✰ 73. LOS MILAGROS DE CELIA


Baby, let the games begin
Are you ready for it? - Taylor Swift

Junio

Los veintinueve grados al sol no eran tan duros si se pasaban sentados en el bordillo de una piscina con las piernas chapoteando en el agua. Celia, Noe, Paula, Sara e Inés se encontraban disfrutando de la primera tarde de verano en bikini, crema solar y olor a cloro. Desde hacía dos meses era la primera vez que quedaban todas al completo para algo que no fuera tomar apuntes, leer manuales y dormirse sobre una mesa, y el milagroso acontecimiento había coincidido con una situación espeluznante.

Era lunes y esa misma mañana Celia había terminado su último examen de la primera convocatoria, Fisicoquímica. Después de aquello había ido directa a la cama y se había obsequiado con una revitalizante siesta de tres horas. Al abrir los ojos a causa de la insoportable ola de calor que abrasaba esos días Valencia, se había puesto un bañador, un vestido de algodón, chanclas y gafas de sol y había cruzado el barrio hasta casa de Paula por ser la única que tenía piscina en la zona comunitaria de su urbanización. Como ella habían pensado también lo mismo Noe, Sara e Inés, que llegaron al lugar una media hora más tarde.

Un buen chapuzón, veinte minutos bajo el sol y una quemadura del tamaño de una camiseta en la espalda de Inés después, la paz mental de Celia se vio quebrada por culpa de una notificación en el móvil alertado de que las notas finales de Botánica ya habían sido publicadas en el Aula Virtual. El estado emocional de la de cabellos negros pasó de la euforia al pánico en una fracción de segundo.

—¡No, no, no! —gritó—. Hoy es mi día de descanso, por Dios, no merezco ver el suspenso tan pronto, me lo estaba pasando genial con vosotras...

—A lo mejor no has... —trató de decir Noe, pero Celia se lo impidió.

—Que no intentes convencerme de lo que ya sé, ¿vale? Yo estuve allí, vosotras no. En mi vida he hecho un examen tan mal, me dejé dos preguntas en blanco de seis y las otras no es que tuvieran unas respuestas muy elaboradas...

—Pues si ya sabes que estás suspendida, ¿por qué sufres tanto? —Paula hizo ademán de quitarle de las manos el teléfono para ser ella quien viera los resultados y tras un breve forcejeo consiguió apoderarse el aparato—. ¿Preparada?

—¡Que no!

Celia estiró el brazo para recuperar el móvil y Sara se interpuso en su camino.

—No seas burra, tía.

—Aquí me pide una clave y no sé cuál es. —Paula toqueteaba la pantalla y se rascaba la cabeza dubitativa.

Aprovechando la situación, Celia consiguió hacerse con lo que era suyo y se cambió de sitio para apoyarse en la mullida y mojada toalla amarilla que había tomado prestada del armario de Alicia. Luego carraspeó y puso la contraseña del Aula Virtual para mirar las notas.

—¿Qué has sacado? —preguntó Inés nerviosa, como si el aprobado o suspenso fuera para ella.

—No lo sé, no me estreses... —La de cabellos negros apartó la cara de su amiga de un suave manotazo.

Lo peor de todo es que tenía esperanza. Había una especie de llama prendida en su interior que le hacía creer en los milagros. Al pulsar sobre la carpeta de «Notas Primera Convocatoria Botánica», una extensa lista de nombres y apellidos se exhibió ante sus narices. Los suspensos estaban marcados en rojo y el documento parecía una larga mancha de sangre.  Odiaba que los resultados del examen fueran públicos, era humillante que los demás fueran testigos de su fracaso. La enumeración de alumnos seguía el orden alfabético y mientras Celia descendía  con el pulgar buscado la P de Pedraza, comprobó que a sus amigos la suerte les había bendecido con notas humildes pero suficientes para quitarse la asignatura de encima.

Aida González tenía un siete. Normal porque esa chica era lista por naturaleza. En la letra L, Vicent Llopis, el amor de Rebeca, tenía un 5, 25. Bajó hasta dar en con la M de Rebeca Mendes y su merecido 6, 75 y pocos alumnos después llegaba la N con Marc Navarro y su 5,50. En lo que pareció una eternidad, pero realmente fueron escasos segundos, la letra P surgió de entre los números rojos y Celia comprobó que solo habían dos personas cuya cifra estaba escrita en negro, indicando así el aprobado. Su corazón latió a la velocidad de un coche de Fórmula 1. El primero era Arnau Pareja con un 6,5 y la segunda, un par de nombres más tarde, era Celia Pedraza que había sacado un...

—5,00 —dijo en un murmullo.

—¿Qué? —Inés se le echó encima para verlo por sí misma—. ¡Será cabrona! ¡Que ha sacado un aprobado raspado la muy llorona! ¿Pero no te había salido tan mal?

—A ver, tía, que tiene un cinco, no una matrícula de honor —bromeó Noe—. ¿Qué bien, no?

Paula se tiró sobre Celia pegando un chillido ensordecedor. Sara abrazó a Noelia con la misma emoción que si le hubieran regalado dos entradas para ver a Taylor Swift en directo. Inés era la única cuyo rostro había evolucionado de alegre a serio en un instante.

—¡Dios mío, que he aprobado Botánica! —gritó eufórica la de cabello oscuro—. ¡Me he sacado la asignatura de Botánica a la primera, madre mía, no me lo creo!

—Lo que no me creo yo —soltó la castaña en tono hostil y cargado de reproche— es que hayas sido tan imbécil de no haber comprado las entradas de Alma, ¡no me escuchas, tía, mira que te lo dije!

—¡Anda, es verdad! Ahora sí que puedes ir a la fiesta. —Cayó en la cuenta Paula—. Iván se va a poner contentísimo.

Las otras cuatro enmudecieron y la miraron sorprendidas.

—¿Qué? No me digáis que no lo habéis pensado todas, incluido tú, bonita. —Señaló con el dedo índice a Celia—. ¿No tienes ganas de verle? Va a ser la primera vez que coincidáis desde... Eso.

—Rompió con su novio por ser un puto cerdo de mierda, no se le ha muerto. —Inés rodó los ojos y miró a la interrogada—. Pero tiene un punto a su favor. ¿No te hace ilusión que salgamos con él? O sea, estás soltera y os gustáis. No lo digo en plan: todos lo sabemos menos vosotros. Vosotros dos también lo sabéis, él te lo dijo y tú lo gritaste a todo volumen delante de Pablo y media Valencia...

—No hace falta que me expliques mi vida, Inés, pero te agradezco el análisis. —Rio Celia—. Claro que me hace ilusión. La verdad es que no he intentando contactar con él en todo este tiempo porque sentía que no era justo. Le he rechazado tres veces y Pablo me dejó fatal cuando rompimos. Necesitaba recuperarme del disgusto y dedicar tiempo a las cosas que son importantes para mí. Pero ahora que he aprobado y me siento tan feliz...

—¿No te sientes también imbécil por no haber comprado las entradas cuando te dije? —reiteró Inés.

—¡Sí, sí, tienes razón! —Empujó a su amiga con el hombro y soltó una risita traviesa—. Buscaré una entrada de reventa, seguro que encuentro algo... Mis amigos de la facultad han aprobado todos e irán a Alma, pero si preguntamos tiene que haber alguien que se retire a última hora.

Dando saltos de alegría, la de cabellos oscuros se puso de pie y salió del círculo para llamar a sus padres y contarles la buena noticia. Solo le quedaba saber dos notas para terminar el año feliz y orgullosa. Además, no había sensación más gratificante que la de ver que por fin las cosas iban mejor. Pasó una fascinante tarde de piscina, risa y emociones. En ese momento la entrada que no tenía para la fiesta de Alma no era ni remotamente importante, pero dos días después, cuando la euforia de las buenas noticias ya se había desvanecido y todo el mundo hablaba de la gran fiesta del dieciséis de junio, la cosa cambió.

—Esto debe de ser una broma —bufó tumbada en la cama.

Resulta que era imposible conseguir una entrada de reventa. Al parecer toda Valencia había adquirido las anticipadas para ese evento menos ella. Le pasaba por dar las cosas por hecho y no arriesgarse. Siempre tomaba decisiones que iban sobre seguro: eso hizo el día que conoció a Pablo y no le besó por miedo a la opinión de los demás y también cuando no se atrevió a dejarle por Iván a pesar de que sus sentimientos la instaran a cambiar de novio. Ella era Celia, la cobarde, y por culpa de sus estúpidos miedos había perdido otra oportunidad.

Así que el viernes dieciséis de junio por la tarde, mientras sus amigas se preparaban para una noche maravillosa en la mejor discoteca de la ciudad, ella dejó pasar las horas con un cabreo indescriptible y permaneció encerrada entre las cuatro paredes de su cuarto a fin de no intercambiar palabra con nadie. Esa noche, Celia mordía.

Se sentía estúpida y a pesar de ello no podía evitar revisar las historias de Instagram de los demás. Noe había subido un par con su novia posando un espejo y haciendo un encuesta para elegir qué conjunto llevar a Alma. Celia votó por un vestido azul celeste de volantes atado al cuello, pero al hacerlo le inundaron una barbaridad de celos. Qué envidia. Ella también quería ir y no podía. Siguió pasando historias: Sara e Inés estaban juntas escuchando música, Paula se maquillaba en casa de su novio y escribía sobre una foto lo difícil que era hacerse la línea de agua en el baño de un chico. Pudo ver de refilón a Iván reflejado en un espejo del servicio.

Joder, qué mal.

Un desastre.

Se suponía que esa iba a ser su noche.

Después de pasar veinte pantallas cotilleando la vida pública de cada persona que conocía y lamentándose de sí misma, se le apareció un fondo negro con letras blancas con un anuncio de lo más afortunado: «Vendo entrada para Alma esta noche. Interesados, MD».

¡¿Qué?! ¿Eso estaba pasando realmente o lo había soñado? Celia resucitó de su tristeza y comprobó quién era el ángel al que había de agradecer ese grandioso milagro.

—No me jodas —murmuró.

El apreciado salvador que había subido esa historia hacía diez minutos exactos era Javi Albert, uno de los chicos que, si se echa la vista atrás —muy, muy atrás— había tachado a Celia de calientapollas a principio de semestre. Él, a diferencia de Marc y Carlos, no había dedicado un mísero esfuerzo a disculparse ante la de cabellos negros por semejante afrenta. Seguía cuchicheando sobre ella a sus espaldas. En resumen: Javi Albert era un completo gilipollas, pero si Celia tenía que humillarse para conseguir una entrada, lo haría. Tal y como llevaba diciéndose a sí misma a lo largo de la semana, tenía que aprender a arriesgarse sin importar qué opinara el resto de ella.

Javi creía que Celia era una guarra. Celia creía que Javi era un pedazo de mierda seca que no merecía su perdón. Estaban equiparados. Lo importante era la entrada milagrosa, eso estaba por encima de todo.

CELIA, 21:00
¡Hola, Javi! Te la compro.

Breve y conciso. Bastante había hecho colocando las exclamaciones en el saludo. Esperó ansiosa una respuesta, pero el maleducado de turno se hizo de rogar. Por si acaso, la joven se aseguró de que no hubiera otro anuncio en Instagram con la misma oferta. Antes prefería pagarle sesenta euros a un desconocido que a treinta a Javi Albert. Al cabo de quince minutos vio en la parte superior del chat que su ángel-demonio estaba escribiendo. Celia hubiera jurado que le iba a estallar el corazón de los nervios.

JAVIER ALBERT, 21:15
Lo siento, Celia. Ya la he vendido 😅

¿Cómo? ¿En esos puñeteros diez minutos que llevaba la historia publicada alguien se he había adelantado? ¿Pero qué coño estaba pasando? De nuevo con todo el mal carácter apoderándose de ella, lanzó el teléfono sobre la cama con violencia y se dejó caer frustrada. Lo mejor que podía hacer era aceptar cuanto antes que ella iba a ser la única chica de Valencia que no iría a Alma y seguir adelante con su vida. Si quería una oportunidad con Iván, no precisaba de una estúpida fiesta y alcohol. Le escribiría. Sí, eso haría. Le mandaría un mensaje o le avasallaría por el ascensor en cuanto coincidieran. ¿Arriesgarse, no? Eso era lo que iba a hacer a partir de ahora: tirar para adelante sin pensárselo dos veces, como hacían siempre Inés y Noe.

Dejó el móvil cargando y salió al salón para ayudar a su familia a poner la mesa. Que no pudiera acudir esa noche a la fiesta no era motivo justificado para saltarse la cena. Cocinó, comió y se sentó en el sofá junto a Ali con cara de perro. Y entonces ocurrió el milagro número dos.

Veía un capítulo de las Chicas Gilmore tumbada sobre el regazo de su hermana que, siendo consciente del irregular estado de ánimo de Celia, le acariciaba el pelo con cariño para relajarla. De pronto el timbre sonó y los cuatro miembros de la familia Pedraza Moreno se miraron unos a otros.

—¿Esperamos a alguien? —dijo su padre.

—No, que yo sepa. —Su madre se encogió de hombros.

Fran Pedraza se levantó del sofá a duras penas preguntándose entre murmullos quién era el desalmado que llamaba a esas horas. Cuando atendió el telefonillo se sorprendió bastante y las chicas asomaron la cabeza en dirección al recibidor para averiguar qué ocurría.

—Claro, sube —dijo el hombre a la persona del interfono—. Es el séptimo.

Colgó el aparato y miró a su hija mayor.

—Es Rebeca, dice que ha venido a cambiarse de ropa contigo para esta noche. —Se rascó el mentón—. ¿No llevas toda la tarde lloriqueando porque no has conseguido esas entradas?

La de ojos claros se puso sería y fulminó a su progenitor con la mirada.

—Lo primero, no he pasado la tarde lloriqueando —dijo muy digna la aludida—. Y lo segundo, no tengo ni idea de qué hace Rebe aquí. Es verdad que no tengo la entrada.

Sin entender nada de lo que estaba pasando a su alrededor, Celia esperó en la puerta a su amiga mientras esta recorría siete pisos en ascensor. Cuando la vio llegar silbó divertida: el pelo rizado de su compañera de clase estaba perfectamente cuidado en una coleta alta y voluminosa que quitaba el hipo y eso por no hablar del vestido negro ajustado, con aberturas y espalda abierta en el que se había enfundado. Rebeca estaba despampanante y Celia, sin embargo, llevaba su pijama de verano puesto y un moño deshecho en la cabeza.

—Estás preciosa, tía, pero no entiendo qué haces aquí —dijo a modo de saludo—. ¿Necesitas algo?

Rebeca saltó a sus brazos y la besó en la mejilla emocionada.

—Lo que necesito es que me contestes a los diez mensajes que te he escrito y te vistas en cuarenta y cinco minutos —respondió la chica con una brillante sonrisa pintada en la cara—. Hemos quedado con los demás a las doce en la calle de Alma.

—¿Qué?

—Sí, con Arnau, Vicent, Marc y Carlos. —Rebeca se introdujo en el hogar de los Pedraza Moreno y saludó al resto de la familia.

—No, Rebe, te pregunto que de qué me estas hablando. —Celia suspiró y cerró la puerta tras de sí, para después seguir a la otra pasillo arriba hasta meterse en su cuarto—. Sigo sin entrada, no voy a ir hasta la discoteca para nada.

Rebe bufó, negó con la cabeza y abrió de par en par las puertas de su armario.

—¿Es que no has visto la historia de Javi Albert? —preguntó sacando una falda roja de tubo de uno de los cajones de Celia—. ¿Tienes el top de palabra de honor que va a juego con esto?

—Sí. —La de cabellos negros buscó la prenda en otro cajón y se la extendió a Rebeca—. Y también he visto lo de Javi, pero cuando le he escrito al Instagram ya le habían comprado la entrada. ¡Así que sigo sin poder ir!

Rebeca cerró el armario en un ruido sordo y colocó ambas manos sobre los hombros de Celia, esbozando una sonrisa maliciosa.

—¿Y quién crees que lo ha hecho, amiga mía? —Le guiñó un ojo socarrona al verla entender el mensaje y reírse emocionada—. Ahora que ya tienes pase para la mejor fiesta del año gracias a mí, ponte este conjunto tan sexy y empieza a maquillarte. Esta noche nos vamos a beber hasta el agua de las macetas y tú, Celia Pedraza, vas a quitarte las telarañas.

¡QUÉ NOS VAMOS A LA ÚLTIMA FIESTA DE ESTA HISTORIA Y VA A SER BRUTAL!
Después de esta odisea para conseguir unas entradas, Celia ha aprendido una lección: tiene que dejar de pensarse las cosas ochocientas veces y actuar cuando el cuerpo se lo pide. Acompañada de Rebe y sus compañeros de clase, acudirá a la discoteca del momento donde sabemos de sobra que está el queridísimo Iván y el resto de sus amigas que —tomen nota, queridxs— NO SABEN QUE CELIA HA CONSEGUIDO ENTRADA DE ÚLTIMA HORA.

Una vez más sólo puedo preguntar: ¿teorías para el capítulo 18 que publicaré SEGURO este finde? No tenéis idea de la ilusión que me hace publicar los 5 capítulos siguientes, es que me parece que me he superado. Ya me confirmáis si tengo la autoestima por las nubes o es verdad jajajaj

Doy por comenzado el temporizador que marca la cuenta atrás para el final...
QUEDAN 9 CAPÍTULOS PARA DESPEDIRNOS DE CELIA ⏰⭐️

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