✰ 66. EXPLOSIÓN NUCLEAR


Band-aids don't fix bullet holes
You say sorry just for show
If you live like that, you live with ghosts
(you forgive, you forget, but you never get let it go)

Bad Blood - Taylor Swift

Celia colgó el teléfono y se miró en el espejo. Esperaba que Inés no tardara mucho en llegar porque le urgía una aliada. Después de llorar desconsoladamente en el hombro de Marta, había llegado a una extraña sensación de alivio que no tenía ninguna coherencia. Su cuerpo volvía a obedecerle, la niebla de sus ojos se disipaba. Así que deshizo el abrazo y se limpió las mejillas en la pila del baño. Creyó que podía pensar con claridad.

Ni la rubia ni la prima de su novio se atrevieron a decir nada al respecto. Marta permanecía con el mismo semblante cargado de pesar casi idéntico al de Celia y Belén saltaba con su mirada de una a otra preguntándose qué debía hacer.

—¿Cómo os habéis enterado? —preguntó finalmente la de cabellos oscuros. Su voz aún sonaba quebrada y le dio rabia. No quería perder una lágrima más en nombre de Pablo.

—Por Matías, el exnovio de Sandra —respondió Marta—. Quiere partirle la cara a Pablo, dice que uno no se tira a las exnovias de los amigos.

Celia se secó las manos mojadas con el papel rugoso y de pésima calidad del dispensador. Pensó que disfrutaría viendo a ese tal Matías reventando al idiota de turno.

Se quedó en silencio, dejándose llevar por los mil recuerdos compartidos. Ahora veía señales rojas por todos lados, rastros que anticipaban que esa historia de amor solo podía terminar mal. Se sentía tan estúpida que no podía evitar odiarse a sí misma. ¿Cómo no paró todo aquello antes? ¿Por qué no había visto venir el desenlace? No se dio cuenta de que cada vez raspaba sus manos con más fuerza, castigándose.

Tiró el papel a la basura y salió disparada del baño. Quería hacerle daño, quería destrozarle y humillarle de la misma manera que lo había hecho él con ella. Quería estampar su mano en ese rostro de chico mayor y seguro de sí mismo que había jugado con ella como si nada. Quería gritarle y decirle cuánto se arrepentía de haberle conocido. Quería que su familia, sus amigos y el mundo supiera que era el mayor cabrón del universo. Y con todos esos pensamientos en mente, Celia se encaminó hacia la extensa mesa que ocupaba medio local.

Les vio a todos: abuelos, primos, tíos, padres y amigos. El clan Aguirre y su séquito. Nadie había reparado en ella y en su rostro desencajado desprendiendo furia. Los ojos de Celia se detuvieron en Pablo y él, que estaba riendo a carcajadas por algún comentario de mierda de esos que soltaba Víctor, convirtió su sonrisa en una fina línea al cruzar sus oscuros ojos con los de ella.

Sabía perfectamente lo que pasaba. Su cara no daba muestras de sorpresa o incredulidad.

Se disculpó ante los comensales y discreto, se levantó de la mesa y se acercó a ella. No desviaba su mirada, tampoco suplicaba disculpas o parecía arrepentido como las últimas veces. La retaba con ese pozo de negrura que eran sus pupilas y de pronto la grandeza de Celia tambaleó. Se sentía intimidada.

—Vamos fuera —ordenó.

Sin darle oportunidad de responder, Pablo empezó a caminar hacia la salida. Cruzó sus ojos marrones repletos de castigo con Marta. Había salido del baño detrás de Celia y contemplaba la escena atemorizada. Para ella, que había luchado por ganarse el amor y la simpatía de Pablo durante tantos años, esa silenciosa sanción era una horrible condena.

—No —alzó la voz Celia.

Con un monosílabo consiguió que el gilipollas de su novio dejara de ser tan inexpresivo y se girara con la sorpresa pintada en la cara. Ya era hora. Estaba harta de sentirse una niña a su lado, de creer en falsas promesas y esperar que esa relación diera de sí más de lo que podía. Necesitaba cortar el lazo que los unía; la cinta negra e indestructible que secuestraba sus alas. ¡Joder, necesitaba romper, destruir, explotar y arrasar con todo a su paso! No aguantaba un segundo más.

—No seas cría, Celia —murmuró Pablo aproximándose a ella—. Nos está mirando toda la mesa, no hay por qué montar un espectáculo.

Así era. El clan Aguirre observaba con curiosidad la escena, pero a Celia le importaba bien poco lo que toda esa gente pensara. Después de ese día no volvería a verles. Se acabó escuchar al gilipollas de Víctor, de preguntarse si le caería bien o no a los padres de su novio... Adiós, Belén, ha sido un placer coincidir contigo en estos quince trágicos minutos.

—Ese es tu problema —espetó hablando en alto—. Eres una mierda de persona. ¡Eres un auténtico capullo!

—Celia, para. —Acortó la distancia que les separaba, dejando su nariz a pocos centímetros de la de ella. ¿Acaso pretendía asustarla? ¿Acallarla con ese gesto?—. Entiendo que estés molesta, por eso te estoy pidiendo que salgas a la calle para que hablemos como personas maduras...

—¿Maduras? ¿Cría? ¿Te has dado cuenta de que siempre haces eso? Te esfuerzas bastante en recalcar que soy más pequeña que tú, ¿no te parece? —interrumpió ella—. A lo mejor tienes problemas de memoria, pero el día que bailaste conmigo en una discoteca y trataste de besarme tras haber intercambiado unas... ¿tres palabras? Bueno, concedamos cinco. Aquella noche estabas muy al corriente de mi edad. Si tan infantil y niñata me ves ¿para qué narices sales conmigo? Yo no te busqué, ¿sabes? Le pediste mi número a Marcos, me hablaste por WhatsApp... ¡Te jugaste tu relación con Iván por mí! ¿Por qué? Si solo soy una cría que monta espectáculos y no sabe actuar como una persona madura.

La hostilidad de Celia era el centro de atención del restaurante. Por mucha ironía, rabia o desprecio que contuvieran sus palabras, su rostro la delataba. Volvía a nacer el principio de un mar de lágrimas saladas y aunque se esforzaba por ocultarlas, no podía hacer nada por controlarse. Estaba hecha pedazos.

—Tienes que parar —insistió Pablo.

—¡Lo he intentado! —gritó—. ¡Lo he dado todo por esta mierda de relación y de pronto me entero de que te has liado con otra! ¿Cómo puedes ser tan falso? ¿Es que llevas una máscara o algo así? Me persigues suplicando que me quede a tu lado, me prometes la Luna, te desvives por mí y luego... No lo entiendo, ¿por qué estoy aquí?

—¡La culpa es tuya, hostia! —La madurez de Pablo por gestionar la situación con moderación desapareció de golpe y se transformó en agresividad—. Si hubieras dejado de fijarte en Iván, si no hubieras sido tan niña y hubiéramos hecho algo más que darnos abrazos como dos críos de primaria, te aseguro que no habría puesto los ojos en Sandra. ¡Dices que no a todo, pero se te mojan las bragas cuando piensas en el puto Iván! Yo no quería acostarme con ella, yo...

Celia estalló en una carcajada vacía que interrumpió de sopetón el discurso de Pablo. Si pretendía responsabilizarla de su infidelidad, no estaba teniendo mucho éxito. Ella sabía lo que se había esforzado por renunciar a Iván. Se había puesto tantos límites que casi sentía una cuerda en el cuello apretando cada vez que le veía, una correa que estiraba hacía Pablo y le recordaba que era suya.

—Lo que me faltaba por oír... —Se pasó la mano por el pelo—. Yo no tengo la culpa de que metas tu polla en el cuerpo de otra. Sabías mis límites y decidiste quedarte. Sabías que a Iván le gustaba y decidiste quedarte. Ni de coña me voy a sentir yo mal por tu cagada...

Ya hacía rato que hasta los camareros les miraban sorprendidos y hablaban entre ellos, seguramente decidiendo quién sería el valiente en decirle a la iracunda pareja que no podían seguir hablando allí. Espantaban a la clientela. Tomó Celia la iniciativa de marcharse, dejando a Pablo con la palabra en la boca. Se había quedado muy a gusto soltando todo lo que tenía dentro, desautorizando al idiota ese ante su familia, interrumpiendo sus estúpidas acusaciones...

Tan pronto puso un pie en la calle su móvil sonó. Echó un vistazo para encontrar una vez más el nombre de Rebeca brillando sobre el botón verde. Ya era la segunda vez que le llamaba en media hora, quizá era urgente. Se planteó descolgar porque, de cualquier forma, no le parecía una mala idea escuchar la voz de una amiga. Sabía que Inés estaba al caer, pero por muy valiente que fuera Celia, verse rodeada del círculo social de Pablo y desconocidos le hacía sentirse bastante sola.

Descolgó la llamada. Sin embargo, tan pronto saludó a Rebeca, un violento estirón del brazo la zarandeó, resbalando el aparato de sus manos y cayendo al suelo en un ruido estrepitoso. Tardó un segundo en comprender qué había sido eso, pero cuando sus ojos colisionaron con los iracundos de Pablo, que le sujetaba el brazo con fuerza, comprendió que acababa de despertar al dragón. El chico que había actuado frente a ella casi como un príncipe azul desde el día en que lo conoció, acababa de convertirse en un monstruo.

—¡Suéltame! —le gritó e intentó zafarse infructuosamente.

—¡Me vas a escuchar bien, zorra de mierda! He intentado ser amable contigo y me acabas de poner en ridículo delante de toda mi jodida familia, ¿eres gilipollas?

—¿Me acabas de llamar zorra? —preguntó Celia sorprendida—. Pensaba que tú eras el maduro de los dos...

Consiguió soltarse dándole un brutal empujón que desplazó a Pablo un par de pasos atrás. Estaba asustada, eso no iba a negarlo, pero su cabreo era superior. Ahora mismo Pablo no era el único dragón, Celia casi escupía fuego de verdad por la boca. Recogió el móvil en un acto reflejo, ni siquiera miró si funcionaba.

—¡¿Me explicas cómo se puede ser tan falso para decirle a alguien que le quieres sabiendo que te has follado a otra a sus espaldas?! Me has mirado a los ojos con una sonrisa preciosa y has dicho que me querías, que no te merezco y que no me rinda contigo —espetó—. Los hay sin escrúpulos y luego estás tú que no te cortas en salir con la chica que le gusta a tu amigo o tirarte a la ex de otro amigo. ¡Joder! ¿Cómo puedo haber esperado fidelidad de ti? ¡Si desde el principio has sido un puto rastrero!

—¿Quieres sentirte mejor culpándome de todo, niñata? —gritó él—. He cometido un error, ¿vale? Uno solo. Ni siquiera me has dejado explicarme, tan solo has escuchado a la estúpida de Marta, a la que odiabas hace una hora, y has decidido que no tengo perdón y no merezco justificarme. ¡Deja de guiarte por lo que dicen tus amigas o cualquier otra persona y dame la oportunidad de defenderme!

Celia no daba crédito a lo que oía. Le fastidiaba reconocer que lo que decía Pablo era verdad, pero solo tenía que haber visto a Marta llorando sin parar en el baño y entendería que un llanto tan desgarrador como ese no podía ser falso. Además, esto era una trampa y no iba a volver a caer. Siempre que le dejaba hablar volvía a sentirse atrapada por su dramatismo e insistencia.

—¿Que te escuche? —bufó y volvió a reír nerviosa—. Me has llamado zorra e insinuado que si yo me hubiera acostado contigo este problema no existiría.

—Te he insultado porque me he puesto nervioso, lo siento —se disculpó alzando las manos en señal de rendición—. Pensaba que te habías acostado con Iván. Marta me enseñó las fotos contigo y él cenando y creí...

—Me importa una mierda que Marta te las enseñara con mira telescópica, ¿no lo ves? Aquí ya no vale nada, Pablo. Te has liado con otra y me lo has ocultado. Ni siquiera has sido sincero conmigo, has decidido engañar, mentir y negarme la oportunidad de decidir si quiero perdonarte.

Los ojos de Celia volvían a ser niebla. Tan solo imaginarse a Sandra —que no sabía ni qué cara tenía pero en su mente era la mujer más sexy del universo— y a Pablo jadeando en una cama le producía arcadas. Había algo más que decepción y humillación. Celia presentía que esa chica era todo lo contrario a ella. Supongo que sería una de esas mujeres fatales de labios rojos, vestidos ajustados y con atributos físicos bien generosos que sabían qué decir y qué hacer para poner a cien a un tío. Por el contrario, la joven de cabellos negros no era más que una princesita de cuento. Una niña buena. La inseguridad se estaba apoderando de su mente y volvió a derramar lágrimas.

—¡Quería vengarme! Me sentía maltratado por ti, me habías dejado solo con el tema de Inés, protegiendo a tu amiga en vez de a mí...

—Eso no es verdad, yo...

—Sí que lo es —la interrumpió Pablo—. Dijiste que Inés iba a estar siempre en tu vida y yo debía joderme. ¿Cómo crees que me sentó que la antepusieras? Todas tus amigas están del lado de Iván, tú empiezas a quedar con él y a sonreír incluso más que conmigo. ¡Estaba cabreado y muy borracho! Casi no la veía, joder...

—Mira, cuéntale el cuento a otra —Celia apretó los puños—. Deja de justificarte, me da arcadas.

—¡No te miento, te lo juro!

El dragón se había marchado y daba paso a un inofensivo corderillo arrepentido cuyos ojos brillaban infestados de una lluvia de dolor. Lástima que Celia ya hubiera estado justo ahí mismo, en un momento semejante, días atrás. No siempre iba a poder Pablo conseguirla a base de promesas falsas y lágrimas de cocodrilo.

—Ni se te ocurra llorar. —Le apuntó con el dedo índice mientras con otra mano se limpiaba las mejillas empapadas—. Es un puto insulto. Después de lo que me has hecho, no te consiento que te victimices.

¿Acaso podía Celia controlar los ojos de Pablo? Evidentemente no, y el chico, a pesar de todo lo que decía o hacía, sí necesitaba llorar. Nunca había visto a Celia así y por primera vez era consciente de que iba a perderla. El filo del final se clavaba en su nuca.

—Ya sé que te he hecho daño, ¡joder! Me he equivocado, me di cuenta tan pronto como pasó y la deje de inmediato... ¡Te lo juro, joder, te lo juro por todo! Solo eres tú, te quiero a ti...

—¡Cállate ya! —gritó ella rompiendo a llorar con más fuerza—. No vuelvas a decir que me quieres, lo que quiera que sientas por mí no es amor.

—¡Solo fue una vez! ¿Me oyes, Celia? Después de que salieras con Iván. Ya te lo he dicho, entre lo de Inés y eso, me sentía fatal. No querías acostarte conmigo, ni siquiera cedías a bajar, pasabas los días evitándome por culpa de tu amiga y luego te vi en esas fotos con él... —Pablo se llevó las manos a la cabeza—. Joder, hablas de empatía, pero no te pones en mi lugar. ¿Crees que me sentía bien? Metí la pata hasta el fondo por unos celos de mierda, no sabes la rabia, me sentía abandonado... ¡Por Dios, Celia! ¿Qué tengo que hacer para que me perdones?

Tanto juramento e insistencia llevaba a la chica a preguntarse si realmente era tan responsable como él: estuvo a punto de besar a Iván. Supongo que si ella hubiera estado en el lugar de Pablo también se hubiera sentido disgustada y embriagada por los celos. Podría haber cometido errores de los que arrepentirse, aunque dudaba que cualquiera de ellos se relacionara con la infidelidad. Siendo Celia tal y como era, seguramente le hubiera gritado en medio de la calle o montado un numerito frente a sus amigos y familia. Justo lo que hacía en ese momento. Ella no hubiera sido capaz de traicionarle, ¿verdad?

—Ha sido una única vez —repitió en voz baja, arrastrando las palabras con pesar—. Por favor, perdóname.

—¡Y una puta mierda! —gritó una conocida voz tras ellos—. ¡Te está mintiendo, Celia!

La joven de cabellos como el ébano se dio la vuelta y vio aproximarse a toda velocidad a Inés. Había tardado un poco más de lo previsto, aparcar por ese barrio era toda una odisea, pero al fin estaba allí. Y se había traído consigo a Sara, cuyo rostro era la viva imagen de la batalla.

Los refuerzos habían llegado y ya nada podría evitar que la verdad emergiera a la luz.

¿Opiniones? ¿Habéis detectado alguna incoherencia en el discurso del novio de Celia? ¿A qué juega Pablo?

Ella está tan confundida que ya no sabe ni lo que dice ni lo que hace. Por suerte, sus amigas han llegado y pretenden desvelar la información que Pablo, por razones evidentes, no piensa decirle a Celia por nada del mundo.

¿De qué se ha enterado Iván que afecta tan fuerte a la protagonista? ¿Os lo publico mañana? Lo intento, pero no prometo nada. El tiempo libre de una opositora es poco :(

La trama de la infidelidad está a dos capítulos de terminar. Después, la vida seguirá para Celia y os aseguro que va a ser igual de interesante que siempre :D

Dadle a la estrellita si os está gustando lo que leéis ⭐️

PD: Os he puesto arriba una pedazo performance de Taylor en el Reputation Stadium Tour, hay que vérsela que está espectacular.

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