el capítulo 19 jejeje. Ya os cuento que la última fiesta en Alma va a ser larga de narices, yo calculo que terminará en el capítulo 21 (y teniendo en cuenta que me enrollo como una persiana al escribir, perfectamente puede prorrogarse hasta el 22).

@Martiqueta quiero saber si consigo sorprenderte o no jejej ;)

Al resto de lectores que se están tomando su tiempo en leer esta historia, os quiero mazo y os recuerdo que...

ESTAMOS A 8 CAPÍTULOS DE LLEGAR AL FINAL DEL LIBRO  ⏰⭐️

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