✰ 72. LAS ALAS


But I got smarter, I got harder in the nick of time
Honey, I rose up from the dead, I do it all the time

Look what you made me do - Taylor Swift

Iván tecleaba rápidamente en el ordenador. Llevaba los cascos puestos reproduciendo música de Fall Out Boy y junto a sus piernas cruzadas había una botella de agua a la que iba dando breves sorbos cada cierto tiempo. Tenía menos de veinticuatro horas para terminar el último trabajo del curso que contaba el setenta por ciento de la nota global y estaba dando los últimos retoques a la maquetación. Su absorta mente divagaba entre conocimientos, mientras sus manos escribían y clicaban con el ratón de un lado a otro de la pantalla ágilmente.

Un brusco golpe le distrajo. Alguien acababa de liberarle de los cascos, y sin música rock a todo volumen, Iván no se sentía lo suficientemente aislado del mundo real para concentrarse en el trabajo. Echó la cabeza hacia atrás buscando al responsable de quebrar su paz mental.

—Te vas a quedar sordo, tío —dijo Alberto—. ¿Cómo puedes oír tus pensamientos así?

—¿A ti no te han dicho nunca que no hay que dar sustos a la gente cuando llevan auriculares puestos? —espetó el aludido—. Además, cada persona es distinta a la hora de concentrarse. ¡Devuélveme los cascos!

Alberto había acudido a casa de Iván a las diez de la mañana porque se aburría. Había terminado las clases de su respectivo máster una semana antes que el resto de sus amigos y su novia Paula acababa de comenzar el periodo de exámenes finales. A falta de una persona a la que poder molestar, Alberto había decidido elegir a Iván como víctima.

—No sé, me alucina verte con el ordenador a toda máquina —dijo mirando la pantalla—. ¿Te queda mucho?

—Tío, empiezas a parecerte a Asno de Shrek.

—¡Eh!

Iván suspiró y guardó el documento. Cerró el portátil y lo depositó sobre su escritorio abandonando la idea de seguir trabajando. Llevaba desde las siete y media levantado y se había saltado el desayuno con las prisas, así que tampoco era mala idea concederse un descanso.

—Me queda revisar las últimas diez páginas, pero lo haré en una hora —dijo ignorando la cara de malas pulgas de su amigo—. Voy a comer algo, ¿quieres café?

—Sí, por favor —accedió Alberto y cambió de tema—. Oye, ¿has visto lo de Alma?

Aún tardó unos segundos en saber Iván a qué se refería. Alma era la gran y lujosa discoteca situada a primera línea de playa cuyas fiestas siempre habían sido la envidia de todo joven. Si echaba la vista atrás, había sido allí cuando se le insinuó a Celia y ella pensó que era un gilipollas por estar traicionando la confianza de Pablo. También fue aquel lugar testigo de cómo Alberto y Paula se conocieron después de haber estado hablando un par de semanas a través de Soulmates. Cuánto habían cambiado las cosas desde entonces...

—¿Qué ha pasado? —preguntó.

—Dan una pedazo de fiesta el dieciséis de junio —dijo Alberto situando la pantalla de su móvil a diez milímetros de la nariz de Iván para que viera el post de Instagram que lo anunciaba. El otro tuvo que retroceder un par de pasos para no comerse el aparato—. ¿Qué te parece si vamos? Las entradas son un poco caras, igual que la última vez, pero seguro que vale la pena.

Iván encendió la cafetera y metió una cápsula. Mientras lo hacía pensó en que todavía quedaban tres semanas para esa fecha y que quizá era un poco precipitado gastarse mucho dinero ahora.

—Paula y sus amigas van a ir —siguió hablando Alberto. La mención de las íntimas amistades de la novia de su amigo hizo que Iván se replanteara las cosas por completo—. Se lo dije a Jorge anoche y le parece perfecto, faltaría preguntarle a Álex, pero él siempre dice que sí.

—¿Iremos con ellas? —preguntó Iván fingiendo indiferencia.

—Si te parece bien podemos juntarnos, así somos más.

Alberto no tenía ni puñetera idea de si Celia estaría entre las acompañantes de Paula o no. Su novia tenía más amigas además de la susodicha con las que hacía planes semanalmente y, siendo sinceros, ella no había concretado con cuál de esos grupos acudiría a la fiesta de Alma. No obstante, dejar caer que Celia podría estar allí era la trampa perfecta para que Iván no pusiera pegas y accediera a pagar las entradas anticipadas.

—Está bien, vayamos.

Así el pez mordió el anzuelo y Alberto, sin ningún remordimiento de conciencia, se sintió orgulloso de sus habilidades de embaucador.

—En caso de que venga mi vecina con nosotros quiero saberlo —añadió de repente. El novio de Paula tragó saliva y le miró con una sonrisa muy graciosa—. Alberto, no voy a las fiestas solo porque esté Celia, pero no te voy a mentir diciendo que me la suda su presencia. Por lo que si Paula te dice que vendrá, avísame para que esté preparado, ¿vale? No quiero poner cara de imbécil cuando la vea bajar del taxi...

—¿Todavía no te ha escrito?

—¿Acaso tiene la obligación de hacerlo? —Iván se carcajeó—. No, no lo ha hecho y no me importa. Insisto, lo único que quiero es evitarme sorpresas.

—Entendido, aunque la verdad es que no entiendo por qué no lo ha hecho. Le dijo a su ex que te quería. —Se encogió de hombros—. Será por los finales, Paula dice que la carrera de Celia es muy dura y que casi no la ven si no es en la biblioteca del barrio.

El vecino de la futura científica no fijo nada. Si algo había sacado en claro de su escasa relación con Celia era que cuanto menos esperara algo, mejor. Además, quizá su historia de amor no tenía que ser con ella. Quizá todo lo que había pasado entre ellos terminaba conduciéndole hasta otra persona... Iván lo había pasado mal ansiando algo que nunca llegaba, pensando que en algún momento ella se daría cuenta de que merecían darse una oportunidad. Todas esas fantasías solo habían conseguido romperle el corazón una y otra vez.

Era hora de pasar página definitivamente.

Ajena a este punto de inflexión, Celia Pedraza salía del examen de Química Inorgánica muerta de calor y sintiendo el abrumador cansancio de haber exprimido su cerebro al máximo. Había volcado todos sus conocimientos sobre tres folios blancos de tamaño A4 y le dolía la mano de tanto escribir. La suerte estaba echada.

—¿Qué tal? ¿Cómo te ha ido?

Fuera de clase, en el suelo del extenso pasillo del primer piso de la Facultad de Farmacia, estaba sentado, con las piernas cruzadas y la mochila abrazada a su torso. Carlos Tur. Lucía cara de no haber dormido en tres siglos y mientras le preguntaba a Celia sobre su impresión en relación al examen que ambos acababan de hacer, bostezó abriendo la boca en su total amplitud. Su aparato dental con gomitas de colores parecía un arcoíris de hierro. Ella reprimió una risita.

—Creo que está aprobado, pero no con buena nota —respondió—. Al menos, después del 5,75 que conseguí en Anatomía Humana y el 6 que creo que me pondrán en Fisiología, me quito de encima la mitad de las asignaturas de este semestre. Técnicas Instrumentales no me preocupa, me irá bien seguro. La que me da pánico es Botánica.

—Por ahora estamos todos igual —dijo Carlos refiriéndose al grupo—. Bueno, Marc no ha salido aún de este examen, espero que no le esté resultando muy difícil...

—¿Estás esperándole?

—Sí, vamos a ir a comer a una hamburguesería antes de continuar con la tortura de los estudios en la biblioteca... —gruñó—. Queremos comprar ya las entradas para Alma, ¿viste anoche el grupo de WhatsApp? Rebeca pasó el enlace para comprarlas.

Celia sabía a qué se refería. Cuando el único tema de conversación posible durante casi tres meses está relacionado con estudiar, en el momento en que se menciona una fiesta de final de exámenes, esta se transforma en un hito insólito en el mundo universitario. Los compañeros de farmacia de Celia llevaban toda la semana repitiendo cómo de bien se lo pasarían el dieciséis de junio por la noche. De hecho, Rebeca ya sabía lo que llevaría puesto para la ocasión.

Todo el mundo estaba adquiriendo las entradas anticipadas, a pesar de quedar tres semanas para el evento y de que el lunes siguiente se celebraba la segunda convocatoria de la asignatura de Botánica para esos desventurados que hubieran suspendido la primera. En pocas palabras, si llegaba al cinco en dicha materia durante el examen de mayo, no habría problema, pero en caso contrario...

—No sé qué hacer —le dijo a Carlos—. Estoy casi convencida de que no me irá bien Botánica y gastarme el dinero en una entrada para después no ir...

—Puedes revenderla —sugirió él—. ¿Crees que Marc y yo no vemos el peligro? A lo mejor también tenemos la mala suerte de repetir el examen, pero peor será no comprarla y después aprobar.

No obstante, ellos no sabían que para la pobre Celia hacía falta un milagro. Estaba intentando sonar menos exagerada de lo que realmente pensaba, pero en su fuero interno ni siquiera había esperanza. Con todo el tiempo perdido llorando a Pablo y castigándose a sí misma, no había podido coger a tiempo esa asignatura. ¿Cómo si no había aprobado Anatomía Humana y Fisiología? A base de sacrificar unas materias por otras.

Además, no solo Rebeca le había insistido como una loca con la condenada fiesta. Sus amigas de toda la vida también. A Alma irían proyectos de farmacéuticos, ingenieros, periodistas y muchas más carreras. Le fastidiaba bastante no poder ir, tenía pinta de ser una oportunidad espectacular para despedirse de todo el mundo antes de las vacaciones de verano, pero tenía un objetivo que había sido eclipsado por culpa de su vida romántica y se negaba a perderlo de vista a causa de una mísera noche de fiesta.

—Me lo pensaré —le dijo a Carlos, aunque en realidad la decisión ya estaba tomada.

Igual que Iván, Celia quería deshacerse de todo lo malo que impedía su felicidad. Pablo le había arrebatado la confianza en sí misma, el amor propio, la inocencia y la viva creencia que un día tuvo en los finales felices. Su corazón se hizo pedazos y la joven de cabellos color carbón cayó cuesta abajo y sin frenos. Pero es en los momentos más oscuros cuando la vida brinda la oportunidad de crecer y Celia se hacía fuerte lentamente. Pronto renacería de sus cenizas transformada en un brillante fénix de plumas rojas como el amor pasional que ansiaba regalar a quien lo mereciera de verdad.

Las alas de Celia se habían curado y ahora crecían magníficas y ligeras preparadas para alzar el vuelo.

El primer paso para ello era centrarse en su futuro, empezando por los exámenes.

Me he demorado un poquito, pero calma que tengo menos de un mes para subir 10 capítulos y el epílogo para los Wattys y esto va a ser una actualización constante 😂 Socorro.

Bueno, ya van llegado las señales que quizá reúnan a este par. En principio Celia está centrada en recuperarse, pero existe el riesgo de que para cuando lo haga Iván no esté esperándola. Sus tiempos no consiguen sincronizarse. 😌

A partir del capítulo 17 vuelve el salseo y para mí es igual de potente que lo que hemos leído ya de Pablito.

¿Qué ocurrirá? ¿Teorías? 🤔

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