✰ 68. CAYÉNDO EN PICADO
Maybe I was naive, got lost in your eyes
And never really had a chance
White horse - Taylor Swift
—¿Qué? —exclamó Iván dando un golpe en la mesa—. ¿Estás seguro?
Estaban sentados en la terraza de un bar, justo detrás del gimnasio al que acudían tres veces por semana Álex, Alberto, Jorge y él. El primero de estos había renunciado a acudir a la sesión de bodypump de aquel sábado por la tarde porque se negaba a invertir el fin de semana en pesas y ejercicios de cuádriceps. En su lugar, prometió unirse al resto para tomar unas cervezas a eso de las siete y media, cuando hubiera concluido su turno en la tienda.
Los otros tres, sin embargo, habían sudado de lo lindo durante la clase. Tras una ducha fresca y fugaz, bebían la merecida recompensa sentados al aire libre en sillas de plástico, escuchando con atención el chisme del año.
—Te lo juro, Iván —asentía enérgico Alberto—. Me lo ha contado Paula.
El silencio reinaba entre los tres presentes mientras el vecino de Celia digería la reciente información. Por un momento pensó que esa pareja no rompería jamás y, ahora que lo habían hecho, no sabía cómo actuar.
—Me vais a tener que perdonar, pero estoy muy perdido —dijo Jorge mientras se limpiaba las gafas con una servilleta de tacto semejante al papel de lija—. ¿Cuándo ha pasado esto?
—Hace unas cinco horas —resolvió Alberto.
—Vaya, las noticias vuelan cuando son interesantes.
La mente de Iván colapsó en el instante en que escuchaba de la boca de Alberto que Celia había dicho que le quería a él y no a Pablo. Hagamos una breve pausa para apreciar la importancia de la confesión: Celia, la chica de sus sueños, había dicho en voz alta que le quería. Y esta grata información casi le hizo saltar de alegría si no fuera porque el transmisor de la misma era su amigo Alberto y no ella. Siguiendo el curso causal de los acontecimientos, Celia había manifestado sus sentimientos a Pablo, no a Iván, y en presencia de Sara e Inés. Esta última no había podido evitar comentarlo con el resto de sus amigas, donde se incluía Paula, la novia de Alberto. En base a esta cadena humana, el privilegiado amigo de Iván se había enterado de todo en poco menos de cuatro horas y, aunque saberlo había sido una completa casualidad, pues estaba sentado al lado de Paula mientras ella atendía a la jugosa llamada de Inés, Alberto creía que algo tan bestial como aquello debía contárselo a Iván para preparar una estrategia con la que abordar a Celia ahora que estaba soltera.
—Bueno, ¿qué hacemos?
Iván frunció el ceño antes de contestar.
—¿Hacemos? ¿En plural?
—Hombre, tío, encima de que te lo cuento déjame participar...
Jorge estalló en una estruendosa carcajada mientras Iván sonreía y negaba tajantemente.
—Lo que hay que oír... —masculló—. No se puede hacer nada, Alberto. En primer lugar, han roto hace muy poco. En segundo, debe de estar destrozada, se acaba de enterar de que su novio se ha liado con una tía que no es ella tres veces seguidas... ¡Por el amor de Dios, un poco de compasión! Dudo que Celia quiera verme la cara a mí o a otro chico en meses...
—Pero, Iván, ¡que ha dicho que te quiere!
—Sí, aunque no a mí. Se lo ha dicho a Pablo en un arrebato de rabia. —El vecino de Celia suspiró y se apoyó en el respaldo de la silla—. Esperaré unos días, a ver qué pasa.
Los tres enmudecieron. Iván miraba la pantalla bloqueada de su móvil, dudando entre desbloquearla y mandarle a Celia señales a través de las redes o actuar con pasividad y rezar por que fuera ella quien se acercara a él. Vistos los antecedentes, esa última opción era muy poco probable, así que quizá una historia en Instagram que le recordara su soltera existencia no haría ningún daño...
Madre mía, no podía creerlo. Celia había reconocido que sentía algo por él.
—¿Has visto, tío? —dijo Jorge dándole un codazo a Alberto—. Mira qué cara de tonto pone Iván, cómo se nota que le has alegrado el día con el chisme de Celia...
El aludido dejó el móvil sobre la mesa y se levantó para pegar a Jorge una palmada cariñosa en la nuca. Se había puesto rojo nada más escucharle, pero la verdad es que no dejaba de sonreír.
Y al mismo tiempo que Iván disfrutaba de las buenas noticias como un niño en la mañana del seis de enero, Celia yacía tumbada sobre su cama con la luz apagada y los ojos rojos de tanto llorar. No había comido, tampoco había dado explicaciones a sus padres al presentarse a las dos y media en casa cuando teóricamente iba a pasar la tarde celebrando el cumpleaños de su novio.
—Cariño, ¿qué haces aquí? —preguntó María Moreno al abrir la puerta y encontrarla con el maquillaje desplazado por todo su rostro y los ojos hinchados, signo inequívoco de haber sollozado en las últimas horas más que en toda su vida—. ¿Estás bien? ¿Y Pablo?
—Ya no hay ningún Pablo —había respondido escueta Celia—. Y no lo volverá a haber jamás.
—¿Por qué dices eso? ¿Habéis discutido?
Su hija ya había entrado en casa, llegado a su cuarto y cerraba la puerta al decir:
—Hemos terminado para siempre y no quiero hablar del tema.
Portazo, caída estrepitosa sobre la cama y a llorar otra vez hasta quedarse seca y dormida durante las próximas dos horas.
La tristeza es una emoción poderosa capaz de opacar con creces la realidad, hundiendo a quien la padece en la más absoluta miseria. Sin embargo tiene una función, como también ocurre con el miedo, la alegría o la ira. Celia sabía que su lástima no duraría para siempre. También estaba segura de que su decisión había sido acertada: no dejaba a Pablo por serle infiel, lo hacía porque esa relación era una cadena de hierro oxidado clavada en su piel. La ruptura iba a ocurrir tarde o temprano, ella sentía el contador iniciando la marcha atrás desde hacía varios días, pero saberlo no garantizaba que fuera a doler menos. En aquel momento, su corazón estaba dividido en miles de pedazos y ni siquiera Iván podía pegarlos, pues le correspondía a la propia Celia cuidarse y perdonarse para volver a amar de nuevo.
Durmió, lloró y cuando el reloj marcó las cinco de la tarde su cuerpo decidió que ya había sido suficiente. No quedaban lágrimas y tampoco tenía sueño, aunque la nube de desdichas seguía sobre ella recordándole lo humillante de la situación.
Celia sintió que era un buen momento para hablar, sin tener muy claro con quién. Su madre habría sido la opción más acertada y, en un primer lugar, se levantó de la cama para hacerlo, pero entonces su mente recordó las persistentes llamadas perdidas de Rebeca. Le horrorizó darse cuenta de que con tanto drama romántico, a lo mejor su amiga de la universidad quería comunicarle algo importante y ella no se lo había permitido. Había más cosas en la vida que Pablo, aunque dadas las circunstancias costara verlo...
Al agarrar el móvil y no ver ni un mensaje o llamada de parte de su novio, digo exnovio —era raro añadir el prefijo—, Celia sintió otra punzada en el corazón y se le volvió a nublar la vista. ¿Cómo debería hacerle sentir que Pablo no hubiera corrido tras ella? Inés hubiera dicho que mucho mejor, así no tendría que pelear por librarse de él. Al principio una quiere que luchen por ella, luego, cuando se da cuenta de que la vida brilla más sin esa persona, desea con todas sus fuerzas que la deje ser feliz. Lamentablemente, Celia todavía seguía en la primera fase.
Evitando sucumbir a la tristeza otra vez, llamó a Rebeca.
—Hola, Rebe, tenía tres llamadas perdidas tuyas, ¿pasa algo?
Quería fingir que todo iba bien, pero su voz sonaba congestionada.
—Sí, quería comentarte una cosa... Oye, ¿va todo bien?
Evidentemente, no. El problema era que si Celia abría la puerta de la habitación de las desgracias y le explicaba a Rebeca la verdad, muy probablemente empezaría a llorar de nuevo. Estaba cansada de hacerlo, tenía la nariz irritada de tanto sonarse.
—Ya te cuento el lunes... —Se le quebró la voz al pronunciar la última sílaba.
—¿De verdad? Pareces muy triste...
—No pasa nada, tía, te lo prometo. —Trató de cambiar de tema—. ¿Por qué me llamabas? ¿Qué ocurre?
Le pareció que Rebeca vacilaba al otro lado de la línea, así que supongo que no traía nada alegre que compartir... Celia suspiró sonoramente y se tapó los ojos con las manos. ¿Y ahora qué? ¿Les habían adelantado un examen? ¿Alguien en clase volvía a hablar mal de ella a las espaldas? ¿A qué fatídica situación tocaría enfrentarse esta vez?
—Suéltalo, Rebe —dijo—. ¿Qué pasa?
—Creo que es mejor hablarlo en otro momento, no te va a gustar y estás mal...
—Cuéntamelo, venga.
—Celia, es que no te va a gustar y...
—¡Rebeca, no me fastidies! —Alzó el tono de voz más de lo que quería e inmediatamente se disculpó con su amiga—. Perdón, es que... He roto con Pablo y llevo toda la tarde llorando.
Silencio. ¿Se había cortado la llamada?
—¿Rebeca, me oyes?
—Sí, sí... —Un bufido y de nuevo vacilaciones—. Lo siento mucho, tía, yo... Mira es que no sé cómo contártelo, pero me alegro de que hayáis roto antes de hablar conmigo...
Celia se irguió sobre la cama. No acababa de comprender qué significaba eso, pero empezaba a darse cuenta de que lo que quiera que Rebeca quisiera contarle estaba relacionado con Pablo. Por un momento se le pasó por la cabeza que Sandra y ella podrían ser amigas. No conocía mucho el círculo social de Rebe y no era descabellado que se diera esa coincidencia.
—¿Te acuerdas que me di de alta en Soulmates, no? —dijo su amiga. Hablaba tan deprisa que Celia no pudo contestar que sí, que lo recordaba—. Pues... No hay forma positiva de enfocar esta conversación, no sé cómo decírtelo...
—¿Has encontrado el perfil de Pablo? —soltó Celia con la voz quebrada—. ¿Es eso?
—Sí. —Pausa momentánea—. Creí que podría tratarse de una cuenta que usaba antes de salir contigo, pero, como no quería meterme entre tu novio y...
—Exnovio.
—Eso. Quise comprobar que estaba activo, así que anoche le escribí fingiendo estar interesada en él. —Otro breve silencio en el que Celia se sorprendió al percatarse de lo reciente de esa escena—. Me contestó a los veinte minutos, flirteó conmigo y hemos quedado a las ocho, en una hora. ¡Pero es todo una mentira, tía! Esto es una trampa, yo no pienso verme con él ni de broma, salvo que tú quieras aparecer allí para mandarle a la mierda y me pidas que te acompañe... Dios mío, no sabes cuánto siento que esto haya pasado... ¿Estás bien?
Pues no, estaba hecha pedazos, cada vez más humillada. Su novio se estaba liando con otra en secreto y por eso le dejaba. ¿Qué más daba que usara una aplicación de citas para hacerlo también con otras? Fuera una Sandra o muchas Sandras, el resultado era Celia rompiendo con Pablo por haber sido traicionada. ¿Entonces por qué le dolía tanto el pecho? La respuesta era simple: era menos dañino justificar a Pablo pensando que le gustaba otra chica o que había cometido un desliz, que asumir la realidad de que se había tomado las molestias de hacerse una cuenta online solo para buscar intencionadamente a otras con las que serle infiel.
Era tan mezquino... Colgó tras agradecerle a Rebeca las buenas intenciones y negó cuando esta se ofreció a hacerle compañía durante la tarde. Quería estar sola.
Celia no lloró. Supongo que se quedó sin lágrimas. En su lugar, la tristeza se transformó en una inmensa rabia, frustración e ira. Necesitaba expresarse, necesitaba gritar, soltar y romper. Si podía devolverle a Pablo el daño que le había hecho a ella, mejor.
Sus ojos acabaron posados en la estantería de su cuarto, allá donde colocaba todas las libretas de bocetos. Entre ellas estaba la blanca que él le regaló antes del inicio de las Fallas, antes de serle infiel. Atraída por ella con la fuerza de un imán, Celia tiró al suelo la libreta con toda la fuerza de su cuerpo, le pegó una patada y apretó los dientes. Luego la recogió y pintó sobre sus páginas dibujos cargados de tristeza y de dolor.
Dejó sobre aquel papel fino y blanco el legado de Pablo.
Por fin descubrimos a qué se debe la insistencia de Rebeca con tanta llamada perdida. Dice el refrán que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, y Pablo cometió un error al utilizar la aplicación de citas. Bueno, Pablo ha cometido ya tantos errores que cuesta enumerarlos...
Cada vez es más complicado que Celia decida perdonarle, pues el daño que le ha hecho es prácticamente irreparable.
Por otra parte, Iván ya se ha enterado de las buenas noticias, pero... ¿qué hará con ellas? O más importante: ¿qué hará Celia cuando se reencuentre con él?
Recordad darle a la estrellita si os está gustando la historia :)
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