✰ 59. EL INICIO DEL FIN
I have this thing where I get older but just never wiser
Anti-Hero - Taylor Swift
Pensaba que su cerebro no aguantaría más —suficiente química por hoy— y soñaba con su preciosa cama mullida y una cena bien caliente. Sin embargo, su móvil sonó un par de veces y Celia, preguntándose cómo podía llegar la cobertura a esas profundidades subterráneas que era la línea de metro, rebuscó entre los trastos que portaba en la mochila hasta dar con el tortuoso aparato que estaba siendo el centro de atención en el vagón.
—¿Sí?
—Hola, preciosa. —Reconoció la voz de Pablo. Sonaba muy alegre.
—Hola...
—Vaya, te veo algo sosa.
Celia frunció el ceño. No había sido su intención sonar desganada, pero es que odiaba con todo su ser hablar en un espacio silencioso consciente de que todo el mundo podía enterarse de su vida.
—Es que estoy en el metro —respondió haciendo oídos sordos a los reproches y bostezó—. Además estoy muy cansada. Tengo sueño.
—Últimamente siempre estás cansada.
Ella se sobresaltó. ¿Esa frase tenía doble fondo? Quizá sí. A lo mejor Pablo tenía mal día o se había enfadado con alguien antes de llamarla... En ocasiones como esas, Celia también era una auténtica profesional soltando comentarios mordaces, pero tenía la decencia de valorar cuándo era buena idea decirlos y cuándo desencadenaría en un ciclo de broncas innecesarias. No pudo evitar malpensar: «Ahora es cuando todo lo que hemos trabajado estas semanas se va a la mierda y vuelve a actuar como antes». Aún sentía un poquito de desconfianza.
—Debes de estar muy agobiada con los exámenes —siguió hablando Pablo, ahora en tono calmado. Celia se relajó. Había sacado conclusiones precipitadas—. ¿Estás durmiendo bien?
—No, la verdad es que no. Me voy a la cama muy tarde y me levanto pronto. —Suspiró y apoyó la cabeza en la pared del vagón. Tal vez era la falta de sueño lo que la ponía tan a la defensiva—. No llego a todo lo que me gustaría llegar...
—Siento oír eso. Ojalá supiera algo de ciencias y pudiera echarte un cable.
—Bueno, no te preocupes. Es solo hasta junio y luego seré libre como un pajarito.
—Ni me imagino la cantidad de cosas que haremos cuando llegue ese día. —Se escuchó una risa al otro lado de la línea.
Celia volvió a sobresaltarse. ¿Por qué, a pesar de haber marchado todo perfectamente desde el día en que Pablo se disculpó, se asustaba cada vez que escuchaba expresiones que podían tener un doble sentido? ¿Cuándo él decía «cosas», se refería a cosas sexuales? Esperaba que no porque después la última experiencia pasaría mucho tiempo hasta que Celia se aventurara de nuevo a intentarlo.
—¿C-cómo qué? —preguntó mordiéndose el labio, nerviosa.
—Ir a la playa, salir a cenar... No sé. Podemos hacer lo que tú quieras.
Se relajó. Eran todo cosas suyas. Por ahora, tras la nefasta catástrofe del mes de marzo, Pablo se había mantenido mudo respecto a la parte más física de su relación. No hacía ningún gesto o indirecta encaminada a ello, lo cual su novia agradecía. Sin embargo, había algo, una especie de fuerza coactiva intangible, que repetía en la cabeza de Celia que aquella actitud no sería para siempre. Él no decía nada, pero ella sabía que tarde o temprano habría que pasar por el aro. Solo estaba posponiendo lo inevitable.
—¿Quieres que cenemos juntos? —propuso ella desviando la conversación hacia otro puerto.
—No, no te preocupes. Estás cansada y lo entiendo. Vete a dormir pronto y coge el día con energía mañana.
¿Había escuchado una negativa acompañada de una muestra evidente de comprensión? Celia sonrió. Joder, Pablo había cambiado, vaya que sí: ni sacaba la ausencia de sexo a relucir ni le insistía por pasar tiempo juntos a todas horas. Parecía que, poco a poco, los celos de novio iban desapareciendo. Y, para qué mentir, Celia sentía un alivio monumental.
—No me importa, de verdad... —insistió ella, más animada—. Me apetece verte.
—Preciosa, no suspenderás tus exámenes por mi culpa —dijo Pablo—. Descansa que Mayo está a la vuelta de la esquina y aún te quedan muchas noches entre libros y apuntes. Ya serás toda para mí en verano.
Seguía sin dar crédito de esta espontánea reacción de madurez carente de celos o pullitas innecesarias. Al fin el rayito de luz que tanto tiempo llevaba buscando en esa relación empezaba a aparecer. Y Celia estaba eufórica.
—Por cierto, quería preguntarte una cosa...
—Claro. —Qué voz tan risueña la suya—. Dime, amor.
Escuchó a Pablo sonreír al otro lado de la línea.
—Como ya sabes, este sábado es mi cumpleaños. Mi familia ha reservado un buen restaurante para celebrar mis veintitrés y me han insistido mucho en que te invitara. —Breve pausa que paralizó la respiración de la joven de ojos color mar—. Sé que estás muy agobiada y no quiero alterar tus planes de estudio, pero ¿crees que podría sacar un par de horas para venir?
El factor principal que paralizó abruptamente el corazón de Celia fue el mero hecho de conocer por primera vez a los padres de Pablo. Eso, al igual que el sexo, le daba miedo y sabía que tenía que ocurrir. Y qué menos que el día de su cumpleaños. Es decir, tenía todo el sentido del mundo la propuesta y lo normal era que ella aceptara.
—¡Claro! ¡Sí! Por supuesto, allí estaré —respondió de manera abrupta, chocando unas palabras con otras y enredándose en su propia dicción. Ay, los nervios.
—¿Sí? Eso es genial, Celia, me alegra muchísimo.
La voz de Pablo parecía alegre en el interfono y ella, después de un mes completo de tristezas, esbozó una de sus características sonrisas de chica enamorada.
—Te prometo que lo pasarás genial. Estoy deseando que conozcas a mis padres, les vas a encantar. Mi madre lleva días repitiéndome las ganas que tiene de verte, dice que seguro que os llevaréis estupendamente y podréis pasar mucho tiempo juntas... Ella es médico y cuando le dije que estudiabas el Grado de Farmacia le hizo mucha ilusión que saliera con una científica, como ella. —Rio.
Cielos, se le revolvían las tripas pensando en todo lo que se avecinaba y la implícita presión de caerles en gracia se hizo patente en su interior en menos de un segundo.
—¿Dónde es y a qué hora?
—Yo te recojo, tranquila. Con que estés lista sobre la una y media será suficiente. Por cierto, recuerda ir elegante.
—¿E-elegante? —preguntó Celia, confusa.
—Nada, no te preocupes. Creo que un vestido bonito y sandalias estará bien. Tampoco es una boda ni nada por el estilo. Tan solo se trata de un restaurante bastante lujoso. Ha sido idea de mi abuela: cuando se le mete una cosa en la cabeza no hay quien la haga cambiar de opinión.
¿Abuela? ¿Cómo que abuela?
—Lo que pasa es que mis primos siempre van muy arreglados y es para que no te sientas fuera de lugar...
¿Primos? Imaginó que los primos vendrían con sus padres, claro. Así que padres, abuelos, primos y tíos. ¿Qué clase de cumpleaños era ese? Por Dios, solo son veintitrés, no es necesario tanto espectáculo. ¡Ni que celebraran un bautizo! Al menos podría haberle introducido a sus padres primero y luego, progresivamente, al resto del clan Aguirre. Ahora sí que estaba tan nerviosa que no sabía ni qué decir.
Se quedó callada.
—Sé lo que estás pensando: toda la familia de golpe es un agobio, pero, de verdad, he pensado en eso y no vas a estar sola. —Trató de calmarla—. He invitado a Marta, Victor y el resto de los del colegio. Mis amigos más cercanos únicamente, es decir, no el grupo entero, aunque al menos es gente que ya conoces.
Esa última frase significaba que la idiota que le había metido en un lío enorme por enviar unas fotos y malmeter inventando información falsa iba a ser partícipe de la tortura. También era sinónimo de que Iván no estaría presente para recordarle que le provocaba mariposas revolotear en el estómago. La conversación acababa de convertirse en una auténtica pesadilla y tan ensimismada estaba especulando sobre cómo podría desarrollarse aquel día que Celia no se percató de que se había saltado su parada. Hacía quince minutos.
Genial. Estupendo. Otra vez todo es caos. Hasta cuando las cosas van bien, el mundo es caos.
—Joder.
—¿Qué pasa?
—Me he pasado la parada. Oye, te llamo luego ¿vale?
—¡Oh! Sí, por supuesto. Siento haberte distraído, preciosa. ¡Hablamos luego! Te quiero.
Pero ella no estaba para hacerle carantoñas al aparato. Colgó sin decir nada y maldijo al universo. Simplemente pensar que debía cambiar de línea y esperar unos veinte minutos añadidos hasta llegar a su casa le ponía enferma. ¡Joder con el puñetero cumpleaños!
En cuanto consiguió bajar al andén, después de sortear a la mitad de la población valenciana, se sentó en un banco a esperar al próximo metro y suspiró con pesadez. En esta ocasión estaría más atenta. Mientras tanto, se puso los auriculares y algo de música que consiguiera calmar su rabia.
Invitarla a conocer a la familia era algo muy serio, un paso que ella no se había planteado siquiera. ¿Significaba eso que Pablo estaba esforzándose por cuidar su relación? A Celia le parecía que sí. Ella no metería a nadie en casa si no tuviera seguridad de que pretendía una relación duradera. Sonrío al suelo y movió los pies como una niña pequeña. Se sentía nerviosa, sí, pero todo lo que estaba pasando era positivo.
Desbloqueó el móvil y entró en WhatsApp, encontrando el número de Sara en poco menos de un segundo. Escribió ilusionada todo lo bueno que acaba de ocurrirle y, justo antes de enviarlo, se detuvo. Recordaba perfectamente el rostro de sus amigas cuando salió corriendo al enterarse de que Pablo sabía de su noche fugaz con Iván comiendo bocadillos y fumando porros. Seguramente opinaban pésimo de él. A ellas nunca les había gustado Pablo y no quería que su alegría se viera truncada por un par de comentarios fuera de lugar.
Sara solía ser neutral, pero Celia estaba segura de que ahora ya no. Las chicas que siempre le habían acompañado y junto a las que había crecido estaban de parte de Iván, no de ella.
Eliminó el mensaje que acababa de escribir y, en aquel instante, el metro llegó.
Bien. Este capítulo es breve pero importante. De aquí sale el cincuenta por ciento de la trama de la Parte 3. La comida familiar de Pablo va a ser algo excepcional, tenedlo presente.
Como podemos apreciar, Celia está bien aunque no genial. Sigue preocupada y un poquito desconfiada con Pablo, sin embargo, ha tomado la decisión de perdonar y avanzar, lo que conlleva enfrentarse a los prejuicios y esforzarse en confiar. Por otro lado, ya sabéis por qué nuestra chica no sigue hablando con Sara, Inés, Noe y Paula.
A partir de ahora llega la marcha, por lo que intentaré publicar esta semana próxima otros tres capítulos para seguir el ritmo de Celia a tope. No prometo nada jeje
¡Señores y señoras, empieza el caos en sentido estricto!
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