✰ 71. RENACER


I've found time can heal most anything
And you just might find who you're supposed to be

Fifteen - Taylor Swift

Celia presionó el marcador amarillo contra el papel por quinta vez. Se había quedado sin tinta y por ello empleaba el infalible método de pasar la punta varias veces sobre la misma frase con la esperanza de que al final resaltara un poco de fluorescente. Bostezó y dio un sorbo al café. No eran ni las cuatro y media de la tarde y ya estaba agotada.

Después de su tragedia emocional con Pablo, Celia había encontrado apoyo y cariño en casa. Su madre se pasó varios días rondando por su alrededor con el deseo de que se animara a contarle qué le ocurría. Estaba muy preocupada por su hija mayor, pero a la vez sentía que debía respetar sus tiempos y esperar que fuera ella quien decidiera contarle la verdad voluntariamente.

Al final, el ansiado día llegó y Celia lloró en brazos de María mientras ella le acariciaba el pelo y repetía cuánto sentía que hubiera tenido que vivir algo tan desagradable. No obstante, la verdad era que solo le contó una mínima parte de lo acontecido. A Iván y sus sentimientos por él ni los mencionó. Sentía que esa parte de la historia no estaba preparada para exteriorizarla con su progenitora todavía.

—Tranquila, cariño, lo vas a superar —le dijo su madre—. Habrá un día que no recordarás quién era Pablo y si a pesar de todo lo recuerdas, te aseguro que ya no dolerá.

—¿Y tú cómo sabes eso? —Celia rememoraba la noche trágica, evento que tampoco había compartido con su madre, y pensaba que aquel tormento siempre la perseguiría.

—Porque, cielo, en peores plazas hemos toreado. —Rio con ternura—. ¿Ya te has olvidado del bullying que viviste en el colegio? ¿De los ataques de ansiedad recurrentes? Eres mucho más fuerte de lo que crees. Puede que ahora te sientas débil, pero una mala relación no te define. Has salido de ahí, necesitarás espacio para curarte las alas y ya verás que, cuando menos te lo esperes, volverás a volar.

¿Qué gusto de madre, verdad? Ojalá todo el mundo fuera como María Moreno. El discurso le hizo sentir que un rayo de luz calentaba su corazón por primera vez en meses. Sin embargo, ¿cómo se curaba una? ¿Era cuestión de tiempo o debía hacer algo en especial? Las pautas a seguir de su madre eran buenas, pero aún estaba bastante perdida. Lo único que veía más claro que el agua del Caribe era que quedaba una semana para el examen de Anatomía Humana —primero de tantos— y a Celia le hacía falta un milagro para aprobar las seis asignaturas de ese semestre.

Con esto regresamos al momento en que la joven de cabellos color carbón exprimía la vida útil de su último subrayador amarillo.

El timbre sonó y Celia dio un respingo. Su casa no era precisamente un palacio, así que distinguió la voz de Sara nada más su padre abrió la puerta. Eso sí que era una grata sorpresa: hacía mucho tiempo que no estudiaban juntas. La esperó eufórica en su habitación, preparando una silla a su lado.

—Hola, farmacéutica —saludó la rubia entrando en su cuarto sin llamar—. ¿A que no me esperabas?

Sara sonrió mostrando todos sus dientes y agitó las palmas de las manos de forma bastante graciosa. Le sorprendió descubrir cuán feliz le hacía esa visita: tanto tiempo distanciada de sus amigas le había hecho olvidar lo amenas que se hacían las tardes junto a ellas.

Tras el cumpleaños de Pablo y su posterior reflexión maternal, Celia había quedado un par de veces con las chicas. En esos encuentros se pusieron al día no solo de sus vidas —para ser honesta, la de Celia era de dominio público, así que realmente tuvieron que actualizarla a ella sobre las aventuras del resto—, sino también de las conspiraciones que se habían llevado a cabo a sus espaldas. La verdad es que a Celia no le molestó la manera tan poco ortodoxa de proceder por parte de Inés, Sara y Ali. Le producía cierta ternura ver que todo se había hecho pensando en su bienestar. Sin embargo, se aseguró de hacerles saber que jugar a ser superhéroes no era la mejor manera de gestionar esa clase de situaciones. Tenían que confiar un poco en ella y en su criterio. Puede que Celia estuviera perdida, pero, como decía su buena madre, siempre acabaría encontrándose.

—No, periodista, no te esperaba —respondió la anfitriona mientras hacía espacio en la mesa para los libros de Sara—. ¿Qué tal estás?

—Agobiada, muy agobiada —dijo tras un bufido—. Pero suspenda o apruebe dentro de nada será verano y podremos irnos a la playa todos los días. ¿Vas a Oropesa en julio?

Oropesa del Mar era un pueblo de la provincia de Castellón popular por su ambiente veraniego y las maravillosas calas y playas de alrededor. La familia Pedraza Moreno tenía una bonita casa allí desde que Celia cumplió los diez años y pasaban anualmente los meses de julio y agosto en ella. Las otras dos que también veraneaban por esos lares eran Sara y Paula. Entre ellas se organizaban para acoger unos días a Inés y Noe y así las chicas conseguían estar juntas al menos durante una semana de las vacaciones.

—Sí, ¿tú también, no? —Celia abrió la mochila de Sara y hurgó en su estuche en busca de un subrayador amarillo que pudiera sustituir al suyo moribundo.

La rubia, que tenía tan pocas ganas de estudiar como de correr una maratón, deambuló por la habitación de su amiga mirando las paredes. Había nuevos dibujos, cantidad de ellos, y eso le daba a entender que Celia estaba gestionando su dolor a través de la pintura. Era una buena señal.

También se percató de otras novedades. Junto a la mesilla de noche se exhibía una torre de novelas recién compradas. Como Sara compartía el amor por la lectura con Celia, se aproximó a observar de qué títulos se trataba. A lo mejor podía pedirle prestado alguno.

—Sí, yo también —dijo hojeando las páginas de Dune de Frank Herbert. Ese era de sus favoritos—. Tendré que ir unos días también a Ciudad Real con la familia de mi padre y su novia.

Los padres de Sara se divorciaron el año anterior en buenos términos. Para ella no había sido algo duro, pues en todo momento estuvo claro que ambos eran más felices separados que juntos y priorizaron la salud mental de sus hijos desde el principio. Su hermano David, por el contrario, no lo había procesado de la mejor manera. Era normal, a los doce años este tipo de sucesos son difíciles de asumir por mucho que no fueran conflictivos.

—¿Tu padre tiene pareja? —Celia se quedó boquiabierta mirando con preocupación a su amiga. No obstante, ella no parecía afectada.

Sara dejó la novela a un lado y cogió las dos siguientes. Hizo una expresión de orgullo y aprobación al constatar que se trataba de La hora de las brujas de Anne Rice y El nombre de la rosa de Umberto Eco.

—Muy buena selección, Celia —murmuró—. Sí, sale con una mujer desde hace un mes. —Tuvo la decencia de omitir que se lo habría contado antes si no fuera porque durante los últimos meses solo habían podido hablar de Iván y Pablo—. Se llama Irene, es muy amable y divertida, pero mi madre es mejor. Aún no conoce a mis abuelos paternos ni a mi tíos. Se supone que papá pretende introducirla en pleno mes de julio, con el calor que hace, y la pobre está atemorizada. No me extraña en absoluto, los Marco están como cencerros, pero somos buena gente.

Celia rio y apoyó su rostro en la mano mirando con cariño a Sara. Le gustaba verla feliz y tranquila con su nueva situación familiar.

—Me ha pedido que le acompañe. —La rubia miraba a su amiga, pero seguía con las manos toqueteando las novelas de la mesilla—. ¿Te lo puedes creer? La novia de mi padre entró en mi habitación con la cara roja como un tomate y me dijo... ¡Ay!

Sara no se había quemado, pero sí reconoció Salto al abismo de Miriam Sepúlveda como el cuarto libro situado en la mesilla de su mejor amiga, lo cual pareció tener el mismo efecto que una quemadura a fuego vivo. La miró con los ojos abiertos como platos. Celia sonreía con malicia. Llevaba esperando ese momento desde que había visto a Sara acercarse al rincón.

—¿Algo que confesar, amiga mía? —bromeó ampliando su sonrisa.

—¿T-te lo has leído? —tartamudeó. Sara estaba roja como un tomate y Celia cada vez tenía más claro que la escritora de esa novela era ella.

—Entero y estaba convencida de que eras la autora desde el momento en que leí la escena de la clase de matemáticas. ¡Tía, yo estaba contigo cuando ocurrió eso en tercero de secundaria! —respondió la de cabellos negros—.  Después de lo del gilipollas hijo de Satán de Pablo solo hago tres cosas: estudiar, leer y dibujar. Bueno, también investigo. Tengo descargados tus otros dos libros en formato Epub, pensaba empezarme Duelo de almas esta noche. —Celia aplaudió con entusiasmo—. ¡Eres Miriam Sepúlveda, una escritora superventas, y nadie lo sabe!

Sara se sentó en la cama y se mordió las uñas nerviosa.

—Por favor, no lo cuentes... —Cruzó las piernas y miró al suelo—. Mis padres siempre han estado al corriente, pero no me atrevo a hacerlo público todavía.

—No entiendo por qué. Eres todo un éxito, mi hermana te admira una barbaridad y yo después de lo que he leído también. ¡Esta novela es espectacular! Es profunda, misteriosa y está perfectamente narrada, casi sentía cómo me absorbía el universo que has montado. —Celia se sentó junto a Sara y pasó un brazo sobre sus hombros—. ¿Qué te da miedo? Desde luego el fracaso no porque ya has triunfado.

La rubia se estaba destrozando las uñas a mordiscos y Celia tuvo que darle un suave golpe en las manos para detener esa matanza acrílica.

—¡Yo no soy como vosotras! —exclamó—. No soy como tú, ni como Inés, Noe o Paula.

—Claro que no, somos todas diferentes.

—Pues eso mismo. Yo soy tímida, cada vez que tengo que exponer un trabajo en clase se me hace cuesta arriba. Mi cuenta de Instagram es privada para que nadie más que mis amigos vean mis fotos —dijo preocupada—. Si hago pública mi identidad tendré que ir a entrevistas, firmas de libros, programas de radio para publicitar mis obras. ¡No soy capaz! No soporto ese tipo de actos. ¿Sabes cuántas editoriales han intentado contactar conmigo para publicarme en papel? Cinco.

—No sabes lo nerviosa que me está poniendo esta conversación. —Celia negó con la cabeza estupefacta—. ¿Te das cuenta de las oportunidades que estás perdiendo por culpa de tu timidez?

—No es solo eso, ya has visto que mis novelas, aunque son ficción, tienen una buena parte autobiográfica. ¿No entiendes cuánto me expone revelar mi verdadero nombre? No estoy preparada para eso, tía. ¡Por favor, no se lo digas a nadie!

Lo último que pretendía Celia era que el éxito de su mejor amiga se convirtiera en una tortura. Sara había trabajado muy duro para escribir tres libros y, dado que se había cerrado las puertas al camino fácil en el que correctores y editores le ayudaran a publicar sus historias, podía imaginar que la labor de su amiga se había extendido más allá de la mera escritura.

—Vale, lo que tú quieras —afirmó—. Espero que pronto te animes a salir de este secretismo, pero mientras tanto seré silenciosa como un agente secreto. ¿Cómo has conseguido publicar Salto al abismo en físico sin ceder a todas esas condiciones de las grandes editoriales?

Sara esbozó una sonrisa sincera y señaló el nombre de la compañía poco conocida que le había ayudado a dar el gran salto.

—Mi vecina trabaja allí, en la Editorial Sirenas. Lleva el sello de novela juvenil que es Sirenas Azules —respondió escueta—. Me conoce desde que tenía cinco años y sabe muy bien mis limitaciones. Me ayudó desde el principio con todo esto. En un par de meses publicarán en papel también mis dos primeras novelas... ¡Oh, Dios mío! ¡Seré tonta!

Celia dio un respingo y miró a Sara sorprendida. La rubia la observaba como si acabara de tener una revelación y de pronto le agarró de las manos y suplicó:

—¡Ilustra mis portadas, por favor! —Señaló su libro—. Esta es una mierda. La hizo una amiga de Delfina, mi vecina editora. ¿Cómo demonios no lo he pensado antes? ¡Tienes que pintarlas tú! Es perfecto.

—¿De verdad?

—Pues claro, mira a tu alrededor. —Abrió los brazos abarcando todo el espacio posible—. Tu habitación es preciosa gracias a todo lo que dibujas. ¡Quiero que seas mi ilustradora, te lo ruego!

—¡Ay, Sara, sí, me haría tanta ilusión! —Celia se lanzó a ella en un abrazo conmovedor—. Tengo muchísimas ideas, ¿qué te parece si te paso algunos bocetos?

Los exámenes estaban a la vuelta de la esquina, pero Celia necesitaba esa tarde perdida para compensar tanta pena. Ya se enfrentaría al examen de Anatomía Humana en otro momento; aquel día merecía ser feliz y compartir los triunfos de su mejor amiga.

¡¡¡¡Confirmamos que nuestra Sarita es una escritora superventas!!!! Además va a trabajar con Celia en algo que le encanta, lo cual no va a hacer otra cosa que fortalecer su amistad.

¿Qué puede salir de esta maravilla de colaboración?
Antes de descubrirlo vamos a hacer una breve paradita para ver qué se cuenta Iván, que le tenemos algo ausente.

¿Cómo se reencontrará nuestra pareja favorita?
¿Pablo se habrá largado definitivamente?

Dale a la estrellita y yo me esfuerzo por traerte dos capítulos esta semana ⭐️🤝

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top