✰ 64. PABLO


And I should've been there
In the back of your mind

Should've said no - Taylor Swift

Habrá que retroceder unas semanas para comprender la actitud de Pablo, concretamente al 14 de marzo, el día previo a que comenzaran las Fallas. Aquel lunes, el joven de ojos misteriosos lo había pasado trabajando sin cesar en el despacho de su padre. A los veintitrés años, Pablo no tenía muy claro hacia dónde dirigir su vida y por ello, mientras lo pensaba, dedicaba su tiempo al servicio de su padre en la potente Inmobiliaria Aguirre, que tenía propiedades por toda Valencia y alrededores y ganaba abundantes beneficios anuales.

A la hora de comer abrió una fiambrera que le había preparado su madre con ensalada de pasta y, mirando las redes sociales, llenó su estómago sin prisas, indagando en las vidas ajenas expuestas en internet. En eso estaba cuando sus dedos dieron con el perfil de Sandra Durán.

Pablo la conoció con diecinueve años, en una fiesta universitaria. Sandra estudiaba economía en el edificio de enfrente y era deseada por cualquiera. Tenía lo que socialmente se designaba como un cuerpo de infarto: grandes pechos, cintura de avispa, un trasero bien redondo y par de piernas largas y finas. Su rostro era agradable, con unos bellos ojos grandes y marrones, su cabellera interminable castaña y sus deseables labios carnosos. Cada gesto o acto que realizaba contenía un mensaje seductor, una invitación a la adoración. Sandra, a la tierna edad de diecinueve años en aquel entonces, era todo lo contrario a Celia. Firme, segura, sensual y decidida.

El que también se percató de esos innegables encantos fue Matías, compañero de clase de Pablo. Aquel era alto, fuerte, divertido y sensato, y dejó claro su interés por Sandra mucho antes que el actual novio de Celia. Como suele ocurrir en estos casos, bastó una conversación amena, algunas copas y la intimidad de la noche para que sedujera a Sandra.

Tal y como entendía Pablo el mundo, el mero hecho de una noche de sexo y desenfreno entre Matías y Sandra no era motivo suficiente para que él no probara suerte. Sin embargo, en contra de sus expectativas, la deseada chica se enamoró completamente de Matías, rechazó a Pablo y no quedó otra que aceptar la situación y seguir adelante.

Fin del cuento. Provisionalmente.

Tres años después, el noviazgo de ambos terminaba realmente mal, con Matías distanciándose de Sandra por el capricho de perseguir a otros ojos más bonitos y un posterior arrepentimiento que no fue perdonado por ella. El desprecio y la facilidad con la que fracturó el corazón de Sandra, le enseñó a esta a no obsequiarle con una segunda oportunidad. Se dijo que Matías era historia y que había muchos otros peces en el mar. No le necesitaba para nada.

El domingo en que Pablo y Celia formalizaron su relación, una notificación de WhatsApp alertó al joven de ojos misteriosos de tal ansiada ruptura. No obstante, las cosas habían cambiado mucho para él: conocer a Celia eclipsaba de sobra el recuerdo de Sandra. Sentía una especial debilidad por esa inocente actitud risueña y la veía sencillamente perfecta. Ella representaba todos los atributos que él más valoraba, así que ni se planteó abandonarla por Sandra. Aunque claro, uno no es de hierro, por lo que Pablo tenía una repetitiva vocecita en la cabeza diciendo: «Bueno, hablar no es nada malo. No creo que sea un problema preguntarle qué tal está... Al fin y al cabo, solo somos amigos».

Disfrazando de amistad lo que realmente es atracción sexual, Pablo transmitió toda esa historia del pasado tergiversada a Celia, quien, incapaz de sospechar lo que verdaderamente se escondía en las palabras de él, se compadeció de la mala fortuna de Sandra con un chico como Matías y animó a Pablo a apoyarla.

«Queda con ella algún día y recuérdale lo maravillosa que es. Después de una ruptura, las cosas pueden parecer mucho peores de lo que realmente son. Sobre todo si ha sido tan desastroso como lo cuentas. Para eso están los amigos, para ayudar a levantarnos cuando parece que es imposible», fueron las palabras textuales de la joven de cabellos oscuros como el ébano.

«Eso haré. Eres un encanto, Celia. Me gusta que no seas celosa», la premió él en consecuencia.

Con la aprobación viciada de su actual pareja, Pablo se vio sin ataduras para reanudar su relación con Sandra. Nunca tuvo intención de reavivar las llamas de la pasión, mucho menos de ser infiel. Simplemente se convenció de que aquello era mera amistad. Así que quedó con ella en una hermosa cafetería en el centro, se pusieron al día, Sandra lloró por Matías y Pablo hizo su papel: consoló con palabras dulces y cariñosas a la pobre chica de corazón partido.

No quedaron una única vez, sino varias. Poco a poco él se convirtió en un importantísimo pilar para ella. Ahora que su autoestima había caído estrepitosamente, los piropos y elogios de alguien tan guapo y fuerte como Pablo le hacían sentir mariposas en el estómago. A todo esto, huelga decir que, por motivos bastante reprochables, el chico de mirada misteriosa olvidó comentar su condición de novio a la otra. Pablo se justificaría repitiendo que ella no le había preguntado o que simplemente no había salido el tema a relucir, pero cualquiera podría comprender la verdad en sus actos: no quería echar por tierra la remota posibilidad de que Sandra se interesara en él. Curiosamente también olvidó confesarle a Celia la continuidad con la que se veía con la ex de su amigo en su tiempo libre.

Todo esto nos lleva de vuelta a la fecha inicialmente señalada, el 14 de marzo. Pablo encontró a Sandra en Instagram mientras comía en la oficina y decidió planear una cita con ella. Los dos a solas en un restaurante. Si retrocedemos en los acontecimientos, aquel día por la tarde, Celia subió a casa de Pablo por primera vez y, después de una hora intensamente pasional, él le regaló una hermosa libreta blanca que había comprado en una papelería para que ella pudiera dibujar. Tras Celia proponer ver una película juntos, Pablo reconoció tener planes con Sandra a solas y, para calmar la reciente inseguridad de su novia, camufló todo lo que pudiera resultar cuestionable entre palabras románticas, promesas de amor, besos y caricias. Así acudió al restaurante vestido con camisa y pantalones vaqueros sin ningún remordimiento, y encontró a la sensual exnovia de su compañero de la universidad esperándole en una mesa con un vestido ajustado de manga larga pero escote atrevido.

—Al fin llegas, Pablito —dijo ella esbozando una inmensa sonrisa con sus labios rojos—. Tenía muchas ganas de verte.

Si el saludo no resultaba lo suficientemente sugerente, Sandra repitió a lo largo de la noche otros comentarios del mismo talante.

—Los chicos en camisa siempre han sido mi debilidad.

—La mía las chicas con vestido ajustado —respondió él. A su juicio, un poco de tontería no era peligrosa siempre y cuando el sentido del tacto no fuera empleado.

En resumen, si había dudas sobre la existencia de una tensión sexual no resuelta entre ambos, aquellas se vieron disipadas mientras comían sushi y reían de los comentarios del otro. Lo más importante a resaltar es que todo lo que hizo Pablo con Sandra esa noche, fue idéntico a lo que ocurrió entre Celia e Iván un par de días después.

—Ojalá nunca hubiera caído rendida a los pies de Matías. Él no es como tú —dijo Sandra al despedirse.

El 14 de marzo no ocurrió nada más porque Pablo no quiso. Volvió a su casa siendo un buen chico y recordándose que Celia lo era todo para él. No obstante, en la oscuridad y bajo las sábanas era Sandra quien ocupaba sus pensamientos.

Entonces llegó la fatídica noche en la que todo se fue a la mierda. Inés se enfadó con Pablo y la perfecta joven de cabellos color ébano se vio en la tesitura de elegir entre su novio y su mejor amiga. Para ser honesto, a Pablo no le había caído bien Inés desde el primer día en que la conoció, allá en enero en casa de Marcos. Era evidente que se trataba de una chica problemática, siempre gritando y armando escándalo. Aunque claro, ¿quién era él para cuestionar las amistades de Celia? Esperaba que su novia fuera lo suficientemente inteligente para darse cuenta por sí misma.

A pesar de todo, Pablo sintió que debía enfrentarse a Inés cuando vio que esta no paraba de susurrarle al oído a Celia. Le estaba metiendo malas ideas en la cabeza, insistiéndole en marcharse a otra parte. ¡La hacía sentir culpable por querer estar a su lado! Increíble... Pablo era su novio, eso Inés tenía que aceptarlo. Así que le plantó cara y se separaron: las amigas de Celia por un lado, los de Pablo por otro. Ella pasó el resto de la noche con cara de amargada, sin dirigir la palabra al resto de sus amigos y él se convenció de que ya se le pasaría... Mejor le iría a su novia sin amigos tan falsos como ellos.

Lo que para Pablo fue un bache pasajero, para Celia fue un punto de inflexión. Al día siguiente le insistió en no salir juntos de fiesta por razones evidentes y Pablo, molesto pero paciente, aceptó a regañadientes y pasó media noche despotricando sobre Inés frente a sus amigos. Todo era culpa de esa maldita estúpida que solo sabía meterse en relaciones ajenas...

No fue consciente de cómo de mal estaban las cosas hasta el 17 de marzo. Anunciaban lluvias y se sucedieron lluvias. Caía un reguero de agua del cielo tan violento que obligó a la mayor parte de la población a refugiarse en establecimientos. Pablo lo agradeció porque ya estaba cansado de las borracheras en medio de la calle y las resacas al amanecer. Entonces el sonido de una notificación interrumpió sus cavilaciones.

SANDRA DURÁN, 20:56

Salgo con mis amigas a Lovelife. No sé qué plan llevas hoy con la que está cayendo, pero espero que nos veamos 🥰 🥰

Porque claro, puede que Pablo decidiera mentalmente que Celia era el amor de su vida, pero Sandra no tenía ni idea de la existencia de la joven de cabellos color ébano y a su juicio, entre el chico de ojos misteriosos y ella había química. La repentina desaparición de él la había dejado preocupada —Pablo le había hecho ghosting—  y tratando de comprender el porqué de sus acciones, decidió tomar la iniciativa de contactarle.

El mensaje levantó físicamente el ánimo de Pablo. Tenía que aparecer en ese momento de flaqueza...  No hay nada mejor que sentirse deseado y, visto el drama actual en su relación, el WhatsApp de Sandra había llegado en el momento oportuno para acaparar toda su atención. Pero él era un chico fuerte, no caería.

En lugar de responderle, decidió telefonear a Celia y recordarse por qué la había elegido a ella. Era su verdadero amor, la única en su vida. Si pasaban la noche juntos, aunque fuera abrazados, Pablo no dedicaría ni medio pensamiento a Sandra. En caso de que existiera una balanza ficticia capaz de pesar el valor de las mujeres de su vida, entre Sandra y Celia se inclinaría plenamente a favor de esta última.

Llamó, sugirió y todo se desmoronó. Cometió el error de mentar a Inés y atribuirle la culpa de que ambos no se vieran —lo cual era precisamente lo que Pablo pensaba de verdad— y una imperiosa necesidad de defender a la amiga que durante tantos años había permanecido a su lado surgió en Celia. Discutieron y él se cabreó. Se negaba a reconocer cualquier clase de responsabilidad. Y en su enfado colgó a Celia bruscamente y golpeó la pared de su cuarto con el puño.

Estaba iracundo, con la rabia apoderándose de cada fibra de su cuerpo. La situación era indignante y Celia una desagradecida. ¿Cómo podía defender a la idiota de su amiga? Inés era una auténtica hija de puta... La odiaba. Él se enfrentó a Marta por Celia cuando hizo falta en la comida en que se conocieron. ¿No podía hacer ella lo mismo por él? Pues si no sabía valorarle, ahora vería... Otra cosa no, pero a Pablo no le habían faltado mujeres cuando las había buscado.

No la necesitaba para nada.

«Creo que sí que iré. Espero verte», respondió al mensaje de Sandra.

Y salió de casa, se empapó por el camino y pagó la entrada de la discoteca Lovelife a eso de las doce de la noche. Tenía un amigo sirviendo copas en la barra que no tardó en recibirle a lo grande e invitarle a un ron-cola. Pablo seguía airado, pero poco a poco se fue olvidando de Celia. La música ensordecedora, el olor a sudor de la gente joven bailando, los tragos de alcohol y la risa de su amigo camarero lo eclipsaron todo.

Cuando la distinguió entre la multitud se le cortó la respiración. Iba preciosa enfundada en ese diminuto vestido negro y con unas ajustadas botas subiendo hasta su muslo. Su larga cabellera castaña se movía al son de sus pasos y sonreía con una picardía abismal. A Pablo se le puso la piel de gallina. Se había terminado la copa y notaba los efectos del ron en su cabeza. No iba etílico a un nivel vergonzoso, solo lo justo y necesario para distinguir el mundo espeso y ralentizado.

Sandra se acercó a él. Le susurró al oído un «hola» muy seductor. Los ojos de Pablo oscilaban de sus labios a su cuerpo. Estaba tremenda. Cuando menos se lo esperaba ambos bailaban tan juntos que ni el aire era capaz de pasar entre ellos. La piel ardiente de Sandra le acarició la nuca, sus rostros se aproximaron y Pablo no pudo evitar besarla.

Y qué placer sintió al hacerlo. Aquellos labios no se movían con timidez como los de Celia, no tenían miedo de provocar y seguir adelante. Eran decididos, seductores y arriesgados. El fuego de la pasión se encendía en ellos y daba rienda suelta al descontrol. Prendían la chispa de la lujuria y las manos de Pablo ya danzaban sin límite en su trasero, agarrándolo con furia y escondiendo sus dedos bajo las telas.

—¿Nos vamos de aquí? —murmuró entre beso y beso.

Sandra dijo que sí.

Hemos vivido el drama siempre siguiendo a Celia, pero Pablo también tiene su historia. Su infidelidad no es fruto de un arrebato sinsentido, sino que se estaba gestando con calma desde el principio. Habréis notado que aun quedan cosas que relatar desde su perspectiva.

Pablo le fue infiel a Celia el mismo día que ella reía y disfrutaba de la compañía de Iván. Menudo hipócrita, ¿no? Ya sabemos el lío que el montó a ella y que desembocó en la noche trágica.

Veremos más de Pablo, pero antes, en el próximo capítulo, habrá que volver a presenciar a nuestros queridos rescatadores: Iván, Sara y Alicia, quienes también tienen su parte de acción en esta catástrofe.

No olvides darle a la estrellita si te está gustando lo que lees. ⭐️

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