✰ 61. LA ÚLTIMA VEZ QUE NOS VIMOS...
Flashback to my mistakes
My rebounds, my earthquakes
Even in my worst lies
You saw the truth in me
Dress - Taylor Swift
La conversación que se desarrolló en el interior de Los sueños de Luna —pues así es como se llamaba la tienda de ropa que había cautivado a Celia y a su hermana— cabe apreciarla desde el punto de vista de Ali, por ser esta testigo de los acontecimientos y por protagonizar el elocuente desliz que pondría más adelante en un apuro a su hermana mayor. ¿Pero cómo iba ella a saberlo? Alicia no predecía el futuro y todo lo que hizo o dijo fue únicamente con intención de apoyar a la persona que más quería en el mundo.
En el preciso instante que el chico guapo de sonrisa auténtica y ojos verdes se aproximó a saludar a Celia, Alicia se dedicó a analizar al extraño con la más insaciable curiosidad. Además de las maravillosas características físicas de las que gozaba aquel chaval, el desconocido le pareció divertido, ingenioso y muy seguro. Así que decidió que le caía la mar de bien y se preguntó de qué le conocía su hermana.
—Bueno, Rebeca, ya va siendo hora de que te corrija el hábito —dijo él—. Me llamo Álex, Luna es mi segundo apellido.
Celia se sobresaltó. Casi no recordaba haberle mentido al chico al decirle un nombre distinto al suyo la noche en que sufrió el ataque de ansiedad y fue a pedir disculpas a casa de Pablo. Por otra parte, la verdad es que se imaginaba que él tampoco se llamaba Luna. En su momento dio por hecho que era alguna clase de apodo por el que le llamaban sus amigos. Curiosamente, no asoció el verdadero nombre al mejor amigo de Iván. A fin de cuentas, ella no le conocía y Alejandros en Valencia hay unos cuantos.
Como la hermana pequeña estaba tan centrada en el chico guapo, no se dio cuenta del rostro sonrojado de Celia hasta que preguntó:
—¿Por qué te llama Rebeca? —Luego sus oscuros y curiosos ojos saltaron a Álex—. ¿Por qué la llamas Rebeca?
Ese fue un momento de lo más incómodo. La cara de Celia se tornó roja como la de un tomate y Álex, que además de guapo era bastante espabilado, pilló al vuelo la situación.
—Ella me dijo en Fallas que se llamaba así. —Rio y alzó sus cejas en una expresión bastante divertida antes de volverse a dirigir a Celia—. Mientras no me digas cómo llamarte, no tengo más remedio que seguir rebautizándote con un nombre falso.
Que Álex, a pesar de saber que le habían soltado toda una mentira, no se lo tomara como una ofensa, permitió a Celia respirar aliviada. En su momento le pareció necesario tener que ocultar su identidad. Se sentía responsable si metía a otro chico en su vida además de Iván, dadas las catastróficas consecuencias que había acarreado el hecho de mantener una compleja relación de amor-amistad con él. En consecuencia, creyó que debía cerrarle la puerta de forma indefinida a este nuevo chico guapo que parecía tener un interés particular en ella y eso, teniendo en cuenta que acababa de sufrir un ataque de ansiedad cuando le encontró, solo se le ocurrió hacerlo a base de mentiras.
—Lo siento, yo...
—Tranquila, de verdad. No era el momento para hacer amigos —sentenció Álex, sin deshacer su divertida sonrisa—. Esa noche tenías problemas más importantes que pasarme tu número.
—¡Uy!, muy seguro te veo... —Celia dejó de preocuparse para sonreír tanto como él y seguirle el juego—. No tenía pensado darte mi número ni esa noche ni ninguna otra.
Mientras esos dos coqueteaban ante las narices de la adolescente, Alicia desarrolló una interesante deducción que proyectaba lo increíblemente espabilada que era ella para tener apenas dieciséis años. En su clase de instituto eran un total de veintisiete alumnos, trece de los cuales eran chicos. De todos ellos, solo a cinco les consideraba medianamente atractivos, pero guapo, lo que se entiende por guapo en sentido estricto, solo había uno. Se llamaba Juan y era un tipo alto y repetidor que recientemente se había agujereado las orejas y tatuado una serpiente en el antebrazo.
Ese tal Juan había sido el amor platónico de Ali desde el comienzo del curso hasta mediados de enero, cuando el mencionado se enrrolló en una fiesta con otra de sus compañeras tras insinuar que Ali no era lo suficiente madura para él. La verdad es que el comentario no le había sentado muy bien a la afectada, pero tampoco le sorprendía porque ser guapo e imbécil no es incompatible.
En base a esta experiencia de vida, Alicia concluía que si ella se sintió pequeña e insegura frente a un único chico muy atractivo y mayor, su hermana Celia debía estar más perdida y confusa que San Nicolás en Semana Santa, porque con este moreno ya iban tres chavales más mayores que ella y tremendamente sexys pululando por sus alrededores: Pablo, el novio que Alicia no conocía pero había stalkeado debidamente en Instagram; Iván, el vecino rebelde que quitaba el hipo a cualquiera, y Álex, el misterioso dependiente de esa preciosa tienda con cara de ángel y sonrisa celestial. Se hacían buena competencia los unos a los otros y Alicia supo que estos tres tenían que ver de forma directa con el inesperado cambio de actitud de Celia en los últimos meses.
En resumen, que no entendía a qué jugaba su hermana.
—No importa. Aunque me dieras tu número, seguro que también sería falso.
¡Ups! Golpe bajo. Alicia había sentido la pulla como si fuera para ella y Celia volvía a parecer un tomate.
—Ya, pues siento no haber sido sincera... Es que la última vez que nos vimos, pues... Lo que has dicho, no era el mejor momento.
Alicia se preguntó qué pasó la última vez que se vieron y sospechó que había muchas posibilidades de que fuera esa la noche en la que todo cambió para Celia. La noche trágica, por llamarla de alguna manera.
—¿Qué pasó? —se arriesgó a preguntar.
—Tu hermana estaba agobiada —simplificó Álex, tratando de desviar la atención del tema, y bromeó—. Le dio un bajonazo de tanto beber.
O sea que Celia estaba llorando como un bebé la última vez que vio a Álex, concluyó Ali.
—¿Y eso cuándo fue? —Dirigió una intensa mirada a su hermana lo suficientemente imponente para obligarle a responder.
—Hace tiempo, Ali... Yo qué sé...
Pero Alicia sabía que Celia recordaba perfectamente el cuándo y por qué, solo que había decidido no compartirlo con ella. Estaba casi al noventa por ciento segura de que esos dos se vieron la noche trágica. Entre Miriam Sepulveda y los secretos de Celia, Alicia se sentía toda una experta detective.
Aquí llegó la segunda parte del improvisado plan, aquella en la que Alicia asumía que preguntando no iba a sacar nada en claro y adoptaba un comportamiento pasivo a la espera de que en la natural conversación entre Álex y Celia se escapara algún hilo del que tirar para averiguar la verdad.
—¿Trabajas aquí? —le preguntó a Álex.
—Normalmente no. Es la tienda de mi madre y hoy ha tenido un contratiempo con la dependiente... —Álex se preguntó por qué sentía la incomprensible necesidad de darle explicaciones a una adolescente—. Todo lo exhibido en esa esquina —la señaló— está a un cincuenta por ciento de descuento.
—Genial, pues voy a echar un vistazo mientras vosotros habláis de vuestras cosas...
No había sido tan sutil como pretendía, pero se alejó de ambos y fingió observar vestidos mientras esperaba pacientemente a que Celia bajara la guardia y soltara algo interesante. Permaneció con el oído bien agudizado y el cabello oscuro situado debidamente tras la oreja para no molestar.
—¿Cómo estás? —le preguntó Álex a Celia.
Ella se sonrojó de nuevo. Se sentía muy vulnerable hablando del momento de debilidad que tuvo frente a él antes de subir al piso de Pablo y acabar cediendo a hacer algo que no quería. Estaba avergonzada y el peso de la humillación que tanto se estaba esforzando por perdonar y olvidar le obligó a agachar la cabeza.
—Bien. Ahora todo bien.
—¿Seguro? Porque la última vez que nos vimos...
—Ya lo sé —interrumpió Celia, escueta. No quería hablar de eso nunca más. Alzó su mirada y enfrentó los ojos verdes de Álex—. Me llamo Celia, no Rebeca.
Alicia, desde su remoto rincón con buenas vistas y acústica de alto nivel, detectó la cara de sorpresa que puso momentáneamente Álex, pero que corrigió terriblemente rápido.
Si hubiera tenido telepatía, sabría que las conexiones neuronales del chico ya habían vinculado a Celia con Iván. Había sido oír el nombre y acordarse de él, como cuando uno escucha decir «Marco» y automáticamente su cerebro piensa en «Polo». Además del nombre, Álex se fijó en que ella tenía el pelo negro y los ojos color del mar, tal y como la describía siempre Iván.
Sin embargo, no acababa de convencerle su deducción, dado que durante la noche trágica, Celia no solo había mentido al otorgarse una identidad falsa, sino que, para evitar que Álex le acompañara a casa, le dijo que vivía donde realmente lo hacía Pablo. Era ese mísero detalle, lo que le impedía reconocer a Celia como la vecina de Iván, a pesar de que tanto su historia sentimental entre dos chicos y su físico respondían casi con exactitud a las descripciones de su mejor amigo.
—¿Qué pasó al final con tu novio?
Álex no sentía la suficiente confianza como para explorar en profundidad esa pregunta. Realmente lo que intentaba era cerciorarse de que no se equivocaba de Celia, puesto que, si se confirmaba que era Pablo, no quedarían más dudas que resolver.
No obstante, no hay que olvidar que la joven de cabellos oscuros como el ébano era puro sentimiento. Ella no se movía por lógica, sino por impulsos. Estaba harta de revivir mentalmente cada uno de los pasos que se desarrollaron durante la noche trágica. Aquel día, no tomó ni una sola buena decisión. Todo terminó en un acto tan desagradable que le dolía recordar y, por todas estas razones, se negaba a obsequiar con explicaciones a un chico que, por muy simpático que fuera, era un completo desconocido para ella.
No quería admitir que la persona que había protagonizado su ataque de ansiedad frente al chico misterioso y todos sus amigos seguía en su vida. Era su maldito novio e iba a conocer a su familia ese mismo sábado. ¿Qué pensaría Álex de ella? Que era tonta, desde luego. Y débil. No soportaría otro juicio, ni de sus amigas, ni de su familia, ni de un mero desconocido. Así que volvió a mentir:
—Ya no estamos juntos.
Y creo, querido lector, que no hace falta que te describa la cara de Alicia desde su rinconcito.
—¿Y el otro chico? —interrogó.
Álex había formulado la pregunta que se moría por hacer Alicia. Llegados a este punto, la pequeña adolescente no se molestó en disimular. Vio cómo su hermana se encogía de hombros y decía algo así como que por ahora nada que contar, pero que quién sabe.
El problema fundamental de esta terrible narrativa se encontraba en que Alicia no tenía que estar espiando, porque si Celia hubiera sabido que aquella pequeña cotilla tenía intención de ayudar de mala manera, se hubiera asegurado de explicarle claramente cuál era realmente la verdad. Pero en ese momento, su atención era exclusiva para Álex. Quería truncar sus esperanzas con ella y, al mismo tiempo, no ponerse en evidencia, lo que podía conseguirse diciendo que la persona mala que le hizo daño ya no estaba, y que el chico que le gustaba podría estar o no.
Y mientras tanto, en la cabeza de Álex: «Si esa chica no vive en la finca de Iván, no tiene novio y Pablo sigue saliendo con la Celia de Iván... Esta no puede ser la Celia que hizo daño mi amigo».
Tras este intercambio de conclusiones no verbales, donde cada cual creía controlar la situación sin entender absolutamente nada de lo que estaba pasando, Álex procedió a sacar su lado más carismático y divertido y se encargó de hacer reír a carcajadas a Celia en cada una de las frases que pronunció. A partir de ese momento, los mayores bajaron de guardia y Álex encontró el vestido perfecto para Celia.
—¿Buscas algo en específico? —preguntaba—. Yo creo que uno de esos vestidos de algodón que mi madre guarda en el almacén te quedaría estupendo, ¿te saco alguno? Son como los del escaparate, pero en colores veraniegos.
A partir de ahí Alicia no prestó más atención y se sumió en sus propios pensamientos. ¿Por qué Celia no dejaba de mentir? ¿Qué pasó esa fatídica noche de Fallas? Una cosa estaba clara: tenía relación con Iván y Pablo, así que ellos debían saberlo.
Y como no conocía a Pablo, Ali pensó que no le quedaba más remedio que preguntarle a Iván. Aunque le daba una vergüenza enorme hacerlo y sabía que si Celia se enteraba, se enfadaría. Pero es que tenía que ayudarla. Quizá podría hablar con Sara primero...
Este capítulo es más graciosito porque Alicia, al igual que Sara y el resto de las chicas, quiere ayudar a su hermana y no sabe ni por dónde empezar.
No nos olvidemos que Celia tiene tres círculos: amigas, universidad y familia. Ahora mismo Alicia representa a este último sector. Ya les tenemos a todos situados y listos para la batalla final.
Tampoco olvidemos que Álex sigue viviendo en la ignorancia, pero ya no es tan ajeno. Algo se huele.
Del capítulo 6 al 8 va a detonar una bomba. Pero luego vienen otras. Así que con esto damos por comenzada la comida del cumpleaños de Pablo y el primero asalto del monstruo del caos.
Dale a la estrellita si te está gustando ⭐️ Yo intento traer capítulo para este finde jeje
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top