✰ 65. LA CABALLERÍA


Give me back my girlhood, it was mine first

Would've, Could've, Should've - Taylor Swift

Alicia se estaba poniendo de los nervios. Yacía tumbada en el sofá de casa de sus abuelos, oscilando sus hermosos ojos avellana del ostentoso reloj de pared que decoraba el salón al salvapantallas de su teléfono móvil con la misma finalidad: constatar el paso de los minutos.

La caída del abuelo Roberto había sido todo un infortunio. Alicia tenía una cita clandestina muy importante con Sara Marco a eso de las doce y media del medio día. Se había visto obligada a aplazarla por motivos evidentes —no se podía dejar sola a la abuela Lucía y su madre no daba abasto con todo— y ya casi era la una y media. Sara podía esperar, pero tampoco tanto y, según opinaba la pequeña de la casa, la conversación que se disponía a mantener con ella era cuestión de vida o muerte. No tendría valor para quedar con las amigas de su hermana a las espaldas otra vez.

—¡Mamá! —gritó desde el salón.

María Moreno no la escuchaba.

—¡Mamáá! —gritó de nuevo.

Nada. Silencio.

—¡Mamááááááá!

O su madre era sorda o se estaba haciendo la sorda porque era absolutamente imposible no escuchar sus berridos. La capacidad pulmonar de Ali era envidiable, así que, algo mosqueada, se levantó del sofá y recorrió la casa de punta a punta hasta dar con su madre en el balcón del cuarto de los abuelos tendiendo las enormes cortinas a duras penas.

—Te estoy llamando —reprochó la adolescente.

—Si piensas que gritar como si esto fuera el prado y yo una cabra es forma de dirigirse a una persona, lo llevas claro, hija —soltó María con una pinza entre los labios. La cogió en cuanto situó uno de los extremos de la cortina en la tensa cuerda del tendedero y la usó para sujetar la tela—. Si quieres algo vienes y me lo preguntas con educación, ¿entendido?

Alicia asintió con impaciencia, moviéndose nerviosa.

—Sí, perdón —se disculpó con rapidez—. Mamá, ya que ha llamado papá diciendo que el abuelo está bien y que solo es un esguince, he pensado que podía salir un ratito a ver a Ángela...

María la miró de reojo con el ceño fruncido.

—¿Ahora? ¿No es un poco tarde?

—Habíamos quedado a las doce y media para tomarnos algo en la cafetería de al lado de casa, pero como ha pasado todo lo del abuelo, he ido retrasándolo y se me ha hecho tarde —explicó la menor.

—¿Y no sería mejor quedar en otro momento?

—No, mamá, ¡es importante! —Alicia hacía una tierna expresión de angustia con la mirada—. Me lleva esperando una hora, no la voy a dejar colgada diciéndole que lo aplacemos a otro día...

María suspiró y miró su reloj de muñeca. Ciertamente era tarde y pronto comerían, sin embargo, ni su marido ni su suegro habían regresado todavía del hospital y era un sinsentido obligar a la niña a pasarse el rato tumbada en el sofá sin nada mejor que hacer solo por si acaso. Además era sábado.

—Vale, puedes ir, pero ten el teléfono a mano. En cuanto te llame, vienes corriendo y comemos todos juntos.

—Trato hecho.

María sonrió al ver a su hija salir escopetada de casa con la energía de un vendaval. Poco sospechaba la buena mujer a qué obedecían esos impulsos.

Por lo tanto, Alicia escribió a Sara desde el ascensor y recorrió las calles que unían su casa con la de sus abuelos a una velocidad vertiginosa. Le agobiaba perder esa oportunidad de ayudar a Celia porque sabía que su hermana se acabaría enterando de lo que había hecho y si tenía que enfadarse con ella, al menos que fuera por una buena causa.

Llegó al Café Vertigo, lugar en que se habían citado, jadeando y mareada. Había tardado cinco minutos en hacer un trayecto que a paso medio serían doce. Escrutó la concurrida cafetería con la mirada hasta dar con el cabello corto y teñido de un rubio celestial de Sara y se sorprendió muchísimo cuando se percató de que traía acompañante.

Si Alicia se había citado con Sara era porque la conocía desde años atrás y siempre le había parecido la más accesible de las amigas de su hermana.  Era dulce, alegre, divertida y de carácter tranquilo. Quería muchísimo a Celia y se complementaban de una forma armoniosa. No esperaba que en aquel momento tan importante que precisaba de la mayor discreción posible, Sara acudiera a la cita acompañada de Inés Puig Jimenez, el terremoto humano. ¿Acaso no había sido lo suficientemente clara cuando le recalcó la importancia de ese encuentro? Alicia se planteó huir antes de que la vieran.

—¡Ali! ¿Cómo se encuentra tu abuelo? —Sara alzó una mano en su dirección y la saludó con energía.

Era demasiado tarde, la habían visto. Tragó saliva y se recordó que no tenía por qué contar más de lo estrictamente necesario. Primero realizaría una valoración de la situación y después decidiría qué valía la pena explicar y qué no. Estaba todo controlado.

—Bien...

La hermana menor de Celia saludó a las chicas fingiendo una sonrisa y se sentó al lado de Inés, a quien estudiaba disimuladamente. En realidad esa bonita joven de cabellos castaños y actitud avasalladora estaba también bastante unida a Celia. Quizá por eso Sara la había invitado a la conversación.

—Espero que no te moleste que se lo haya dicho a Inés —dijo Sara con semblante culpable—. Estamos las dos muy preocupadas por Celia... En realidad lo estamos todas, Noe y Paula también.

Alicia asintió incómoda. No sabía cómo decirle a esa chica mayor que esa excusa no justificaba la encerrona: podría haberle avisado. Ya estaba suficientemente mal quedar con una amiga de Celia a las espaldas, no iba a ser tan descuidada como para hablar con dos...

—A mí también me preocupa mi hermana —dijo finalmente—. He venido para contarte, Sara, lo que yo veo en casa y averiguar si tú sabes algo más, pero no puedo convertir esto en un espectáculo. No está bien hablar de la vida privada de mi hermana así... No debería haberte llamado...

Inés se dio cuenta al instante del problema: Sara había traicionado la confianza de Ali al llevarla. Se propuso solucionar el entuerto ya que, si ella misma estaba allí, era porque había coaccionado a la de cabellos cortos para ello. Cuando a Inés se le metía algo en la cabeza podía ser muy persuasiva y había insistido de manera exasperante para estar presente en aquella conversación. Sara le había advertido sobre cómo podía sentirse Alicia al respecto, pero Inés había negado esa posibilidad. Ahora veía la metedura de pata.

—Es culpa mía, Ali. Yo he presionado a Sara para que me dejase venir. —Sonrió tímidamente—. Entiendo cómo te sientes y por eso creo que lo mejor es que te cuente lo que sé yo.

—¿Lo que sabes tú?

—Sí. Te voy a contar lo que me pasó estas fiestas con ella y tú, si así lo consideras, puedes añadir información o no. —Suspiró—. Lo importante aquí es Celia, no cotillear sobre su vida. Mientras al menos tú sepas la verdad, habrá una de nosotras consciente de su situación que podrá intentar convencerla de romper con el idiota ese con el que sale. Es importante, Ali. Ese chico la está aislando de nosotras y en otra circunstancia confiaría en que ella sabría ponerle límites, pero la verdad es que está irreconocible. Esa no es nuestra Celia. Está mal y mientras lo esté, de esa mierda de relación no va a poder salir.

Alicia accedió más por curiosidad e inseguridad que por otra cosa. En primer lugar la actitud de su hermana era una perpetua intriga, pero además, le sorprendía la declaración de Inés. Era muy sincera. Había llamado idiota a Pablo y aseguraba que tenía malas intenciones con Celia. Se preguntó si eso tenía algo que ver con que su hermana hubiera mentido a Álex sobre su situación sentimental. ¿Tal vez sabía que a él no le caía bien Pablo? Faltaban datos para completar la historia.

Procedió a ceder el turno de palabra a Inés. Tenía que investigar hasta dar con la verdad.

La enérgica amiga de Celia relató todos los acontecimientos pasados desde su punto de vista, lo cual incluía insultar a Pablo, recalcar que ella «lo estaba viendo venir desde el principio» e insistir en lo irreconocible que estaba la protagonista del culebrón. En realidad, dentro de toda esa rabia, Inés estaba dolida porque su mejor amiga ya no pasaba tanto tiempo con ella como antes.

—Hemos discutido mil veces en todos estos años y siempre lo arreglamos. Y no digo que no nos hayamos pedido disculpas porque sí lo hemos hecho. Me refiero a que siempre las cosas han acabado volviendo a su estado natural. Ahora por culpa de este tío me evita y sé por qué lo hace...

—¿Por qué? —preguntó Ali para confirmar que entendía correctamente el mensaje.

—Lo hace porque yo soy un obstáculo. Sabe que no me llevo bien con él y piensa que si no nos vemos, no puedo causar problemas. Así no tendrá que ver mi cara incrédula cuando escucho lo que dice y hace ese imbécil, ni oír mis opiniones o insinuaciones acerca de él. —Se limpió rápidamente una lágrima rebelde que se escapaba por un extremo de su ojo—. No creas que no hago responsable a Celia. No es un títere sin capacidad de gobernarse al que están manipulando a su antojo. Estoy muy enfadada con ella, tanto que quiero llorar. Pero también sé que lo está haciendo como ella cree que es correcto, siempre ha sido así, rígida como un palo de hierro. No tiene mala intención y las cosas ya se escapan de su control. —Miró a Ali fijamente—. Quizá estoy exagerando y simplemente Celia ha decidido distanciarse de mí. A lo mejor nuestra amistad flaquea y no es tan resistente como yo creía. No lo sé... Por eso te lo cuento, Ali. Tú la ves todos los días, sabrás encajar las piezas del puzzle.

La pequeña Pedraza meditó la información antes de responder. De todo el resumen siguiendo la perspectiva de Inés sacó tres conclusiones: la primera, que era una amiga de las de verdad; la segunda, que Pablo no era trigo limpio, y la tercera, que todo esto parecía tener su origen en el triángulo amoroso entre Pablo, Celia e Iván. No obstante, no ubicaba el papel de Álex todavía.

—No sé qué piensa Celia porque no estoy dentro de su cabeza —dijo la pequeña—, pero la conozco muy bien. Siempre hace todo lo posible por no dañar a los demás. Si no sintiera nada por Pablo le habría dejado, de eso estoy segura, y creo que sentir al mismo tiempo algo por Iván debe ser insoportable. Ser infiel está mal, saltar de un chico a otro como si ambos no sufrieran con su indecisión, también. Ella lo sabe y ese conflicto interno la está torturando. A principio de Fallas me aseguró que Iván no era nada más que atracción sexual. Es evidente, por todo lo que ha pasado después, que no.

—¡Pablo es un idiota! —alzó la voz Inés—. Esto sería distinto si ese dilema amoroso lo tuviera entre Iván y Marcos, por ejemplo. Estoy casi cien por cien convencida de que las cosas no serían como son...

—Estoy de acuerdo —dijo Sara—. Marcos no pegaría un puñetazo a nadie por celos... Antes se alejaría de la chica o... No sé, pero no pegaría.

Las tres se quedaron en silencio, mirándose unas a otras, reflexionando sobre todo lo hablado. Habían pasado tantas cosas que a Alicia le costaba ordenarlas en su mente y decidir por dónde empezar a actuar. No dejaba de recordar la incoherente conversación que Celia mantuvo con Álex.

—¿Estáis seguras de que mi hermana no tiene nada con Iván?

Sara negó.

—Eso lo sé con certeza. Tienes que verle la cara a ese chico cada vez que se pronuncia el nombre de Celia. No sabe nada de ella desde las fiestas y está muy decepcionado. Pensaba que entre los dos había algo más que química y creía que ella reconocería que en realidad estaba enamorada de él y no de Pablo. —Sara se encogió de hombro—. Da un poco de lástima.

Tanto Inés como Sara habían procedido a contar toda la información que tenían de principio a fin. Era el turno de Alicia de decidir qué quería hacer con esos datos. ¿Contaba lo de Álex? Si algo habían demostrado esas dos chicas era que querían ayudar a Celia tanto como ella. Así que confesó, pero antes de entrar en materia, quiso poner sobre la mesa ciertos aspectos contextuales que era preciso tener en cuenta, como por ejemplo la irascibilidad de su hermana, las noches que pasaba llorando, sus pocas ganas de salir, las prolongadas siestas... En general, los diminutos cambios de actitud que habían alertado a sus padres y a ella de que su hermana estaba sufriendo.

Tocaba ya narrar el momento en que ambas acudieron a la tienda de Los Sueños de Luna. Alicia estaba preparada para detallar el encuentro con aquel chico tan atractivo de ojos verdes y cabello negro. Entonces, algo inesperado detuvo su narrativa: los teléfonos de Inés y Sara, ambos situados sobre la mesa con la pantalla mirando al techo, sonaron al mismo tiempo.

En el de Sara se manifestaba el nombre de Iván. En el de Inés, el de Celia.

Las tres chicas se miraron simultáneamente, sorprendidas.

—Les hemos invocado —murmuró Sara.

En silencio, Inés fue la primera en descolgar la llamada y atenderla. Saludó con la misma sorpresa que le había producido tener noticias de su amiga después de tantas semanas evitándola. Cuando escuchó su respiración agitada y el frustrado llanto reprimido, su corazón se detuvo y la imaginación echó a volar.

—¿Qué te ha hecho? —preguntó.

Celia rompió a llorar antes de responder.

—Tenías razón. Lo siento —dijo entre lágrimas con la voz quebrada—. Me equivoqué. Por favor, Inés, ¿puedes venir a buscarme? He sido la peor amiga del mundo, perdóname... Pero te necesito a mi lado ahora mismo. No me he sentido tan sola en mi vida.

—P-pues claro que sí, Celia —tartamudeó la otra entre conmovida y sorprendida—. Mándame la dirección, salgo ya mismo.

Los ojos marrones de Inés miraron a los de Sara. Ella se había levantado de la mesa y deambulaba por el local del Café Vértigo con una expresión de lástima en el rostro mientras atendía a Iván. Permanecía en silencio escuchando al chico informar ansioso y preocupado lo que ya se había convertido en un secreto a voces.

La infidelidad de Pablo era de dominio público; los cuernos de Celia, comidilla del grupo del colegio. Iván tenía una nueva versión de los hechos mucho más completa de la que disponían Marta y Celia y era insoportablemente cruel para esta última.

—Celia está llorando en el baño del restaurante —explicó Inés—. Quiere que la recoja. ¿Venís conmigo?

—Sí —afirmó Sara después de agradecer a Iván su buena intención al avisar y acercarse a la barra a pagar su café con leche—. No te lo vas a creer cuando te lo cuente, pero ese estúpido se ha cebado con ella...

Ali abrió la boca para dar constancia de su compromiso, ella también quería ir, pero, y por si no fueran pocas las llamadas importante recibidas aquel medido día, de pronto su madre telefoneó y le ordenó que volviera a casa a comer.

—Joder... Tengo que irme... —suspiró y miró con pesar e impaciencia a las mayores—. ¿Creéis que estará bien?

Sara agarró la mano de Alicia y la apretó suavemente.

—Claro que sí, para eso estamos nosotras.

Sintiendo un tremendo alivio, la hermana menor de Celia sonrió y se levantó de la mesa, dispuesta a marcharse. Justo antes de salir a la calle, recordó que al final no les había contado lo que ella sabía, así que rápidamente lo comentó:

—¡Ah, por cierto! Creo que hay un tercer chico. Se llama Álex, ¿os suena?

Las otras dos fruncieron el ceño al mismo tiempo, sorprendidas. Inés dijo que no, pero Sara, que sí que recordó al amigo de Iván al escuchar el nombre, simplemente repuso que no conocía a ningún chico que se llamara Álex que fuera amigo de Celia. Porque la realidad, es que en teoría esos dos no se conocían.

—Hay un tercer chico —insistió Ali—. Tengo que irme ya o mi madre me reñirá. Intentad sonsacárselo a ella, pero ese Álex estuvo la noche en la que Pablo le mandó los WhatsApps y... No sé, es que creo que pasa algo raro con él. Era como si estuviese al corriente de todo el lío de Pablo e Iván. Quizá sabe lo que realmente pasó esa noche.

Las chicas aseguraron que lo tendrían en cuenta, pero se sentían casi tan perdidas como la propia Alicia. La adolescente las vio marcharse en el coche de Inés a toda prisa y se dijo que tener dieciséis años era una mierda, pero que por suerte, Celia quedaba en las mejores manos.

No estaba sola. Nunca lo había estado.

Aquí llegan las más leales, las mejores amigas de Celia, cuyo papel cobra sentido a partir de este capítulo. Ellas siempre han tenido otra visión y han acompañado a la protagonista a lo largo de su historia dando consejos, opiniones o meras conjeturas de los pasos que daba en su relación.

Ahora ha llegado el momento más oscuro para Celia, pero, por suerte, no lo sufrirá sola. Y hay algo muy curioso en las situaciones tristes compartidas: de alguna forma se vuelven bonitas e incluso mágicas (quién no haya visto la película Inside Out, que vaya ahora mismo a verla).

¿Qué pensamos de la actitud de Sara e Inés? ¿Hacia dónde se dirige todo esto?

¿No estáis impacientes para ver a Inés, que le tiene unas ganas a Pablo tremendas, encontrándose con él en el restaurante?

Felicidades Pablo, has cavado tu propia tumba JAJA.

⭐️ ¡Dadle a la estrellita si os ha gustado este capítulo! Yo voy a hacer lo posible por traer el 10 este fin de semana.

¿Quieres una pista? Se titula: Explosión Nuclear.

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